Regresa
"La medicina moderna está fundamentada en la ciencia,
en tanto que la medicina medieval era
menos poderosa era más importante, pues se basaba en la ética."
John Herman Randall
Conforme la sociedad se mueve hacia una época basada
en conocimientos, caracterizada por una gran riqueza en información,
avances científicos, proliferación de la tecnología y una orientación
corporativa, la profesión médica está siendo transformada. A pesar
de ello el perfil de nuestra formación profesional continúa basado
en el conocimiento y aprendizaje de las destrezas indispensables
de diagnóstico y tratamiento, cuyo objetivo primordial sea el de
ayudar al ser humano a recuperar su salud, prevenirle de enfermar
así como brindar el apoyo espiritual y moral que le permita, tanto
al individuo como a sus seres queridos, transitar con optimismo
y esperanza o resignación a través de su padecer.
Prácticamente desde la fundación de nuestra profesión
hemos dado por hecho la relación entre los pacientes y nosotros
como un acto de autonomía mutua, fortalecido por la confianza, resguardado
por la ética profesional y cobijado por la calidez del trato humano.
Entretanto descuidamos otros aspectos, permitiendo
que a nuestras espaldas y a las de la sociedad se desarrollara un
"monstruo corporativo", hoy conocido como el complejo industrial
y comercial de la salud, cuyos intereses se cifran principalmente
en el producto económico de la atención a la salud (1). De tal manera
que actualmente interviene en su estructura:
- La Industria Farmacéutica
- La de Equipos Médicos y la de la Construcción.
- Las Compañías Aseguradoras.
- Las Agencias de Publicidad
- Los Bufetes Jurídicos y de Contadores.
- Las Asesorías Administrativas
- Los Hospitales, los Laboratorios Clínicos y los Gabinetes de
Diagnóstico
Los milagros de la medicina moderna, debido entre
otros, tanto al desarrollo tecnológico como al considerable provecho
por los intermediarios, cuestan caros. Esto la ha tornado en un
mercado que resulta atractivo para los inversionistas, quienes a
su vez la han transformado en un gran negocio (2).
En una época en la que se argumentan los límites
de los recursos económicos, quienes pagan por la atención a la salud,
-los patrones, los gobiernos y las compañías aseguradoras-, buscan
estrategias para administrar los gastos, exaltando temas como la
eficiencia y su relación con el costo. Otros hablan de la "medicina
basada en la población" como el único modelo justificable, en donde
la prioridad debe ser el grupo y no necesariamente el individuo
(3,4). Generalmente quienes promueven este paradigma no son los
pacientes; el enfermo y sus seres queridos sólo desean la mejor
atención posible. Como consecuencia, el papel del paciente y su
doctor, tradicionalmente los protagonistas centrales del acto médico,
ha sido relegado a un plano no prioritario en donde las grandes
decisiones los rebasan, éstas las están llevando a cabo los administradores
y los empresarios. Los médicos, movidos por la ética de otorgar
prioridad a los pacientes, nos encontramos atrapados en la mitad
y obviamente descontentos.
Buscando una fórmula para intentar responder a
este dilema, algunos estudiosos de la ética la encontraron inscrita
en los orígenes del carácter de la profesión médica (5). La palabra
profesión proviene del vocablo latín "professio", que significa
hacer una declaración pública, declaración que además implica la
fuerza de una promesa. A eso se debe que las profesiones estén integradas
por grupos que han declarado de manera pública que sus miembros
actuarán de cierta manera y que tanto el propio grupo como la sociedad
podrán disciplinar al que así no lo hiciera.
Nuestra profesión debe ser primero, el guardián
de un cúmulo de conocimientos que siendo en su origen intelectuales
se complementan con la experiencia de la práctica diaria; conocimientos
y experiencia que deberán a su vez ser transmitidos a las siguientes
generaciones como parte del privilegio de ser sus maestros.
En segundo lugar, para poder mantener su integridad,
nuestra profesión deberá establecer estándares para la enseñanza,
la licenciatura, el entrenamiento de posgrado y la certificación
del mismo. Su esencia debe residir en el autogobierno y en la rendición
de cuentas por la conducta entre nuestros colegas. De no hacerlo
así, nos arriesgamos a entregar su control en manos ajenas. Es por
ello que en beneficio de la sociedad a la que servimos, los profesionales
de la medicina tenemos la obligación de actuar como nuestros propios
"vigilantes".
A los miembros de la profesión corresponde finalmente
valorar el desempeño y el servicio que otorgamos por encima de la
recompensa personal. Este estilo de vida profesional deberá ser
transmitido a los alumnos y a todos los médicos jóvenes a través
de nuestra propia conducta, con el ejemplo de todos los días. Habremos
por tanto de enseñarlo más aún que cualquiera de los procesos de
la administración de la medicina (6).
En los Estados Unidos de Norteamérica, en el año
de 1990, el Consejo de Medicina Interna incorporó otros valores
a los componentes tradicionales que conforman la esencia de los
conocimientos y destrezas clínicas, y que hoy se consideran parte
del requisito necesario para acreditar la personalidad del médico
(7). El centro del profesionalismo, afirman, debe consistir, de
todas aquellas actitudes y comportamiento que permitan mantener
el interés del paciente por encima del interés personal del médico.
El profesionalismo requiere que el médico aspire a la excelencia
en las siguientes áreas:
- Altruismo: implica que el médico esté comprometido a actuar
en el interés de los pacientes, por encima del suyo propio.
- Rendición de cuentas: significa que el médico debe responder
ante los pacientes y la sociedad en temas que conciernen la salud
pública.
- Excelencia: a la cual se aspira con el compromiso del médico
a toda una vida de constante aprendizaje.
- Representación de los intereses del paciente: que tiene que
ver con el deber fiduciario del médico hacia su paciente, ya que
su relación está basada en la confianza.
- Deber: por el que el médico se obliga a estar disponible y responder
cuando se encuentre de guardia, aceptando el compromiso de servir
a su profesión y a la comunidad. "
- Honor e Integridad: significan que el médico se compromete en
su interacción con los pacientes y sus colegas a actuar con honestidad,
franqueza y justicia.
- Respeto hacia los demás: demostrándolo a los pacientes, sus
familiares, así como a los otros médicos y miembros de su equipo
de trabajo incluyendo a las enfermeras, los médicos residentes,
internos y estudiantes de medicina.
Todas ellas, al ser adoptadas por los preceptores
y maestros pasarán a formar parte integral de sus actitudes, comportamiento
y destrezas en la atención a los pacientes. La excelencia técnica
y las pericias clínicas son aspectos clave del profesionalismo médico,
pero no son más importantes que las cualidades cruciales de integridad,
honestidad, respeto, compasión, honor y altruismo.
Para el buen funcionamiento de los principios que
integran el profesionalismo médico se requieren adicionalmente tres
elementos fundamentales (8):
1. La devoción al servicio de la atención médica
2. La profesión pública de sus valores y
3. El equilibrio de los valores profesionales en relación con
los de la sociedad.
Junto con las actividades del sector privado, del
público o del gobierno, el profesionalismo debe constituir la piedra
angular de cualquier sociedad estable. Por esa razón, el profesionalismo
es considerado como una fuerza estabilizadora y de protección moral
en las sociedades (9).
No obstante, los cambios que se están generando
en la atención a la salud, requieren considerar algunos otros aspectos
que han sido omitidos y que deberán complementar el esfuerzo de
un profesionalismo que sea relevante para la práctica actual de
la medicina, por ejemplo (10):
- Los Colegios, las Asociaciones y los Consejos, debieran requerir
del médico más que recomendar, el servicio gratuito a los grupos
más vulnerables de la población como uno de los requisitos para
mantener su acreditación.
- Las Asociaciones Profesionales, a través de formar alianzas
entre ellas mismas y con grupos sociales, pueden alcanzar metas
que ninguno lograría por separado.
- En los programas de enseñanza en las Escuelas de Medicina se
deben incluir conferencias sobre profesionalismo, para proveer
además de las destrezas diagnósticas y terapéuticas tan importantes,
aquellas relacionadas con la representación y defensa de los intereses
sanitarios de la comunidad.
- La profesión médica organizada debiese alentar y proteger entre
sus propios miembros la conducta de la denuncia, para impedir
la innecesaria y potencialmente nociva participación de individuos
ajenos en la identificación y divulgación de los problemas.
- Las organizaciones profesionales podrían ser persuadidas a expandir
su agenda de actividades para dedicar tiempo y recursos al llamado
cabildeo, participando en grupos de presión e influencia ante
los legisladores y las autoridades, en representación de los intereses
de los pacientes y los de la profesión médica. Habría que imaginar
la respuesta del público si nosotros actuáramos en defensa de
ellos, movidos por una amplia visión profesional, desinteresada
pero preocupada por su bienestar.
- Las Asociaciones, Sociedades, Colegios y Escuelas, así como
los Hospitales de enseñanza, debiéramos adoptar políticas que
tiendan a minimizar la influencia de la Industria Farmacéutica
y la de sus representantes.
De una manera u otra, el compromiso implica que
el médico debe hacerse presente en las tareas políticas de la atención
a la salud en México. No parece haber alternativa, si los miembros
de la profesión médica no nos comportamos con profesionalismo, estaremos
poniendo en peligro el tradicional contrato social con el público.
Sólo a través de ésta conducta podrá nuestra actividad merecer el
respeto y la autonomía que la sociedad nos ha otorgado. De no apegarnos
a estos principios, estaremos arriesgándonos a ser convertidos en
"mercaderes" carentes de alguna filosofía (11).
Por otro lado, la profesión médica no debe oponerse
a la participación del capital privado en las tareas de la atención
a la salud de la sociedad, siempre y cuando éstas se lleven a cabo
como un compromiso de solidaridad social, apegado a los principios
del profesionalismo médico y con un respeto irrestricto a los derechos
de los pacientes.
El llamado complejo industrial y comercial de la
salud requiere más que una regulación de una reestructuración, en
donde su objetivo principal sea el de rehabilitar su finalidad real,
que sea no la de distribuir los beneficios más elevados a sus inversionistas
sino la de innovar, crear riquezas, ofrecer productos y servicios
que la sociedad necesite.
Sin embargo, en fechas recientes en México se reformó
la Ley General de Instituciones y Sociedades Mutualistas de Seguros
(LGISMS), legalizándose con ello el establecimiento de las llamadas
Instituciones de Seguros Especializadas en Servicios de Salud (ISESS),
las que en otros países se han desarrollado mediante estrategias
legales pero perversas, bajo el amparo de leyes de carácter mercantil,
con el propósito fundamental de producir grandes dividendos a sus
inversionistas en detrimento de la salud de la sociedad (12,14).
Estos modelos de atención a la salud conocidos
en su país de origen, los Estados Unidos de Norteamérica, con el
nombre de Medicina Administrativa (Managed Care), son corporativos
por su propia naturaleza, terminología y orientación. Los valores
corporativos se basan en: ganancias, competencia y responsabilidad
hacia los accionistas. Todos ellos aunque respetables en el mundo
de los negocios, no constituyen los valores de un médico. La ética
profesional del médico incluye: servicio, representación de los
intereses del paciente, altruismo y humanismo como principios fundamentales.
El foco de su conducta debe centrarse en las necesidades de los
pacientes y no en el acuerdo de negocios o en el contrato, ya que
el primer objetivo en el que se basa su papel deberá ser la preservación
de la confianza en su médico. La confianza es un principio fundamental
de la relación entre pacientes y médicos, no únicamente por su valor
teórico intrínseco, sino porque se encuentra en el centro mismo
del acto terapéutico. Al crear conflictos de interés, al comprometer
la lealtad del médico con su paciente, éstas empresas destruyen
la confianza, vulnerando la esencia de la relación entre ambos (12,
13, 14).
Los intentos para transformar el binomio paciente-médico
en una relación de negocios, amenazan no únicamente al médico como
profesionista sino también al individuo como paciente. Esta es la
real e intolerable amenaza por la que se ha desatado un movimiento
para proteger los derechos del individuo enfermo. Con esta corriente
se pretende no solamente preservar la relación médico-paciente en
general, sino que se busca también eliminar los conflictos de interés
financiero, que son los más amenazantes para el vínculo entre ellos.
La clave fundamental para comprender la importancia
de los derechos del paciente en el modelo de atención a la salud
conocido como Medicina Administrativa y sus variantes "tropicalizadas",
que ya operan en varios países latinoamericanos, reside en captar
la finalidad de éstos sistemas en transformar al paciente en un
consumidos. Desde un punto de vista estricto, los individuos podrían
ser identificados como consumidores de planes de atención a la salid,
con la condición de que tuviesen la facultad de elegir una póliza
tomando en consideración no sólo el costo sino la cobertura y la
calidad de la misma. Sin embargo, la selección de uno de éstos planes
de atención médica prepagada, habitualmente la hacen el patrón y
no el empleado, y aún cuando no fuese el caso, la alternativa depende
de la capacidad adquisitiva de cada sujeto, sin que éste pueda tomar
en consideración la amplitud de cobertura ni tampoco la calidad.
Asimismo, también es fundamental distinguir que
no es lo mismo ser un consumidor de un plan de salud, que ser un
consumidor de atención a la salud. Prácticamente en cualquier circunstancia,
es el paciente, el ser enfermo y vulnerable por su padecimiento
o incapacidad y no el consumidor quien busca la ayuda del doctor.
Por ello es que la relación entre el paciente y su médico (el que
el paciente libremente elija), es una relación en la que la confianza
es parte esencial (15).
A través de promover la protección a los derechos
de los individuos enfermos, se pretende cambiar el poder, no de
los médicos y hospitales hacia los pacientes, sino de las compañías
aseguradoras, de las ISESS y de las instituciones de atención a
la salud hacia los pacientes y sus doctores, que son los protagonistas
centrales del acto médico. Si logramos promulgar una legislación
al respecto, estaremos protegiendo a todos los miembros de la sociedad,
no solo a aquellos que sean miembros de un plan de salud.
En México, los Derechos Humanos están protegidos
por la Constitución Política, por la Ley General de Salud y por
la adherencia de nuestro País a diversos instrumentos internacionales,
de los cuáles el más conocido es la Declaración Universal de Derechos
Humanos, emitida por la Organización de las Naciones Unidas en 1948
(16).
Los derechos del paciente han sido expresados en
diversos documentos; el más difundido es el que fue adoptado por
la 34a. Asamblea de la Asociación Médica Mundial en la ciudad de
Lisboa en Portugal en el año de 1981, conocida por ello como la
"Declaración de Lisboa". Estos derechos han sido recientemente enmendados
a la luz de los principios de bioética en el año de 1995 durante
la Asamblea Anual de la Asociación Médica Mundial realizada en Bali,
Indonesia.
Los médicos en México, a través de sus Colegios
legalmente constituidos y congregados en la Federación Nacional
de Colegios de la Profesión Médica (FENACOME), tomando en consideración:
- Que las condiciones actuales de nuestro Sistema Nacional de
Salud así como las tendencias al futuro, señalan la necesidad
de una reforma al mismo.
- Que la salud toca los más profundos valores y derechos, los
que tienen que ver con la dignidad humana.
- Que la reciente reforma a la LGISMS en nuestro País, promueve
el establecimiento de las ISESS, mismas que en otros países se
han podido desarrollar basándose en estrategias legales pero perversas,
transgrediendo los derechos humanos de los pacientes, y
- Que la reglamentación para las ISESS, como propuesta por el
Comité ad hoc integrado por miembros de la FENACOME y de las Academias
Nacional de Medicina de México y Mexicana de Cirugía, como asesores
para la Secretaría de Salud, y que fue elaborada con el propósito
de garantizar la protección a los derechos de los pacientes, no
se aceptó en algunos de sus aspectos esenciales, argumentándose
conflictos con leyes de carácter mercantil bajo las que se encuentran
amparadas las compañías aseguradoras.
El 11 de Noviembre del año 2000, durante la XXXI
Reunión Anual de la FENACOME en la Ciudad de Campeche, unánimamente
todos sus delegados, se pronunciaron a favor de promover ante la
sociedad, las autoridades y el Poder Legislativo de la Nación, una
iniciativa de Ley que a nivel de nuestra Constitución Política ampare
los Derechos de los Pacientes, fortaleciéndose con ello el Derecho
a la protección a la salud de los mexicanos.
Con ese propósito se elaboró y publicó un documento
titulado La Declaración de Campeche, para ser presentado ante los
Miembros del Honorable Congreso de la Unión, con el propósito de
que sea enriquecido a través de un amplio debate público y legislativo.
La Reglamentación de estos Derechos deberá ser
detallada posteriormente e incluir algunos aspectos fundamentales
como son:
1. El derecho a una atención médica de buena calidad
2. El derecho a la libertad de elección
3. El derecho a la autodeterminación. Dentro de este deberán estar
considerados los derechos de los pacientes en estado de inconsciencia
y los de aquellos legalmente incapacitados
4. El derecho a la información, la cual deberá ser oportuna, completa
y comprensible
5. El derecho a la confidencialidad
6. El derecho a la educación sobre la salud
7. El derecho a la dignidad
8. El derecho a la atención religiosa
Los integrantes de la profesión médica debiéramos
estar de acuerdo en que se podrá llamar consumidores a quienes compren
seguros médicos y miembros o derechohabientes a los que se afilien
a planes de atención a la salud, pero por encima de todo debemos
reconocer que el individuo enfermo que busca atención médica es
un paciente con derechos que deben ser protegidos.
Una Legislación que proteja los derechos de los
pacientes, puede y debe proteger también a los consumidores o miembros
de seguros de atención. Pero el propósito fundamental deberá ser
el proveer a todos los mexicanos con derechos elementales en el
momento que más los necesitan, cuando se encuentran enfermos y necesitan
atención médica.
Hoy que la práctica de nuestra profesión está siendo
sometida a una profunda transformación, en donde los servicios de
salud tanto privados como públicos transitan a través de una coyuntura
entre pasado y futuro, marcada por reformas oficiales, por retos
e innovaciones organizacionales y por un incremento en la presión
social. Las recientes reformas a la LGISMS han despertado la codicia
y alentado el interés lucrativo de un grupo de inversionistas nacionales
y extranjeros, y también de médicos que quieren ser empresarios
de organizaciones comerciales, anticipando la posibilidad de obtener
cuantiosas ganancias, apoyados en la experiencia del modelo de salud
administrada originado en los Estados Unidos de Norteamérica (17,
18). La ocasión y el campo en México son propicias ya que se avanza
con una reglamentación que favorece los intereses mercantiles de
estos negocios, poniendo en riesgo el futuro de la atención médica
pública y privada.
Para quienes estamos convencidos que el paciente
y su médico (el que el paciente libremente escoja), son los protagonistas
de un contrato social y no uno de negocios; para quienes tenemos
claro que no somos vendedores ni agentes económicos en un mercado
libre; para quienes disfrutamos de independencia, autoridad y capacidad
para autorregularnos; pero sobre todo, para quienes tenemos el invaluable
privilegio de gozar de la confianza de nuestros pacientes, la que
recibimos a cambio del compromiso de servir primero que nada a sus
intereses, responsablemente y al menor costo posible; para todos
nosotros es fundamental establecer una clara diferencia entre la
práctica de nuestra profesión y cualquier otro acto que contribuya
a vulnerar la relación entre el paciente y el médico (19).
Los médicos debiéramos deliberar e intervenir responsablemente
y no excluirnos de participar en el diseño del futuro de la atención
médica en México.
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