Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 noviembre 2004
Facultad de Medicina UNAM

La FM se suma a la conmemoración del LXXV aniversario de la autonomía de la UNAM

  • Distinguidos académicos resaltan el papel trascendental de la autonomía en la vida de la Universidad

Para celebrar la autonomía universitaria, la Universidad Nacional Autónoma de México organizó las Jornadas Conmemorativas del LXXV Aniversario de la Autonomía de la UNAM mediante mesas redondas y simposios en que participaron destacados académicos, como Pablo González Casanova, Luis Villoro, Sergio García Ramírez y Carlos Monsiváis, entre otros, con conferencias magistrales; estas actividades se efectuaron del 11 al 15 de octubre pasado en seis dependencias, entre ellas la Facultad de Medicina.

 

Al concluir las jornadas se galardonó a los autores de los ensayos sobre los 75 años de la Autonomía Universitaria

En los simposios se analizaron temáticas como la autonomía universitaria y su impacto en la investigación científica, las ciencias sociales y las humanidades, así como en las artes y la cultura. En las mesas redondas se abordaron temas como “El significado de la autonomía universitaria”, “La constitucionalidad de la autonomía universitaria” y “Presente y futuro de la autonomía universitaria”; con esta última mesa se clausuró el evento conmemorativo; en ella participaron Enrique del Val, secretario general de la UNAM, como moderador; Ambrosio Velasco, director de la Facultad de Filosofía; Gerardo Ferrando, director de la Facultad de Ingeniería; Fernando Serrano Migallón, director de la Facultad de Derecho; Ramón Peralta, director de la Facultad de Ciencias, y José Narro Robles, director de la Facultad de Medicina.

En el auditorio “Raoul Fournier”, el director de la Facultad de Filosofía y Letras, al hablar de los antecedentes históricos, dijo que auténticos universitarios como Fray Alonso de la Veracruz, fundador de esa Facultad, y quien fue sometido a un proceso inquisitorio, lucharon por la autonomía, que significa no sólo libertad de investigación, cátedra, creación y difusión, “sino también libertad para analizar y criticar la injusticia social, libertad para proponer soluciones a los grandes problemas nacionales y del mundo, a pesar de que estas propuestas afecten intereses e ideologías dominantes”, indicó.

En este sentido, la autonomía universitaria —sostuvo— implica libertad respecto a los centros de poder económico y político; que significa también no estar sometidos a los dictados del Estado, del mercado, de las iglesias o de los partidos políticos, así como compromiso y responsabilidad para orientar el saber científico, humanístico, tecnológico y artístico que se genera, enseña y difunde en la Universidad hacia la sociedad para contribuir a disminuir la injusticia, la miseria, las enfermedades y todo aquello que obstaculice la realización de los valores más preciados, como la libertad, la equidad y en general la felicidad de todos los miembros de la sociedad.

Sostuvo que la autonomía universitaria y con ello el cumplimiento de sus obligaciones sociales no puede depender de la arbitrariedad del Poder Ejecutivo que propone año tras año presupuestos más recortados, más disminuidos ante el Poder Legislativo. Esta arbitrariedad afecta gravemente la autonomía universitaria, y lo mismo sucede con las organizaciones de promoción de desarrollo científico y tecnológico, como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que depende directamente del Ejecutivo: “Es indispensable que, al igual que las universidades públicas, el Conacyt y las instituciones y los órganos orientados a la promoción del desarrollo científico y tecnológico adquieran su autonomía respecto al Poder Ejecutivo”, se pronunció Velasco.

Resumió que la autonomía universitaria ha sido una lucha que empezó desde los comienzos de la Universidad, hace más de 450 años, y que los universitarios tenemos que seguir dando en el seno de la sociedad civil para mantener y ampliar nuestra libertad frente al Estado, al mercado o a cualquier fuerza externa heterónoma que amenace la autonomía, pero además el ejercicio de ésta implica también la responsabilidad de escuchar y comprometernos con los reclamos, demandas y necesidades sociales más urgentes. “Autonomía es tanto libertad como responsabilidad y compromiso”, concluyó.

En su intervención, el titular de la Facultad de Ciencias destacó que la autonomía conquistada en 1929 desempeñó el papel detonador de la formación de institutos de investigación en la Universidad. “Así, aparecen inmediatamente los Institutos de Astronomía, Biología y Geología, iniciándose un proceso que va más allá de la trasmisión de los conocimientos para dar lugar a la generación de los mismos y el florecimiento de la investigación; de esta forma la autonomía inaugura, estimula e imbuye un nuevo espíritu en el proceso de la creatividad intelectual”, indicó.

De la libertad de cátedra, Peralta subrayó que es una condición necesaria, aunque no suficiente para una educación más sana en el sentido amplio, pero permite el respeto a la diversidad del pensamiento y necesario para la tolerancia. “Se requiere para el libre examen la discusión de las ideas que permitan recoger todas las corrientes del pensamiento.”

Ante estudiantes, académicos y funcionarios universitarios reunidos en el recinto de la FM, el director de la Facultad de Derecho, doctor Serrano Migallón, indicó que la autonomía universitaria marcó la diferencia entre la Universidad del pasado y el proyecto universitario que desde 1910 nació con la trasformación de la sociedad mexicana.

Serrano Migallón puntualizó que la construcción de la Universidad y la obtención de su autonomía no es —de ningún modo— un logro exclusivamente universitario, sino una conquista social del pueblo mexicano. Una conquista que representa uno de los primeros y trascendentes logros jurídicos de la entonces naciente Revolución Mexicana. “La autonomía se plasmó en un marco jurídico complejo, se volvió un auténtico derecho y dejó de ser un ideal para convertirse en la esencia de la acción universitaria”, expresó.

En México, como había ya ocurrido anteriormente en la ciudad de Córdova, Argentina, el movimiento por la autonomía supuso una oportunidad de avanzar en el progreso intelectual de la aplicación del saber universitario a los grandes problemas existentes. Este movimiento y la propia dinámica de la Revolución Mexicana trajeron como consecuencia el movimiento universitario por la autonomía que se plasmó en la Ley Orgánica del 26 de julio de 1929.

El 3 de agosto de 1944 se formó el Consejo Constituyente Universitario que proponía la auténtica y total autonomía en el proyecto de Ley por el que la Universidad finalmente adoptaría su conformación actual.

Finalizó al expresar que corresponde a los universitarios de hoy, como corresponderá a los de mañana, defender la autonomía, para que la Universidad siga existiendo como hasta ahora lo ha hecho, más allá de coyunturas económicas y de proyectos de corto alcance. Aspectos como el presupuesto mínimo y anual, la continua elevación de la calidad académica; una política clara en materia de educación superior y el logro de la excelencia académica son las jornadas que esperan mañana a la Universidad.

El doctor Gerardo Ferrando, en su oportunidad, señaló que la refundación de la Universidad, impulsada por Justo Sierra en 1910, no fue un evento académico aislado, por el contrario, fue una iniciativa estratégica en el programa de modernización promovido por el régimen de Porfirio Díaz.

Indicó que la Universidad compartió con la nación las vicisitudes derivadas de la lucha armada durante la Revolución y la pacificación posterior, pero además hubo dos temas que eran preocupantes en aquella época: por un lado, los mecanismos para la designación de las autoridades universitarias legítimas, y por otro, la asignación y administración del presupuesto.

La Ley de 1929, que estableció la primera autonomía, quedó limitada por la intervención directa del Poder Ejecutivo en los asuntos de la Universidad. “Las peculiaridades, ambigüedades y contradicciones de esta Ley en los aspectos como gobierno y financiamiento, que preocupaban a los universitarios, fueron motivo de fricciones, disputas y hasta confrontaciones abiertas, tanto entre los miembros de la comunidad universitaria como con autoridades gubernamentales.”

Señaló que en 1933 el gobierno otorgaba a la Universidad entre 3 y 4 millones de pesos anuales que constituían casi 70 por ciento del presupuesto. El restante 30 por ciento se obtenía por concepto de cuotas de estudiantes y otros ingresos propios. El 21 de octubre de ese año fue aprobada la nueva Ley Orgánica de la Universidad que le otorgaba una autonomía plena y le concedía patrimonio propio. Sin embargo, en franco contraste, esa misma Ley despojaba a la Universidad de su carácter nacional, al tiempo que establecía un fondo de 10 millones de pesos, cuyos rendimientos y administración deberían financiar todas las actividades universitarias, pues en adelante no se recibirían más trasferencias económicas estatales.

Fue en enero de 1945, al promulgarse la Ley Orgánica —que hoy nos rige— que la Universidad recuperó su carácter nacional, y fue reconocida plenamente como institución pública bajo la figura de organismo descentralizado y autónomo. El artículo 15 de la Ley reconoce la obligación legal del Estado de suministrar recursos para el sostenimiento de la Universidad.

El director de la Facultad de Ingeniería explicó que la Ley de 1945 establece en su artículo 10 la figura del Patronato Universitario, autoridad colegiada, como la Junta de Gobierno y el Consejo Universitario, entre otros. “El Patronato ha sido pieza clave de una autonomía entendida con pleno compromiso y responsabilidad. La Universidad recibe de la sociedad —por conducto del gobierno federal— los recursos para cumplir con sus tareas; mediante el Patronato está en posibilidades de garantizar la aplicación adecuada de estos recursos e informar a la sociedad con toda trasparencia los resultados de su gestión”, indicó.

Por su parte, el doctor Narro Robles declaró que en los últimos setenta y cinco años y medio la autonomía se ha constituido en un elemento distintivo de la UNAM. “En buena parte el esplendoroso desarrollo de la Universidad de hoy en día y su capacidad para avanzar se deben a la autonomía.” Consideró a ésta como un derecho y también una obligación. Es norma constitucional que posibilita y estimula la creación, la formación y el servicio, la autonomía es libertad para pensar, decir y hacer en el marco de los fines de la institución, por ello requiere de espacios para ejercer la crítica y para proponer, para conducirse con independencia en el decir y el hacer de orden académico.

Pero aclaró que no es instrumento de presión ni permite a los universitarios quebrantar el marco de la Ley, como tampoco autoriza al gobierno a desentenderse de la institución. La autonomía no es coartada de ausencia o de indiferencia.

Narro Robles señaló que ha servido para resolver problemas, no para crearlos; ha permitido avanzar y nunca se ha usado para retroceder. La autonomía ha sido un dique para la ambición malsana y los intereses particulares, y un antídoto para la ignorancia y la cerrazón. En los últimos decenios existen numerosos ejemplos del ejercicio responsable de la autonomía de la Universidad, sin embargo, también existen fechas que dan cuenta de la injerencia gubernamental en la vida universitaria en franca violación de la autonomía de la institución, así como de la originada por otros poderes públicos o a partir de algunas organizaciones. “Cómo no recordar los hechos de 1966, 1968 o 1999, por sólo citar tres de los casos más significativos. La Universidad de hoy en día debe mucho a quienes imaginaron y propusieron la autonomía, como Justo Sierra o Antonio Caso, y por supuesto a quienes lucharon por ella en 1929.”

Sostuvo que la autonomía en los últimos cuatro años se ha ejercido a plenitud, como nunca antes se ha opinado y propuesto. Como nunca antes se ha contado con la libertad para ejercer el gobierno universitario, para administrar patrimonio y presupuesto. Como nunca antes se han definido planes y programas, realizado investigaciones y puesto en práctica las tareas de la difusión de la cultura.

Propuso que, al cumplir siete decenios y medio, la autonomía debe seguir evolucionando, no hay duda de que la incertidumbre presupuestal obliga a que cada año se tengan que emprender nuevas negociaciones. “Habría que trabajar para asegurar una política de Estado para el financiamiento de la educación superior, cuando se cuente con ella y se transforme en ley, la autonomía habrá dado un paso importante. De cualquier forma, a 75 años de inicio de la vida autónoma, el pasado traduce logros y el porvenir es prometedor”, concluyó.

Al finalizar la mesa redonda el secretario general de la UNAM clausuró las Jornadas Conmemorativas y expresó que con este acto se rinde homenaje no sólo a quienes en 1929 consiguieron la autonomía, sino a aquellos que a partir de entonces la han defendido.

Después el licenciado Del Val condecoró a los universitarios que resultaron ganadores del Ensayo del Aniversario de los 75 años de la Autonomía Universitaria, tanto de licenciatura y posgrado como de bachillerato. En la categoría de bachillerato el primer lugar fue para la alumna Berenice Cervantes Nájera. En licenciatura y posgrado el primer lugar lo obtuvo Morelos Torres Aguilar y el segundo lo consiguió Imer Benjamín Flores Mendoza. Además, hubo menciones honoríficas para Sandra Jiménez Loza, Diana Yazmín Ramírez García, Sonia Elizabeth Morales Barrera y José Alejandro Arceo Contreras, quienes recibieron un paquete de libros.