Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 abril 2005
Facultad de Medicina UNAM

DÍA DE LA MUJER EN LA FM

Matilde Montoya, la primera médica titulada

  • Biografía que ganó el Premio DEMAC 2001-2002
  • Conferencia del Departamento de Salud Pública para festejar el 8 de marzo

Quiero, Matilde, en nombre de mi sexo,
dedicarte mi canto, enternecida
porque has abierto un porvenir brillante
a la mujer en la azarosa vida...
Poema de Camerina Pavón y Oviedo

La doctora Matilde Montoya

Para festejar el Día de la Mujer, el Departamento de Salud Pública presentó la conferencia Matilde Montoya: primera médica mexicana, de la maestra Ana María Carrillo, trabajo que le hizo acreedora al Premio “DEMAC 2001-2002”, en la categoría de biografía.

Cabe mencionar que DEMAC es una asociación civil de documentación y estudios de la mujer que otorga un premio bianual para biografías y auto-biografías de mujeres.

Ana María Carrillo, profesora del Departamento de Salud Pública, es socióloga y doctorante en historia. Como especialista en la historia de la salud pública de México se ha preocupado por investigar la historia de diferentes epidemias y ha escrito diversos libros y artículos.

Matilde Montoya: primera médica mexicana es la historia de la vida personal y laboral de esta destacada mujer. Por medio de un atinado dibujo sociocultural de la época, la autora relata los debates sociales que suscitó primero, su presencia en las aulas, y después, su vida profesional. Narra su historia familiar, y los obstáculos y apoyos con los que contó para realizar su carrera. Al final, la autora trata de ubicar los logros de Matilde dentro de la lucha de las mujeres por la igualdad.

El 24 de agosto de 1887, Matilde Montoya presentó su examen profesional para obtener el título de médica, lo que la convirtió en la primera mujer mexicana titulada en esta profesión. Matilde nació en marzo de 1857, un mes después de haberse proclamado la constitución liberal, en la que se planteaba por primera vez la educación laica y obligatoria, el derecho a tener una religión diferente de la católica, y lo que hoy consideramos como las garantías individuales.

La época en que Matilde vivió su niñez fue de guerra civil; ella estudió lo que se llamaba educación elemental, es decir, los tres primeros años de primaria, y educación superior, que correspondía a los tres siguientes. Después, su familia le costeó estudios particulares.

Más tarde, estudió partería en el Establecimiento de Ciencias Médicas —antecedente de esta actual Facultad—, que implicaba dos años de estudios teóricos, un examen frente a cinco sinodales, y la práctica durante un año en la Casa de Maternidad. Matilde se recibió como partera y se estableció a trabajar en Puebla con un éxito rotundo.

En esa época, los médicos comenzaban a atender partos, pero las mujeres preferían a las parteras, porque ellos solían ser más agresivos: utilizaban el fórceps en casi todos los partos y la posición ginecológica, que era la más cómoda para el ginecólogo, pero no la mejor para dar a luz.

Matilde decidió estudiar medicina en la Escuela de Medicina de Puebla. El director del plantel, le advirtió que seguramente se enfrentaría a muchos problemas, a pesar de lo cual ella se inscribió. Al mismo tiempo, revalidó los estudios de la preparatoria que había hecho en su casa, por medio de exámenes públicos a los que asistieron el gobernador, casi todos sus ministros de estado y personas de todas las clases sociales. Para muchas mujeres Matilde fue un ejemplo, pero los sectores más tradicionales de Puebla, denunciaron en la prensa que era “una impúdica y peligrosa mujer que pretendía convertirse en médica”.

Llegó un punto en que ya no fue posible su estancia en Puebla. Entonces pensó irse a Estados Unidos, pero final-mente fue aceptada en la Escuela Nacional de Medicina —nombre que había tomado el Establecimiento de Ciencias Médicas— que era la más prestigiada del país. Nuevamente, parte de la prensa la atacó de no tener pudor, porque era capaz de maniobrar sobre cadáveres de hombres desnudos frente a otros hombres.

Su presencia en las aulas reavivó el debate social entre quienes pensaban que el lugar de las mujeres estaba en la casa, es decir en el ámbito de lo priva-do, y los que sostenían que lo público era también para ellas. Algunas personas identificaban al hombre con su mente y su energía; mientras que a la mujer sólo la consideraban por su sexualidad y su cuerpo. Había quienes consideraban que las funciones cerebrales de ésta no tenían la misma firmeza que las del hombre.

En aquel entonces, el examen profesional los alumnos eran examinados por seis profesores; el examen era público y podía asistir a él quien lo deseara. Un día se hacía el examen teórico, y al día siguiente se realizaba el examen práctico en el Hospital de San Andrés —que era el hospital general de la ciudad de México y se ubicaba frente al Palacio de Minería, donde ahora está el Museo Nacional de Arte—, allí se llevaba a cabo el examen clínico y después el de disección de cadáveres.

Al examen de Matilde asistieron, además de familiares, periodistas y damas de todas las clases sociales, personas destacadas: el secretario de Gobernación, Manuel Romero Rubio, y como presidente del jurado, en forma simbólica, el presidente de la nación: Porfirio Díaz.

En esa época los maestros eran duros en general, y algunos lo eran más con Matilde, pero —en la opinión de la doctora Carrillo— la presencia de Díaz fue un respaldo para ella. Matilde Montoya fue aprobada por unanimidad, lo que el público asistente recibió con muestra de júbilo.

Hasta entonces la mujer tenía la posibilidad de casarse, trabajar en una oficina, ser obrera, maestra o prostituta. Matilde amplió las posibilidades de trabajo de las mujeres en general. Los periódicos médicos ignoraron la noticia de su examen profesional, pero la prensa nacional, hasta la más conservadora, la alabó y dijo que había que apoyarla porque el hecho era un gran paso al progreso.

Al continuar con su relato, la especialista e invitada a impartir conferencias en otros países comentó que las contemporáneas de Matilde se dividieron: para unas, la de médico era una profesión reservada a los hombres y que la mujer no podría resistir ni ver la sangre; pero para otras fue una heroína.

Lo mismo pasó entre los hombres: algunos decían que las mujeres que se dedicaran a la medicina tenían que perder el recato y, desde luego, nadie querría casarse con ellas. Pero también entre los hombres Matilde tuvo defensores incondicionales; de hecho, en el tiempo en el que ella estudió tuvo amigos que se autodenominaban los ‘montoyos’ y que fueron como un escudo que la protegió.

La maestra Carrillo aseveró que los liberales de la época estuvieron a favor de la educación de las mujeres, y todas las personas que la apoyaron fueron de armas tomar (literal y figurativamente, pues habían combatidos a los ejércitos interventores estadounidense y francés). En opinión de la conferenciante, el título le dio mucha fuerza a Matilde, y facilitó el camino a quienes la siguieron.

En el aspecto de lucha feminista, dijo que Matilde luchó contra los cánones establecidos; sin embargo, fue una mujer discreta que trató de no atraer demasiada atención hacia sí misma, por lo que no es fácil seguir su vida. Se sabe, eso sí, que ejerció hasta los 75 años y cuando cumplió 80 fue homenajeada en Bellas Artes para celebrar su jubileo profesional.

Afirmó que la vida de Matilde puede verse como la de una mujer extraordinaria que se atrevió a entrar en las aulas y presentar su examen profesional. Por otra parte, se puede ver como el primer eslabón de una cadena de cientos de mujeres que han luchado por ingresar a las universidades y ejercer profesiones liberales.

Al finalizar la exposición de su trabajo, la maestra Carrillo expresó que la idea de estudiar a esta mujer surgió cuando, en alguna ocasión, al realizar sus estudios sobre salud pública se topó con el expediente de Matilde y le pareció una mujer extraordinaria que estuvo dispuesta a enfrentar a la sociedad por su ideal; así como a estudiar y servir a los otros. “Fui tratando de reconstruir en lo posible su historia, tanto en lo profesional como en lo personal”.

Aclaró, finalmente, que Matilde Montoya fue la primera médica académica, porque las mujeres, desde la prehistoria, han desempeñado funciones en el cuidado de los otros, y quienes investigan su historia sostienen que ellas eran médicas, enfermeras, y farmacólogas, que transmitían sus secretos unas a otras. Afirmó por último que sin mujeres como esta pionera “no seríamos lo que somos las mujeres hoy”.

Cabe mencionar que este pequeño libro se encuentra a la venta en la librería de la Facultad de Medicina.