Gaceta Facultad de Medicina UNAM
25 octubre 2005
Facultad de Medicina UNAM

El proceso del envejecimiento es
resultado de un desorden molecular

  • La vejez no es una enfermedad, y se conoce muy poco de ella
  • El estudio del cáncer y del envejecimiento van unidos

El envejecimiento es un proceso insensible, disimulado, infinitamente lento.
No somos conscientes de envejecer porque nos vamos deslizando suavemente, día tras día, mes a mes, año con año, sin cambios abruptos, sin traumas, sin sacudidas.
El compás es dado por los acontecimientos habituales, por la vida de todos los días.
Nos despertamos en la mañana, nos vemos en el espejo y nos identificamos como siempre, los mismos.
Pero con una lentitud que no alcanzamos a comprender, el tiempo va dejando sus huellas, va tirando de la piel que se afloja; va infiltrando los músculos que se gastan; va penetrando los huesos que se fragilizan. Vamos cambiando, vamos haciéndonos otros, pero conservamos íntegro el sentido de nuestra identidad, la seguridad de que seguimos siendo los mismos.

Los doctores Francisco González Crussi y Ruy Pérez Tamayo

El envejecimiento es un proceso biológico sumamente complejo, en el cual interviene una verdadera multitud de factores. Ha sido definido como el deterioro físico que resulta del progresivo desorden molecular, que fragiliza al individuo, lo hace más vulnerable a las agresiones del me-dio y, por lo tanto, a las enfermedades que eventualmente causan su muerte.

Actualmente, no se sabe cuáles sean las alteraciones del organismo propias de la edad y con frecuencia se confunden los padecimientos que complican la vejez con la vejez misma, la cual no es una enfermedad propiamente dicha, explicó el doctor Francisco González Crussi, profesor emérito de patología de la Universidad Northwestern de Chicago.

El destacado investigador, egresado de esta Facultad de Medicina, fue invitado por el doctor Ruy Pérez Tamayo, jefe de la Unidad de Medicina Experimental, a compartir su experiencia y conocimiento en el tema.

Mediante dos conferencias magistrales tituladas “Envejecimiento, biología y humanismo I y II”, impartidas 3 y 4 de octubre pasados, el maestro, con su maestría literaria y vasto conocimiento del campo a la vista, abordó el asunto del envejecimiento comenzando por la célula misma.

Así, manifestó que por largo tiempo se creyó que las células eran inmortales porque en las condiciones de vida que una bacteria tiene en el laboratorio (dentro de un tubo de ensayo o caja de Petri, con un medio de cultivo adecuado y a la temperatura apropiada) vive entre 10 y 20 minutos, para luego dividirse, dar lugar a otras, sin quedar una bacteria muerta y, al no haber cadáver, no hay muerte, pensaban.

También se sabía —dijo— que las bacterias dañinas pueden tener ciclos de vida rápidos o muy lentos, según de cuál se trate. El bacilo de Koch, de la tuberculosis, invade a un ser humano, es ingerido por las células de defensa o macrófagos, allí puede vivir, sin ser digerido, por varios años, antes de causar enfermedad. Otros organismos patógenos que tienen este poder de cobijarse en las vacuolas de un macrófago viven allí, tan campantes, por largo tiempo, lo cual supone que sus ciclos de división son extraordinariamente lentos. Obviamente, su vida tiene que ser muy larga.

Durante toda la primera mitad del siglo XX se creyó firmemente que las células en cultivo eran inmortales; sin embargo, hoy se sabe que no es así: hay causas interiores a las células que las hacen envejecer y morir. La excepción son las de los tumores malignos, como las hela (su nombre proviene de las dos primeras letras del nombre y apellido de la mujer a la que pertenecieron esas células —Henrietta Lacks—, quien tenía cáncer del cuello uterino); dichas células se obtuvieron en 1951, y ocho meses más tarde ella murió. Hoy día, más de medio siglo después de la muerte de Henrietta, cuando sus despojos mortales han quedado hechos polvo, las células que se extrajeron de su cuerpo siguen vivas y proliferan activa-mente en muchos laboratorios.

Respecto del envejecimiento celular explicó que después de varios estudios se sabe que las células normales tienen una capacidad limitada de división, y que el envejecimiento de las que están en cultivo es un fenómeno intracelular, así como que algunas células cancerosas sí pueden considerarse inmortales.

El profesor invitado aclaró que, después de 50 años, la biología del envejecimiento o “gerontobiología” atrae a numerosos investigadores, y es claro que desentrañar los mecanismos que llevan a las células a la senescencia (vejez) puede arrojar luz sobre los mecanismos que producen el cáncer; algunos descubrimientos importantes se han hecho ya en los últimos 15 años.

En estudios realizados en células normales, como los fibroblastos, se ha descubierto que después de 60 divisiones en promedio, éstas dejan de reproducirse, lo cual sugirió la hipótesis de que hay algo que las limita en sus divisiones; es decir, un “contador” intracelular que lleva la cuenta de cuántas divisiones van y, al llegar al número clave, se detiene.

Después de varias hipótesis y estudios en ramas muy diversas de la biología, surgió el concepto de un “contador de replicaciones” intracelular. Con referencia a esto dijo que cada vez que la célula se replica, la molécula del ácido desoxirribonucleico (ADN) se replica también, excepto en la punta (los extremos del cromosoma se conocen como telómeros), donde la replicación no se puede hacer. En consecuencia, con cada división celular la molécula pierde un tramo como de 80 a 100 bases; o sea, se va haciendo cada vez más corta, y después de muchas divisiones en que el telómero no puede ya proteger a la molécula de ADN, la célula deja de dividirse y entra en senescencia.

Las células malignas no reciben esa señal porque activan una enzima que reconstruye los telómeros: la telomerasa. En este punto, el profesor invitado apuntó que las células que también activan la telomerasa son las embrionarias muy primitivas y las de la lí-nea germinal, mientras que todas las demás células somáticas —las de piel, músculo, cerebro, corazón, tendón, hígado, etc.— van acortando gradualmente sus telómeros sin que exista una enzima que las reconstituya.

Estas evidencias originaron una hipótesis para explicar el envejecimiento: “A medida que se van acumulando en el cuerpo las células de escaso potencial reproductivo, el cuerpo envejece, y cuando ese número alcanza un nivel crítico, el individuo muere.”

Lo que es verdaderamente cierto es que el envejecimiento es un proceso biológico complejo, donde intervienen muchos factores. Algunos piensan que el acortamiento progresivo de los telómeros es el equivalente molecular de la determinación de la longevidad, no del envejecimiento, que son dos cosas muy diferentes, aclaró.

Es evidente que los telómeros tienen que ver con algunos procesos patológicos asociados a la vejez; el deterioro que se presenta ocurre al interior de las células. Al respecto habló de la transferencia de electrones entre diversas clases de compuestos que tienen lugar en las mitocondrias, a lo que se le conoce como “respiración celular”.

Necesitamos el oxígeno para vivir, pero en el curso del metabolismo oxidativo propio de la respiración celular, se generan elementos dañinos que nos perjudican, y es natural que por esa razón surgió una hipótesis que atribuye el envejecimiento a esa oxidación, la cual, por medio de los radicales libres, va corroyendo membranas celulares, proteínas y el ADN, y, aunque contamos con sistemas de respiración, que también resultan lesionados, el cuerpo acaba debilitándose, consumiéndose, fragilizándose, en una palabra: envejeciendo.

Por otro lado, enfatizó que tras estudios realizados se sabe que los antioxidantes pueden alargar la vida; pero a pesar de todos los avances no se ha progresado casi nada en el conocimiento fundamental del envejecimiento, y el sueño universal seguirá siendo encontrar la fuente de la juventud, o vivir por siempre y sentirse joven.

Luego de una amena charla, rica por su abundancia de datos, referencias y anécdotas, el maestro González Crussi dedicó unos minutos a hablar de la sexualidad en la tercera edad, ya que a pesar de que muchos consideren ridículo este asunto, sobre todo los jóvenes, apuntó que el foco principal no es el contacto genital, sino una definición mucho más amplia de la sexualidad que comprende la intimidad, la confianza mutua, la ternura, el romance, la amistad y, sobre todo, el amor.