Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 septiembre 2004
Facultad de Medicina UNAM

NUESTROS TRABAJADORES

“Ser trabajador universitario, una decisión de la cual no me arrepiento”: Manuel Hernández

  • Titular del Taller Mecánico del Departamento de Fisiología

“Cuando cambié de trabajo el mayor cambio fue el económico y el que me pagaran por quincena, pues estaba acostumbrado a que me pagaran a la semana. En la empresa privada se gana bien y te tienes que esforzar mucho, a través de los años ya no rindes igual y este trabajo es más estable y duradero”, éstas son algunas de las razones por las cuales Manuel Hernández tuvo que tomar una decisión que cambió su vida.

 

Señor Manuel Hernández

En entrevista para este medio, el señor Hernández, jefe del Taller Mecánico del Departamento de Fisiología, contó cómo fue su llegada a la Facultad de Medicina, cómo han sido estos poco más de diez años de trabajo, lo que hace y lo que ha logrado.

A pesar de que Manuel Hernández dice que por azares del destino ingresó a la UNAM como empleado, lo cual nunca le pasó por la cabeza, ahora es una persona agradecida con la institución.

Ubicado en el Taller Mecánico de la planta baja del edificio nuevo de Investigación, a espaldas del recibidor de recepción, nos acogió el señor Hernández con su bata azul. Un taller amplio, ambientado con música suave, donde se encuentran cinco máquinas para tornear metal, su escritorio y algunas sillas.

“No tengo estudios, aprendí con la práctica, pues de joven trabajé para una empresa que hacía piezas torneadas en metal. Allí entré como ayudante, mis compañeros me enseñaron a utilizar las máquinas y llegué a dominar el oficio. Entrar a la Universidad fue muy chistoso. Tengo una hermana que trabaja aquí y en ese tiempo a mi sobrina, que estudiaba la secundaria, le pidieron un trabajo es-colar que le ayudé a hacer, necesitaba una lámpara y le dije que yo se la hacía. En esa empresa no tenía mucho tiempo libre y la entregué el mero día. Se la traje a mi hermana para que ella se la llevara a la niña y una compañera de trabajo vio la lámpara y le preguntó cómo se hacía eso, mi hermana le explicó y ella le dijo que existía una plaza de ese oficio que estaba desocupada desde hacía ya algunos años, que me la ofreciera.

“En ese momento yo ganaba muy bien, pero ocurrió que la empresa se declaró en quiebra y mi esposa iba a tener a nuestra tercera hija. Paralelamente, ella quería tener a nuestro hijo en el Instituto Mexicano del Seguro Social, yo no contaba con servicio médico y aquí dan ISSSTE. Éstos fueron los motivos por los cuales acepté el ofrecimiento. Ahora cuento con 10 años de trabajo y no me arrepiento.”

Historia del taller

Comentó que la persona que estaba en este puesto se había jubilado y trabajaba —en ese momento— por honorarios, él fue quien le hizo su examen para ingresar a la Facultad, lo aceptaron y le dieron el nombramiento de jefe del taller; éste no existía, se ubicaban antes en el edificio “A”, en un espacio pequeño, cuando todavía era jefe de departamento el doctor René Drucker, por lo que cuando él se enteró de que se construiría un nuevo edificio pidió un espacio para el taller, y agregó: “Al principio rechazaron el proyecto, pero él se aferró e hizo que se comprara maquinaria nueva.”

Su trabajo

¿Qué piezas son las que usted elabora?
“Hay piezas que se hacen sobre diseño, pero la gran mayoría son cosas nuevas. Los investigadores recurren a nosotros y dicen: quiero que me hagas una pluma que se doble, que se despliegue, que tenga funciones que no son comunes, cosas que no existen, y hay que imaginarlas o diseñarlas. En ocasiones es fácil el trabajo, en otras no. A veces entregan el prototipo y a veces no.

“La mayoría de las ocasiones los investigadores piden que les modifiques el equipo. Ellos compran un microscopio que es igual a otros, pero lo tienen que adaptar a sus necesidades. Por ejemplo, he hecho platinas nuevas. En alguna ocasión hicimos un sistema de refrigeración que no tiene que ver con un refrigerador. Por otra parte, tratamos de optimizar muchas cosas con materiales que hay en México o materiales que no son de uso común, pero que son resistentes y económicos.”

Comentó que durante estos diez años de trabajo una de sus mayores satisfacciones es haber colaborado con el doctor Drucker, al fabricar piezas para un paciente de la Clínica del Sueño.

“Para hacer una operación del cerebro tienen que coincidir muchas cosas. Entonces había un paciente que necesitaba un tratamiento específico y yo hice las piezas que se necesitaban. A mí me dio gusto que la operación fuera un éxito y la persona mejorara.”

Cabe mencionar que el nombre completo de su sitio de trabajo es Taller Mecánico, lo cual a veces le provoca algunos problemas al señor Hernández, pues el resto de las personas de la Facultad piensan que es un taller de mantenimiento y no se imaginan que su trabajo es hacer piezas de laboratorio. En este taller trabajan en total dos personas, Manuel Hernández y otro compañero.

Proceso de trabajo

El trabajo del señor Hernández comienza con un diseño, elección de materiales, que muchas veces ellos tienen que ir a comprar, porque las personas de compras desconocen dónde, cómo se piden y la calidad.

¿Qué materiales son los que se compran?
“Se usa mucho el acero inoxidable, el ‘melamid’ —plástico resistente— y el acrílico para hacer contenedores. Por ejemplo, en el departamento hay un laboratorio que trabaja con changos y para ése hacemos algunas adaptaciones de jaulas o contenedores, y bancos para los animales.”

El trabajo que se hace en este taller le ha dado reconocimiento a nivel nacional e internacional, al grado de que menciona Manuel Hernández que existe un libro sobre los orígenes de dicho taller, prestigio que se ha ganado por la calidad de trabajo que se realiza.

“Y ahora creo que ha valido el gasto y la inversión, porque se les ahorra tiempo a los investigadores y dinero a la Facultad, aunque por ejemplo el doctor Drucker decía que no le importaba ahorrar dinero sino tiempo, pues trabajar con empresas privadas implica traslado y tiempo.”

En teoría mencionó que es un taller del Departamento de Fisiología, pero asisten a pedir su colaboración personas de otras dependencias universitarias, como el Instituto de Fisiología Celular. También en teoría dice que su horario de trabajo es de 7 a 16:45 horas, pero normalmente sale a las seis o siete de la tarde, no porque lo obliguen sino porque le gusta tanto su trabajo que a veces se entretiene.

Como parte de su labor también mencionó que ha aprendido otras cosas, como carpintería, porque su espacio es tan amplio y adaptable que los compañeros piden se les preste para impartir algunos cursos de capacitación.

Sus compañeros

“Nos llevamos bien, tenemos una buena relación; incluso, por ejemplo, en el mes de septiembre el Sindicato convoca a un torneo de fútbol y organizamos nuestro equipo y participamos. Los equipos son por departamento, pero se puede invitar a compañeros de otros departamentos. Los compañeros nos organizábamos y realizábamos convivios.”

¿Cómo le ha ido en estos torneos?
“No muy bien, pero nos divertimos. Los torneos se llevan a cabo en los campos de entrenamiento de la Universidad y se realizarán los días 15 de septiembre y 20 de noviembre, para este año ya hay seis equipos. Lo único que no me gusta de la Universidad —en broma continúa— es que le ganó al Guadalajara y este año me salió caro. Mi hijo le va a la Universidad y me hace burlas, pero nos divertimos.”

Al preguntarle si no se arrepiente de haber entrado aquí, responde sentirse afortunado por haber llegado a la Universidad, porque le da la oportunidad de convivir con gente de otro nivel cultural. “Yo estudié sólo hasta la secundaria, las personas con las que convivo me enseñan muchas cosas y me puedo jactar y decir que los investigadores son mis amigos y de mi familia. Otra cosa que me hace muy feliz es convivir con los jóvenes, porque siempre son muy entusiastas, principalmente los de maestría y doctorado, que me piden ayuda para sacar adelante sus proyectos de trabajo. La mayoría de las veces no saben cómo podrían ser las cosas, material o utensilios, y en este caso yo aprendo con ellos, porque combinamos ideas y han salido buenas cosas. Esto nos ha dado la oportunidad de contar con reconocimientos a nivel internacional.”

Con su jefe actual, el doctor Mihailescu, dice llevarse muy bien, y agregó: “Somos muy buenos amigos. Ello fue una coincidencia, porque a él y a mí nos gustan las carreras de autos y un día que traía un reloj con la insignia de una escudería, me comenzó a hacer la plática y desde entonces somos amigos, ahora me invita a platicar a su oficina..., aunque creo que eso lo hacía para aprender más palabras en español.”

¿Qué hace en su tiempo libre?
“Mi hijo el mayor acaba de entrar al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) plantel Sur y por ejemplo hace algunos meses —que todavía cursaba la secundaria— nos poníamos a estudiar para el examen de bachillerato. Ahora me voy a inscribir a la preparatoria abierta y seguir estudiando, pues alguna vez la comencé y me fue bien, y hoy pienso terminarla.”

Otra idea que lo distrae es que planea construir una casa, hace algún tiempo compró un terreno y ahora quiere construir para vivir más cerca de Ciudad Universitaria, pues actualmente vive en Nezahualcóyolt.

A futuro le gustaría continuar aquí, porque la Universidad tiene un encanto, le atrae y le gusta su ambiente y hablar con personas más cultas que motivan su vida. Algún día le gustaría poner una empresa.

“Creo que mi mayor satisfacción es poder decir que en la Universidad tengo amigos, que son los investigadores, y amigos de mis hijos, por eso ellos le van a la Universidad, porque conviven con la Universidad, eso me da gusto.”

Concluyó diciendo que ahora ya no se arrepiente de haber dejado la empresa privada.