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GENERACIÓN 1951-1956 Quincuagésimo aniversario de su egreso del Palacio de Medicina
“Hace cincuenta años —tú, como yo— y muchos compañeros más egresamos de nuestra Escuela de Medicina, con nuestro maletín lleno de ilusiones y buenos propósitos”, fueron las palabras de invitación por parte de la presidenta del Comité organizador, doctora Raquel Ocharán Rentería, para que los miembros de la Generación 1951-1956 de médicos cirujanos asistieran a los festejos del cincuentenario del egreso de la Facultad de Medicina, en la que fuera su escuela: el Palacio de Medicina. El pasado 28 de octubre la Generación celebró la memorable ocasión en presencia de más de cien miembros de la misma y en compañía del doctor José Narro Robles, director de la —hoy—FM, quien develó una placa conmemorativa. Las actividades se llevaron acabo en el atrio del Templo de Santo Domingo —donde presenciaron asimismo un acto religioso— y en el Palacio de la Santa Inquisición, donde fue develada una placa. Los distinguidos galenos fueron recibidos por la doctora Ocharán.
Durante la ceremonia, el doctor Narro Robles expresó la satisfacción de acompañar a tan distinguidos universitarios, afortunados de ser formados como médicos, a lo que agregó que la Facultad ostenta el orgullo de ser parte de la Universidad Nacional Autónoma de México, una gran institución de la sociedad mexicana. Agregó que la FM ha tenido antes y ahora alumnos distinguidos y profesores extraordinarios, de los cuales muchos miembros de esta generación también forman parte. En cincuenta años —continuó— han actuado apoyados en valores y principios y los invitó a que los sigan defendiendo. También agradeció la invitación y los citó en el mismo lugar para dentro de cincuenta años. Al tomar la palabra el doctor Humberto Gasca, miembro de dicha generación y cronista de la FM, recordó su ingreso a la Escuela Nacional de Medicina que, dijo, coincidió con el cuarto centenario del decreto de la fundación de la Real —luego Pontificia— Universidad de México. Mencionó que entraron a este histórico edificio con corbata de moño y carrete y presenciaron un concierto en el patio, bajo la dirección del maestro Celibidache, en lugar de las novatadas en boga. “También en 1951 el H. Consejo Técnico conoció la propuesta, que fue aprobada, para que la Escuela se convirtiera en Facultad, lo que ocurrió años después. Otro acontecimiento trascendente fue que luego de múltiples consideraciones para que la Escuela cambiara de sitio, como la de estar junto al Centro Médico y cerca del Hospital General —en la Calzada de la Piedad, ahora Avenida Cuauhtémoc—, y en el año de nuestro primer ingreso se tomó la decisión de construir el edificio en Ciudad Universitaria.” Aseveró que estos acontecimientos, de los cuales fueron actores, los llenan de orgullo y satisfacción porque la fortuna los incorpora a los anales históricos de la Facultad de Medicina. Durante la carrera experimentaron verdaderas transformaciones como producto del avance del conocimiento, la metodología en la enseñanza-aprendizaje y por el quehacer visionario de sus mentores. Recordó que vivieron el establecimiento de los cursos piloto, del Internado Rotatorio de Pregrado y la aceptación del servicio social en dependencias distintas a la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia, la creación de departamentos, la formalización de una estructura para el fomento de la investigación, y participaron en las calles en apoyo a sus compañeros pasantes. Al hacer una breve cronología del último año (1956), recordó que el 2 de marzo el presidente de la República inauguró los cursos de la Universidad en el auditorio del Palacio de Medicina. El 17 de marzo la Escuela de Medicina —des-pués de 102 años de ocupar este recinto— fue trasladada a las nuevas instalaciones de Ciudad Universitaria, a lo que agregó: “Puesto que fuimos la última generación que se inscribió del primero al último año de la carrera en éste, Ex Palacio de la Inquisición, no puedo dejar de mencionar algo de lo que aquí vivimos hace 50 años.” Señaló que el entonces director de la Escuela dijo que se harían votos por mantener viva la flama que legaron sus antepasados —y al pie de la letra—: “... no abandonaremos este edificio, seguirá siendo nuestro... te veneraremos siempre como el primer día que vinimos a estudiar.” En representación del presidente de la República, el secretario de Salubridad y Asistencia puso en las manos del decano de los profesores la enseña patria, los estandartes de la Escuela, e hizo entrega del fuego simbólico al profesor más joven, quien a su vez lo hizo al presidente de la Generación, Carlos Porras: “Por esta antorcha, legada de nuestros mayores, debéis trabajar... para llegar al triunfo, trabajar para honra de nuestra Escuela, para honra de la Universidad y para gloria de la Patria.” La Banda de Artillería de la Secretaría de la Defensa amenizó el acto, se escucharon la Marcha y el Himno de la Escuela Nacional de Medicina, y recordó que entre los autores estaba el doctor Juan José Pinto, miembro de su generación.
Afirmó que quienes tuvieron la fortuna de presenciar y ser testigos de este suceso histórico, se sienten embargados por la emoción. Cronológicamente recordó aquel momento del cierre de la puerta de la Escuela de Medicina, casi minuto a minuto: “A las 13:10 horas las puertas empezaron a cerrarse... se interpretaron Las Golondrinas... los pañuelos se agitaron en actitud de despedida, los rostros entristecidos enmudecieron para no pronunciar el doloroso adiós. A las 13:15 horas las puertas se cerraron y terminaron Las Golondrinas. Una porra a Medicina y un toque de clarín anunció que había terminado una época... “La bandera fue conducida por las calles, escoltada por cadetes de la Escuela Médico Militar; un grupo de atletas llevó el fuego simbólico hasta el auditorio de la nueva construcción y fue entregado a un alumno de primer año. Entonces, el presidente de la Sociedad de Alumnos, Héctor Fernández Varela —miembro de esta Generación— dio la bienvenida a los alumnos de nuevo ingreso.” Al recordar algunas palabras expresadas por el doctor Fournier, dijo: “La aurora comienza, alumnos de primer año... han caminado en plena luz; desde el sol vertical que caía en Santo Domingo, hasta este crepúsculo ligado con la aurora, las actuales reformas, el nuevo sistema pedagógico tienden a establecer un mayor acercamiento entre el profesor y el alumno... no permitiré que la Escuela quede anquilosada... el que esté aquí debe aprender a ser hombre y a ser médico...” Entonces, la Marcha y el Himno de la Escuela fueron cantados por primera vez en Ciudad Universitaria. Asimismo, revivió el día de su graduación; mencionó que disfrutaron en el té danzante del Club Italiano; asistieron a la Basílica de Guadalupe, a una novillada en el Rancho del Charro, a una ceremonia solemne en el auditorio —ahora llamado Raoul Fournier Villada— y por la noche a un baile de gala en el Country Club. Durante aquella ceremonia también participó el doctor Gasca con un breve mensaje, donde les dijo que al fin sus sueños infantiles de ser médicos se habían cumplido, que al terminar la carrera tenían que enfrentar abiertamente los problemas y recordó los momentos que vivieron en su querida Escuela de Santo Domingo. “Escuela de Medicina de Santo Domingo: Tus muros vieron florecer nuestras ilusiones, quizá la primera, pero también quizá las vieron desvanecerse. Cuántos no os acercasteis, compañeros, a sus pilares que sostienen hermosa arquería, para contarles muy quedo tus congojas y rodó por tu mejilla una lágrima, en holocausto... a tu futura profesión. “Más de cien generaciones han pasado por tus aulas, querida Escuela, y la nuestra te ha despedido; nos tocó a nosotros entregar tus lábaros a las generaciones que nos siguen y que los depositaron en este nuevo y moderno local; cerramos tus puertas... agitamos albos pañuelos cuando vibraban en nuestros oídos las tristes notas de Las Golondrinas. Sin embargo, sois la misma, os habéis renovado, y en este luminoso día no pensamos más que en Escuela Nacional de Medicina, en el histórico y arcaico edificio de Santo Domingo, en los hospitales de Enseñanza o en esta flamante obra de la arquitectura moderna, y al pensar en nuestra Escuela, están allí todos y cada uno de nuestros maestros...” Previamente a la conclusión, pidió recordar a los compañeros ausentes: “Algunos en virtud de que sus condiciones no les permiten estar aquí; otros porque ya no están con nosotros, se nos han adelantado; pero desde donde estén, no cabe duda, su sentimiento es solidario y el de nosotros con mayor razón.” Antes de finalizar los festejos la Generación se dirigió a develar una placa conmemorativa, que descubrió el doctor Narro. |
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