Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina El conocimiento del cerebro El cerebro es el órgano más característico del ser humano; aunque hoy día no se conoce del todo bien su funcionamiento, muchos estudiosos, a lo largo de la historia, han hecho aportaciones valiosas para desentrañar sus misterios. Para hablar de este tema, los doctores Ana Cecilia Rodríguez de Romo y Luis Ignacio Miranda, así como la licenciada Gabriela Castañeda, abordaron algunos aspectos importantes durante el simposio titulado “Descifrar el cerebro. Tres etapas de su historia”, realizado durante la sesión correspondiente al mes de octubre de la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina.
En su oportunidad, Rodríguez de Romo, investigadora de la Facultad de Medicina, en su conferencia “La utilidad del cerebro. Algunas interpretaciones históricas”, explicó que a partir de la segunda mitad del siglo XIX, médicos clínicos experimentalistas, con base en la observación y la experimentación, participaron de modo muy significativo en el proceso de descubrir las funciones y las causas de las patologías de este órgano, así como de las localizaciones cerebrales. Algunos encontraron y describieron funciones motoras y sensitivas, asociadas a zonas del cerebro, mientras que los frenólogos propusieron un esquema de localización para las funciones cognoscitivas, las emociones, las cualidades y los defectos. La también investigadora del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía señaló que, antes, este órgano se describía como una víscera adentro de la caja craneal. Sin embargo, Franz Joseph Gall señaló que la corteza constituye el nivel más elevado del sistema nervioso del hombre y los vertebrados. Este estudioso, a la luz de la embriología y de la anatomía comparada, demostró que los pliegues de la corteza representan la mejor manera de que el cerebro quepa en el cráneo y, sin referirse a la histología, afirmó lo que ya había observado Ve-salio, que la corteza está constituida por una sustancia gris que se extiende hasta la médula espinal. Luego de mencionar a diferentes estudiosos y algunos de los descubrimientos en este campo, la doctora Rodríguez de Romo afirmó que los hallazgos científicos se dispararon a partir de la segunda mitad del siglo XIX, porque desemboca-ron en un modelo del cerebro donde se combinaba la clínica con la investigación a través de la histología, fisiología, patología y cirugía; esa época se conoció como la “edad de oro” de las localizaciones cerebrales. Se describieron detalladamente los lóbulos, la ínsula de Reil, y la corteza a la luz de la embriología y la anatomía comparada; surgió así una nomenclatura que permitió hacer relaciones anatomoclínicas y abordar con éxito el asunto de las localizaciones cerebrales. Al mismo tiempo, muchos estudiosos intentaron probar que el sistema nervioso estaba constituido por diferentes zonas. Entre otras aportaciones, surgió la de la forma de las neuronas y, al inicio del siglo XX, había un acuerdo común de que el funcionamiento armonioso del cerebro es la manifestación del equilibrio entre las zonas bien definidas de la corteza, concluyó la doctora Rodríguez de Romo. La búsqueda por encontrar el lugar específico donde se ejecutaban las facultades nerviosas dio lugar a diversas interpretaciones y sistemas. Gall, en el último decenio del siglo XVIII, formuló los principios de su teoría sobre la pluralidad e independencia de los órganos del cerebro, explicó Gabriela Castañeda, investigadora asociada en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, al hablar de la frenología. En 1805, Gall y su discípulo Johann Ch. Spurzheim reforzaron la teoría con una investigación neuroanatómica. A partir de entonces la proposición que relacionaba la estructura de la cabeza con los rasgos de la personalidad fue conocida como frenología. La licenciada Castañeda explicó que la frenología, compuesta por dos raíces griegas fine, inteligencia, y logos, tratado, partió de la tesis de que la función mental se componía aproximadamente de 33 facultades distintas, cada una de ellas asentada en un área cerebral específica. Esta teoría sostenía que la capacidad de funcionamiento de cada una se correlacionaba con su tamaño y la extensión periférica; por ejemplo, una persona que amara demasiado tendría esa zona más grande, y si otra fuera sumamente inteligente, de la misma manera, el área asignada se presentaría más crecida. Gall sostuvo que el contorno craneal era paralelo a la superficie del cerebro, de modo que un observador podía leer características mentales a partir de la forma del cráneo. Sus conceptos sobre el papel del cerebro en ideas, pensamientos y moralidad se resumen así: 1) las características morales e intelectuales del hombre son dadas; 2) el cerebro es el órgano del pensamiento, de los sentimientos y de todas las facultades; 3) el cerebro está compuesto de tantos órganos particulares como pensamientos, sentimientos y facultades existen, y 4) la forma del cráneo, que repite la del cerebro, es el medio para descubrir las cualidades y facultades fundamentales de una persona. La investigadora señaló que esas ideas de Gall causaron revuelo, fueron aceptadas por algunos, mientras que otros prohibieron su discusión y no faltó quien se mofara de ellas. Sin embargo, se dispersaron en diversos países, entre ellos, México, donde la frenología tuvo dos vertientes, una científica y otra social e ideológica. Estas ideas tuvieron una amplia difusión en el país y fueron prohibidas por el Consejo Superior de Salubridad en 1846. A pesar de que la frenología se desarrolló sin un sustento científico es innegable la importancia que tuvo en el campo neurológico, pues fue la primera vez que, de forma sistemática, se estudiaron y trataron de localizar funciones cerebrales detalladas, concluyó Gabriela Castañeda. Para hablar de “Bases neuroanatómicas del examen neurológico”, el doctor Luis Ignacio Miranda, académico de la UNAM y jefe del Servicio de Urgencias en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, apuntó que Brodmann descubrió que la forma en que está estructurada la corteza cerebral humana sigue los mismos principios generales que en los demás mamíferos; sus estudios también se orientaron a la localización de las distintas áreas cerebrales, de acuerdo con sus estructuras citoarquitectónicas. Explicó que después de muchos estudios, hoy se sabe que la corteza cerebral está dividida en dos hemisferios, derecho e izquierdo, y cada uno de ellos en cuatro grandes lóbulos: frontal, parietal, temporal y occipital, mismos que se sitúan debajo de los huesos que llevan el mismo nombre. Adicionalmente dijo que muchas funciones motoras y sensoriales han sido asociadas a zonas específicas de la corteza cerebral, pero, en general, estas áreas aparecen en ambos hemisferios. Las áreas de asociación no están bien definidas y se localizan sobre todo en la parte frontal de la corteza, están involucradas en funciones del pensamiento y las emocionales, y relacionan los estímulos recibidos desde los diferentes sentidos, mientras que las áreas del lenguaje son una excepción: tanto el área de Wernicke, que está relacionada con la comprensión del lenguaje hablado, como la de Broca, que gobierna la producción del habla, han sido localizadas de forma precisa en la corteza. Asimismo, explicó que en la función de cálculo intervienen un gran número de sistemas cognoscitivos; por lo tanto, las funciones aritméticas se verán lógicamente afectadas en alteraciones cerebrales globales. Sin embargo, aunque con menos frecuencia, se encuentra que, debido a una lesión cerebral, existe un alteración más o menos selectiva de la capacidad de calcular con respecto a otras funciones neurocognoscitivas, lo que sienta el principio de la primera clasificación de acalculia, enunciada por Berger en 1926. Finalmente apuntó que las actividades superiores, tales como discernimiento, razonamiento y abstracción, dependen también de la corteza cerebral. La parte anterior del lóbulo frontal, denominada área prefrontal, se halla en relación con estos procesos mentales característicos del ser humano. Sin duda hacen falta muchos estudios aún, pero a medida que se clarifiquen las funciones cerebrales se abrirá un mundo de posibilidades inimaginables que repercutirán en la salud de los hombres. |