Seminario
El Ejercicio Actual de la Medicina

Los Pilares de la Neumología en México

Dr. Octavio Rivero Serrano

Introducción
Antes de analizar las personalidades médicas que construyeron las bases de la neumología en México, es necesario, como reflexión inicial, señalar que la neumología como tal existe en el país en la segunda mitad del siglo XX. Desde fines del siglo XIX y en la primera mitad del siglo que terminó, en todo el mundo y así sucedió en México, la especialidad de enfermedades pulmonares se denominaba Tisiología, no porque los especialistas en enfermedades pulmonares no atendieran otras enfermedades del aparato respiratorio, sino porque el número de enfermos que se atendían tanto en la consulta privada de estos especialistas, como en los hospitales fundados para atender estos enfermos, se dedicaban en una inmensa mayoría al tratamiento de la tuberculosis. La enfermedad no solo atacaba los pulmones, pero principalmente en esta modalidad constituía un grave problema de salud.

Los países que tuvieron los recursos para implantar sólidas campañas antituberculosas, al arribo de los antibióticos y antifímicos específicos, hecho que ocurrió a la mitad de ese siglo, aprovecharon mejor la eficacia de estos medicamentos para disminuir el impacto de la tuberculosis en la población. Ingenuamente, por los éxitos obtenidos con la quimioterapia se pensaba que sería posible erradicar el mal. Y es explicable ese entusiasmo, ya que los agentes terapéuticos utilizados hasta entonces, el yodo, el calcio, el oro, los reconstituyentes y otros más, poco podían hacer contra la enfermedad. En cambio, medidas terapéuticas muy especializadas como los diversos métodos de colapsoterapia y el reposo fueron las bases del tratamiento empleado por los especialistas. Precisamente por la necesidad del uso de esos recursos que suponían un entrenamiento en los diversos tipos de neumotórax: intrapleural y extrapleural, la pleurolisis, los distintos tipos de toracoplastías con y sin plombaje, el neumoperitoneo y la frenopraxia; y después, cuando por el desarrollo de la anestesia intubada fue posible resecar las lesiones tuberculosas, la cirugía endotorácica, explican una especialidad, en la que no cabía la posibilidad de que estos pacientes fueran tratados por otros que no fueran estos especialistas tisiólogos.

Los cirujanos de pulmón aprendimos a realizar resecciones pulmonares, extirpando lesiones tuberculosas; con tanto éxito que una escuela de tisiología en México cayo en la exageración de pensar que éste método era el de elección, sin la necesidad de utilizar quimioterapia.

Todo en esa época era Tisiología. Al instalar un consultorio privado era indispensable comprar al menos un fluoroscopio. De el dependía gran parte de la consulta que consistía en mantener el neumotórax o el neumoperitoneo con insuflaciones repetidas. Así era la sociedad de la especialidad, que se inició llamándose Sociedad de Amigos del Bacilo Tuberculoso, para después convertirse en Sociedad Mexicana de Tuberculosis y Silicosis y así era el nombre de la revista que recogía la experiencia de los especialistas que formaban parte de ella. Los Congresos eran de Tisiología; y eso sucedía no solo en México, eso era así en todo el mundo.

Todo esto se modificó en la segunda mitad del siglo XX. Con el advenimiento de la eficaz quimioterapia médica la tuberculosis pudo ser tratada por un mayor número de médicos, no necesariamente fisiólogos.

Avanzada la segunda mitad del siglo XX, la patología respiratoria sufrió un cambio notable. No sólo los pacientes tuberculosos ya no tenían que ser necesariamente tratados en un hospital, sino que el cambio demográfico y condiciones del medio ambiente hicieron aparecer con mayor frecuencia otras enfermedades respiratorias: el cáncer del pulmón, las fibrosis pulmonares, neumonías distintas y mas graves que la clásica ocasionada por el neumococo, la bronquitis crónica, el enfisema y el asma bronquial. Estas tres últimas, descritas como Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica. En los setenta publique un artículo en la Gaceta Médica de México que recogía esta experiencia; se titulaba: De la Tisiología a la Neumología.

La enfermedades pulmonares actuales son frecuente causa de enfermedad y de mortalidad; y se espera que esta aumente porque son padecimientos graves, con mortalidad inusual y constituyen el quehacer principal del neumólogo actual, sin que éste deba dejar de estar enterado de la muy grave tuberculosis pulmonar que persiste, ya sea por que complica el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o porque los bacilos que la producen sean resistentes a los antifímicos con que se cuenta actualmente.

Antecedentes Históricos
Sería injusto e incompleto analizar las personalidades de los prohombres de la especialidad en México, sin mencionar algunos antecedentes históricos de los que aconteció en México antes de que los médicos que voy a citar desarrollaran la especialidad.

El primero en señalar la importancia el descubrimiento del bacilo de Koch fue Eduardo Liceaga a fines del siglo XIX, desde el Consejo Superior de Salubridad, donde siguiendo las ideas de esa época inició el tratamiento con tuberculina; no es raro pues, que después cuando gracias a su tenaz esfuerzo se construyera el Hospital General inaugurado en 1905, existiera en éste un área, de dos pisos, destinada al tratamiento de los enfermos con tuberculosis. Mencionó Liceaga entonces, que el internar tuberculosos en el Hospital General era una solución transitoria, pues debería construirse un hospital especialmente dedicado al tratamiento de estos enfermos; situación que tardó mas de cuatro décadas de acontecer. Ahí, al parecer se aplicó por vez primera un neumotórax intrapleural en el año de 1912 por el Dr. Olivera Botelho. (poema de Belisario Domínguez)

Alfonso Pruneda, después Secretario Perpetuo de la Academia Nacional de Medicina, publicó su tesis para recibirse de Médico Cirujano en la Escuela Nacional de Medicina a fines del Siglo XIX sobre el empleo de los rayos X en el diagnóstico de la tuberculosis pulmonar. Magnífica visión pues apenas hacia unos años del descubrimiento de los rayos X por Roegten.

El primer dispensario antituberculoso se instaló en 1918, en la calle Tolsá 48 y se denominó “Fernando Altamirano”

Varios esfuerzos aislados ocurrieron desde entonces en este sentido hasta que en el plan de Manuel Gea González en 1930 se establece una campaña antituberculosa, con metas bien especificadas, similares a las utilizadas en otros países.

Los campeones de la Especialidad en el Siglo XX en México.
Voy a considerar a tres personajes, diferentes en muchos aspectos, pero que según la experiencia de haber vivido cerca de ellos los considero los creadores de la especialidad en México: Donato G. Alarcón, Ismael Cosío Villegas y Alejandro Celis Salazar. Estuve mas cerca del último que de los otros dos; a los tres los considero los prohombres de la especialidad; dos de ellos mas distinguidos en la Tisiología, el otro compartiendo los conocimiento de esta especialidad y proponiendo el cambio de la especialidad de Tisiología a Neumología, adelantándose mas de una década a lo que sucedía en el resto del mundo.

Sería injusto al mencionarlos, dejar de señalar, que el desarrollo de la especialidad se debió a que varios discípulos y amigos de ellos continuaron esta labor pionera.

En cuestión de antigüedad Donato Alarcón es el primero en nacer, ya que esto sucedió en 1899. El de edad intermedia era Ismael Cosío Villegas, que nació tres años después en 1902. A los seis años de esto, en 1908, nació en un pueblito de Sinaloa Alejandro Celis Salazar.

No obstante la pequeña diferencia de edades las vidas de Donato G. Alarcón y la de Ismael Cosío Villegas tuvieron coincidencias. Los dos se recibieron de médicos en la Escuela Nacional de Medicina de la UNAM en 1926. En los primeros desempeños de su interés por la tuberculosis pulmonar se encontraron siendo Cosío Villegas Jefe del Pabellón de tuberculosos en el Hospital en 1930 y trabajando junto con él, en esos servicios Donato G. Alarcón.

Cuando se inaugura el Sanatorio de Huipulco en 1936, con Alarcón como Director y Cosío como médico, aparece el tercero de los tres médicos que mencioné como pilares de la especialidad: Alejandro Celis es radiólogo en ese hospital, lo cual de alguna manera explica su interés por la investigación de nuevos métodos de exploración radiológica del tórax y los órganos contenidos en él, que le permitieron con el tiempo realizar una investigación que tuvo el reconocimiento de una primicia a nivel mundial.

Principales logros de los tres personajes
Aquí he pensado que no debo caer en la tentación de analizar sus vidas como si fueran una competencia. No se trata de comparar curricula, sino de mencionar las peculiaridades de sus logros, que en mucho dependieron de cómo entendían la medicina, la especialidad, el valor de la enseñanza y la investigación, de su forma de ser y su carácter. Es natural que conozca más de cerca lo logrado por Celis, ya que trabajé y me formé cerca de él durante veinte años.

Con el recuerdo de haberlos tratado personalmente intentaré describir sus muy distintas personalidades.

Donato Alarcón
Hay un período en el que después de estar Donato Alarcón en los pabellones de tuberculosos del Hospital General, trabaja como médico en Tampico; estando en ese ejercicio profesional concursa y gana una beca para estudiar la especialidad de Tisiología en Norteamérica en hospitales de tuberculosos en New York, Chicago y Denver. Desde entonces aprovecha para establecer relaciones internacionales con especialistas norteamericanos, que en el transcurso de su carrera le permiten distinciones de esos grupos.

Donato G. Alarcón era un hombre estudioso, de carácter afable, con inclinación a la cirugía en el tratamiento del tuberculoso pulmonar, -uno de los primeros libros describiendo la técnica del neumotórax extrapleural es de él-. Con muy buenas relaciones sociales y políticas en el medio y a nivel internacional, poco afecto a la broma, un especialista con una sólida clientela de las clases de alto nivel socio económico. Tuvo colaboradores tanto en Huipulco, como después en su Sanatorio privado para la atención de tuberculosos pulmonares, pero de los tres no se distinguió por formar un grupo de colaboradores que igualaran su nivel. Su sanatorio fue el único sanatorio privado para este mal en México, que después, cuando lo vendió, se convirtió en lo que hoy es el Centro Médico Naval.

Creo que una de las características principales de Donato G. Alarcón fue su proyección a nivel internacional. Fue reconocido y formó parte de las directivas del American College of Chest Physicians y sus trabajos tuvieron fácil acogida en el órgano de esa institución, de la que fue Regente en México de 1940 a 1974, institución que le otorgó una medalla en el Congreso de Nueva Delhi en 1964. Ahí logró para México la organización del VIII Congreso Internacional de Enfermedades del Tórax en 1964.

No sólo fue el primer Director del Hospital para Tuberculosos de Huipulco en 1936. Fue Director de la Campaña contra la Tuberculosis y Presidente de ese comité en tres ocasiones. Fue fundador y primer presidente de la Sociedad Mexicana de Tuberculosis y Silicosis, antecedente de la ahora Sociedad Mexicana de Neumología y Cirugía del tórax. Fue Presidente de la Academia Nacional de Medicina en 1951 y Director de la Facultad de Medicina de la UNAM de 1962 a 1966, dejando la dirección amargado por la forma en que fue obligado a salir el Rector Ignacio Chávez, con quien cultivaba una sólida amistad.

Recibió premios y condecoraciones de varias sociedades extranjeras de las que formaba parte, destacando la de Oficial de la Legión de Honor del Gobierno Francés.

Ismael Cosío Villegas
Cosío Villegas tenía una personalidad arrolladora. Altivo hasta la soberbia. Cariñoso con los enfermos. También tenía una gran clientela de buen nivel socio económico. Tenía un recio carácter y sus muchos colaboradores lo querían y respetaban como el patriarca para ellos, no obstante de que en ocasiones era duro para tratarlos. Culto, muy aficionado a la buena música, al buen comer y al buen beber --en ocasiones con exceso--, un deportista consumado, buen nadador, hombre fuerte y vigoroso, con un sentido crítico de la injusticia social.

La llegada de Cosío como Jefe de los pabellones, tres pabellones para tuberculosos de Hospital General en 1930, se dio en condiciones muy especiales. Eran más que servicios médicos, depósito de enfermos avanzados. Los recursos eran escasos. No había ropa para los enfermos, así que el aspecto era de un conjunto variopinto de desarrapados. La comida era escasa. Los medicamentos tenían que ser llevados por los familiares. Los médicos del Hospital rehuían atender esos servicios de tal forma que cuando Cosío se dirigió al Director del Hospital, en esa época el Dr. Genaro Escalona, para pedirle que le enviara a esos pabellones, Escalona le dice, según una publicación del propio Cosío: cito : “¿Esta Ud. en sus cabales?... afortunadamente ha decidido usted trabajar en esos pabellones, pues ningún médico desea asistir a ellos y así me resuelve el desagrado de tener que obligarlos a que atiendan a los enfermos...El mismo Cosío señala: Me convertí en jefe de tres pabellones, sin haber sido previamente médico interno, ni residente, ni adjunto”, fin de la cita. Estuvo de jefe de esos pabellones hasta 1936 en que se inauguró el Sanatorio de Huipulco, en donde se vuelve a encontrar con Donato G. Alarcón, sólo que ahora éste es el Director y Cosío médico del Sanatorio.

Ismael Cosío Villegas fue inducido a dedicarse a la especialidad por consejo de su amigo el Dr. Ignacio Chávez. También fue reconocido en México y a nivel internacional y formó un gran grupo de alumnos especialistas que ejercieron la especialidad en todos los rincones de la república. No obstante que Alarcón fue el primer Director de Huipulco, el logro de la construcción de este Hospital se debió a las gestiones de él junto con su amigo el Arq. José Villagrán quienes desde 1930 presionaban en forma continua a las autoridades para que este proyecto se llevara a cabo. Su tendencia en la especialidad fue hacia el estudio clínico de los enfermos.

Tuvo la capacidad de crear un grupo de neumólogos, que si no los cito como pilares es porque decidí sólo escoger a tres, pero sin duda de los formados por él no podrían dejar de citarse a Miguel Jiménez, a Horacio Rubio Palacios y a Fernando Katz. Su empecinamiento en oponerse a medidas del Estado y querer prolongar el movimiento médico de los sesentas en los que fue un actor principal, lo obligaron a dejar la dirección de Huipulco por decisión del Gobierno y sus últimos años vivió en cierto aislamiento decepcionado del medio médico, no obstante que tuvo el reconocimiento de colegas e instituciones. La Universidad Nacional Autónoma de México lo nombro Profesor Emérito de la Facultad de Medicina en 1981, trámite que había iniciado la propia Facultad en 1980.

Su tendencia en la especialidad fue hacia el estudio clínico de los enfermos. En el año de 1933 fundó en la Escuela de Medicina la cátedra de clínica del Aparato Respiratorio, que conservó muchos años. En su libro “Aparato Respiratorio, Patología, Clínica y Terapéutica” expuso al día los conocimientos no solo de la Tisiología sino de otros padecimientos del aparato respiratorio. El libro tuvo 14 ediciones y durante mucho tiempo fue el texto en casi todas las escuelas de medicina del País.

También fue tres veces director de la Campaña Contra la Tuberculosis en México. Desde ahí promovió la construcción del Hospital Manuel Gea González, que en sus inicios fue destinado al tratamiento de los pacientes con tuberculosis pulmonar. Presidente de la Sociedad de la Especialidad y de la Academia Nacional de Medicina en 1961, en ese año fue electo como Director del Sanatorio para Tuberculosos de Huipulco, antecedente del actual Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, que con toda justicia por los años que le dedicó, lleva hoy su nombre y que dejó al final del conflicto médico de esa década.

Hay quienes quisieron ver una enemistad en la sana competencia académica de estos dos personajes. No fue así.

Cuando Cosío fue despedido injustamente de la dirección de Huipulco, Alarcón entonces Director de la Facultad de Medicina, le invitó a trabajar en lo que quisiera en ella.

Alejandro Celis Salazar
Alejandro Celis era un hombre muy distinto en varios aspectos a los mencionados. Fue un hombre sencillo; la primera impresión era la de un hombre áspero, seco en el trato, con gran interés por analizar los problemas sociales del país, y con una inquietud nata por encontrar nuevos caminos en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades pulmonares. Es el mejor ejemplo de esa época de lo que puede hacer un investigador clínico. El grupo que formó, puede decirse, que realmente tuvo una formación completa en el conocimiento y destrezas médicas y quirúrgicas de la especialidad. Inició la cirugía endotorácica en el Hospital General en el servicio del Dr. González Méndez y después esta floreció en su máxima expresión en la Unidad de Neumología de la que fue Jefe de los tres pabellones hasta su muerte.

Alejandro Celis Salazar, el menor en edad de los tres, falleció en la Ciudad de México el 24 de Diciembre de 1971. Todos los cercanos a él, sentimos que fue una muerte prematura pues estaba en la cúspide de su producción como investigador clínico.

También fue miembro de la Sociedad Mexicana de Tuberculosis y estuvo en los inicios de ésta como Sociedad de Neumología, de la que fue su Presidente. Fue miembro de la Academia Nacional de Medicina. Joven aún, viajó con Cosío a New York para observar los hospitales de tuberculosos que eran fama de esa ciudad. De hecho en su comienzos puede decirse que reconocía a Cosío como su maestro, no obstante que su personalidad y su inclinaciones en la especialidad eran distintas. Sus conocimientos en la patología respiratoria no tuberculosa le valieron que Cosío le invitara como coautor del libro que ya he mencionado.

Consideró que el centro de su vida como médico fue la medicina institucional; Celis permanecía desde muy temprano hasta comenzada la tarde en el Hospital General.

De sus reflexiones ahí, surgieron varios de sus logros principales: uno, el haber previsto en 1961, que la especialidad iba a cambiar. No obstante la duda de algunos, tomó la medida de dedicar la mitad de las camas de la Unidad de Neumología, --que entonces tenía 200 camas—al internamiento y tratamiento de padecimientos pulmonares no tuberculosos. El Sanatorio de Huipulco cambió su nombre a Enfermedades Respiratorias varios años después. Este cambio adelantó al menos diez años a lo que después sucedió en todo el mundo.

Otra, que Celis fue un convencido de que la enseñanza y la investigación propiciaban una mejor medicina. Los médicos de la Unidad, siempre, deberían participar de la enseñanza y tener algún proyecto de investigación.

Decir que publicó 65 trabajos científicos no revela su calidad como investigador. Sus publicaciones sobre radiología experimental siempre fueron en el Acta Radiológica Escandinava. En 1946 obtuvo para México la prioridad mundial de un método personal para la Angiocardiografía, trabajo que a varios años de haber sido publicado, fue recogido por el libro editado en Europa para conmemorar los 100 años del descubrimiento de Roentgen, , como una de las contribuciones mundiales en la investigación radiológica. De éste y otros trabajos recibió nueve premios de sociedades científicas.

Quizá su característica mas trascendente fue su labor formadora como maestro; tuvo alumnos tan distinguidos como Carlos R. Pacheco y Raúl Cicero. El primero distinguido como cirujano y éste último que continuó sus líneas de investigación clínica.

Esta cualidad de maestro, junto con el interés por la investigación son las características de su vida. Formó en el sentido más amplio del término a los médicos cercanos a él. Sólo para proyectar su capacidad como formador de hombres menciono que del pequeño grupo cercano a él, tres fueron presidentes de la Academia Nacional de Medicina, siete fueron presidentes de la Sociedad de Neumología, uno llegó a Director del Hospital General, dos del Hospital de Tórax del Centro Médico Nacional, otro del hospital Gea González y otro del Instituto de Enfermedades Respiratorias. De ese grupito dos llegaron a ser directores de la Facultad de Medicina de la UNAM y uno a Rector de la UNAM. La formación que él les dio, fue sin duda algo especial.

Un humanista no de simposio, sino con su vida diaria. Sus últimos meses los dedicó a las reflexiones que le surgieron de la vida del hospital en que vivió inmerso, considerando que gran parte de la patología que se observaba ahí era debida a las condiciones socio económicas de la clientela del mismo. Su monografía “Patología de la Pobreza”, la leyó en la ceremonia del día del médico, dos meses antes de morir. Entonces era profesor investigador de tiempo completo en la UNAM, de los pocos profesores de carrera de la UNAM en el área clínica y estaba en trámite su nombramiento como Profesor Emérito. Si alguien ha merecido este nombramiento fue él.

Los tres personajes que he mencionado como los pilares de la neumología en México tienen grandes méritos. Distintos méritos y distinta forma de ver la vida, la medicina y la especialidad. En vida de ellos siempre hubo una leal competencia, que algunos quisieron presentar como enemistad de grupos. No fue así.

Bibliografía

  1. Enrique Cárdenas de la Peña del Sanatorio de Huipulco, al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Tomo I, Secretaría de Salud, México 1986.
  2. Enrique Cárdenas de la Peña del Sanatorio de Huipulco, al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Tomo II, Secretaría de Salud, México 1986.
  3. Enrique Cárdenas de la Peña, INER, Cinco Años Más, 1987-1991. México, Septiembre 1992.
  4. Martha Díaz de Kuri y Carlos Viesca Treviño. Historia del Hospital General de México.