Celebra la FM 425 años de la lección
inaugural
de la primera cátedra de medicina en México
A fin de conmemorar 425 años del inicio en México
de la lección inaugural de la primera cátedra de medicina
impartida en la Real y Pontificia Universidad de México por el
doctor Juan de la Fuente el 7 de enero de 1579, las autoridades de la
FM rememoraron este importante suceso histórico con una sesión
solemne que congregó a los doctores José Narro Robles,
director de la Facultad de Medicina; Carlos Viesca Treviño, jefe
del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina; Antonio
Carreras Panchón, director del Instituto de Historia de la Medicina
de la Universidad de Salamanca, así como a los profesores eméritos
Octavio Rivero Serrano, Fernando Ortiz Monasterio y Ruy Pérez
Tamayo.
En su mensaje inaugural, el doctor Narro Robles afirmó que este
hecho histórico significa un proceso en que los profesionales
de la salud, del campo biomédico, del sociomédico, de
la salud pública y de la administración de los servicios
de salud deben sentirse orgullosos, en particular en el caso de la FM
y de la Universidad Nacional, “… porque somos legítimos
herederos depositarios de esta gran tradición que empezó
a forjarse un día como hoy, hace 425 años, cuando el doctor
Juan de la Fuente y un grupo de jóvenes interesados en la medicina,
interesados en la grandiosa aventura de aprender, de enseñar
y a través de la enseñanza fincar una gran tradición
en nuestro país.”
De izq. a der., los doctores Antonio Carreras, Carlos Viesca,
José Narro, Octavio Rivero y Ruy Pérez Tamayo |
Ante autoridades de esta Facultad, el doctor Narro
Robles expresó que después de cuatro siglos y un cuarto
se les rinde homenaje a los médicos destacados que hicieron aportaciones
al conocimiento, que forjaron instituciones, que contribuyeron al desarrollo
de las políticas públicas en materia de salud en México,
pero también a aquellos modestos, pero trascendentes, médicos
que en las comunidades más apartadas, con su trabajo diario,
con su trabajo sistemático, hicieron posible la aplicación
de programas de salud, de acciones de atención médica
para nuestra sociedad.
En su oportunidad, el doctor Carreras Panchón, en su conferencia
titulada “Las cátedras de medicina en Salamanca a fines
del siglo XVI”, abordó la temática de qué
fue y cómo se constituyó la enseñanza de la medicina
en Salamanca, la más importante de las universidades del reino
de Castilla, la cual fue determinante en la creación de las universidades
americanas puesto que constituyó en buena medida el modelo organizativo
de las mismas.
El director del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad
de Salamanca explicó que en esta Universidad se consiguió
la consolidación de los estudios médicos a finales del
siglo XV, que estaban reforzados por algunas cátedras secundarias
como era la de astrología. “Lo que se imparte en las aulas
gira en torno a la recuperación de los textos clásicos,
el llamado galenismo domina la enseñanza aproximadamente hasta
1550, pero un Galeno digerido, convertido, asimilado a través
del Canon Medicinae de Avicena”, explicó.
Indicó que en 1552 el veneciano Cosme de Medina, quien era discípulo
de Pedro Jimeno y Collado, introdujo la impartición de la anatomía
en la Universidad de Salamanca con la condición de hacer 12 anatomías
al año, para eso se creó un anfiteatro anatómico
y se contaba con ajusticiados o muertos en el hospital como elementos
sobre los que se podían hacer las disecciones. En las clases
de anatomía estaban el mostrador, el disector y el catedraticus,
el primero apuntaba, el segundo cortaba y tocaba, y el tercero leía
el texto. La anatomía que se daba era puramente libresca, fundada
esencialmente en Canon Medicinae, que tiene una parte de anatomía
descriptiva, con sus limitaciones.
Los estudios previos de romanidad y latinidad eran condición
para asistir a “oír facultad”, que era acudir a la
facultad donde se impartía finalmente el título de cánones,
de derecho, de teología o de medicina. El bachilleramiento en
artes era indispensable para acceder a los estudios de medicina y comprendía
tres años. El estudiante solía estar de tres a cuatro
años en las aulas, oyendo facultad, prima y vísperas cursatorias,
y luego había un seguimiento a través de los bedeles.
Para otorgarle el título de bachiller, el aspirante entonces
proponía y sustentaba una serie de conclusiones sobre el libro
Hipócrates y Galeno, en ocasiones el Canon de Avicena, que se
abría al azar, se elegía en unos puntos y sobre ésos
se debatía con otros rectores. Tras la prueba venía la
votación del tribunal (compuesto por cinco o siete personas).
Finalmente Carreras Panchón explicó que el grado de licenciado
exigía haber tenido el de bachiller y además de ese grado,
el ejercicio de cuatro meses con un profesional o haber cursado cuatro
años de lectura. En cambio, la defensa del doctorado era esencialmente
un acto ritual, defendía el doctor su tesis ante el médico
más nuevo. Una vez obtenido el grado, el doctorando tenía
que repartir guantes y bonetes entre los doctores, dar una comida copiosa
y hasta una corrida de toros.
Por su parte, Carlos Viesca, al hablar de la Cátedra Prima de
Medicina de la Real y Pontificia Universidad de México, señaló
que la primera mención formal que se hizo de una cátedra
de medicina viene desde 1553, y que no fue sino hasta el 9 de septiembre
de 1575 cuando el rector de la Universidad de México, quien era
entonces Bernal Valdés de Cárcamo, propuso en el claustro
universitario que era conveniente que se hiciera una cátedra
de medicina porque acababa de pasar una epidemia terrible que se llamó
de huei-cocolixtle, “la gran enfermedad”, que mató
a 800 mil personas en los alrededores de la ciudad de México
entre agosto de 1576 y febrero de 1577. Esta epidemia corrió
por toda Nueva España hasta 1583. “Esto hizo pensar que
se necesitaban médicos”, afirmó.
Aclaró que después de la epidemia de 1576 se empezó
a plantear la necesidad urgente de una cátedra de medicina. El
rector de la Universidad escribió una carta al rey y el 13 de
mayo de 1578 la Real Audiencia dio las razones para la creación
de la cátedra: para aumentar las escuelas de la Real Universidad,
y para tener y formar médicos mexicanos de alto nivel académico.
Asimismo, el rey envió al rector 150 pesos de oro de minas para
que se le pagara al catedrático. Al día siguiente el rector
sacó un edicto en latín, que se distribuyó por
toda la ciudad, donde “se alaba en forma universal y singular
la creación y el establecimiento de una cátedra de medicina
y se avisa a todos los que se quisieran oponer y da los requisitos”.
Viesca Treviño indicó que el 14 de junio 1578 se cerró
el tiempo para la oposición, pero para entonces sólo hubo
una persona que se presentó a oponerse, y fue Juan de la Fuente,
nacido en Mallorca, España, aproximadamente en 1530. Era un médico
con experiencia, en ese tiempo se doctoraban los que tenían dinero,
a los 22 o 23 años de edad. De la Fuente había estudiado
en la Universidad de Sigüenza y después se fue a trabajar
a Sevilla, donde obtuvo su doctorado. Llegó la Nueva España
por ahí de 1557. Tuvo aquí una carrera muy vasta, de entrada,
era médico del Hospital de Jesús y del Hospital Real de
Naturales, es decir, atendía a españoles y a indios, así
como médico de los virreyes. Durante ese tiempo fue ocho veces
protomédico de la ciudad de México, el cargo era el equivalente
al secretario de Salud, era nombrado anualmente por el cabildo y visitaba
boticas.
Finalmente el doctor Viesca indicó que la cátedra fue
provisional en 1578, y se convirtió en cátedra definitiva
en 1582, cuatro años después. Juan de la Fuente presentó
una segunda oposición, los documentos en que planteó esa
segunda oposición refieren que leyó su primera cátedra
el 7 de enero de 1579.
En esta conmemoración de los 425 años del establecimiento
de la primera cátedra de medicina en México, tres profesores
eméritos de la Facultad de Medicina dictaron conferencias sobre
temas actuales, como la ética, la ingeniería tisular y
los límites de la medicina. En lo que se refiere a “Ética
y bioética”, el doctor Octavio Rivero Serrano señaló
que debido a los adelantos en la medicina ha cambiado radicalmente su
ejercicio, lo cual plantea algunos problemas éticos, tales como
la medicina administrada y la defensiva, así como el encarecimiento
y la sobreadministración de la misma.
Igualmente destacó que los conocimientos y la tecnología
que se utilizan para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades
ha cambiado en positivo la capacidad del médico para ejercer
la medicina; sin embargo, señaló que no son éstos
los únicos cambios: “La medicina, de alguna forma, se ha
vuelto muy compleja y muy costosa, además de que en su organización
y ejercicio, hoy, participan muchos y no sólo el médico,
de manera que para juzgar si la medicina que se ejerce es ética
o no, es necesario que los demás actores que intervienen en el
acto médico tengan también una responsabilidad.”
Al describir los problemas éticos manifestó que existe
diferencia entre los derivados del ejercicio de la medicina de los de
la ética misma de la profesión. Así, explicó
que los problemas actuales del ejercicio médico son comunes en
todas las latitudes, pero hay también algunos muy propios de
México. Actualmente, con los adelantos científicos y tecnológicos
se entiende que la medicina no está en manos de los médicos,
sino de los administradores; por ello, si un proceso es ético
o no se puede considerar con base en si viola o cumple los principios
de la ética de la medicina: beneficio del enfermo, no maleficencia,
justicia y autonomía. En cambio, si el médico comete un
error y el paciente muere, es un problema ético, aunque algunos
estudios señalan que muchos de estos errores no son propiamente
del galeno sino del sistema que organiza la medicina.
Otro aspecto de la problemática del ejercicio se llama “medicina
defensiva” y surge debido al deterioro de la relación médico-paciente,
a la sustitución de la relación basada en la confianza,
al temor del médico a ser cuestionado en sus resultados, y a
los abogados poco escrupulosos que propician las demandas; ello ha dado
motivo para utilizar todos los recursos modernos de diagnóstico
y tratamiento no en beneficio del enfermo sino por evitar las demandas.
Pero éste no es el único problema, otro muy importante
es el encarecimiento de la medicina, que surge cuando no sólo
se utilizan los recursos para resolver padecimientos complejos y graves,
sino también para aquellos menores o no graves; el uso de medicamentos
caros, cuando se podrían usar algunos más sencillos, también
provoca esta situación, así como el uso excesivo de la
tecnología en el diagnóstico y tratamiento.
Con la aparición de la medicina administrada en Estados Unidos
también se plantearon graves problemas éticos; uno de
ellos, dijo el doctor Rivero Serrano, es la repartición de dinero
excedente de los presupuestos anuales que las administradoras entregan
a los médicos contratados por ellas, y que les han ahorrado al
limitar recursos a los pacientes asegurados: “La intromisión
de la medicina administrada en el acto médico vulnera el principio
de autonomía del paciente al escoger a su tratante, además
de que este último sea fiduciario de la compañía
o del enfermo.”
En México, en algunos casos el médico en ejercicio no
es el culpable de estas trasgresiones sino que actúa en el sistema
obligado por la necesidad; a muchos que laboran en instituciones públicas
se les presiona para estudiar un número excesivo de enfermos
en su tarea diaria, y con frecuencia el examen de estos pacientes no
puede ser cuidadoso y reflexivo; además, la poca eficiencia de
los medicamentos genéricos, que con frecuencia adquiere el sector
salud, no ayudan al profesionista a beneficiar al enfermo; por ello,
es la institución que los compra la que comete una falta ética
y no el médico. Y si a esta situación se le suma la sobreadministración
de los servicios, lo cual ha colocado a las instituciones al borde de
la quiebra, dado que todos los recursos se destinan al crecimiento de
la administración, también se puede decir que existe un
problema ético.
Para concluir su participación, el profesor emérito se
refirió al excesivo número de escuelas de medicina, de
las cuales egresan anualmente alrededor de 15 mil médicos, sólo
cuatro mil alcanzan una residencia (complemento de su preparación),
y el resto ejerce sin más recursos que los que les ofrece una
escuela organizada a medias.
En su momento, el doctor Fernando Ortiz Monasterio dijo que por medio
de sus estudios clínicos sobre “Ingeniería tisular
del esqueleto facial” descubrió la capacidad de éste
para regenerarse. Después de conocer las investigaciones de un
científico ruso sobre este tema, comenzó a desarrollar
una técnica para alargar los huesos de los dedos, que congénitamente
tenían una dimensión menor, de esa manera comprendió
que con una corticotomía y la preservación de la capa
esponjosa tenía mejor osteogénesis y mejores resultados
finales.
Para 1983 un científico extranjero publicó su trabajo
experimental sobre distracción mandibular en animales, otro investigador
más hizo el primer reporte de un trabajo clínico y, posteriormente,
en el Hospital General “Manuel Gea González”, junto
con el doctor Fernando Molina, Ortiz Monasterio comenzó a tratar
a un gran número de pacientes con distrofia facial.
De esta manera, el también profesor emérito de la Facultad
de Medicina explicó el procedimiento para alargar huesos y el
seguimiento que ha tenido de sus pacientes, niños, jóvenes
y adultos con dificultades congénitas, quienes presentaban problemas
anatómicos importantes en la cara: les faltaban nariz, oreja,
órbitas; tenían ambas mandíbulas pequeñas
o sólo una afectada. Ellos recibieron el tratamiento y los resultados
fueron excelentes.
Este tipo de pacientes, algunos tratados con técnicas tradicionales
o injertos óseos que no les funcionaban del todo, una vez sometidos
a distracción ósea se beneficiaron en su aspecto facial
y funcional. Esta técnica es gradual y se aplica al hacer un
corte óseo a la mitad de la mandíbula para luego colocar
unos distractores (aparato con tornillos externos); ya colocados, una
vez al día se le da una vuelta, lo que permite alargar el hueso
un milímetro diario. Se trata de un procedimiento que en un promedio
de tres a cuatro meses logra elongar huesos, pero también músculos,
piel, nervios y arterias, lo que permite a los pacientes mejorar su
respiración y alimentarse adecuadamente, entre otros beneficios
para su salud.
Pero a pesar del éxito obtenido en niños y jóvenes,
en los adultos la situación fue diferente: “para evitar
problemas funcionales, aunque no faciales, se alarga la mandíbula
afectada y se amarran los dientes para que el crecimiento sea parejo
y la masticación siga siendo funcional”.
El tratamiento de este tipo de enfermos, muchos de ellos provenientes
del interior de la República, no se limita a ese primer paso,
sino que la dedicación e interés del doctor Ortiz Monasterio
le han llevado a seguir su evolución, cuando es posible personalmente,
y cuando no por medio de internet, lo que también le permite
contar con una secuencia muy grande de pacientes tratados con distracción
de hueso.
Para dar una idea de cómo ha cambiado el ejercicio de la cirugía
craneofacial, este investigador clínico mostró una técnica
para operación del monobloque, la cual se realiza a través
de la fosa cerebral anterior, con la que se corrigen malformaciones
congénitas, técnica que se usaba en 1970, cuando inició
este tipo de estudios; ahora los riesgos se han reducido al mínimo,
han dado lugar a las osteotomías, es decir, sin abrir la cavidad
craneal, lo cual se logra con aparatos de distracción atornillados
al temporal y soportados en la cara, alargan también diariamente,
proceso que dura más, pero benéfico para el paciente,
concluyó.
Antes de finalizar la celebración, el doctor Ruy Pérez
Tamayo hizo una reflexión histórica y filosófica
de la medicina con la ponencia titulada “Los límites de
la medicina”, donde señaló que los objetivos de
ésta, a pesar de la complejidad de la ciencia médica,
se han mantenido constantes a lo largo de su historia.
Asimismo, dijo que estos límites están dados por la naturaleza
de la disciplina, definida en función de sus objetivos. “Los
límites de la medicina comenzaron con la eliminación de
lo sobrenatural, y después con la hazaña de sustituir
a la imaginación y a la autoridad por la experiencia verificada
como criterio de verdad. De modo que el primer límite la hizo
algo humano, y el segundo, científica; por lo tanto, los límites
históricos de la medicina la hacen una ciencia humana.
Para referirse a los límites futuros, explicó que existe
la idea basada en la historia de que el progreso de la medicina nos
llevará poco a poco de manera inevitable a la conquista de todas
de las enfermedades, “convencido de la eliminación de toda
la patología humana en el futuro, el progreso de la medicina
es un hecho incontrovertible en el mundo occidental”; al principio
los médicos aprendieron que la enfermedad no es un castigo divino,
sino un fenómeno natural; después, que no sólo
hay una o unas cuantas sino muchas enfermedades; más tarde, que
algunas de ellas son causadas por agentes biológicos microscópicos,
y otras son hereditarias, y, lentamente, también los médicos
empezaron a usar fármacos efectivos.
Desde hace unos 300 años el progreso de la medicina se aceleró
gracias a ese gran invento conocido como el método experimental,
después llegaron las vacunas, la anestesia, los rayos X; posteriormente
las hormonas, los antibióticos, y ahora la ingeniería
genética; todo ello, nada más, es el principio; con este
caudal de nuevos conocimientos y tantas armas terapéuticas efectivas
los médicos ya han empezado a controlar muchas enfermedades y
a eliminar otras, como la viruela.
De esta manera, continuó el profesor emérito diciendo
que es muy razonable pensar que este progreso continuará su ritmo
más acelerado hasta que el hombre conquiste a todas las enfermedades.
Por ello, los límites de la medicina en el futuro son de dos
tipos: 1) no todas ellas dependen de un agente causal exógeno,
algunas se deben seguramente a la manera como estamos hechos, son parte
del precio que debemos pagar por poseer un grado tan elevado de complejidad,
tanto anatómica como funcional, y 2) ciertas enfermedades cambian
con el tiempo, no sólo las que existen desde siempre pueden modificar
su fisonomía sino que además algunas han surgido y desaparecido
en otras épocas; asimismo, otras nuevas van surgiendo ahora,
esto se debe probablemente en gran parte a que nuestra patología
es un reflejo del ambiente y las condiciones en las que vivimos.
“Debemos concluir que los seres humanos nunca vamos a librarnos
de la enfermedad, aunque debemos estar preparados para que nuestra patología
cambie con el tiempo, las condiciones y los estilos de vida; en vista
de esto, los límites de la medicina del futuro, cualesquiera
que sean los avances de nuestra ciencia, no cambiarán, porque
deben seguir los mismos objetivos de la medicina: preservar la salud,
aliviar o curar y evitar las muertes prematura e innecesarias.”
Para clausurar la ceremonia el doctor José Narro Robles agradeció
a los expositores por su enseñanza, por las reflexiones, por
la generosidad de compartir viejos y nuevos conceptos, por sembrar inquietud
y por mantenernos en la búsqueda y el compromiso de la Facultad
de Medicina, que hoy, como hace 425 años, es con los que más
necesitan; es decir, es un compromiso con la sociedad mexicana, con
los pacientes, con la salud, con los principios fundamentales de la
práctica médica, “principios que se seguirán
impartiendo en nuestra Facultad”, dijo.
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