Gaceta Facultad de Medicina UNAM
25 septiembre 2004
Facultad de Medicina UNAM

NUESTROS TRABAJADORES

“Cuando sea el momento me jubilaré, pues hay que darle la oportunidad a nuevas generaciones”, la señora Malena Vargas

  • Empleada con 28 años de servicio

Continuando con el objetivo de dar a conocer al personal que labora en esta nuestra Facultad de Medicina, a continuación presentamos una colaboración que recibió la Gaceta de la señora María Elena (Malena) Vargas Morales, quien considera importante la labor de este medio al respecto y se animó a compartir con nosotros sus experiencias.

“Me siento muy orgullosa de pertenecer a la Universidad, por su grandeza, por su renombre nacional e internacional, por ser forjadora de hombres y mujeres de los que se habla en las grandes esferas científicas, culturales y económicas. Por formar y acoger a personas con un gran corazón y con grandes valores.

 

Señora Malena Vargas

“La Universidad ha sido muy generosa conmigo y creo que también lo ha sido con todos aquellos que se han formado aquí o han trabajado en ella; me dio la oportunidad de estudiar en el CCH, de saborear los primeros años de la carrera de médico cirujano, que por situaciones económicas y familiares no concluí; por los grandes profesores que directa o indirectamente me transmitieron sus conocimientos; por los directores que, con fallas y aciertos, pusieron un granito de arena a nuestra Facultad, como los doctores José Laguna, Fernando Cano Valle, Octavio Rivero Serrano, Juan Ramón de la Fuente, Alejandro Cravioto y ahora José Narro Robles.

“Otra razón por la cual estoy agradecida con nuestra Universidad es que me ha dado la oportunidad de tener un empleo en la Facultad de Medicina durante casi 28 años, entré a trabajar el 4 de octubre de 1976, a la División de Estudios de Posgrado, como oficial administrativo, cuando estaba en el 6º piso del edificio “B”, y como jefe de la División el doctor Alfonso Álvarez Bravo, y mi jefa inmediata era Jovita Noriega Jácome, de quien aprendí muchísimo. Ella tenía como 60 años de edad, nunca casada, además, muy estricta, todas las compañeras —éramos como 14— que estuvimos en la División le teníamos miedo, pero al final de sus días, cuando estaba en una cama del Hospital Juárez, hizo las ‘paces’ con nosotras sin necesidad de palabras, me di cuenta de que todos los seres humanos nos ponemos una máscara de acuerdo con las circunstancias donde nos encontremos, pero por dentro tenemos la misma esencia, que es el amor. En 1979 la División se cambió a sus instalaciones actuales.

“Allí conocí la amistad en su más grande expresión, lo mismo nos organizábamos para las inscripciones, que para una fiesta, un cumpleaños o un velorio; allí conocí el más bello ambiente de trabajo, lo conformamos: Lupita Krauss (que en paz descanse), Lucía Araiza, Luz María Jasso, Esperanza López Toro (Pera), Amalia Junco, Rosa Elia Vázquez Ramírez, Sara Salazar, Lolita Aguilar, Noemí Pérez Hidalgo, Consuelo González Morales (Chelo), Irene Mendoza, Lourdes Hernández, Paty Pérez, Josefina López Hernández y Lucía de la Rosa (quien amenizaba las reuniones cantando como Lola Beltrán), y también tres hombres: Héctor Rinconcillo (el Chapulín), Ricardo López y Odilón Flores. Durante los nueve años que trabajé allí nunca nos llevamos mal, era maravilloso trabajar juntos, también hicimos amistad, que aún perdura, con algunos jefes de la Unidad Administrativa y de Personal.

“Poco antes de que Jovita Noriega falleciera, nombraron a Lupita Krauss jefa de la Sección Escolar, de ella me impresionaba su memoria: sabía fechas de creación de los planes de estudio de las especialidades, hospitales donde se habían autorizado y quiénes habían firmado como responsables de dichas especialidades. Recientemente falleció y estuvimos con ella para decirle adiós. Después fue nombrado otro jefe, el licenciado Eduardo Silva, de trato jovial, de ideas innovadoras, de energía contagiosa, que creía en nosotras, nos dio toda su confianza, escuchó sugerencias, fue amigo y hasta paño de lágrimas. También, él fue quien me bautizó como Malena, sobrenombre con el cual me conoce la mayoría de las personas en la Facultad.

“Otro personaje que dejó huella en mi vida fue el doctor Romeo González Constandse (que en paz descanse). Sus oficinas siempre estaban abiertas para escucharnos, para solucionar; para él, la ventanilla de atención a los alumnos era la ‘ventana al mundo’, de esa ventanilla los residentes se iban con una sonrisa, pues la atención para ellos era de buen trato, sin trámites engorrosos; aunque había un horario de atención, las ventanillas siempre estaban abiertas. Para mí, los alumnos: llámense de bachillerato, licenciatura o posgrado, son la razón de estar de nosotros los trabajadores. Ahora que trato con investigadores y sé de su labor y la trascendencia de su trabajo, estoy convencida de que también por ellos estamos en la Universidad.

“En junio de 1986 ingresé al Programa de Medicina General Integral, A-36 (no sin antes estar de comodín en el Departamento de Personal): allí tuve la oportunidad de trabajar como secretaria del doctor Lindorfo Cárdenas y de la doctora Sara Morales López, estaba como jefe de la Unidad Administrativa el licenciado Raymundo Martínez Nieto, todo un personaje. Era tan sencillo, nada soberbio, si había que hacer limpieza en el edificio, se ponía una bata, botas y guantes y a limpiar, a manera de ejemplo para nuestros compañeros. Quien también trabajaba en el A-36 era el ingeniero Jesús Aizpuru, persona que admiro y respeto, pues a él la Universidad también le ha dado muchas satisfacciones, él no es de ningún equipo o grupo de trabajo, él solamente realiza lo suyo y lo hace de la mejor manera. Otro administrador del A-36 fue el licenciado Luis Carlos Santana, a él le debo la autorización para que tomara un curso de oficinista de Servicios Escolares, y que prestara un aula para el desarrollo del mismo; este curso me dio los conocimientos para acreditar un examen para jefa de sección en Servicios Escolares.

“Como jefa de sección llegué a la Secretaría de Servicios Escolares (por cierto a estrenar instalaciones) en enero de 1993. La doctora María Eugenia Ponce de León vislumbraba una ‘ventanilla única de atención’, donde el responsable (que iba a ser yo) tuviera los conocimientos necesarios para que si un alumno, profesor o visitante llegaba a esa ventanilla, se fuera satisfecho con la información que se le diera, para esto roté por sus cinco áreas: pregrado, posgrado, cómputo, apoyo operativo y archivo. El aprendizaje en los trámites de pregrado y en registro escolar fue fácil por haber sido alumna de la Facultad, y los de posgrado por haber trabajado en esa área nueve años.

La señora Malena al finalizar la ceremonia donde le otorgaron la medalla por 25 años de trabajo, junto a ella en el grupo (de izq. a der.): Miguel Morales, Lourdes Hernández, Amalia Junco, Lucía Araiza, Malena, Lourdes Márquez, Esperanza López, Irene Ugalde y Juanita Sánchez

 

“Pero en junio del mismo año, el doctor Juan Ramón de la Fuente nombró al doctor Roberto Uribe Elías como secretario de Educación Médica, y como ya había trabajado con él en la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos, me ofreció una plaza de confianza; lo pensé mucho, pues el doctor era muy gruñón, además de tener que dejar ‘solo’ a mi hijo por las tardes, pero acepté, reservando mi plaza de base y pidiéndole disculpas a la doctora Ponce de León por no poder continuar con su proyecto. Estuve trabajando con el doctor Uribe hasta el 14 de febrero de 1995, fecha en que tomó posesión el doctor Cravioto. Actualmente, al doctor Uribe no se le olvida llamarme el Día de la Secretaria y el Día de las Madres para felicitarme, ni a mí se me olvida llamarlo el día de su cumpleaños.

“En sus primeras designaciones, el doctor Cravioto nombró a la doctora Ponce de León secretaria de Educación Médica. Como yo iba a quedar a la deriva, fui a una entrevista a Estudios Administrativos, esperé que me llamaran, pero no lo hacían, iba a renunciar cuando me llamó el doctor Cravioto y me invitó a colaborar con él a partir de marzo del 1995.

“En junio de 1996 el director me pidió que apoyara a su papá, el doctor Joaquín Cravioto, en el Departamento de Salud Pública; estuve con él sólo unos meses, me diagnosticaron hipertiroidismo y la depresión que acompaña a esta enfermedad hizo que no rindiera al cien por ciento. Hablé con el doctor Iván Romero y me pidió que me quedara en la Secretaría Administrativa; unos meses más tarde me pidieron apoyar al secretario particular, con quien estuve un año, pues su entonces secretaria: Lupita Alvarado, junto con otras personas, conformó el equipo de trabajo que hizo los Informes de la Dirección. Regresé nuevamente a la Secretaría Administrativa a petición del doctor Romero, hasta su renuncia en marzo de 2000, cuando nombraron al licenciado Mario Bárcenas como secretario administrativo.

“Después estuve en la Coordinación de Operación y Control Administrativo hasta febrero de 2001, me cambié a la Unidad Administrativa del Departamento de la Unidad de Medicina Experimental, en el Hospital General de México, en esta área estuve dos años, y a partir de marzo de 2003, soy una de las secretarias del doctor Ruy Pérez Tamayo, lo cual es un privilegio. El doctor Pérez Tamayo no sólo es un científico, es un gran ser humano preocupado en difundir sus conocimientos y que hace un llamado, en cada aportación en revistas y diarios, por la superación de médicos, especialistas e investigadores. He tenido la oportunidad de leer parte de sus artículos y conferencias, trabajar para él es un aprendizaje constante, me siento honrada de estar aquí.

“A través de los lugares donde he estado he adquirido conocimientos, he conocido personas que han dejado una profunda huella en mi corazón, he cultivado amistades que sé perdurarán por toda la vida; también he sentido el orgullo de ser llamada para trabajar con secretarios y jefes de departamento.

“El año pasado el doctor Narro me entregó la medalla por 25 años de trabajo, me embargó una profunda emoción, sobre todo al ver a compañeras que llegamos juntas hace veintitantos años con miedo e incertidumbre; hoy puedo decir con orgullo que nos une el don de servicio y el amor a nuestra Facultad y a nuestra Universidad.

“También la Universidad ha sido benévola con mi hijo, ingresó al jardín de niños, después hubo para él cursos de verano, y Pumitas le abrió sus puertas para que jugara fútbol; ahora mi hijo tiene 21 años y es alumno de Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, ha tomado cursos de cómputo en la Dirección General de Servicios de Computo Académico (DGSCA) y estudia inglés en el CELE.

“Me siento muy contenta y satisfecha con lo que he hecho hasta hoy, no cambiaría lo que he vivido, creo que el secreto para sentirse bien es entregarse al trabajo, dar lo mejor de nosotros, dar un trato amable, informar a ese alumno que llega por primera vez a nuestra Facultad dónde hacer un trámite, dónde encontrar un departamento u oficina, solucionar en la medida de nuestras posibilidades cualquier situación que se presente, lo demás... llega solo. También he conocido a personas maravillosas que me han ayudado a crecer como ser humano.

“Cuando sea el momento me jubilaré, pues hay que darle la oportunidad a nuevas generaciones, también tengo cosas que hacer allá afuera, quiero estudiar medicina alternativa, continuar con mis clases de inglés y francés, aprender a tocar la guitarra y seguir con mis cursos de superación personal. Mantengo una excelente relación con mi hijo, vamos al cine, a un concierto, al teatro o a alguna ‘peña’ a oír música. Tiene su independencia como yo tengo la mía, quiero apoyarlo hasta el término de su carrera, también quiero realizar un sueño: conocer Europa, recientemente cumplí 51 años y nadie sabe qué pueda pasar mañana...”