Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
25 de enero 2004


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Celebra la FM 425 años de la lección inaugural
de la primera cátedra de medicina en México

A fin de conmemorar 425 años del inicio en México de la lección inaugural de la primera cátedra de medicina impartida en la Real y Pontificia Universidad de México por el doctor Juan de la Fuente el 7 de enero de 1579, las autoridades de la FM rememoraron este importante suceso histórico con una sesión solemne que congregó a los doctores José Narro Robles, director de la Facultad de Medicina; Carlos Viesca Treviño, jefe del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina; Antonio Carreras Panchón, director del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca, así como a los profesores eméritos Octavio Rivero Serrano, Fernando Ortiz Monasterio y Ruy Pérez Tamayo.
En su mensaje inaugural, el doctor Narro Robles afirmó que este hecho histórico significa un proceso en que los profesionales de la salud, del campo biomédico, del sociomédico, de la salud pública y de la administración de los servicios de salud deben sentirse orgullosos, en particular en el caso de la FM y de la Universidad Nacional, “… porque somos legítimos herederos depositarios de esta gran tradición que empezó a forjarse un día como hoy, hace 425 años, cuando el doctor Juan de la Fuente y un grupo de jóvenes interesados en la medicina, interesados en la grandiosa aventura de aprender, de enseñar y a través de la enseñanza fincar una gran tradición en nuestro país.”


De izq. a der., los doctores Antonio Carreras, Carlos Viesca, José Narro, Octavio Rivero y Ruy Pérez Tamayo

Ante autoridades de esta Facultad, el doctor Narro Robles expresó que después de cuatro siglos y un cuarto se les rinde homenaje a los médicos destacados que hicieron aportaciones al conocimiento, que forjaron instituciones, que contribuyeron al desarrollo de las políticas públicas en materia de salud en México, pero también a aquellos modestos, pero trascendentes, médicos que en las comunidades más apartadas, con su trabajo diario, con su trabajo sistemático, hicieron posible la aplicación de programas de salud, de acciones de atención médica para nuestra sociedad.
En su oportunidad, el doctor Carreras Panchón, en su conferencia titulada “Las cátedras de medicina en Salamanca a fines del siglo XVI”, abordó la temática de qué fue y cómo se constituyó la enseñanza de la medicina en Salamanca, la más importante de las universidades del reino de Castilla, la cual fue determinante en la creación de las universidades americanas puesto que constituyó en buena medida el modelo organizativo de las mismas.
El director del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca explicó que en esta Universidad se consiguió la consolidación de los estudios médicos a finales del siglo XV, que estaban reforzados por algunas cátedras secundarias como era la de astrología. “Lo que se imparte en las aulas gira en torno a la recuperación de los textos clásicos, el llamado galenismo domina la enseñanza aproximadamente hasta 1550, pero un Galeno digerido, convertido, asimilado a través del Canon Medicinae de Avicena”, explicó.
Indicó que en 1552 el veneciano Cosme de Medina, quien era discípulo de Pedro Jimeno y Collado, introdujo la impartición de la anatomía en la Universidad de Salamanca con la condición de hacer 12 anatomías al año, para eso se creó un anfiteatro anatómico y se contaba con ajusticiados o muertos en el hospital como elementos sobre los que se podían hacer las disecciones. En las clases de anatomía estaban el mostrador, el disector y el catedraticus, el primero apuntaba, el segundo cortaba y tocaba, y el tercero leía el texto. La anatomía que se daba era puramente libresca, fundada esencialmente en Canon Medicinae, que tiene una parte de anatomía descriptiva, con sus limitaciones.
Los estudios previos de romanidad y latinidad eran condición para asistir a “oír facultad”, que era acudir a la facultad donde se impartía finalmente el título de cánones, de derecho, de teología o de medicina. El bachilleramiento en artes era indispensable para acceder a los estudios de medicina y comprendía tres años. El estudiante solía estar de tres a cuatro años en las aulas, oyendo facultad, prima y vísperas cursatorias, y luego había un seguimiento a través de los bedeles. Para otorgarle el título de bachiller, el aspirante entonces proponía y sustentaba una serie de conclusiones sobre el libro Hipócrates y Galeno, en ocasiones el Canon de Avicena, que se abría al azar, se elegía en unos puntos y sobre ésos se debatía con otros rectores. Tras la prueba venía la votación del tribunal (compuesto por cinco o siete personas).
Finalmente Carreras Panchón explicó que el grado de licenciado exigía haber tenido el de bachiller y además de ese grado, el ejercicio de cuatro meses con un profesional o haber cursado cuatro años de lectura. En cambio, la defensa del doctorado era esencialmente un acto ritual, defendía el doctor su tesis ante el médico más nuevo. Una vez obtenido el grado, el doctorando tenía que repartir guantes y bonetes entre los doctores, dar una comida copiosa y hasta una corrida de toros.
Por su parte, Carlos Viesca, al hablar de la Cátedra Prima de Medicina de la Real y Pontificia Universidad de México, señaló que la primera mención formal que se hizo de una cátedra de medicina viene desde 1553, y que no fue sino hasta el 9 de septiembre de 1575 cuando el rector de la Universidad de México, quien era entonces Bernal Valdés de Cárcamo, propuso en el claustro universitario que era conveniente que se hiciera una cátedra de medicina porque acababa de pasar una epidemia terrible que se llamó de huei-cocolixtle, “la gran enfermedad”, que mató a 800 mil personas en los alrededores de la ciudad de México entre agosto de 1576 y febrero de 1577. Esta epidemia corrió por toda Nueva España hasta 1583. “Esto hizo pensar que se necesitaban médicos”, afirmó.
Aclaró que después de la epidemia de 1576 se empezó a plantear la necesidad urgente de una cátedra de medicina. El rector de la Universidad escribió una carta al rey y el 13 de mayo de 1578 la Real Audiencia dio las razones para la creación de la cátedra: para aumentar las escuelas de la Real Universidad, y para tener y formar médicos mexicanos de alto nivel académico. Asimismo, el rey envió al rector 150 pesos de oro de minas para que se le pagara al catedrático. Al día siguiente el rector sacó un edicto en latín, que se distribuyó por toda la ciudad, donde “se alaba en forma universal y singular la creación y el establecimiento de una cátedra de medicina y se avisa a todos los que se quisieran oponer y da los requisitos”.
Viesca Treviño indicó que el 14 de junio 1578 se cerró el tiempo para la oposición, pero para entonces sólo hubo una persona que se presentó a oponerse, y fue Juan de la Fuente, nacido en Mallorca, España, aproximadamente en 1530. Era un médico con experiencia, en ese tiempo se doctoraban los que tenían dinero, a los 22 o 23 años de edad. De la Fuente había estudiado en la Universidad de Sigüenza y después se fue a trabajar a Sevilla, donde obtuvo su doctorado. Llegó la Nueva España por ahí de 1557. Tuvo aquí una carrera muy vasta, de entrada, era médico del Hospital de Jesús y del Hospital Real de Naturales, es decir, atendía a españoles y a indios, así como médico de los virreyes. Durante ese tiempo fue ocho veces protomédico de la ciudad de México, el cargo era el equivalente al secretario de Salud, era nombrado anualmente por el cabildo y visitaba boticas.
Finalmente el doctor Viesca indicó que la cátedra fue provisional en 1578, y se convirtió en cátedra definitiva en 1582, cuatro años después. Juan de la Fuente presentó una segunda oposición, los documentos en que planteó esa segunda oposición refieren que leyó su primera cátedra el 7 de enero de 1579.
En esta conmemoración de los 425 años del establecimiento de la primera cátedra de medicina en México, tres profesores eméritos de la Facultad de Medicina dictaron conferencias sobre temas actuales, como la ética, la ingeniería tisular y los límites de la medicina. En lo que se refiere a “Ética y bioética”, el doctor Octavio Rivero Serrano señaló que debido a los adelantos en la medicina ha cambiado radicalmente su ejercicio, lo cual plantea algunos problemas éticos, tales como la medicina administrada y la defensiva, así como el encarecimiento y la sobreadministración de la misma.
Igualmente destacó que los conocimientos y la tecnología que se utilizan para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades ha cambiado en positivo la capacidad del médico para ejercer la medicina; sin embargo, señaló que no son éstos los únicos cambios: “La medicina, de alguna forma, se ha vuelto muy compleja y muy costosa, además de que en su organización y ejercicio, hoy, participan muchos y no sólo el médico, de manera que para juzgar si la medicina que se ejerce es ética o no, es necesario que los demás actores que intervienen en el acto médico tengan también una responsabilidad.”
Al describir los problemas éticos manifestó que existe diferencia entre los derivados del ejercicio de la medicina de los de la ética misma de la profesión. Así, explicó que los problemas actuales del ejercicio médico son comunes en todas las latitudes, pero hay también algunos muy propios de México. Actualmente, con los adelantos científicos y tecnológicos se entiende que la medicina no está en manos de los médicos, sino de los administradores; por ello, si un proceso es ético o no se puede considerar con base en si viola o cumple los principios de la ética de la medicina: beneficio del enfermo, no maleficencia, justicia y autonomía. En cambio, si el médico comete un error y el paciente muere, es un problema ético, aunque algunos estudios señalan que muchos de estos errores no son propiamente del galeno sino del sistema que organiza la medicina.
Otro aspecto de la problemática del ejercicio se llama “medicina defensiva” y surge debido al deterioro de la relación médico-paciente, a la sustitución de la relación basada en la confianza, al temor del médico a ser cuestionado en sus resultados, y a los abogados poco escrupulosos que propician las demandas; ello ha dado motivo para utilizar todos los recursos modernos de diagnóstico y tratamiento no en beneficio del enfermo sino por evitar las demandas.
Pero éste no es el único problema, otro muy importante es el encarecimiento de la medicina, que surge cuando no sólo se utilizan los recursos para resolver padecimientos complejos y graves, sino también para aquellos menores o no graves; el uso de medicamentos caros, cuando se podrían usar algunos más sencillos, también provoca esta situación, así como el uso excesivo de la tecnología en el diagnóstico y tratamiento.
Con la aparición de la medicina administrada en Estados Unidos también se plantearon graves problemas éticos; uno de ellos, dijo el doctor Rivero Serrano, es la repartición de dinero excedente de los presupuestos anuales que las administradoras entregan a los médicos contratados por ellas, y que les han ahorrado al limitar recursos a los pacientes asegurados: “La intromisión de la medicina administrada en el acto médico vulnera el principio de autonomía del paciente al escoger a su tratante, además de que este último sea fiduciario de la compañía o del enfermo.”
En México, en algunos casos el médico en ejercicio no es el culpable de estas trasgresiones sino que actúa en el sistema obligado por la necesidad; a muchos que laboran en instituciones públicas se les presiona para estudiar un número excesivo de enfermos en su tarea diaria, y con frecuencia el examen de estos pacientes no puede ser cuidadoso y reflexivo; además, la poca eficiencia de los medicamentos genéricos, que con frecuencia adquiere el sector salud, no ayudan al profesionista a beneficiar al enfermo; por ello, es la institución que los compra la que comete una falta ética y no el médico. Y si a esta situación se le suma la sobreadministración de los servicios, lo cual ha colocado a las instituciones al borde de la quiebra, dado que todos los recursos se destinan al crecimiento de la administración, también se puede decir que existe un problema ético.
Para concluir su participación, el profesor emérito se refirió al excesivo número de escuelas de medicina, de las cuales egresan anualmente alrededor de 15 mil médicos, sólo cuatro mil alcanzan una residencia (complemento de su preparación), y el resto ejerce sin más recursos que los que les ofrece una escuela organizada a medias.
En su momento, el doctor Fernando Ortiz Monasterio dijo que por medio de sus estudios clínicos sobre “Ingeniería tisular del esqueleto facial” descubrió la capacidad de éste para regenerarse. Después de conocer las investigaciones de un científico ruso sobre este tema, comenzó a desarrollar una técnica para alargar los huesos de los dedos, que congénitamente tenían una dimensión menor, de esa manera comprendió que con una corticotomía y la preservación de la capa esponjosa tenía mejor osteogénesis y mejores resultados finales.
Para 1983 un científico extranjero publicó su trabajo experimental sobre distracción mandibular en animales, otro investigador más hizo el primer reporte de un trabajo clínico y, posteriormente, en el Hospital General “Manuel Gea González”, junto con el doctor Fernando Molina, Ortiz Monasterio comenzó a tratar a un gran número de pacientes con distrofia facial.
De esta manera, el también profesor emérito de la Facultad de Medicina explicó el procedimiento para alargar huesos y el seguimiento que ha tenido de sus pacientes, niños, jóvenes y adultos con dificultades congénitas, quienes presentaban problemas anatómicos importantes en la cara: les faltaban nariz, oreja, órbitas; tenían ambas mandíbulas pequeñas o sólo una afectada. Ellos recibieron el tratamiento y los resultados fueron excelentes.
Este tipo de pacientes, algunos tratados con técnicas tradicionales o injertos óseos que no les funcionaban del todo, una vez sometidos a distracción ósea se beneficiaron en su aspecto facial y funcional. Esta técnica es gradual y se aplica al hacer un corte óseo a la mitad de la mandíbula para luego colocar unos distractores (aparato con tornillos externos); ya colocados, una vez al día se le da una vuelta, lo que permite alargar el hueso un milímetro diario. Se trata de un procedimiento que en un promedio de tres a cuatro meses logra elongar huesos, pero también músculos, piel, nervios y arterias, lo que permite a los pacientes mejorar su respiración y alimentarse adecuadamente, entre otros beneficios para su salud.
Pero a pesar del éxito obtenido en niños y jóvenes, en los adultos la situación fue diferente: “para evitar problemas funcionales, aunque no faciales, se alarga la mandíbula afectada y se amarran los dientes para que el crecimiento sea parejo y la masticación siga siendo funcional”.
El tratamiento de este tipo de enfermos, muchos de ellos provenientes del interior de la República, no se limita a ese primer paso, sino que la dedicación e interés del doctor Ortiz Monasterio le han llevado a seguir su evolución, cuando es posible personalmente, y cuando no por medio de internet, lo que también le permite contar con una secuencia muy grande de pacientes tratados con distracción de hueso.
Para dar una idea de cómo ha cambiado el ejercicio de la cirugía craneofacial, este investigador clínico mostró una técnica para operación del monobloque, la cual se realiza a través de la fosa cerebral anterior, con la que se corrigen malformaciones congénitas, técnica que se usaba en 1970, cuando inició este tipo de estudios; ahora los riesgos se han reducido al mínimo, han dado lugar a las osteotomías, es decir, sin abrir la cavidad craneal, lo cual se logra con aparatos de distracción atornillados al temporal y soportados en la cara, alargan también diariamente, proceso que dura más, pero benéfico para el paciente, concluyó.
Antes de finalizar la celebración, el doctor Ruy Pérez Tamayo hizo una reflexión histórica y filosófica de la medicina con la ponencia titulada “Los límites de la medicina”, donde señaló que los objetivos de ésta, a pesar de la complejidad de la ciencia médica, se han mantenido constantes a lo largo de su historia.
Asimismo, dijo que estos límites están dados por la naturaleza de la disciplina, definida en función de sus objetivos. “Los límites de la medicina comenzaron con la eliminación de lo sobrenatural, y después con la hazaña de sustituir a la imaginación y a la autoridad por la experiencia verificada como criterio de verdad. De modo que el primer límite la hizo algo humano, y el segundo, científica; por lo tanto, los límites históricos de la medicina la hacen una ciencia humana.
Para referirse a los límites futuros, explicó que existe la idea basada en la historia de que el progreso de la medicina nos llevará poco a poco de manera inevitable a la conquista de todas de las enfermedades, “convencido de la eliminación de toda la patología humana en el futuro, el progreso de la medicina es un hecho incontrovertible en el mundo occidental”; al principio los médicos aprendieron que la enfermedad no es un castigo divino, sino un fenómeno natural; después, que no sólo hay una o unas cuantas sino muchas enfermedades; más tarde, que algunas de ellas son causadas por agentes biológicos microscópicos, y otras son hereditarias, y, lentamente, también los médicos empezaron a usar fármacos efectivos.
Desde hace unos 300 años el progreso de la medicina se aceleró gracias a ese gran invento conocido como el método experimental, después llegaron las vacunas, la anestesia, los rayos X; posteriormente las hormonas, los antibióticos, y ahora la ingeniería genética; todo ello, nada más, es el principio; con este caudal de nuevos conocimientos y tantas armas terapéuticas efectivas los médicos ya han empezado a controlar muchas enfermedades y a eliminar otras, como la viruela.
De esta manera, continuó el profesor emérito diciendo que es muy razonable pensar que este progreso continuará su ritmo más acelerado hasta que el hombre conquiste a todas las enfermedades. Por ello, los límites de la medicina en el futuro son de dos tipos: 1) no todas ellas dependen de un agente causal exógeno, algunas se deben seguramente a la manera como estamos hechos, son parte del precio que debemos pagar por poseer un grado tan elevado de complejidad, tanto anatómica como funcional, y 2) ciertas enfermedades cambian con el tiempo, no sólo las que existen desde siempre pueden modificar su fisonomía sino que además algunas han surgido y desaparecido en otras épocas; asimismo, otras nuevas van surgiendo ahora, esto se debe probablemente en gran parte a que nuestra patología es un reflejo del ambiente y las condiciones en las que vivimos.
“Debemos concluir que los seres humanos nunca vamos a librarnos de la enfermedad, aunque debemos estar preparados para que nuestra patología cambie con el tiempo, las condiciones y los estilos de vida; en vista de esto, los límites de la medicina del futuro, cualesquiera que sean los avances de nuestra ciencia, no cambiarán, porque deben seguir los mismos objetivos de la medicina: preservar la salud, aliviar o curar y evitar las muertes prematura e innecesarias.”
Para clausurar la ceremonia el doctor José Narro Robles agradeció a los expositores por su enseñanza, por las reflexiones, por la generosidad de compartir viejos y nuevos conceptos, por sembrar inquietud y por mantenernos en la búsqueda y el compromiso de la Facultad de Medicina, que hoy, como hace 425 años, es con los que más necesitan; es decir, es un compromiso con la sociedad mexicana, con los pacientes, con la salud, con los principios fundamentales de la práctica médica, “principios que se seguirán impartiendo en nuestra Facultad”, dijo.

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