Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
10 de abril 1999


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Deceso de un poeta: Jaime Sabines
Deber Universitario



Los Amorosos
Jaime Sabines

Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, Los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos

Los amorosos son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no pueden dormir porque si duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas temblorosas, hambrientos, a cazar fantasmas.

Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida y se van llorando, llorandola hermosa vida.

 

Morir es retirarse, hacer a un lado,/ ocultarse un momento, estarse quieto, pasar el aire de una orilla a nado y estar en todas partes en secreto. Apagarse es morir, lento y aprisa, tomar la eternídad como a destajo/ y repartir el alma en la ceniza, palabras con las que el poeta Jaime Sabines nos alienta a comprender una horfandad espiritual y consolarnos para, algún día, entender su ausencia.

Jaime Sabines dejó de existir físicamente el pasado 19 de marzo, aunque no totalmente ausente porque persiste en la memoria de sus lectores, en voz alta y en secreto, a través de cada uno de sus poemarios.

Con el peso y contrapeso de los años, su poesía conservará intacta su vitalidad y frescura para que el poeta siga viviendo en el recuerdo de los insomnes, de los desesperados y, sobre todo, de los amorosos.

Jaime Sabines es por excelencia, junto a Ramón López Velarde, uno de los poetas amorosos de este siglo XX. López Velarde es el poeta del deseo y Sabines de la realización erótica.

Su amores la dicha del fuego de la pareja, en el lugar y la hora del coito, y por extensión, de todas las parejas del mundo, de todos los amorosos que buscan y se buscan para descubrir que están solos y desnudos; no en balde Los amorosos donde el poeta revela que el amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable... es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro.

Descubrimiento de la vocación

Sabines descubre su vación de poeta durante sus días de estudiantede la Facultad de Medicina que realizaba contra su voluntad y para satisfacer los deseos de su padre; por lo que el Palacio de Medicina seguía representando el Palacio de la Santa Inquisición, porque asistía a clase "agobiado -en sus palabras-, con los nervios saliéndome del cuerpo como hilachas, como las fibras de una escoba vieja y arrastrando todavía el fardo de mi alma, nsado todo, más que mis propias piernas".

Sólo le bastaron tres años en la carrera de medicina para declinar y determinar su camino rumbo a la poesía. Ingresa a la licenciatura en Lengua y Literatura Españolas; desde entonces, no dejó de escribir con un estilo conversacional, de naturalidad engañosa, que hace creer al lector común con magnífica ilusión.

Muestra de ello, es que Jaime Sabines es un poeta leído y seguido por miles, que asistían a sus recitales públicos; como sucedió, en el último, el 25 de septiembre de 1997, en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, donde dentro y fuera del recinto, se encontraban cerca de 3 mil jóvenes, en su mayoría universitarios. Ese día se hizó constatar que Sabines era un poeta antiguo y joven, que su poesía quedaba adherida al corazón, que salvaguarda sus latidos y su memoria. No aquella que se esteriliza con el aprendizaje, sino aquella involuntaria que se queda pegada al alma y al cuerpo, como los colores del arco iris o un amanecer y que constituye nuestro acervo verbal.

Para su final pidió sencillez y honor es no, porque el mar se mide por olas, el cielo por alas y nosotros por lágrimas.

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