“Razonamiento es el método lento
y tortuoso por el
cual aquellos que no saben la verdad la descubren”
Blaise Pascal
“El hombre es un animal que razona. Tal
es la afirmación.
Yo creo que eso está abierto a discusión.”
Mark Twain
I. UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA
El razonamiento clínico es la médula de
la práctica médica. Además, en él
confluyen el saber que la medicina detenta y aplica en un momento
dado, el saber hacer que configura la actividad profesional, la
capacidad de observación y reflexión del médico,
su juicio integrativo y el o los problemas que conducen al paciente
– individual o colectivo – a recurrir a un experto.
Es decir, convergen todos y cada uno de los aspectos constitutivos
de la práctica médica.
Ya Hipócrates, en su primer aforismo marcaba la importancia
y la dificultad de este elemento básico en el quehacer
del médico al añadir a su consideración de
la magnitud del “arte” comparada a la brevedad de
la vida, el hecho de que “la ocasión es fugaz,
la experiencia engañosa y el juicio difícil”.1
En este texto se ponen en relieve algunas carácterísticas
fundamentales del razonamiento clínico: el imprescindible
recurso de la experiencia y su consecuente inseguridad, así
como la dificultad del juicio. A lo largo de la historia de la
humanidad siempre los médicos se han topado con estas dificultades
y han puesto todo su empeño en solventarlas. Baste para
ilustrar este punto recordar todo lo que la crítica proveniente
del interior de la propia práctica clínica ha señalado
recientemente en cuanto a lo que a estas dificultades se refiere,
principalmente a la tendencia común entre los médicos
a configurar sus hipótesis diagnósticas y las configuraciones
mismas de los síntomas y los diagnósticos de acuerdo
a su propio conocimiento y opiniones.2 No faltan los
autores que se admiran de que un buen, porcentaje de los juicios
clínicos quedan establecidos antes de haberse obtenido
del paciente la totalidad de los datos accesibles.3
En síntesis, se puede afirmar con Goldberg que, a mediados
de la década del novecientos sesenta, que los juicios clínicos
eran en general poco seguros, mínimamente relacionados
con la confianza y el monto de la experiencia así como
poco afectados por la cuantía de la información
obtenible y, por lo tanto de un bajo índice de validez.4
1 Hipócrates, Aforismos,
I,1. E. Littré, Oeuvres complétes d’Hippocrate,
10 vols., París, ed. Bailliére, ````IV, 459.
2 Ridderikhoff, J., Methods in Medicine, Boston
/ Dordrecht / London, Kluwer Academic Publishers, 1989,
p.80.
3 Barrows, H.S., Bennet , K., “The diagnostic skill
of the neurologist”, Arch. Neurol, 26,
1972, 273-277.
4 Goldberg, L.R., “Simple models or simple processes”,
American Psichologist, 23, 1968,
483-496. |
Sin embargo, ante y no obstante este desolador paisaje, nos enfrentamos
con el hecho de que el razonamiento clínico ha sido y sigue
siendo la base de toma de decisiones que afectan la vida misma
y la calidad de vida futura de los pacientes y que, como quiera
que sea, ha dirigido el curso de los diagnósticos y tratamientos
en todos los tiempos y latitudes. Detengámonos a considerar
algunos de los aspectos que han sido propios del razonamiento
clínicos en diferentes épocas y culturas a fin de
buscar elementos comunes que nos permitan inferir cuáles
rasgos y orientaciones pueden sernos útiles en el momento
actual y qué posibilidades de validez a futuro pudieran
ofrecer.
Retornando a los planteamientos de Hipócrates que marcan
el inicio de la medicina científica en la tradición
occidental lo primero que destaca es el rechazo a la intromisión
de dioses o seres sobrenaturales e, inmediatamente, de todo género
de teorías filosóficas. En esto coincidirá
veinte siglos después un gran hipocrático, Sydenham,
quien insistió en el imperativo del regreso a la observación
directa de los pacientes y en el registro de datos particulares,
habiendo eliminado previamente toda hipótesis de naturaleza
filosófica, es decir no inductiva.5 En el célebre
texto conocido como La enfermedad sagrada, se hace una
relación de las deidades que se asociaban con las diferentes
auras precediendo un ataque epiléptico sólo para
concluir que esto son figuraciones y que lo que se debería
de estudiar es la dinámica de la flegma que impide la correcta
llegada de aire al cerebro.6 Se aprecian dos aspectos
fundamentales: 1) no existen enfermedades sagradas a no ser que
se reconozca la esencia sacra de la naturaleza y 2) la observación
de los síntomas permite esbozar teorías explicativas
de la génesis y el curso de la enfermedad, las cuales a
su vez servirán de base para una orientación racional
del tratamiento. Por ejemplo, al señalar que la constitución
flegmática de uno o ambos progenitores se puede heredar
y que la epilepsia afecta particularmente a los individuos flegmáticos,
el médico hipocrático está apuntando a la
obligación que tiene el médico de estudiar la constitución
humoral de sus pacientes y a tomar en cuenta la existencia de
riesgos derivados de ella.
El médico debe de ejercitar su racionalidad y ponerla
en juego a fin de develar los secretos de los procesos naturales,
ya que la naturaleza, a la que él mismo pertenece y en
cuyos procesos participa, es inteligente e inteligible.7
De tal modo se establecen un fundamento y un método. Un
fundamento filosófico en el sentido de establecer un marco
de referencia general a nivel de la consideración de la
naturaleza como un orden (cosmos) sujeto a leyes autoimpuestas
y racionales y un método, que es la observación
de los fenómenos naturales con la garantía de que
un correcto ejercicio de la razón garantiza la detección
de leyes naturales. Entonces, un médico podrá “...decir
los antecedentes de la enfermedad, conocer el estado presente,
predecir los acontecimientos futuros...”8 a través
de la utilización de sus sentidos y de la correlación
de los datos obtenidos con criterios de carácter general.
Y es en este punto en donde la tradición hipocrática
se enfrenta a las críticas que se han hecho en el siglo
XX al juicio clínico, ya que no parte de la nada, sino
de una teoría general que explica la naturaleza, a la enfermedad
entendida como un fenómeno natural y que proporciona al
experto los elementos de conocimiento y juicio que le permitirán
fundamentar sus consideraciones diagnósticas y pronósticas.
Así, ese mismo médico hipocrático afirmará
que “...hace falta examinar, en los humores evacuados, las
cocciones favorables, cuáles son y de dónde vienen,
o los depósitos loables o críticos. Las cocciones
indican la prontitud de la crisis y la certeza de la salud; pero
los humores que no tienen punto de cocción y que tornan
hacia depósitos malos, anuncian la ausencia de crisis,
o sufrimientos, o gran duración del mal, o la muerte, o
las recaídas...”9 Lo que él requiere
examinar para llevar a cabo un buen trabajo de recolección
de datos significativos no tiene nada que ver con lo que hace
el clínico en estos comienzos del siglo XXI, pero eso no
quiere decir que no supiera medicina ni que dejara de ejercitar
el razonamiento clínico. Lo que es claro es que, antes
de emprender el examen clínico del paciente y, en este
caso particular, de sus excretas a fin de detectar cuáles
eran los humores evacuados y cuál la condición de
éstos, el médico había prefigurado su racionalidad
a guisa del conocimiento válido en su momento histórico.
Es decir, el médico hipocrático detectaba humores
y síntomas de alteraciones humorales. Sólo podía
diagnosticar en función de lo que sabía y tomar
decisiones y prescribir tratamientos a partir de eso mismo. Pero,
entre ese saber que actualmente ya no es válido y los nuevos
conocimientos que nos ubican en el umbral de la medicina genómica,
existe un vínculo que es el razonamiento clínico
que conduce a un diagnóstico y a la toma de decisiones
con respecto al tratamiento a seguir.
5 Sydenham, Thomas, The works
of Thomas Sydenham, London, The Sydenham Society, 1848,
p.2.
6 Hípócrates, De la enfermedad Sagrada,
E. Littré, ed., Oeuvres Complétes d’Hippocrate,
ed. cit. VI, 361 y ss.
7 Jaeger, W., La teología de los primeros filósofos
griegos, México, Fondo de Cultura Económica,
1951; muy particularmente Jaeger, W., Paideia. Los ideales
de la cultura griega, México, Fondo de Cultura
Económica, 2ª ed., 1962, pp.783-829.
8 Hipócrates, Epidemias, I, 5, E. Littré,
ed., Oeuvres complétes d’Hippocrate,
ed. cit., II, 635.
9 Ibíd., I,5. |
El díctum, también hipocrático
que insiste en que no existen enfermedades, sino enfermos que
las padecen, expresa claramente la situación que niega
el estatuto ontológico de enfermedad en sí y la
convierte en una abstracción, resultado de la suma de una
larguísima serie de particularidades dependientes de quienes
las han padecido y, por lo tanto, objetivado. En este contexto,
el problema inherente al razonamiento clínico es el reconocimiento
de lo que es común a ese conjunto de enfermos poseedores
de rasgos compartidos y el establecimiento de vías que
han sido mostradas como eficientes en su control, manejo y/o curación.
La clínica hipocrática se hacía al lado
del enfermo, de la cama del enfermo para estar acordes con la
metonimia que expresa que para estar verdaderamente enfermo se
debe de estar “encamado”. Es decir, procedía
de la observación de lo particular, pero, como hemos señalado,
lo refería siempre a situaciones generales. No se ajustaba
a un procedimiento inductivo puro, sobre el cual hace ya más
de un siglo señalaba Hughlings Jackson que, de ser baconianos
puros y prescindir del uso de hipótesis para basarse en
el análisis escueto de lo particular, jamás se llegaría
a un descubrimiento.10 De hecho la hipótesis,
que es punto de partida para la búsqueda de una solución,
es asimismo el elemento que enlaza lo particular con lo general.
Por ello, el razonamiento clínico no debe limitarse a la
consideración de casos particulares, aunque no puede negarse
que siempre constituyen su punto de partida. Volviendo una vez
más al modelo hipocrático, recordemos simplemente
la estructura del libro I de las Epidemias, en el que
se habla primero de las enfermedades y su relación con
condiciones climatológicas y la “constitución”
morbosa del año, para concluir con la exposición
de una serie de casos particulares que pudieran considerarse como
prototípicos. De acuerdo con este modelo, que continúa
siendo válido una vez actualizados los ítems, el
clínico debe recabar los datos proporcionados por el paciente
u obtenidos de él a través de la exploración
o los exámenes practicados para luego destacar aquellos
que le resulten significativos y pasar a establecer comparaciones
con otros casos con los que demuestre existir afinidad o con abstracciones
que configuran lo que denominamos enfermedades. El último
paso en el proceso, en el cual el diagnóstico presuncional
propuesto a partir de los datos se constituye en hipótesis,
consiste en el establecimiento de un diagnóstico “definitivo”,
llamado así en función de ser en ese momento el
último eslabón de esta cadena interpretativa.
10 Citado por Ridderikhoff,
Op. Cit., epígrafe en la p.27. |
Esta forma de método hipotético – deductivo
no lleva en absoluto a una definición de la realidad sino
a la de una interpretación de ella. Es evidente que los
niveles de certeza del juicio clínico han variado dependiendo
del sistema de pensamiento en el cual se inserta éste.
Por ejemplo, durante la Baja Edad Media, cuando la ciencia era
considerada como consecuencia a nivel humano de un conocimiento
absoluto, de origen divino, el razonamiento clínico no
podía ser de otra manera que deductivo y todo error no
podía ser más que de procedimiento, ya que el conocimiento
era por definición verdadero.
Estas consideraciones conducen a pensar en ¿qué
es lo que se diagnostica? En efecto, a través del tiempo
los médicos han aprendido a diagnosticar ciertas enfermedades
o ciertos tipos de enfermedades que corresponden a construcciones
interpretativas que responden a saberes en particular que condensan
lo que es plausible pensar alrededor de un sistema de explicación
de lo que es y de cómo funciona el cuerpo humano. Esa fue
la gran preocupación de François Boissier de Sauvages
al publicar en 1768 su Methodica sistens morborum classis
y la de Cullen, un año después, con su Synopsis
Nosologiae Methodicae, ambos buscando que su marco de referencia
fuera un orden en el que las enfermedades quedaran clasificadas
de manera paralela a como lo habían sido las plantas y
los animales en los sistemas de la naturaleza elaborados, no por
la naturaleza, sino por Linneo y Buffon. El presupuesto teórico
fue que las enfermedades existen dentro de un orden natural y
sólo requieren ser reconocidas y clasificadas y, una vez
logrado, el médico clínico podrá diagnosticarlas.
A partir de entonces el diagnóstico, y por ende, el razonamiento
clínico y el establecimiento de juicios del mismo orden
se orientaron a la correlación de síntomas y de
los recién puestos en relieve signos clínicos con
alteraciones anatomo o fisiopatológicas y la “especie
morbosa” se convirtió paulatinamente en lesión.
Las nuevas tècnicas de exploración las identifican,
logrando “mirar” en el vivo, a través de una
sustitución de sentidos, lo que sólo se veía
en la autopsia y ahora el razonamiento clínico es dirigido
hacia la constatación que de síntomas y signos corresponden
a lesiones y el diagnóstico es su reconocimiento, no ya
en el sentido de una ubicación dentro de un orden clasificatorio
sino en el de su identidad objetiva. Sin embargo, siempre persisten
la subjetividad del diagnosticador y las limitaciones del conocimiento
propio de cada época como elementos de incertidumbre, la
primera a nivel de la capacidad de detección y apreciación
de lo definido y por ello buscado, el segundo en términos
de la posibilidad permanente del incremento del conocimiento y
aún de la ruptura de paradigmas.
El clínico del siglo XIX se enfrascará en la búsqueda
de signos, pero también en la identificación de
síntomas “patognomónicos”, es decir
que, aunque relatados por el sujeto enfermo, el peso de su presencia
y su constancia les confiera el valor epistémico de signos.
Hoy continuamos en el mismo camino, pero se ha sumado el criterio
estadístico como medio para dar peso a la evidencia y disminuir
la incertidumbre propia de lo subjetivo. No obstante, la certeza
del razonamiento clínico sigue albergando un alto contenido
de duda.
II. EL RAZONAMIENTO EDUCATIVO EN LA ACTUALIDAD: IMPLICACIONES
EDUCATIVAS
Los investigadores en educación médica
y ramas afines han establecido que el razonamiento clínico
debe de ser un componente de la competencia clínica, ya
que no es suficiente para la práctica médica efectiva
que se identifiquen los síntomas y signos de un paciente
de manera sistemática y exhaustiva, sin que en el procesamiento
mental de estos datos intervengan una serie de mecanismos que
pueden ser descritos bajo el rubro “razonamiento clínico”.
Tradicionalmente el razonamiento clínico ha sido un constructo
poco definido por la comunidad médica en general, y se
ha incluido dentro de términos genéricos como “el
arte de la medicina”, sin que en los programas curriculares
formales de las escuelas de medicina y cursos de especialización
se incluyan los conceptos vigentes sobre este tema obtenidos de
diversas corrientes de investigación. Decimos que es algo
que un buen médico debe hacer bien, pero en el proceso
educativo se sigue manejando como algo misterioso que no puede
explicarse en palabras y que debe ser aprendido por imitación
del experto o de alguien con más experiencia. Es por ello
de fundamental importancia que en el proceso formativo del médico
y del especialista se discutan los hallazgos de investigación
y conceptos actuales sobre esta temática, para entender
los factores que intervienen en la adquisición de habilidades
de razonamiento clínico, e intentar enseñarlas y
evaluarlas de manera formal.
Los términos: razonamiento clínico; toma de
decisiones clínicas; solución de problemas clínicos
y razonamiento diagnóstico, son generalmente considerados
como sinónimos y se usan de manera intercambiable. Es importante
señalar que estos términos se refieren a la misma
idea, el concepto descrito por Barrows11 como “el
proceso cognitivo necesario para evaluar y manejar el problema
médico de un paciente”. Las investigaciones
modernas que tratan de arrojar luz sobre el razonamiento clínico
se han realizado en las últimas cuatro décadas,
por científicos de diversas disciplinas con perspectivas
variadas como son la sociología, la psicología cognitiva,
la psicología clínica y la educación médica.12
Aunque podría argumentarse que casi todo lo que hace un
médico es susceptible de incluye en el concepto de razonamiento
clínico, la mayor parte de la investigación realizada
en esta área se ha enfocado en el proceso de diagnóstico
clínico o con exámenes de laboratorio. Una excepción
es el análisis de decisiones que se centra en lo apropiado
de las decisiones bajo condiciones de incertidumbre con un enfoque
probabilístico.
11 Barrows, H.S., Tamblyn, R.M., Problem
Based Learning: an Approach to Medical Education, New
York: Springer, 1980.
12 Norman, G.R., “Research in clinical reasoning:
past history and current trends”, Med Educ,
39, 2005, 418-427. |
Las teorías normativas o prescriptivas (como
el análisis de decisiones) indican cómo deberían
las personas de razonar si actuaran de una manera racional, basándose
en la teoría de decisiones y de utilidades. Desde el punto
de vista de las teorías normativas y de la perspectiva
de la toma de decisiones, la razón tiene un peso mayor
al de la experiencia para tomar una decisión.13
Por otra parte, los hallazgos de investigación de las teorías
descriptivas sugieren que con frecuencia las teorías
normativas no explican cómo se toman en la vida real las
decisiones. El punto de vista fenomenológico sugiere que
el peso de la experiencia subjetiva es más importante que
el de la razón en la toma de decisiones.
13 Round, A., “Introduction
to clinical reasoning”, J Eval Clin Pract,
7, 2001, 109-117. |
Las teorías de decisiones permiten analizar riegos y
beneficios, y han sido utilizadas en problemas donde es necesario
controlar una variable en particular. Estas teorías sugieren
que el razonamiento requiere de un amplio entendimiento del problema
y del conocimiento de la teoría de la probabilidad y del
teorema de Bayes, en donde el experto es consciente de la probabilidad
a priori con que una situación en particular se
puede presentar. La combinación de los dos enfoques (normativo
y descriptivo) sugiere que tanto la razón como la experiencia
son importantes en el razonamiento clínico, ya que la solución
de problemas en medicina es muy dependiente del contexto y del
contenido del problema.
En medicina a finales de la década de los setenta dos
grupos de investigadores en educación, uno de la Universidad
de Michigan y el otro de la Universidad de McMaster propusieron
el modelo hipotético-deductivo del razonamiento clínico,
en el que los clínicos generan hipótesis, las cuales
deberán someter a pruebas que permitan su confirmación
o refutación. Este proceso implica un constante ir y venir,
hasta que el clínico quede satisfecho de su diagnóstico.
En este proceso la investigación realizada con grupos de
clínicos expertos y novatos, demostró que los primeros
recuerdan información específicamente relevante
para el proceso diagnóstico, sin embargo retienen menos
información que la que recuerdan los novatos, probablemente
las estrategias utilizadas por expertos son diferentes a las de
los novatos.
Es importante reconocer que es difícil enseñar
a los estudiantes a replicar el razonamiento del experto, si ellos
aún no cuentan con experiencia propia, o con un conocimiento
estructurado. Esta experiencia únicamente se adquiere al
relacionar comparativamente un problema clínico, con situaciones
similares vistas con anterioridad. Por lo que una parte importante
del currículo deberá permitir que el estudiante
desde el inicio de su formación esté en contacto
con un variado e importante número de casos clínicos
simulados y reales, con objeto de que adquiera su propia experiencia.
Al respecto en la década de los ochenta, los investigadores
en educación centraron su interés en los procesos
mentales que permiten el desarrollo de la pericia y la transformación
del novato en experto, mediante la asociación con la memoria
o recuerdo de eventos similares, encontrando una pobre correlación.
En los años noventa, el interés se centró
en las representaciones mentales, y para ello se propuso la integración
de las ciencias básicas en la solución de problemas
clínicos, encontrando que los expertos son más coherentes
en la explicación de los problemas, en la selección
y utilización de datos y realizan un mayor número
de inferencias de ellos. Sorprendentemente también se identificó
que los expertos utilizan menos información de las ciencias
básicas que los novatos, esto tal vez debido a la separación
que hacen los planes de estudios de ciencias básicas y
clínicas.
Desde el punto de vista práctico para el médico
clínico, los modelos actualmente identificados que explican
el razonamiento clínico se pueden dividir en dos tipos:
el analítico y el no-analítico.14
El modelo tradicional en el que se han centrado los educadores
médicos es el analítico, que supone un
análisis cuidadoso de la relación entre los síntomas
y signos y los diagnósticos como el indicador de la pericia
clínica. Este modelo utiliza el pensamiento analítico
con el modelo hipotético-deductivo, el cual es más
lento que el no analítico, pero se utiliza de manera más
consciente al implicar los siguientes pasos: 1) observación
cuidadosa; 2) obtención de información; 3) exploración
física; 4) generación de hipótesis; 5) correlación
de los datos obtenidos con la(s) hipótesis planteadas y
6) confirmación o no de la hipótesis a través
de pruebas diagnósticas. Este modelo plantea una secuencia
iterativa de generación y eliminación de hipótesis,
dependiendo de los datos clínicos encontrados durante el
proceso diagnóstico. La implicación es que los rasgos
característicos de las enfermedades son claramente evidentes
y que el razonamiento diagnóstico implica la comprensión
de la relación entre las características detectadas
y las enfermedades subyacentes, para así generar una lista
diferencial de diagnósticos relevantes y aplicar un algoritmo
diagnóstico adecuado que permita ponderar cada diagnóstico
en términos de su probabilidad relativa.
14 Eva, K.V., “What every teacher
needs to know about clinical reasoning”, Med Educ,
39, 2004, 98-106. |
Los modelos de razonamiento clínico que incorporan el
teorema de Bayes son los que mejor representan el modelo analítico.
Estos modelos suponen que los médicos son conscientes de
la probabilidad a priori (o previa) con que un diagnóstico
en particular se pueda presentar y de la probabilidad condicional
que asocia cada pieza de evidencia (p. ej., signos, síntomas,
y pruebas diagnósticas) con los diagnósticos. El
modelo matemático calcula una probabilidad después
de la obtención de información (o probabilidad posterior)
de cada diagnóstico considerado (Figura 1).
El modelo no-analítico se apoya en la experiencia
de los clínicos, quienes rápidamente y sin un análisis
detenido establecen el diagnóstico gracias a un proceso
de “reconocimiento de patrones”, forma de razonamiento
no analítico, donde experiencias pasadas son utilizadas
para establecer un juicio fundamentado en una probabilidad de
que el problema clínico actual sea similar al otro caso
visto con anterioridad. Esta forma de razonamiento es automática,
rápida y no requiere de plena conciencia, lo cual lo sujeta
a un riesgo mayor de error. Esto quiere decir que cuando nos encontramos
con un paciente que presenta ciertos signos y síntomas
característicos de una enfermedad, en base a nuestra experiencia
y de forma automática, hacemos un filtro mental de episodios
previos similares y generamos inmediatamente una o varias hipótesis
diagnósticas (Figura 2). Este modelo es
utilizado con frecuencia por especialistas en dermatología,
patología y radiología, aunque todos los médicos
lo utilizamos ya que nuestra disciplina tiene un fuerte componente
de imágenes y patrones.
A pesar de la tendencia que tenemos los seres humanos a dar explicaciones
de nuestras acciones, la fuente de nuestro comportamiento y decisiones
nos es a menudo desconocida. Existe gran cantidad de evidencia
de que los clínicos usan procesos no analíticos
para llegar a las decisiones diagnósticas. Es importante
anotar que las bases no analíticas del juicio clínico
no son inferiores a las formas más analíticas de
razonamiento y los profesores clínicos deberían
informar a sus estudiantes que la semejanza con situaciones pasadas
puede servir como guía útil y no trivializarlo como
una estrategia de bajo nivel cognitivo que cualquiera puede hacer.
Hay que reconocer que estas dos formas de pensamiento no son
mutuamente excluyentes, y es muy probable que ambas formas de
procesamiento mental de información ocurran durante la
práctica clínica y contribuyan a la toma de decisiones,
tanto en novatos como en expertos. En base a los modelos anteriores
y para disminuir los errores diagnósticos que pudiera generar
cada uno de los modelos por sí solos, actualmente el modelo
que mejor explica como realizar un diagnóstico adecuado
es el “modelo combinado”, en el cual cada
proceso interactúa tanto en la representación mental
del caso presentado, como con las hipótesis generadas.
De esta manera los clínicos combinamos de manera variable
los dos modelos anteriormente descritos, para llegar de una manera
efectiva al diagnóstico más probable (Figura
3). En este modelo integral, el clínico forma
una representación mental del caso a partir de la presentación
de un paciente y esta representación mental lleva a probar
la hipótesis lo que, en la mayoría de los casos,
conducirá la forma de hacer la historia clínica,
el examen físico, y la solicitud de pruebas diagnósticas.
Es importante ver que la dirección del razonamiento se
ilustra procediendo en ambas direcciones; los resultados de comprobar
la hipótesis influenciarán la representación
mental que tiene el clínico y pueden influenciar la manera
como se perciben los problemas clínicos del paciente. Este
modelo se puede aplicar tanto en novatos como en expertos. Es
de esperar que los procesamientos no analíticos dominen
durante las fases iniciales al enfrentarse a un nuevo caso, mientras
que el procesamiento analítico se espera que juegue un
papel predominante en la comprobación de la hipótesis.
Estas dos formas de razonamiento se deben ver como contribuyentes
complementarios a la precisión global del proceso de razonamiento
clínico, cada uno influenciando al otro.
De la discusión anterior se desprenden varias implicaciones
relevantes a la educación médica. Es importante
favorecer en el médico en formación el desarrollo
del razonamiento clínico a través de ambos métodos:
el reconocimiento de patrones (no analítico) y el hipotético-deductivo
(analítico), con el objeto de contribuir a la toma de decisiones
finales más precisas. Es fundamental exponer a todos los
estudiantes a diversas estrategias para inducirlos en el razonamiento
clínico, tanto desde el punto de vista analítico
como en el no analítico. Hay que favorecer que desde los
primeros años de su formación empiecen a integrar
su base de datos mental de casos clínicos, simulados y
reales a fin de que construyan en su mente un acervo importante
de ellos que les permita utilizar el modelo de reconocimiento
de patrones, mientras más pronto mejor. A este respecto
es importante señalar que pocos ejemplos elaborados y complejos
probablemente no sean óptimos como herramientas de educación
efectivas, ya que la especificidad de contexto requiere haber
visto un amplio abanico de casos semejantes pero diferentes en
su individualidad, para poder conectar activamente este arsenal
mental de representaciones con los problemas clínicos a
los que se enfrenta el médico en formación. Lo anterior
implica que los educadores clínicos desarrollen consciencia
y creatividad para incrementar las posibilidades de que sus alumnos
se enfrenten al mayor número posible de casos pedagógicamente
útiles.
La práctica con casos debe efectuarse de tal manera que
semeje la aplicación del conocimiento clínico, ya
que en la práctica lo usual es que el paciente se presente
con síntomas y signos no con el diagnóstico establecido.
Trabajar con casos de libros de texto o elegidos por el profesor
en los que el tema a ver en clase corresponde al diagnóstico,
probablemente no capaciten a los estudiantes a reconocer el padecimiento
si se enfrentan a él en el contexto de la práctica.
Probablemente sea más educativamente efectiva una estrategia
en que se combinen categorías múltiples de casos,
en lugar de ver “bloques” de casos que sugieren el
diagnóstico por su cercanía y semejanza.
Otra estrategia importante es la de considerar la necesidad
de romper con el abordaje tradicional en dos etapas: ciencias
básicas y ciencias clínicas, e involucrar al estudiante
desde etapas tempranas con la clínica y en etapas tardías
interactuar con las áreas básicas, de manera que
se le permita un mejor uso del modelo analítico, generando
hipótesis con fundamentos bioquímicos, fisiológicos,
entre otros y del reconocimiento de patrones que le permita estar
en contacto con una amplia variedad de experiencias clínicas.
Lo anterior puede contribuir a que al establecer un diagnóstico
el médico en formación, comprenda clara y ampliamente
las implicaciones fisiológicas, bioquímicas o anatómicas
del padecimiento. Ante estos resultados la enseñanza del
razonamiento clínico, se convierte en un reto para el profesor,
quien además de ser un experto clínico, debe buscar
la manera de transmitir su conocimiento y las estrategias para
mejorar la calidad del razonamiento médico.