Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 octubre 2004
Facultad de Medicina UNAM

La vacunación antivariolosa:
a 200 años de su llegada a la Nueva España

  • En 1520 la epidemia de viruela en México mató a cientos de miles de personas

A fin de evocar el momento histórico en que el doctor Francisco Balmis organizó la expedición a la Nueva España para difundir la vacuna que erradicaría la viruela, se realizó el simposio conmemorativo “La vacunación antivariolosa: a 200 años de su llegada a la Nueva España”, evento efectuado el 20 y el 21 de septiembre, el cual fue coordinado por los doctores Ana María Carrillo y Primo Sandoval, convocado por los Departamentos de Salud Pública, Bioquímica, Historia y Filosofía de la Medicina, y Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina, así como las Sociedades Mexicanas de Historia de la Ciencia y la Tecnología, y de Historia y Filosofía de la Medicina de la dependencia.

Asimismo, con diferentes enfoques, historiadores, científicos sociales y especialistas del área de la salud describieron el nacimiento, vida, muerte y posible resurgimiento de la viruela, donde tocaron diferentes épocas.

Los ponentes hablaron de la susceptibilidad o resistencia a la enfermedad, de los diferentes grupos humanos, de las autoridades que en diversas épocas comprendieron el alcance de los programas de educación higiénica y de erradicación, de los científicos que lograron preparar y conservar la vacuna, de la manera en que el público la rechazó o, por el contrario, la aceptó y hasta la demandó.

 

Los doctores Roberto Kretschmer, Kaethe Willms y Ruy Pérez Tamayo

Durante el primer día de actividades, la declaratoria inaugural corrió a cargo del director de la FM, doctor José Narro Robles, con la asistencia de los doctores Rolando Neri Vela, presidente de la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina; Juan José Saldaña, presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología; Kaethe Willms, jefa del Departamento de Microbiología y Parasitología; Lilia Macedo de la Concha, jefa del Departamento de Salud Pública; Édgar Zenteno Galindo, jefe del Departamento de Bioquímica, y la maestra Xóchitl Martínez, en representación de Carlos Viesca Treviño, jefe del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina.

Momentos antes de la inauguración, Narro Robles destacó que el simposio sirve para rememorar una de las efemérides probablemente más importantes en el campo de la salud pública. Del tema central del evento, el director de la Facultad señaló que cuando el doctor Balmis y su expedición llegaron a México hace 200 años, traía consigo conocimiento, observación, ciencia y tecnología de aquellos tiempos. “Le acompañaba un sentido profundamente solidario, altruista, benefactor y de preocupación por la salud de las personas”, expresó.

Pero le asistía también, sin duda, la ilusión de tener un impacto en la salud de una población y el éxito fue notable. “La viruela en México fue un factor —en la época de la Colonia— determinante de muchas condiciones y situaciones, desde el proceso mismo de la Conquista hasta las profundas repercusiones económicas sociales, médicas y demográficas sobre la población de nuestro país, también la viruela tiene en la historia de la medicina mexicana un significado desde otras perspectivas, un significado en materia de organización para combatirla”, expresó.

Esto hizo que en 1951 se registrara el último brote de viruela, significó que por más de medio siglo México haya permanecido libre de esta patología. Como el mundo también lo ha estado desde hace 27 años, y es esta gran tarea, es este éxito de médicos y trabajadores de la salud, de científicos, de personal comunitario y de la propia población, lo que ha hecho que en el mundo se hayan podido salvar en estos casi tres decenios millones de vidas y horas de dolor y enfermedad.

El doctor Juan José Saldaña indicó que para las Sociedades Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología, y Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, es muy satisfactoria la realización de este simposio conmemorativo del bicentenario de la llegada de la vacuna antivariolosa al México que estaba a punto de nacer, porque permite volver a los orígenes sobre la inmunología en México y sobre las interpretaciones, y a veces también sobre los datos que conformaron la visión estándar sobre el tema. “Esto fue lo que hizo también un distinguido miembro de esta institución, fallecido hace décadas, el doctor Francisco Fernández del Castillo, quien se ocupó hace 50 años de historiar en las fuentes americanas y mexicanas la expedición filantrópica de la vacuna. Al hacerlo aportó nuevas informaciones de la introducción de la vacuna en América y en la Nueva España, y sobre los factores que actuaron en tal proceso.”

Ante autoridades, académicos y estudiantes reunidos en el auditorio “Dr. Fernando Ocaranza”, la doctora Lilia Macedo de la Concha indicó que como cualquier otro país, México ha sufrido innumerables epidemias y endemias: fiebre amarilla, cólera, tifo, peste y también viruela, cuya historia se investiga desde hace relativamente poco tiempo.

“La viruela —comentó la jefa del Departamento de Salud Pública— que dejaba a su paso tanto desolación como muerte, y en los sobrevivientes terribles secuelas, ha sido erradicada del planeta. La terapéutica de esta enfermedad era sólo sintomática, pues no la había específica, pero los médicos de diferentes países se procuraron medios para prevenirla: primero, causando una enfermedad, inoculando personas sanas con el suero de las pústulas de los enfermos, y más tarde por medio de la vacuna antivariolosa”, afirmó.

En su clásico trabajo, La viruela en México desde su origen hasta su erradicación, el notable epidemiólogo e historiador de la medicina, Miguel Busta-mante, relató que cuando Edward Jener dio a conocer su descubrimiento de la vacuna en 1796, tropezó con grandes dificultades: médicos, políticos y gente común atacaron al galeno inglés. “Y en París se le acusó —citó Macedo de la Concha— de causar en el hombre una nueva enfermedad, como si éste no tuviera bastante con sus propios males.” Sin embargo, algunos médicos y reformadores se entusiasmaron con su descubrimiento y lo difundieron. Hubo focos de oposición a la vacuna hasta el siglo XX, por ejemplo en Inglaterra, donde se presentaban casos de viruela cuando la enfermedad había sido ya erradicada en México. “Creemos que con este simposio nuestros estudiantes y todos los asistentes comprenderán la manera en que la microbiología, la inmunología y la salud pública se relacionaron y contribuyeron a la erradicación de la viruela y siguen trabajando para la erradicación de otras enfermedades”, concluyó.

Posteriormente a la apertura del simposio, los doctores Ruy Pérez Tamayo, jefe del Departamento de Medicina Experimental, y Roberto Kretschmer Schmid, jefe de la Unidad de Investigación Médica en Inmunología del Centro Médico Nacional Siglo XXI, impartieron las conferencias magistrales “La enfermedad y su historia” y “La curiosa biografía inmunológica del virus de la vaccinia”, respectivamente. Además, se llevaron a cabo dos mesas, en la 1 —moderada por la doctora Patricia Tato— se discutieron tres temas: “La difusión de la vacuna antivariolosa en la Nueva España, previa a la expedición filantrópica de Balmis”, a cargo de María Luisa Rodríguez-Sala y Verónica Ramírez, del Instituto de Investigaciones Sociales; “El papel de la cultura en la respuesta a las enfermedades epidémicas en la Colonia tardía: una reinterpretación de la epidemia de viruela de 1797 en la ciudad de México”, a cargo del Paul Ross, de la Universidad de Chicago, y “Los difíciles caminos de la campaña antivariolosa durante el porfiriato”, conferencia impartida por Ana María Carrillo, del Departamento de Salud Pública.

En la mesa 2 —coordinada por la doctora María de la Paz Ramos—, se abordaron las temáticas “Conflictos y negociación en la expedición de Balmis”, a cargo de Alba M. Morales, de la Universidad Metropolitana-Xochimilco; “La muy terrible epidemia de viruela que tuvo lugar en la muy noble y leal ciudad de México, en los años del Señor de 1797-1798”, que fue abordada por Rosa María Alvarado y Leonor Estévez Zamora, del Archivo Histórico de la Ciudad de México; “La viruela en el siglo XVIII”, conferencia impartida por la doctora María Eugenia Rodríguez, del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina de la FM, y “El legado epidemiológico de la viruela” fue la temática que abordó Rodolfo Acuña Soto, del Departamento de Microbiología y Parasitología de la FM.

“Brazos alrededor del mundo”, impartida por el doctor Tom Colvin, fue la conferencia magistral con la que inició el segundo día de actividades el simposio conmemorativo, para después concluir el día con las mesas 3 y 4. En la primera, que fue moderada por el doctor Primo Sandoval Aguilar, se trató “La inoculación contra la viruela en México”, a cargo de Liliana Schifter, Alba M. Morales y Patricia Aceves, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco; “La conservación de la vacuna antivariolosa en México”, que fue impartida por el doctor Ernesto Cordero Galindo, del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina de la FM; “Vacuna y viruela en la capital mexicana decimonónica”, por parte de Rogelio Vargas Olvera, del Archivo Histórico de la Secretaría de Salud, y “La viruela como problema histórico: de Cortés al bioterrorismo”, de Manuel Servín-Massieu, del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias de Ciencia y Sociedad.

En la mesa 4, intitulada “Nuevas estrategias para el desarrollo de las vacunas”, que fue organizada y moderada por el doctor Édgar Zenteno Galindo, participaron Roberto Zenteno-Cuevas, del Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana, con el tema “Predicción y caracterización de epítopes en la hemaglutinina-neuraminidasa de un rubulavirus y su uso potencial como vacuna recombinante”; “Vacuna génica contra rabia” fue la temática que trató Álvaro Aguilar Setién, de la Unidad de Investigación Médica en Inmunología de la Coordinación de Investigación del IMSS. A su vez, Iris Es-trada García, del Departamento de In-munología de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, y Benito Antón Palma, del Laboratorio de Neurobiología Molecular y Neuroquímica de las Adicciones, del Instituto Nacional de Psiquiatría “Dr. Ramón de la Fuente”, dictó la conferencia “Producción de vacunas contra las adicciones”.

Conferencias magistrales

El doctor Ruy Pérez Tamayo, profesor emérito con 54 años de actividad docente, dio algunos datos históricos sobre la enfermedad en su ponencia, titulada “Patología de la viruela, una autopsia del pasado reciente”.

Señaló que se trata de un padecimiento viral, sistémico, agudo, producido por el virus de la viruela y caracterizado por fiebre y erupción cutánea; se distribuye de manera muy peculiar y evoluciona a lo largo de 10 días en que se transforma de exantema a pápula, a vesícula, a pústula, a úlcera y a cicatriz. El virus responsable de este padecimiento (Poxvirus variolae) pertenece al grupo de los de la viruela y afecta a mamíferos como el ser humano, los bovinos, y los roedores, pero también a las aves.

Tiene forma alargada, como de ladrillo, es resistente a sustancias químicas, pero se inactiva en cloroformo. El mecanismo por el cual ingresa al organismo es la vía respiratoria, viaja en un par de días a los ganglios linfáticos, después pasa a la sangre y produce una viremia por invasión visceral y cutánea; como se mencionó, evoluciona alrededor de ocho días a pápula, después a vesículas que se ulceran, forman una costra y dejan una cicatriz. Las secuelas son encefalitis, ceguera y daño facial, pero además la enfermedad se caracteriza por la secuela de inmunidad.

La anatomía patológica de la viruela fue estudiada en primer lugar y de forma muy extensa por el doctor Councilman, en 1904; una de la revisiones más extensas es la de Lilie, en 1930, y Michelson e Inkeda, en 1927, hicieron biopsias de la variedad menor. Otro trabajo fue el de Mac Callum y Moody, en 1921, y el último, con dos artículos publicados, fue el de Jerry Bras, en 1952.

Al hacer un breve repaso histórico de la viruela, el doctor Pérez Tamayo indicó que las primeras descripciones de la enfermedad datan de 1500 antes de Cristo. Todos los libros coinciden en que fueron los hititas a quienes diezmó el contagio que recibieron de los egipcios en Siria, en 1350 aC. Ramsés V murió de viruela en 1157. La plaga de Atenas, de 430 a 429 aC, llegó desde Atenas a Egipto, Libia, Etiopía y Persia. En el año 340 la viruela se describió como enfermedad independiente en China. El obispo Nicasio de Reims sobrevivió a un ataque de viruela en 394 y, por tanto, se convirtió en el santo patrón de la enfermedad. La famosa plaga de Justiniano de Bizancio fue en 541. Los árabes que sufrieron la enfermedad la llevaron a España, y en 1240 ya estaba establecida en Inglaterra. En 1430 llegó a Groenlandia y a Islandia, en la primera causó una gran mortalidad y en Is-landia agotó a la población. En 1507 llegó a América, en 1518 a Cuba, y fue en 1520 cuando llegó a México. En 1524 se presentó en Perú, en 1554 en Chile y en 1555 en Brasil.

Algunos personajes históricos que murieron de viruela fueron: Ramsés V, el emperador chino Ma Yuam, el emperador romano Marco Aurelio, y el emperador Cuitláhuac, en 1520, por mencionar algunos. En cuanto a mortalidad, la plaga de Atenas mató a miles, la primera epidemia en China causó la muerte de cientos de miles de personas, en 1438 la primera epidemia en Francia mató a 50 mil habitantes. La epidemia de México en 1520 acabó con cientos de miles. La epidemia en Perú mató a 200 mil peruanos. En 1762 se presentó otra epidemia de viruela en México, la cual registró 10 mil muertes.

Por su parte, el doctor Kretschmer Schmid, profesor de la FM, especialista en inmunología y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, habló de “La curiosa biografía inmunológica del virus de la vaccinia”; señaló que la viruela se declaró erradicada en 1979, cuando se presentó el último caso. El mérito histórico de Jener se inició con el uso del virus de la viruela de las vacas, esto condujo al término genérico de vacunas para todo el campo de la inmunología.

Explicó que el virus de la vaccinia es un peculiar producto en el que intervinieron en un momento estirpes de virus ya extinguidos. “Habría que recordar que antecediendo a la epopeya de Jener hay 70 años de otro fenómeno que es la variolización en Europa. Mozart, quien padeció de viruela en Viena, pudo haber sido ‘variolado’, se lo llevaron a Wolfsburg; allí estuvo convaleciente, salvó la vida y quedó con daño facial”, comentó.

Dijo que se contaban con tres reservas: una en los Estados Unidos, otra en Moscú y la tercera en Inglaterra. “Este virus de la vaccinia actual se usó en los soldados estadounidenses que fueron enviados a Irak”, expresó.

Cabe señalar que, gracias a varias primicias, el virus de la vaccinia fue el primero en ser visto a través del microscopio electrónico. Fue el primero que se cultivó en tejidos, en ser codificado, y en ser caracterizado bioquímicamente, y hay otras dos primicias que no se suelen mencionar: que un médico napolitano fue el primero que la usó por vía oral, y que en 1877 se hizo una trasferencia pasiva de sangre de una vaca vacunada a otra, con observaciones de que quedó defendida.

Kretschmer Schmid indicó que el creciente interés de la ciencia médica por el virus de la vaccinia radica sobre todo en su potencial para ser usado como vehículo vectorial recombinante vivo para otras vacunas.

Algunas propiedades de la vaccinia es que se trata de un virus grande, con 400 nm, tiene doble cadena lineal de ácido desoxirribonucleico (ADN), cuenta con 200 genes y 250 polipéptidos virales; es receptor generoso (plásmidos recombinantes en las células) y muy estable frente a cambios físicos de temperatura y humedad.

“El virus de la vaccinia es barato, potente y eficaz, además se vio que existían receptores para él en muchas especies animales, lo que abrió la posibilidad de lograr mutantes selectivas y atenuadas. Su administración es económica y sencilla, incluye la vía oral, pero también otras vías más caras y complejas: subcutánea, intramuscular, aerosoles, etcétera. Su replicación es estrictamente local”, concluyó.

En el segundo día de actividades, la conferencia magistral “Brazos alrededor del mundo: Expedición de Balmis de 1803 a 1813”, fue dictada por el doctor Tom Colvin, quien tiene dos posgrados, uno en enseñanza en artes y otro en historia cultural, donde habló de la expedición del doctor Francisco Balmis desde España a todo el mundo para llevar la vacuna jeneriana. Durante muchos años Colvin trabajó con universidades estadounidenses en el Consejo para el Avance de Apoyo de la Educación.

Con la ayuda del lingüista y antropólogo Carlos Sola, quien leyó la ponencia de Colvin, éste señaló que la historia comenzó en diciembre de 1802, cuando el rey Carlos IV recibió una noticia inquietante: el brote de una epidemia de viruela en Perú. Las autoridades coloniales suplicaron su ayuda, esto lo conmovió, ya que esa terrible enfermedad había tocado a su propia familia: su hermano había muerto de viruela con toda su familia y una de sus propias hijas había sido desfigurada por ese mal. Inmediatamente el rey envió la petición a varios consejos reales pidiéndoles su opinión. En pocos meses emergió un plan en el cual había varias opciones para trasportar la vacuna, una de ellas fue impregnar la tela con ella o sellarla entre dos vidrios, pero era poco segura, especialmente en un viaje largo.

El cirujano de la corte, Francisco Javier Balmis, sugirió la propuesta ganadora de enviar una expedición con personal médico acompañado de un grupo de niños expósitos que llevarían la vacuna viva en sus brazos. Balmis calculó que requeriría 22 expósitos para llevar la vacuna a América. Se vacunaría a dos de ellos para que el suero madurara a los nueve días y dejara los brazos de los niños hinchados de pus amarillento llenos de vacuna protectora. Luego la materia madura sería transferida a los brazos del siguiente par de niños.

Una vez aceptada esta propuesta, se procedió a hacer los preparativos. Balmis nombró a su equipo médico y el primero de septiembre de 1803 fue enviada a las colonias la real cédula que anunció la expedición y la orden de que todos los gastos fuesen cubiertos por la Real Hacienda. Fue comisionado un pequeño barco anclado en el puerto atlántico español de La Coruña, y fueron alistados 22 huérfanos de los pueblos vecinos a esta población y de Santiago de Compostela. A once meses de recibir la encomienda de Perú, la expedición de Balmis zarpó el 30 de noviembre de 1803.

Colvin indicó que, ya en la Nueva España, Balmis tenía tres principales preocupaciones: hacer los arreglos para el siguiente viaje a Filipinas; distribuir la vacuna lo más que se pudiera e instruir a los médicos a conservarla y proseguir con el trabajo, y finalmente reunir un grupo de niños novohispanos para llevar la vacuna durante la larga travesía por el Pacífico. Desafortunadamente, casi de inmediato, Balmis y el virrey Iturrigaray emprendieron una lucha de voluntades: como representante personal del rey, Balmis exigió el debido reconocimiento, así como la pronta satisfacción de sus demandas; por su parte, Iturrigaray esperaba que Balmis reconociera sus esfuerzos por distribuir la vacuna en el virreinato en el curso de ese año, pero ninguno estaba dispuesto a darle al otro lo que deseaba.

Apenas había desembarcado en Veracruz a finales de julio de 1804, Balmis escribió varias cartas al virrey sobre los preparativos para su siguiente viaje a Filipinas, e Iturrigaray respondió en un tono que auguró la confrontación que se avecinaba entre estos dos personajes. Declaró que Balmis primero tenía que cumplir su encargo en la capital novohispana y sus provincias; además tenía preferencia un gran contingente de solados que estaba por ir a Manila, por lo tanto serían ellos quienes viajarían primero.

Hacia finales de octubre, Balmis inició negociaciones con el capitán de galeón Ángel Crespo, en que especificó los requerimientos para realizar la travesía, como hacer algunas adaptaciones al interior de la nave y la comida para los niños y su persona. Crespo le aseguró que había espacio en su nave, pero se rehusó a hacerle arreglos especiales hasta recibir la aprobación de Iturrigaray.

Cuando se suscitó el conflicto entre España e Inglaterra, Balmis se dedicó a difundir la vacuna en el altiplano y a reunir al grupo de niños que necesitaba para su viaje; fueron seleccionados aquellos que habían nacido después de la epidemia de 1797. Tras abandonar la ciudad de México hizo paradas en Querétaro, Celaya y Guanajuato, donde organizó sesiones de vacunación y capacitación. Llegó a Zacatecas a finales de noviembre de 1804, y allí fue recibido con honores.

Fue el 10 de enero de 1805 cuando el virrey se comunicó con Balmis para dar la autorización para la salida de la expedición a Filipinas en la nave “Magallanes”. Rumbo a Acapulco, el grupo expedicionario cruzó El Cañón de los Zopilotes y después de ardua travesía llegó a Chilpancingo el 24 de enero. Durante esta breve escala Balmis vacunó a 65 niños y le encargó al doctor José Fuentes distribuir la vacuna en la región. En Acapulco, cuando las fístulas de uno de los niños (Francisco Tapia) maduraron, Balmis vacunó a 377 niños, capacitó al médico local y presentó al gobernador un plan para establecer un puesto de vacunación permanente.

Durante le expedición a Filipinas, el “Magallanes” hizo buen tiempo en su travesía por el Pacífico y arribó al Estrecho de San Bernardino antes de lo programado, para alivio de la población no había ciclones en el mar. El galeón no encontró tormentas ni asaltos mientras navegaba cautelosamente por canales que conducían a Manila. Allí las primeras vacunaciones tuvieron lugar el mismo día de la llegada de la expedición a tierra firme. Pronto la campaña de vacunación empezó a avanzar. Balmis capacitó a los médicos en el procedimiento de vacunación.

Finalmente Colvin indicó que la expedición que dirigió Balmis es la más notable de todos los tiempos, se calcula que al menos 500 mil niños fueron vacunados durante la expedición y que decenas de miles más se beneficiaron de las juntas de vacuna que se establecieron.