Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 noviembre 2004
Facultad de Medicina UNAM

A 140 años de la Academia Nacional de
Medicina de México

Lic. Gabino Sánchez Rosales
Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina

En este año se cumplen 140 años de la fundación de la Academia Nacional de Medicina de México, institución que agrupa a lo más selecto de la medicina mexicana. El recorrido ha sido largo y es motivo de homenaje y una reflexión sobre sus logros y dificultades con el fin de valorar los aportes, y particularmente su significado en la vida médica de México.

Los orígenes de la Academia se encuadran perfectamente en el contexto de la intervención francesa durante el siglo XIX. El interés de Maximiliano se centraba en la pretensión de estudiar los aspectos más relevantes de nuestro país, por ello, fundó la Comisión Científica, Literaria y Artística de México, con objeto de formar grandes inventarios que dieran cuenta de los recursos naturales y mineros susceptibles de ser explotados por el Imperio. La meta fue inalcanzable; sin embargo, en el seno de la Comisión hubo una Sección Sexta, o Sección Médica, encargada de efectuar estudios en el territorio nacional. Con este fin, el 30 de abril de 1864 se reunieron por vez primera los fundadores de la Sección: 22 médicos: 10 mexicanos, 10 franceses, un alemán y un italiano, cuyo objetivo era llevar adelante los estudios planeados, pero con la fundación de la Sección Sexta se estaba plasmando una inquietud largamente acariciada por los médicos mexicanos.

El primer presidente fue el médico de origen alsaciano Carlos Alberto Herman, quien llegó como jefe de sanidad de las fuerzas expedicionarias; le sucedió en el cargo el brillante clínico Miguel Francisco Jiménez, quien en los hechos fue el puente de enlace entre franceses y mexicanos, ya que con su entusiasmo y aprecio por la cultura francesa acercó a más de uno de los brillantes médicos republicanos, como fueron los casos de los doctores Luis Hidalgo y Carpio, Ignacio Alvarado, Manuel Carmona y Valle, Leopoldo Río de la Loza y Rafael Lucio, quienes se contaron entre los primeros socios de la naciente Sección. Poco tiempo después, el 30 de diciembre de 1865, la Sección de Ciencias Médicas se independizó y se convirtió en la Sociedad Médica de México.

Los primeros intentos

El deseo de contar con una institución que sirviera de foro de discusión de los conocimientos médicos se remonta a la primera mitad del siglo XIX. El primer intento se debe a Manuel Carpio, quien en 1836 logró convocar a un grupo de médicos con los que formó la primera Academia de Medicina de México que, por cinco años, mantuvo reuniones regulares y publicó una revista con el nombre de Periódico de la Academia de Medicina de Mégico.

El esfuerzo pronto se vino bajo, ya que la década de los cuarentas del siglo XIX fue el periodo de mayor inestabilidad nacional y culminó con la guerra de 1847 entre México y los Estados Unidos, con la consecuente perdida de gran parte del territorio. Así, sin explicación alguna, más por el tiempo y las revueltas que por diferencias sobre los conocimientos médicos, la organización se extinguió. Diez años después, Leopoldo Río de la Loza fue el paladín del nuevo esfuerzo. Se conformó la organización y las sesiones se efectuaron nuevamente en casa del propio Río de la Loza, y de nuevo, como antaño, se publicó una revista, que como homenaje a los primeros fundadores llevó el mismo título de la primera: Periódico de la Academia de Medicina de Mégico. Así pues, hubo dos épocas de ese periódico. Sin embargo, el esfuerzo de nuevo duró poco y habría más interrupciones. Posteriormente, en 1856 y 1857, se publicaron dos volúmenes de La Unión Médica de México, órgano de difusión de los galenos agrupados en la organización que, con diferentes nombres, en los hechos era la Academia de Medicina de México.

El periodo de consolidación

Apoyada por el gobierno de Benito Juárez durante los años que estuvo al frente del país, ese organismo mantuvo sus actividades y prosperó, lo que terminó con una época de obstáculos, incomprensiones, falta de apoyo y penurias económicas, e incluso el desalojo del lugar que por años fue su centro de reuniones. En 1873 cambió su nombre por el de Academia Nacional de Medicina de México e inició una etapa de consolidación, gracias a la subvención que comenzó a recibir del gobierno y que se oficializó en 1874, al obtener un subsidio de cinco mil pesos anuales. Estos fondos sirvieron para que en 1877, se comenzara a estimular la investigación médica, que se instituyó con premios en efectivo, gracias a los esfuerzos del doctor Lauro Jiménez.

Ésa fue una época de brillantes discusiones y grandes logros en la vida de la Academia, ya que en su seno se ventilaron discusiones científicas sobre los temas médicos de actualidad. En ella se polemizó sobre la conveniencia de utilizar vacuna de ternera en las campañas contra la viruela, sobre el germen causal de la fiebre amarilla, etc. En su tribuna fue en donde por primera vez se escuchó hablar de los descubrimientos de Pasteur y Koch, y en donde fueron presentados los resultados de la vacuna antirrábica desarrollada a partir del cerebro de conejo, inoculado con el virus que Eduardo Liceaga obtuviera como regalo del sabio francés en persona. También en la Academia fue donde, a principios de este siglo, se rechazó el trabajo de Charles Nicolle, que proponía la relación del piojo con el tifo, mismo que posteriormente le valiera el premio Nobel a este investigador. La Academia fue también el lugar de discusión sobre los procedimientos más efectivos para llevar a cabo las diversas campañas sanitarias contra enfermedades como la fiebre amarilla o la peste bubónica. En este sentido, la obra de difusión de la Gaceta Médica de México, órgano de la Academia, que desde su fundación a la fecha ha sido el instrumento de discusión y divulgación de las novedades médicas, merece destacarse, ya que esta revista, a través de sus páginas, ha dado cuenta minuciosamente de la vasta producción científica de los médicos mexicanos.

Institucionalización de la Academia

En el siglo XX, el proceso de consolidación de la Academia llegó a su madurez cuando, en 1912, el presidente Francisco I. Madero reconoció la valía de la institución y decretó que era órgano de consulta en los asuntos médicos del país. En palabras de Manuel Díaz Lombardo, el gobierno reconoció que: “... teniendo en mente que es más ventajoso para el gobierno contar con un cuerpo docto a quien consultar en asuntos científicos de su competencia, ha tenido a bien declarar que dicha Academia es, desde hoy, institución oficial.”

Posteriormente, Venustiano Carranza ordenó que del presupuesto de la Universidad se destinara la suma de 3 mil 600 pesos anuales para el sustento esa organización, que sólo una vez, en los días aciagos de la Revolución, suspendió sus sesiones, “debido a la falta de quórum”. La calidad y la excelencia de sus prestigiosos miembros, entre los que sobresalen: Eduardo Liceaga, Ignacio Chávez, Gustavo Baz, Clemente Robles, Bernardo Sepúlveda, Demetrio Sodi Pallares, Isaac Costero, Ramón de la Fuente Muñiz, Octavio Rivero Serrano y Juan Somolinos Palencia, sólo por mencionar a algunos, testimonia la brillantez de los miembros que han enriquecido en el siglo XX las discusiones sobre los tópicos más avanzados en la institución rectora de la medicina nacional.

Las importantes funciones que hasta la fecha continúa realizando la Academia y que se expresan por medio de reuniones, una firme producción científica, la continua divulgación y la docencia, que se fortalece con el apoyo y existencia de una rica biblioteca con varios fondos históricos, son parte de los empeños para lograr la difusión de las ciencias médicas que hoy ocupan un lugar destacado en la ciencia.

En la actualidad las diferentes actividades o reuniones que se han venido efectuando con relación a la conmemoración del descubrimiento de la “doble hélice”, o sobre el “mapa del genoma humano”, o la reflexión sobre la ética y la bioética, sirven para dar cuenta de la actualidad que tiene la Academia Nacional de Medicina para encauzar discusiones sobre algunos de los campos más novedosos en la práctica y la investigación en medicina que se están desarrollando a grandes pasos. También la labor de la Academia sobresale gracias a las innumerables jornadas médicas celebradas, por los congresos que regularmente se efectúan en sus instalaciones o bajo su patrocinio, tanto en la capital como en las diversas ciudades del país. Asimismo, los esfuerzos tendientes a consolidar diversos programas o proyectos, como los comités normativos nacionales de consejos de especialidad que pretenden elevar la calidad profesional de los especialistas por medio de la continua certificación, son muestra del interés renovado por alcanzar la excelencia.

Esto es parte del espíritu de la Academia Nacional de Medicina que fomenta la calidad de la práctica de la medicina mexicana en los inicios del siglo XXI.

Indudablemente que no debe olvidarse el importante vínculo que existe entre la Academia Nacional de Medicina y la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual, por mucho tiempo, la albergó en el edificio de la antigua Escuela Nacional de Medicina. Es evidente que esa relación ha permitido un reforzamiento de la educación médica y ha establecido parámetros de calidad en la atención de los enfermos que son atendidos por los profesionistas que egresan de la máxima casa de estudios y que se benefician de la relación institucional que existe entre la Academia y la Facultad de Medicina, misma que ha servido para estimular la capacidad crítica y el ensanchamiento del humanismo en la práctica médica, objetivo compartido por ambas instituciones. Celebremos, pues, los 140 años de la fundación de la Academia Nacional de Medicina de México.