Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
10 de febrero 2004


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Hace 50 años comenzó la carrera por desentrañar
“el secreto de la vida”

La bióloga Laura Castañeda explica la trascendencia del descubrimiento de la estructura del ADN y su impacto en el desarrollo de la ciencia

La comunidad científica mundial celebró el año pasado el 50º aniversario del descubrimiento más importante de la biología: la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN), realizado por el biólogo James Watson y el físico Francis Crick, en Cambridge, Inglaterra, y que motivó una revolución científica, ya que a partir de ese conocimiento surgieron grandes avances, dijo en conferencia Laura Castañeda, del Laboratorio de Genética Toxicológica de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala.

Bióloga Laura Catañeda

Invitada por la Facultad de Medicina en diciembre pasado, la bióloga realizó un recorrido histórico de más de tres horas, en el que expuso paso a paso los escalones que la ciencia en esa rama ha alcanzado hasta nuestros días, avances que se coronaron con la publicación, en abril de 2003, de la secuencia completa del genoma humano.
De esta manera señaló que en 1953 ya se sabía que el ADN contenía la información genética, pero además resultaba necesario conocer su estructura. Watson y Crick se habían especializado en el empleo de los rayos X para averiguar la estructura de las moléculas biológicas. Sin embargo, los resultados que se obtenían eran muy difusos, aunque su pensamiento les indicaba que la molécula del ADN era helicoidal, lo cual fue comprobado gracias a una fotografía de Rosalind Franklin, que proporcionó las pruebas definitivas que demostraban la forma helicoidal.
Más adelante, con información del químico de Cambridge Alexander Tood, en que demostraba que la estructura del ADN estaba formada por unas largas cadenas de azúcar y fósforo unidas por moléculas planas o bases (adenina, guanina, timina y citosina) que contenían carbono y nitrógeno, aunado a los datos del bioquímico americano Erwin Chargaff, quien había demostrado que la cantidad de adenina de cada muestra de ADN era la misma que la de timina, mientras que la de gua-nina se correspondía con la de citosina, Watson y Crick comenzaron a construir modelos, hasta que dieron a conocer la estructura de la doble hélice.
En su artículo, publicado en la revista Nature el 25 de abril de 1953, describían la doble hélice del ADN, “el secreto de la vida” habría dicho Francis Crick antes de su publicación. A partir de este descubrimiento comenzó un acelerado avance de la ciencia que hoy permite conocer la secuencia del genoma humano, dijo la bióloga.
El siglo XX fue testigo de grandes avances científicos y tecnológicos y apenas entrada la segunda mitad nos regaló el secreto de la vida. En 1958 se descubrió que el ADN tenía una replicación semiconservativa, y la existencia del ácido ribonucleico de transferencia (ARNt); en el siguiente año se descubrió el ARN ribosomal, y entre 1956 y 1960 se encontró el ADN polimerasa, la enzima de la replicación.
En 1961 un grupo de científicos postularon la existencia de una molécula que era la que recibía la información de parte del ADN, denominada ARN mensajero. Años después, otros científicos hicieron la traducción del ARN mensajero de secuencias definidas, lo cual llevó a que en ese mismo año los investigadores Niremberg, Khorana, Holly y Ochoa terminaran dilucidando el código genético.
Entre 1965 y 1975, en diferentes estudios, se dio a conocer la transcrip-tasa reversa, las enzimas de restricción, los primeros anticuerpos monoclonales (hibridomas) y el nucleosoma —estructura alrededor de la cual se enreda el ADN. En ese mismo año nació la biología molecular, que tiene como ramas la tecnología del ADN, la ingeniería genética y las sondas de ADN.
A este respecto la especialista señaló: “con la tecnología ADN recom-binante fue posible completar el mapa del genoma humano. Con la ingeniería genética se pueden sintetizar nuevas proteínas, nuevos tipos de plantas, de animales, de alimentos, nuevos anti-bióticos, clonar genes o seres humanos, producir en masa proteínas humanas, realizar terapia génica, y con las sondas se pueden sintetizar sondas específicas del ADN o localizar genes responsables de enfermedades hereditarias”.
Ya desde 1972 se iniciarían estudios para clonar genes en plasmados e iniciar con la tecnología de ARN recombinante, y en 1979 comenzó la técnica de secuencia del ADN, mientras que un año antes los investigadores comenzaron a estudiar lo que se podía hacer con terapia génica.
Para 1981 y 1982 llegaron los organismos transgénicos y ese mismo año salió a la luz la base de datos de secuencias “GenBank”; con ello nació la bioinformación. En esos años se desarrolló la fluorescencia in situ. En 1983 apareció la reacción en cadena de la polimerasa (PCR por sus siglas en inglés), y se desarrolló el estudio de la huella génica.
Para la década de los noventas se incrementaron los estudios de regulación de la expresión génica, y en 1995 aparecieron los microarreglos o los chips ADN; mientras tanto se clonaban vegetales, microorganismos, animales pequeños y Dolly —el primer mamífero clonado—, y después de ella muchos más, dijo la investigadora de la FES Iztacala.
Actualmente, además del Proyecto del Genoma Humano y otros estudios que se realizan sobre la materia, los científicos están trabajando sobre la clonación terapéutica de tejidos para curar enfermedades; aunque en algunos países este tipo de investigaciones ya está prohibido, la comunidad científica mundial sigue avanzando en el conocimiento del secreto de la vida, concluyó Laura Castañeda.

La controversia. En este descubrimiento intervendrían más personas que no fueron tomadas en cuenta, como el caso de una científica del King’s College de Londres, Rosalind Franklin, que se dedicaba a radiografiar la moléculas, y fue una de sus fotografías la que proporcionó las pruebas definitivas que demostraban la forma helicoidal, información que llegó a Watson y Crick sin el consentimiento de ella. Su nombre nunca apareció en el artículo publicado en la revista Nature. Crick y Watson recibieron el premio Nobel de Medicina en 1956, por este descubrimiento.

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