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CICLO DE CONFERENCIAS: CU PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD Tardío el traslado de
los estudiantes
“Recordar episodios de mi vida como estudiante de la Universidad en momentos que hoy se perfilan con mayor solemnidad, y que hace poco más de 50 años dieron forma a Ciudad Universitaria (CU), hoy considerada dentro del contexto universal como parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad, me lleva a reflexionar que CU ya no sólo es nuestra, de los universitarios de ayer, de hoy y del mañana, sino de la humanidad, sin importar raza, credo ni nacionalidad, y por ello las generaciones a las que nos toca disfrutarla día a día somos responsables no sólo de su conservación, sino sobre todo, para que sirva a los fines para los que fue creada y que ha cumplido cabalmente hasta el día de hoy”, afirmó el doctor Héctor Fernández Varela, director general de Servicios Médicos de la UNAM, quien participó en el ciclo de conferencias: CU Patrimonio Cultural de la Humanidad, desarrollado en la última semana del mes pasado. Durante la conferencia efectuada el 27 de septiembre en el auditorio “Alberto Guevara Rojas” y titulada “Testimonios”, el doctor Fernández Varela afirmó que recordar los tiempos de la creación de CU es pensar en un México distinto al de hoy, así como también diferentes eran los linderos de las ciencias, los conceptos de las humanidades y las expresiones del arte.
Sobre su conferencia, aceptó ser una esplendida idea la de hablar de aquellos tiempos, fecundos y creativos, porque “es común en las instituciones que las generaciones que conforman el presente tengan los ojos puestos en el porvenir y poco se ocupen en considerar las huellas de su pasado, a pesar de que éste conforma sus raíces y les da la posibilidad de lanzarse con éxito al anhelado título”. Mencionó ser el momento para preguntarse qué significado tenía la Universidad para las generaciones de mediados del siglo XX y si ese significado es el mismo que alberga en los espíritus de las generaciones universitarias del nuevo milenio. “Personalmente, creo que las motivaciones son las mismas y diferentes a la vez. Las mismas, porque comprenden el deseo de superación y realización personal; diferentes porque los cambios sociales, económicos, e incluso éticos, han sido profundos en este lapso”, afirmó. Al reflexionar sobre qué aspiraciones se tenían al obtener el título de médico en los cincuentas y qué puede esperar al que se gradúa en estos tiempos, dijo que desde luego ser un buen médico y servir a nuestros semejantes, sin esperar mayores recompensas, y que ahora son los mismos objetivos y anhelos, pero esperando una retribución lo más sustanciosa posible, a lo que agregó: “No se puede generalizar, pero mi experiencia en el arbitraje médico me indica un interés monetario cada vez mayor en un número cada vez más grande de colegas.” Recordó que en 1951, cuando ingresó a la carrera, se fundó el Departamento para la Enseñanza de Graduados, pues previamente a eso no había enseñanza formal de posgrado en el campo de la medicina. “En ese momento —dijo— se comenzó a pensar que la Universidad era la responsable de dar esos conocimientos y, por ende, la certificación de los mismos. Hoy es muy distinto, hay una gran organización con planes que permiten que los estudios realmente sean formales.” El también profesor de la Facultad de Medicina mencionó que en 1952 fue inaugurada oficialmente la CU por el presidente Miguel Alemán, y habrían de transcurrir dos años para que esta monumental obra abriera sus puertas a las primeras facultades y escuelas. Poco a poco, el viejo barrio universitario del Centro de la ciudad se fue quedando solo; no obstante, Medicina continuaba en el Antiguo Palacio. Sin embargo, en su caso, como alumnos de tercer año, notaban está disminución en el primer cuadro por las visitas esporádicas a la Escuela, pues permanecía la mayor parte del tiempo en los hospitales. Contó que, de hecho, la construcción de Medicina en CU tuvo un inicio tardío, ya que un grupo numeroso de profesores y alumnos no consideraba adecuado el traslado al sur de la ciudad, por lo que se propuso, años antes, que se edificara en la zona de hospitales. “Primero se pensó hacerla frente a la entrada principal del Hospital General de México, en la colonia Doctores, pero la idea no prosperó; después se sugirió construirla en los terrenos de lo que hoy es el Centro Médico Nacional Siglo XXI. “Finalmente se decidió que fuera en Ciudad Universitaria, donde se le destinó una posición privilegiada en el polo oriente del campo, entre Odontología y Medicina Veterinaria, completando el conjunto medicobiológico con el Instituto de Investigaciones Biomédicas.” Como consecuencia, agregó que hubo protestas de muchos profesores de materias básicas, que tenían su consultorio en el Centro y vivían en esa zona. Trasladarse a CU les implicaba atravesar buena parte de la ciudad. En marzo de 1955 fueron los Juegos Panamericanos en el Distrito Federal y como el traslado de la FM se hizo hasta el año siguiente, mientras, las instalaciones se emplearon como dormitorios de los atletas. Paralelamente, recordó que en 1954 hubo cambio de director. El doctor Raoul Fournier trajo una revolución positiva en la enseñanza de la medicina, transformó no sólo los planes y programas de estudio, sino también la formación integral del alumno en lo científico, filosófico, ético, humanista y social. Sobre el cierre de la Escuela Nacional de Medicina, comentó que para despedirla se hizo una gran ceremonia en el patio central, donde participaron autoridades federales y universitarias, así como maestros y alumnos. Allí se agradecieron a la vieja casa los talentos producidos, los maestros y los grandes médicos que había dado al país. Durante esta ceremonia de clausura y como representante de los alumnos, mencionó haber recibido una antorcha como símbolo del fuego de la sabiduría, la cual entregó a los nuevos representantes; asimismo, se entonaron la marcha y el himno a la Escuela y el Himno Nacional. Después, se cerraron lentamente las puertas mientras se cantaban Las golondrinas. Estos símbolos y los estandartes pasaron a los primeros relevos que, después de dar algunas vueltas por el Centro de la ciudad, se dirigieron a CU, donde se repitió el protocolo en el auditorio principal y el doctor Raoul Fournier dirigió un mensaje a la comunidad; de esta forma se entró a una nueva época, concluyó. |
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