Rosendo Amor Esparza Lic. Gabino Sánchez Rosales El inicio Rosendo Amor Esparza nació en la Villa de Guadalupe, en Zacatecas, el 1 de marzo de 1879. La familia de Amor contaba con algunos recursos económicos, lo que le permitió, cuando llegó el tiempo adecuado, efectuar sus estudios fuera de su ciudad natal. Así se trasladó a la ciudad de México, y de 1893 a 1897 hizo sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria. Al año siguiente se inscribió en la Escuela Nacional de Medicina, donde de 1898 a 1903 cursó la carrera de médico-cirujano, la cual concluyó en 1904, cuando se graduó con honores. El gusto y el aprecio por la cirugía, que se había fortalecido durante su vida como estudiante lo llevaron a presentar ante su jurado, en el año mencionado, una tesis de escasas 50 páginas cuyo título fue: “Breves apuntes sobre heridas penetrantes de la porción infradiagmática del tubo digestivo”. Puede mencionarse que el éxito de su vida como estudiante le permitió que el mismo año que se recibió como médico iniciara su vida como académico, ya que fue nombrado profesor del primer curso de clínica quirúrgica. Desempeñó la labor brillantemente, y muy pronto el joven profesor Amor fue respetado por sus colegas, quienes lo consideraban “un habilísimo cirujano”, que dejaba asombrados a propios y extraños, compañeros y alumnos, por su manejo en las operaciones quirúrgicas que eran ejecutadas por él con gran destreza, de modo limpio y con técnica impecable. La madurez Para el año de 1909, cuando Rosendo Amor contaba con 30 años, era ya profesor titular, o como se llamaba en la época, “de número”, en la cátedra de clínica quirúrgica. Esta cátedra la ocupó durante muy largo tiempo, pero a la par que se desempeñaba como profesor de la Escuela de Medicina, también era jefe de sala del Hospital Juárez, y por tanto uno de los pilares de la renombrada “escuela de cirugía del Juárez”. En ese sitio, por varios años, continuó enseñando sus conocimientos quirúrgicos; labor que alternaba con el trabajo que realizaba en la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca Neutral, de la cual fue presidente en el tiempo en que aconteció la llamada “Decena trágica” en la capital del país. Posteriormente, y en plena Revolución, es decir, en la fase final de la lucha entre el gobierno constitucionalista y los restos del huertista, Amor fue nombrado jefe de Ginecología del Hospital General de México. Sin duda en la sociedad del México revolucionario, el doctor Rosendo Amor era todo un personaje que brillaba con luz propia entre sus contemporáneos. Hombre con no pocas relaciones entre la clase política del país, además de médico distinguido y respetado, cualidades a las que sumaba un talento natural para escuchar a todos y respetar a más, lo convertían en un ser humano con cualidades que no pasaban inadvertidas para los políticos, que veían en él al hombre útil para llevar a cabo medidas progresistas en su ámbito de acción. Director de la Escuela Nacional de Medicina Así, durante el tiempo en que José Natividad Macías ocupó el cargo de rector de la Universidad, el doctor Rosendo Amor fue nombrado director de la Escuela Nacional de Medicina. El 15 de mayo de 1916 entró a desempeñar el honroso cargo para el cual había sido nombrado, y una vez instalado, de modo firme, pero con tino y mesura, se propuso hacer una reforma en el plan de estudios de la añeja institución. Entre los benéficos efectos de las medidas realizadas durante ese periodo se puede señalar que se comenzaron a hacer realidad las habilidades prácticas de los estudiantes como condición indispensable para acreditar los exámenes. A don Fernando Ocaranza, quien durante ese tiempo había sido nombrado secretario de la Escuela de Medicina, le pareció conveniente y fundamental cumplir estrictamente con el principio adoptado por el director de que nadie podría examinarse de materia práctica ni de materia teoricopráctica sin haber realizado el número de pruebas prácticas que la Dirección fijaría al terminar cada año escolar. En realidad, con la disposición se intentaba hacer efectiva la añeja idea de que el alumno, al concluir sus estudios, tuviera un amplio bagaje de conocimientos teóricos, cierta pericia, y habilidades prácticas que le permitieran cumplir correctamente con los objetivos de su profesión. En lo que atañe a la ordenación de ciertos procedimientos administrativos que con el paso del tiempo demostraron su valía, el doctor Rosendo Amor introdujo en la Escuela procedimientos o disposiciones relativas a que ningún alumno debía inscribirse si previamente había reprobado tres veces una misma asignatura, o bien se hubiera inscrito igual número de ocasiones en alguna materia. Al doctor Amor también se debe la idea de que ningún alumno podría examinarse de materia alguna sin que hubiera acreditado las correspondientes al año anterior. Como se ve, eran medidas prácticas, pero eficaces para elevar la calidad de la enseñanza en los alumnos y por tanto en su nivel de compromiso con su profesión. En lo que atañe a la organización de los trabajos de la Escuela, una de las medidas que tomó el director fue la de nombrar a los encargados del anfiteatro y de los laboratorios con el fin de hacer más expeditas las labores de profesores y alumnos; señaló que todos los asuntos relacionados con los trabajos se debían acordar exclusivamente con el director. Aunado a ello también el doctor Amor sentó las bases para un desarrollo de la medicina fundado más estrictamente en la biología. Con esta finalidad estableció una cátedra de biología general como parte del plan de estudios que debía cursar el alumno que se quisiera graduar de médico. La bondad de esta medida salta a la vista, pero además, y con el fin de ampliar la orientación biológica, también incrementó los contenidos de la cátedra de fisiología general. El plan se complementó con la fundación de las cátedras de clínica de terapéutica médica y clínica terapéutica quirúrgica, junto con la reinstalación de la de deontología. En cierta medida, el plan de reforma era ambicioso, ya que a la vez que se fortalecían la biología y la fisiología, también se ponderaba el conocimiento que debía tener el estudiante de los deberes y responsabilidades del médico frente al paciente. Sin embargo, las reformas tuvieron pocos resultados; un testigo de esas reformas a la organización y al plan de estudios de la Escuela señaló que “no tuvieron otras consecuencias, pues a decir de don Fernando Ocaranza, quien conoció cercanamente al doctor Amor, éste era un hombre “quizá desprovisto de amplia o profunda cultura médica y biológica”. El juicio severo debe ponderarse, ya que en una época difícil, no sólo para la Escuela sino para el país en su conjunto, cualquier medida o acto que intentara alterar más el estado de orden o de caos imperante de cualquier organización o institución era poco menos que cuestionado. A pesar de ello, el paso de Rosendo Amor por la Dirección contribuyó a marcar el inicio de un nuevo rumbo para la añeja Escuela de Medicina. Esto fue evidente incluso para el doctor Ocaranza, quien posteriormente no dudó en señalar que “la época de Amor marcaba el advenimiento de los tiempos nuevos”; no obstante esos tiempos hubieron de esperar todavía más, ya que el 15 de mayo de 1920, es decir, a 4 años exactos de su nombramiento como director, el doctor Rosendo Amor, en un gesto que revela su compromiso institucional, pero particularmente su sensibilidad académica con su escuela, renunció al puesto de director con el fin de abrir el paso a nuevas generaciones. El largo final Al retirarse de la Escuela de Medicina, en una época en que gozaba de plena juventud, indudablemente que el doctor Amor concibió nuevos y renovados proyectos relacionados con su profesión. Así, en los largos años de su existencia que cubrieron buena parte del siglo XX, el doctor Amor se convirtió en testigo de la medicina de su tiempo. En los años siguientes fue nombrado para ocupar algunos cargos directivos, entre ellos el de jefe del Servicio de Enfermedades Venéreas del Departamento de Salubridad Pública. También, gracias a sus conocimientos, se le nombró consejero técnico del Departamento de Salubridad en la Lucha contra el Cáncer. En esa época tuvo la oportunidad de marchar a Europa a perfeccionar sus estudios médicos, los cuales redondeó al estudiar en varias universidades de 1925 a 1927, lo que le permitió especializarse en ginecología y medicina general. Más tarde, de vuelta en México, y dueño de un merecido prestigio, el Hospital Español lo nombro su director; desempeñó el cargo de 1933 a 1938. Ésta fue una época de logros, ya que en ese mismo año fungió como presidente de la Academia Nacional de Medicina de México, con tal acierto y reconocimiento de parte de sus colegas, que le permitieron ser uno de los cuatro presidentes, en la larga historia de la Academia, que tuvo el honor de repetir en el cargo por un año más. Concluida su gestión al frente de la Academia, en los siguientes años, además de ser miembro de diversas asociaciones y academias, también fue profesor para graduados de cirugía y ginecología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Durante su larga vida el doctor Amor se hizo merecedor de grandes premios y elogios, pero cabe destacar que su labor como médico, y en particular su persistente compromiso con los desposeídos, le fueron reconocidos cuando con motivo de cumplir 50 años como cirujano al servicio del HGM recibió medalla de oro por sus actividades médicas en el legendario Hospital. Finalmente, el 20 de enero de 1970, el doctor Rosendo Amor murió en la ciudad de México. |