SERIE NUESTROS DIRECTORES
Dr. Rafael Caraza y Espino:
Director de la Facultad de Medicina 1912-1913
A raíz de la renuncia
del doctor Fernando Zarrága a la Dirección del Escuela
de Medicina, correspondió ocupar el digno lugar al doctor Rafael
Caraza y Espino.
Este distinguido hombre, que había nacido en 1855, en la ciudad
de Izúcar de Matamoros, Puebla, y que se había graduado
en 1877, gozaba de sólida reputación entre los miembros
del claustro de profesores de la Escuela de Medicina. El reconocimiento
profesional lo había logrado gracias a su gran calidad humana,
pero particularmente a su saber como médico cirujano, ya que
aprendió el difícil arte bajo la tutela del famoso Francisco
Montes de Oca, de quien fue un destacado alumno. Hacia 1878 comenzó
a desempeñarse como médico mayor del Ejército,
y posteriormente fue profesor de otorrinolaringología en el Hospital
Militar. Su carrera como médico militar fue en continuo ascenso,
y ya hacia abril de 1909, justo cuando se desempeñaba como jefe
del Cuerpo Médico Militar, fue ascendido a general brigadier
como recompensa a sus servicios.
Entre sus actividades debe mencionarse que también fue director
de los hospitales de Izúcar de Matamoros y de Guadalajara, y
en la Escuela de Medicina de México fue profesor de clínica
quirúrgica. Preocupado por acrecentar el saber médico
de su tiempo impulsó uno de los proyectos más fructíferos
de divulgación de la medicina en el México de finales
del siglo XIX y principios del XX, al participar como redactor de la
revista fundada por el doctor Adrián de Garay, La Escuela de
Medicina, donde, entre otros artículos de su especialidad, publicó:
“La ducha de Weber como medio de desinfección de las fosas
nasales”.
El 27 de abril de 1912 el doctor Caraza y Espino ocupó la Dirección
de la Escuela. El periodo durante el cual estaría al frente de
la añeja institución sería sólo de diez
meses, ya que el 1º de febrero de 1913 hubo de renunciar al cargo,
en días en que la difícil situación política
que existía en la capital del país hacía evidente
el nulo apoyo del Ejército al gobierno electo de Francisco I.
Madero, quien en los días siguientes sería asesinado como
consecuencia del cuartelazo perpetrado por Victoriano Huerta.
Durante el tiempo que Rafael Caraza estuvo al frente de la Escuela de
Medicina, la institución mantuvo su prestigio; sin embargo, las
difíciles condiciones políticas, que se tradujeron en
dificultades económicas, poco permitieron hacer para cumplir
a cabalidad con los compromisos adquiridos con los estudiantes y la
población del país. Debe mencionarse, incluso, que las
mulas utilizadas para el trasporte de los cadáveres le fueron
confiscadas a la Escuela por el Ejército. Así las cosas,
al recordar la historia de la Escuela de Medicina de este periodo, pero
particularmente la actividad realizada por sus directores, el doctor
Fernando Ocaranza sugiere: “Como debe comprenderse, una permanencia
tan corta en un cargo directivo no daba tiempo para meditar en algún
plan y menos aún para realizarlo”. A la par que en el norte
del país los inconformes con el gobierno de Huerta se agrupaban
alrededor de la figura del gobernador de Sonora y comenzaba a brillar
la estrella militar de Álvaro Obregón, en la capital de
la República, en la Escuela de Medicina, se iniciaba uno de los
más difíciles periodos en la enseñanza de la medicina
en México.
En este contexto el doctor Rafael Caraza sólo se limitó
a hacer cumplir, en la medida de sus posibilidades, los acuerdos efectuados
con las autoridades, que entre otros permitieron que los profesores
de clínica que asistían al Hospital General tuvieran el
cargo de jefes de servicio de los pabellones donde asistían los
alumnos de la Escuela de Medicina. Asimismo, en esta Escuela, conforme
al plan de estudios, se continuaron impartiendo las materias correspondientes
a los seis años de la carrera; destacaron en particular los cursos
novedosos de psiquiatría y deontología médica.
Poco tiempo después de abandonar el cargo de director, el doctor
Rafael Caraza y Espino murió en la ciudad de México, en
1914.
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