Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 mayo 2005
Facultad de Medicina UNAM

PRESENTACIÓN DE LIBRO

El Hospital de San Andrés. Un espacio para la enseñanza, la práctica y la investigación médica, 1861-1904, casi una prescripción médica para cualquier galeno

El Hospital de San Andrés. Un espacio para la enseñanza, la práctica y la investigación médica, 1861-1904, de la maestra Xóchitl Martínez Barbosa, es un libro de Siglo XXI Editores y el Hospital General de México que fue ampliamente recomendado por los comentaristas casi como una prescripción médica.

Presentado el pasado 7 de abril en la Casa Universitaria del Libro, el doctor Ruy Pérez Tamayo, jefe de la Unidad de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina, ubicada en el Hospital General de México, dijo que si se considera que la autora es hija de doctor Fernando Martínez Cortés, responsable del prólogo de la obra, se cumple el refrán ‘De tal palo tal astilla’, y que si ellos hubieran compartido la misma época en la que vivió Mendel, hubieran sido el par de su predilección, pues cumplen con la primera ley de la herencia de los caracteres dominantes, a lo que agregó en broma: “Me refiero a los intelectuales, porque con relación a lo físico debo mencionar que Xóchitl tuvo mucha suerte de parecerse más a su mamá que a su papá, gracias a Dios y a la genética.”

Ya en materia, comentó que tuvo el privilegio de conocer, disfrutar, aprender y aprovechar el manuscrito de El Hospital de San Andrés... muchos meses antes de que se publicará, por lo que lo calificó como un producto de investigación seria, profesional, resultado de una historiadora madura, cuyo conocimiento del tema está basado en el estudio detallado de fuentes primarias y originales.

“Cuando Xóchitl me concedió el privilegio de leer su manuscrito estaba enfrascado en escribir una historia general de la ciencia en México en el siglo XX; he de confesar que el texto me envió a revisar la montaña de papeles que había acumulado para documentar los antecedentes de las ciencias biomédicas en nuestro país antes de 1905, cuando se inauguró el Hospital General. Xóchitl hizo el mismo trabajo, pero además lo hizo muy bien y mucho mejor que yo, lo que me sirvió para ‘fusilarme’ algunos de sus datos y corregir varios de los míos. En este momento quiero darle las gracias por haberme beneficiado de esa manera, aunque mi gratitud está también expresada en mi libro.”

Afirmó que participar en la presentación de El Hospital de San Andrés... le ha dado la oportunidad de decir no sólo que es un libro espléndido, sino que tiene un prólogo magnífico, escrito por su papá, el cual lo ha leído varias veces.

Sobre el tema de la investigación, el doctor Pérez Tamayo resaltó que las cuidadosas y detalladas páginas de Xóchitl describen las contribuciones del Instituto Médico Nacional (IMN), del Instituto Patológico y de otras instituciones más, asociadas al Hospital de San Andrés, hechas a fuerza de interés y persistencia ante la ignorancia y la desatención de las autoridades y la sociedad del siglo XIX, muchas veces sufragadas con recursos propios de los mismos investigadores.

Para terminar su participación, confesó que decidió participar en la presentación de este libro por tres razones, que también son sus principales debilidades. La primera, porque trata un tema histórico, “... disciplina que he cultivado por mucho tiempo como amateur, no en sentido superficial sino de amante, y que se ha reforzado por la fortuna de que cuento con Fernando, un hijo historiador.

“Dos, por la literatura, por el acto de escribir y por esa enfermedad del odio a la página en blanco, que debe ser cubierta de inmediato por toda clase de oraciones.

“Y tres, por el sexo débil, sobre todo cuando se trata de un representante tan gentil, inteligente y amable como Xóchitl.

“Si el hijo historiador de Fernando hubiera sido un barbón altivo con sus mayores como hoy se estila, y se hubiera llamado Cuauhtémoc, seguramente yo no estaría aquí. Gracias Xóchitl por invitarme a esta tu merecida fiesta. Te felicito y reconozco y admiro el trabajo y calidad académica de tu libro y le deseo el gran éxito que merece”, concluyó.

Por su parte, la doctora Ana Cecilia Rodríguez de Romo, profesora e investigadora del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, enfatizó sobre el impacto y la importancia que tiene esta obra, no sólo a nivel nacional, sino para la historia de la medicina en general, porque no es fácil reunir en un solo estudio la enseñanza, la práctica y la investigación de la medicina a la sombra de un hospital, a lo que agregó: “... una conjunción de actitudes e ideas que hicieron de la medicina una disciplina científica, valiéndose de la historia de un hospital; además, en el contexto de lo mexicano, que da un caso muy atractivo e interesante.

“Éste es justamente el mensaje que quiero que ustedes se lleven al salir de la sala, estaré encantada si con mi participación al hablarles de la obra de la maestra Xóchitl Martínez logro transmitirles la conciencia del luminoso momento que vivió la medicina precisamente en el periodo que abarca su libro, porque da justamente cuenta de esa revolución a través de la vida de un hospital.”

Otro punto importante que mencionó fue el que versa sobre la división entre la clínica externa y la clínica interna, una idea que no concebimos en la medicina actual, pero que da muy bien cuenta de cómo se concebía el cuerpo humano en ese momento y las cosas que tenían que ser tratadas por la cirugía, elemento que da surgimiento a las especialidades.

Un argumento más en el que hizo hincapié la doctora Rodríguez es el de la aceptación de otros profesionales en el ámbito de la medicina como parte del mismo gremio médico. “Ahora parece muy natural pedir un análisis químico o hacer uso del radiólogo. Sin embargo, hay que considerar que en esa época el médico dejó de ser omnipotente, el único que tenía acceso al cuerpo humano, y esta idea se ve con claridad en el libro.”

Indicó que El Hospital de San Andrés... también describe el uso obligado de todos los pasos del acto clínico, algo que era igualmente una conducta necesaria a la luz del hospital, así como el de la asistencia obligatoria de los alumnos al nosocomio.

“Ahora nos parece completamente normal ver a los estudiantes vestidos de blanco, pero era algo que en esa época no existía. Existía una oposición importante tanto de los alumnos como de los maestros y la autora describe muy bien las protestas de los alumnos y de los maestros.”

En el sentido de asociar al Hospital de San Andrés con otras instituciones, afirmó que la que se dio con el IMN es un ejemplo único en el sentido de su particularidad y seriedad. Este caso mexicano fue especialmente atractivo, porque el IMN no era un laboratorio anexo a la escuela o a la Universidad, se trataba de una institución gubernamental especialmente creada y apoyada para hacer investigación médica y científica, aseveró.

Finalmente, algo que le pareció muy atractivo y que narra el libro, es que por él desfilan muchos cirujanos y médicos asociados a la aportación que los hizo inmortales en la historia de la medicina mexicana.

El doctor Carlos Viesca Treviño, jefe del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, aseveró que hay muchas maneras de abordar la historia de un hospital y un hospital como el de San Andrés, que fue por muchos años un nombre traído y llevado por muchos historiadores de la medicina mexicana sin conocer de qué se trataba.

“Cuando se hablaba del Hospital de San Andrés en las historias de la medicina de mediados del siglo XX se decía que era algo muy bonito y maravilloso, a pesar de ser un edificio deteriorado que se estaba cayendo y lleno de humedad, que de repente tenían que alquilar cuartos para ganar unos centavos para darles de comer a los enfermos y tenían que desalquilarlos por las condiciones tan malsanas en las que se encontraban, porque en el anfiteatro de disecciones no se sabía si era peor el olor de los cadáveres o el de los baños o la basura o los tres sumados. Eso era lo que vivían los pobres médicos y estudiantes que entraban allí y hasta podríamos decir que eso era también el último recuerdo de lo que se llevaba el paciente al momento de morir.

“Los libros de hace 50 años decían que tenían muchos enfermos y los enfermos tenían la ventura de ser tratados por grandes médicos. Entonces teníamos una historia de bronce que es lo mismo que tenemos ahora en el libro de Xóchitl, pero humanizada. No habla del monumento y pedestal de don Miguel Jiménez o Francisco Montes de Oca o de Carmona y Valle, sino de estos personajes con sus enfermos y de cómo planteaban el estudio de sus enfermos, que es uno de los objetivos centrales del libro. Los fines, la esencia y los límites de la medicina que practicaban esos médicos.”

Afirmó que El Hospital de San Andrés... es un material de utilidad actualmente para preguntarnos qué otra crisis ha tenido la medicina, la ubicación de la misma frente a la contingencia, pero al mismo tiempo una voluntad inquebrantable de la profesión, los límites y buscar resolver algo que no se pudo solucionar el día de ayer de una manera diferente. La obra mantiene latente una actitud de lucha y de esperanza y en este sentido plantea un hospital que no es la transición al hospital general y una raíz que no se aborda.

Otro punto que retoma el doctor Viesca es el análisis filosófico que habla de la época positiva de la medicina y la ubica en el arranque del establecimiento de las Ciencias Médicas, y sin embargo, curiosamente, no había llegado el positivismo a nuestro país, algo que le pareció muy interesante.

Otra cosa que le llamó la atención sobre el libro es que generalmente se hace historia de cualquier institución para decir que ésta vio un resplandor, sin embargo, en este caso, el hospital sirve de catalizador de una serie de circunstancias, deseos y sueños de una índole diferente.

“El hospital fue el hospital universitario sin serlo y ahora tenemos muchos hospitales sin que ninguno lo sea, por lo que queda preguntar hasta dónde el Establecimiento de Ciencias Médicas, la Escuela de Medicina, la ahora Facultad de Medicina, están proyectando una individualidad, una identidad y una serie de ventajas y cuestiones a los hospitales que funcionan como hospitales universitarios, qué tanto es parte de la identidad de esos hospitales. En el de San Andrés es claro, la Escuela Nacional de Medicina es una parte sustancial de la identidad del Hospital de San Andrés y después los institutos de investigación, pero en ese momento, el primer desglose, nace el Instituto Médico Nacional, y éste se asocia a las salas del Hospital de San Andrés.

“Asimismo, también habríamos de preguntarnos si en la existencia de los últimos 20 años del Hospital de San Andrés, qué tanto de su identidad se debe al Instituto Médico Nacional y qué tanto el IMN tomó una máscara que venía del Hospital de San Andrés, pero después se desglosan y el siguiente instituto nace dentro del hospital: el Patológico Nacional, primero Museo de Anatomía Patológica, y el Bacteriológico se deriva de los dos. En dónde se da este juego de instituciones y dónde podríamos hablar de identidades, concordancias y discordancias, de series de lo mismo y series de la diferencia, van surgiendo preguntas, y eso es algo que me gusta de este libro. Nos hace preguntarnos muchas cosas no en función de lo que no dice sino en función de lo que sí dice, y de una serie de problemáticas que obligan al lector a construir a partir de lo que está expresado.”

Con gran humor recomendó leer el libro, porque es de lectura ágil y muy bien escrito, porque nos enseña cosas trascendentes sobre la historia de la medicina mexicana y nos hace pensar en otras que fueron importantes y lo son para la medicina en nuestros días.

Finalmente la autora, Xóchitl Martínez, agradeció a quienes hicieron posible este trabajo, a su familia y a los comentaristas su participación: “Tengo un asesor médico de cabecera y por eso el abordaje médico fue menos complicado, aunque no quiero decir que es una limitación para el historiador abordar estudios de carácter médico. Gracias al doctor Narro por la presentación; al doctor Ruy Pérez Tamayo, quien posibilitó la impresión del libro; a Ana Cecilia Rodríguez que también me ha apoyado, orientado, comentado y criticado este trabajo que inicialmente fue una tesis de maestría, y gracias por su amistad, y a Carlos Viesca por la oportunidad de presentar este modesto producto de trabajo.”

Satisfecha dijo haber logrado lo que se planteó desde un principio, pues los comentarios giraron en torno a su cuestionamiento inicial: ¿Por qué estudiar la historia de una institución?, y agregó: “Desde el punto historiográfico la historia institucional es casi obsoleta, es una forma tradicional de hacer historia, así como biografía, pero en fechas recientes tanto la biografía como la historia de las instituciones se ha replanteado, porque justamente hay varias miradas de donde se puede uno acercar a ver estas historias tradicionales, de bronce o anticuadas, que se suman a una historia crítica en donde el contexto o el punto de partida es importante para entender el devenir histórico, y qué bueno que se logró un propósito con este libro”, concluyó.