Dr. Aureliano Urrutia. Dr. José Sanfilippo B. Otro de los directores que tuvo la Escuela de Medicina durante la tormentosa década en que se desarrollaron los eventos de la Revolución fue el doctor Aureliano Urrutia, quien ocupó el puesto durante un año, del 30 de enero de 1913 al 30 de enero de 1914. Cabe recordar que durante toda esa época de constantes revueltas armadas, que va de 1911 a 1917, los periodos que ocuparon los directores al frente del plantel se caracterizaron por ser muy breves, en contraste con los de los directores del siglo XIX. La labor desarrollada por el doctor Urrutia al frente de la Escuela es, hasta la fecha, muy controvertida, sin que logren reconciliarse los diferentes puntos de vista. Fue nombrado por el presidente Francisco I. Madero para que sustituyera al doctor Rafael Caraza. Una de sus primeras acciones fue la de hacer una remodelación del edificio, a lo que el doctor Fernando Ocaranza, en su Historia de la medicina en México, comentó: “Su tendencia fue la de modernizar el edificio, pero no en el sentido de modernizarlo conservando su arquitectura, sino quebrantando esta misma profundamente y a las veces, ridículamente.” Esta “modernización” consistió, entre otras cosas, en cubrir el patio central con un techo de cristal emplomado tipo francés, colocar en medio de este patio una especie de rotonda con plantas y en el centro la estatua de San Lucas, hecha por los alumnos de la Escuela de San Carlos. También se deshizo de las balaustradas de piedra del siglo XVIII que se encontraban en los corredores y las sustituyó por unos barandales de hierro forjado. Cuando Victoriano Huerta ocupó la presidencia de la República, una de las disposiciones que impuso a todo el personal de las oficinas gubernamentales, incluido el alumnado de las diferentes escuelas, fue el uso obligatorio de uniformes militares de color caqui y verde olivo, de acuerdo con los diferentes puestos. Así, la Escuela de Medicina adoptó esta medida, con el rechazo por parte de los profesores del plantel. Aureliano Urrutia nació en Xochimilco, D. F., en 1872, en el seno de una humilde familia de campesinos. Con muchas dificultades económicas realizó sus estudios hasta lograr matricularse en la Escuela de Medicina, en donde estudiaba y trabajaba con ahínco, al grado de que se quedaba dormido entre los cadáveres en las prácticas de disecciones. Se recibió en 1895 con la tesis La conservación de los cadáveres y de las piezas anatómicas. Al año siguiente se incorporó al Ejército, en donde prestó sus servicios como médico militar en el estado de Guerrero; en el tercer batallón conoció al general Victoriano Huerta, con quien lo uniría una amistad de toda la vida, que se inició cuando en una sublevación para asesinar al general, el doctor Urrutia le salvó la vida. Terminadas sus actividades militares regresó a Xochimilco, en donde instaló un consultorio médico y una farmacia, que inmediatamente se acreditaron. También empezó a dar consultas y a operar en el Hospital de San Felipe Neri, en la ciudad de México. Se cuenta que en ese lugar operó al torero Rodolfo Gaona de una terrible cornada, en diciembre de 1908. También por esa época se incorporó como profesor de anatomía en la Escuela de Medicina. Adquirió una enorme extensión de terreno en el poblado de Coyoacán, donde construyó un suntuoso hospital al que llamó Sanatorium, el cual fue inaugurado por el presidente Porfirio Díaz en 1910, como parte de los festejos del centenario de la Independencia. El edificio era de gran magnificencia, con grandes jardines adornados con estatuas de mármol, pinturas en las paredes, vitrales coloridos y lujosas instalaciones, sin contar los quirófanos con los aparatos más avanzados del momento, instalaciones para pacientes ambulatorios y una gran zona de internamiento. Actualmente estas instalaciones están fraccionadas en dos partes —básicamente— una pertenece a la Fundación Mier y Pesado y en la otra se encuentra la Preparatoria número 6 de la UNAM. En 1911, el presidente Madero lo nombró director del Hospital General, puesto que ocupó durante tres meses, de agosto a octubre; llevó a cabo una reorganización y ordenó que todas las instalaciones fueran utilizadas para la enseñanza de la medicina clínica, la cirugía y la obstetricia; que cada uno de los pabellones correspondiera a una especialidad médica, y que estuviera bajo la responsabilidad de un profesor de la Escuela de Medicina. Cuando Victoriano Huerta llegó a la presidencia de la República, en la reestructuración de su gabinete de 1913 ocupó la Secretaría de Gobernación del 13 de junio al 6 de octubre de ese año. En ese puesto implantó las jornadas de trabajo de seis días; estableció que el descanso dominical fuera obligatorio; ordenó que todos los habitantes de la capital deberían bañarse cada ocho días (por lo menos) y que estaba prohibido caminar por la calles leyendo el periódico. Por esa época se le relacionó con la muerte de dos diputados que estaban en contra de gobierno de Huerta: el licenciado Serapio Rendón y el doctor Belisario Domínguez, a quien se rumoró que le cortó la lengua, hecho que no se ha podido comprobar, puesto que en la exhumación del cadáver solicitada por los hermanos del senador se encontró con lengua. Al caer el gobierno de Huerta, el doctor Urrutia vendió todas sus propiedades y salió del país; primero se dirigió a Europa, principalmente a Alemania, para conocer los avances médicos que se estaban dando en esa época, y después viajó a los Estados Unidos, en donde se instaló en San Antonio, Texas, para ejercer la medicina. Allí construyó un importante hospital llamado Miraflores, el cual siempre estaba lleno de pacientes, principalmente de origen mexicano, entre quienes se dice que atendió a Pancho Villa y que también operó de un cáncer de hígado al general Huerta, que finalmente le ocasionó la muerte. En ese hospital llevó a cabo con gran éxito la separación de unas siamesas, para lo cual diseñó y construyó un instrumental especial. Sus habilidades quirúrgicas le permitieron hacer intervenciones en órganos en donde nadie antes se había atrevido. Nunca volvió a vivir en México. Rechazó el indulto que le ofrecieron los presidentes Emilio Portes Gil y Lázaro Cárdenas. Murió en San Antonio el 14 de agosto de 1975, a la edad de 103 años. |