Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 diciembre 2005
Facultad de Medicina UNAM

Simposio Internacional de Bioética

 La clonación, el trabajo con las células troncales y sus implicaciones éticas y políticas

  • Muchas enfermedades podrían ser tratadas con el uso de las células troncales y la clonación: Ricardo Tapia Ibargüengoitia
  • El estatus ontológico y moral del embrión: Paulina Rivero Weber
La filósofa Paulina Rivero Weber

Dentro de los trabajos presentados en el Simposio Internacional de Bioética celebrado del 9 al 11 de noviembre destacaron las ponencias presentadas por los doctores Ricardo Tapia Ibargüengoitia y Paulina Rivero Weber, quienes hablaron sobre la clonación y células troncales, y las implicaciones éticas y políticas del lenguaje de la bioética, respectivamente.

En el auditorio “Doctor Fernando Ocaranza”, dentro del tema “Dilemas contemporáneos de bioética”, el doctor Tapia, investigador del Instituto de Fisiología Celular y miembro del Colegio de Bioética, afirmó que las células troncales embrionarias y la clonación podrán, en un futuro, tratar enfermedades que por el momento no tienen ninguna solución o tratamiento posible debido a que, entre otras cosas, no se conocen las causas y los mecanismos por los que ocurren.

Al inicio de su ponencia presentó la metodología para la clonación reproductiva que busca generar un nuevo organismo no por reproducción sexual sino por clonación. “En cuanto a humanos —dijo— en febrero de 2004 se publicó la primera clonación que realmente llegó a la etapa de blastocisto a partir de células adultas; sin embargo, no se hizo con fines reproductivos, sino con fines de investigación y terapéuticos.”

El médico cirujano egresado de la Facultad de Medicina de la UNAM, con doctorado en bioquímica de la misma institución, señaló que algunas de las enfermedades que se podrán tratar por medio de células troncales provienen del sistema nervioso central y son las llamadas neurodegenerativas, como el mal de Parkinson, la de Alzheimer, la de Huntington, esclerosis múltiple, epilepsia, diabetes, cirrosis, etcétera, padecimientos devastadores que afectan, por medio del sistema nervioso central, las condiciones más propias de la mente humana.

Agregó que con el estudio de estás células se pretende sustituir a las dañadas y establecer la posibilidad de que los propios tejidos generen nuevas para recuperar la función perdida por la enfermedad.

El investigador emérito por la UNAM y Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002, explicó que en el caso de enfermedades como la diabetes, donde se destruyen específicamente las células beta de los islotes pancreáticos, es probable que se sustituya el uso de la insulina por células que restituyan la función del páncreas.

Precisó que las células troncales embrionarias que están en el blastocisto son totipotenciales, porque dan lugar a todas las diferencias tipocelulares y a los tejidos que lo constituyen, y los blastocitos humanos para investigación con células troncales se pueden obtener de dos maneras: los óvulos fecundados (cigotos) sobrantes de la fertilización in vitro y por clonación. A este tipo de clonación, puntualizó, se le llama terapéutica. El otro tipo de clonación es la reproductiva, cuyo objetivo es la generación de un organismo completo.

Frente a un auditorio lleno, explicó que la clonación reproductiva es universalmente rechazada por los riesgos que conlleva; sin embargo, es apoyada por las academias de ciencia en casi 70 naciones. “Se requiere que todos los países permitan la investigación con células troncales embrionarias debido a su enorme potencialidad, no sólo para el conocimiento mismo de la esencia biológica del hombre, sino también para la posible curación de enfermedades”, apuntó.

Hay muchos argumentos en contra de la clonación terapéutica y del uso de los cigotos obtenidos por fertilización in vitro sobrantes o por clonación. Las dos principales razones son: 1) no se debe hacer este tipo de investigación porque el blastocisto se destruye al extraer las células troncales y, si es una persona, entonces se comete un asesinato, y 2) el blastocisto o el óvulo fecundado son personas. Este último argumento, manifestó, se basa en dos aspectos: uno en las creencias religiosas y el otro, en que el cigoto del blastocisto contiene el genoma humano completo y, por lo tanto, es un ser humano en potencia. A lo que el científico afirmó: “Biológica y científicamente es imposible considerar al blastocisto, porque ninguna célula o conjunto de células del adulto, que también tiene material genético potencialmente capaz de dar origen a un organismo completo, es una persona, y no hay posibilidades de que el blastocisto se desarrolle para constituir un organismo completo si no se implanta en el útero y recibe toda la aportación de nutritiva y hormonal de la mujer.”

Diferenció a las células troncales de origen embrionario que son totipotenciales y pueden generar todos los tipos celulares, de las células troncales de origen adulto o las que están en el cordón umbilical, que tienen limitada capacidad de diferenciarse en otros tejidos, y mostró algunos de los artículos publicados en diversas revistas internacionales sobre investigaciones que hablan de los avances en el campo de la clonación.

Para finalizar, sentenció que “prohibir este tipo de investigación constituye una falta de ética, pues se estaría bloqueando la generación del conocimiento para permitir el desarrollo de procedimientos terapéuticos para enfermedades incurables”.

En torno al estatus ontológico y moral del embrión: Paulina Rivero Weber
Para completar el tema de células embrionarias dentro de los dilemas contemporáneos de bioética, la doctora en filosofía (Medalla Antonio Caso) por la UNAM, Paulina Weber, presentó la ponencia “Implicaciones éticas y políticas del lenguaje en la bioética”. Habló en torno al estatus ontológico y moral del embrión y señaló que las células troncales, al ser pluripotenciales (totipotenciales), ofrecen muchas posibilidades terapéuticas, ya que su experimentación podría brindar curas para diversos tipos de cáncer, enfermedad de Parkinson, mal de Alzheimer y algunos tipos de diabetes.

Avances que, dijo, “se han visto obstaculizados por la polémica ética que se ha generado a su alrededor”, lo que “reclama el esclarecimiento del estatus ontológico y moral del embrión”, afirmó.

Para ello, es necesario conocer con claridad a qué se refiere la palabra embrión y tener razones para decir qué se debe hacer y qué no con él, ya que ante la posibilidad de experimentar con embriones humanos, la sociedad se ha involucrado en una polémica.

Señaló que para algunos un embrión debe tener los mismos derechos que un ser humano, pero para ello, la polémica tiene implicaciones políticas.

Al iniciar el análisis, la también autora de varios libros señaló que lo más importante es comenzar con la definición de embrión. De esta forma, realizó un análisis histórico de los cambios que ha tenido su significado a través del tiempo; señaló que en la Grecia antigua, eµß???? (embrión) era designada tanto a un joven como a un feto, y su significado era relativo a retoño humano; en la India, afirmó, un embrión era considerado simplemente “el producto de la combinación entre el semen y la sangre”.

Con desánimo señaló que hoy en día todavía no es posible tener la definición de embrión, situación que implica graves problemas porque del lenguaje depende la legislación sobre la experimentación con embriones.

La experta observó que el problema en su definición son las demasiadas facetas del desarrollo del ser humano y consideró “que las dos primeras etapas del embrión (cigoto y blastocisto) remiten a un ente que no es, en definitiva, un ser humano en potencia, mientras que la gástrula es otro tipo de entidad”.

Lo importante, puntualizó, es saber si en los cuatro distintos momentos en la vida de un embrión (cigoto, mórula, blastocisto y gástrula) tiene en sí mismo el poder necesario para pasar a otro estado. En efecto, la gástrula tiene el “poder de desarrollarse en tal, pues al pasar a formar parte del tejido uterino de la madre, se injerta en él y adquiere de él tal potencia”, y “en los tres momentos anteriores (cigoto, mórula y blastocisto) el embrión no tiene en sí mismo el poder de pasar a otro estado; no puede convertirse en un ser humano: se requiere de la implantación en el útero materno para adquirir dicha posibilidad”.

Con lo anterior, la académica universitaria de la Facultad de Filosofía y Letras aseguró que el término embrión abarca distintos momentos, “dice demasiado y por lo mismo termina por no decir nada con claridad”, porque junto con el avance del conocimiento científico, el término se ha ido limitando más y más; así, en la actualidad se usa el término para hablar por igual de cigoto o blastocisto.

Propuso que más que hablar de embrión, es necesario hablar de cigoto, mórula, blastocisto o gástrula, y lamentó que en la actualidad existan revistas como Science que anuncien paquetes de células troncales a la venta que provienen de cordón umbilical, situación que deja ver el peligro “de tratar como objeto de compra-venta entidades que deberían ser objeto de cuidado y respeto”.

Explicó que la polémica ha alcanzado a la población en general, debido a las creencias religiosas y a lo antinatural del método: “A todos los seres humanos nos asusta interceder en la vida para su creación o para su manipulación, porque en el fondo tenemos la impresión de que todo lo ‘natural’ es bueno, lo cual es absurdo, porque lo natural no es ni bueno ni malo, simplemente es, y nuestra vida está rodeada de soluciones antinaturales que nos parecen maravillosas.”

Ante un público variado, compuesto en su mayoría por médicos, puntualizó que se cree que la creación de vida humana llevada a cabo por un ser humano tiene que dar como resultado algo monstruoso, “pero la realidad es que la vida humana es bastante perfectible: la enfermedad y el dolor pueden ser menos gracias al avance científico y tecnológico”.

Asimismo, señaló que estos avances “... han ido de la mano de una especie de intervencionismo del ser humano para con el planeta”, con resultados mortales para el ambiente y la vida de cientos de especies animales, por lo que es necesario, “más que huir de la ciencia y la técnica, meditar sobre el lugar del ser humano en el mundo tecnificado y su forma de ejercer el saber científico y su aplicación tecnológica. Todo avance científico es ciego sin la guía de la reflexión humanística y filosófica, y corre el riesgo de perderse en un ejercicio sin sentido”, finalizó.