50º aniversario El doctor Marcelino Cereijido participó en los festejos del Departamento de Salud Pública Tras recomendar a los alumnos de la Facultad de Medicina actuar en contra del analfabetismo científico, el doctor Marcelino Cereijido, investigador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, inauguró con una charla los festejos del 50º aniversario de la fundación del Departamento de Salud Pública, donde el tema que desarrolló fue sobre el origen de la ciencia.
Mencionó que para que el hombre llegara a interpretar la realidad en que vive —hacer ciencia— paso por un largo proceso de maduración neuronal, al igual que otros organismos. Por ejemplo, un pez “entiende” que eso que nada horizontalmente es comida y significa “alimento”, en cambio, aquello que se hunde verticalmente significa “basura”, por lo que ni se molesta en perseguirlo. “El pez bien podría enterarse de que ese objeto que se hunde verticalmente no es basura, sino un pez vivo al que le ha dado por nadar de esa manera, pero es tan poco frecuente que no ha desarrollado circuitos neuronales que le permitan cazarlos. Hay que poseer un cerebro capaz de manejar modelos dinámicos (en función del tiempo), capaz de predecir y decidir velozmente en una ambigüedad cambiante“. Afirmó que para el momento en que apareció el hombre, la capacidad de interpretar la realidad y predecir era ya muy compleja. Y un buen día, cuando ya había sido Homo sapiens por centenares de miles de años, trató de entender y perfeccionó su manera de manejarse en el caos. Es probable que la conciencia se haya ido desarrollando como artimaña para aprovechar la ambigüedad. Pero sólo para ambigüedades cuya comprensión otorga ventajas. “Desafortunadamente, los textos siguen dando por sentado que la ciencia comenzó hace 3 o 4 mil años con babilonios, egipcios y griegos, pues, para cuando aparecieron aquellas culturas, el cerebro humano generaba modelos dinámicos de la realidad; tenía una memoria formidable, con capas inconscientes de distinta accesibilidad; captaba duraciones con una flecha temporal de pasado a futuro; transformaba el tiempo real en tiempo mental. Podía narrar su vida en unos minutos, o pasarse el resto de sus días describiendo y volviendo a describir; tenía un lenguaje; así como las plantas son seleccionadas por su capacidad de fotosintetizar y las vacas de digerir celulosa, el hombre había hecho del conocer su herramienta evolutiva, y era seleccionado con base en dicha capacidad; se había seleccionado un ser humano creyente, pues otorga una enorme ventaja que no sólo incorporemos lo que hemos visto y oído, sino lo que nos narraron nuestros padres, maestros y la sociedad entera, entre otras cosas.” Afirmó que, de hecho, nuestra especie ha triplicado el tamaño del cerebro en apenas dos millones de años, esto es, mucho antes de que hubiera ciencia. El también miembro del Sistema Nacional de Investigadores mencionó que, como todas las cosas de este mundo, la manera humana de interpretar la realidad ha ido evolucionando. La selección ha ido extinguiendo los modelos de animismo en favor de modelos de magia, chamanismo, politeísmo y monoteísmo, hasta que hace muy poco tiempo ha dado con el modelo de la ciencia moderna, que no es más que el último modelo de la manera humana de interpretar el mundo en el que vivimos. “La ciencia consiste en explicar sin invocar milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad por el cual algo es verdad o mentira, dependiendo de quién lo diga y, tal como ha ocurrido con cada nuevo modelo, el de la ciencia moderna va superando a los anteriores en eficacia y los extingue.” Explicó que la ciencia es una manera de interpretar la realidad. La investigación, en cambio, consiste en tomar una porción del caos, de lo desconocido, explicarlo e incorporarlo sistematizadamente al orden de lo conocido, y que lo ideal es que el científico y el investigador sean una misma persona. Afirmó que este último modelo hoy ha partido al mundo en 15% (Primer Mundo) que tiene ciencia, y en un 85% (Tercer Mundo) en el que la gente produce, se desplaza, se comunica, se cura y se mata con aparatos, vehículos, teléfonos, medicamentos y armas que inventaron los del Primero, y por supuesto se hunde en miserias, corrupciones y dependencias. Mencionó que hay países subdesarrollados que parece que hacen ciencia, pero en realidad sólo están sumergidos dentro de un “analfabetismo científico” —dado a partir de la diferencia ya mencionada entre científico e investigador—, porque no cuentan con investigadores. Aseveró que el “analfabetismo científico” es en realidad mucho más grave, porque cuando a una sociedad le faltan alimentos, agua o vivienda, sus miembros son los primeros en señalar la falta con toda exactitud; en cambio, cuando falta ciencia, no pueden entenderlo ni siquiera cuando se les explica. Respecto a México, afirmó que en los últimos 50 años ha conseguido tener excelentes investigadores, pero que es un país alejado de tener ciencia, pues el Tercer Mundo tiene varias características ideológicas que imposibilitan el desarrollo y andan en la miseria. Una de ellas es dar por sentado que primero hay que salir de pobres y luego, el dinero que sobre, gastarlo en ciencia; otra es confundir la ciencia con sus logros, sin advertir que depende de cierta visión del mundo que jamás hemos desarrollado, y una tercera es creer que con inyectar dinero al oscurantismo automáticamente tendríamos ciencia. A los alumnos les dijo que el conocimiento no es como la información que se puede almacenar, el conocimiento necesita de la mente que conoce y son los universitarios los que tienen que formar esta mente, concluyó. |