Gaceta Facultad de Medicina UNAM
10 abril 2005
Facultad de Medicina UNAM

La FM rinde merecido homenaje al Dr. Manuel Quijano Narezo

  • Uno de los grandes cirujanos que dio nuestro país en la segunda mitad del siglo XX, consideró el rector de la UNAM
El doctor Manuel Quijano al momento de dirigir unas palabras de agradecimiento

Rendimos un justo homenaje a un gran médico, a un gran cirujano, a un estupendo universitario y extraordinario ser humano; a un hombre completo, sensible, inteligente y que ha dado, a lo largo de su vida profesional, enormes muestras de su calidad, de su profesionalismo, de su capacidad para formar a generaciones”, expresó el doctor José Narro Robles, director de la Facultad de Medicina, en la ceremonia organizada por sus autoridades el pasado 1 de marzo, en la que se rindió homenaje al doctor Manuel Quijano Narezo, actualmente editor de la Revista de la Facultad de Medicina, por su destacada labor académica y trayectoria universitaria.

El evento reunió a familiares, amigos y destacadas personalidades universitarias cercanas al doctor Quijano, y una mesa de honor compuesta, además del homenajeado y del director de la FM, por los doctores Guillermo Soberón Acevedo, ex rector de la UNAM, y en la actualidad presidente emérito de Funsalud; Rafael Álvarez Cordero y Manuel Campuzano Fernández, miembros de la ANM.

A nombre de la institución, el director de la Facultad entregó al doctor Quijano diploma y medalla conmemorativa de los 425 años de la enseñanza de la medicina en México, y señaló que la grandeza de las instituciones se ve fortalecida y reforzada por la grandeza de las personas que las integran, como es el caso del doctor Quijano Narezo, quien tanto en los años recientes, en la FM como, algunos años atrás, en la vida universitaria, en la Junta de Gobierno, trabajó al lado del maestro Ignacio Chávez, innovó y desarrolló programas que hicieron fuerte la vida académica de esta institución, y previamente en su faceta de cirujano y maestro, dejó constancia de todo ese trabajo, destacó el funcionario universitario.

El doctor Narro Robles dio lectura a una carta enviada por el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, quien señaló que la institución rinde, por conducto de la Facultad de Medicina, un justo homenaje a un hombre cuya trayectoria médica y universitaria resulta, por muchos motivos, ejemplar.

“Manuel Quijano fue uno de los grandes cirujanos que dio nuestro país en la segunda mitad del siglo XX; el México de los grandes proyectos, de las grandes instituciones, de los grandes hombres que los hicieron posibles.”

En su mensaje, leído por el doctor Narro Robles, el rector De la Fuente mencionó que Manuel Quijano realizó su gran obra quirúrgica —sobre todo— en el legendario Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional, en una época en que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) se consolidaba como institución médica de vanguardia.

En la misiva, el rector de la UNAM destacó que Manuel Quijano fue un distinguido miembro de la Junta de Gobierno de esta casa de estudios y ha continuado sirviendo con lealtad a su alma máter “desde nuestra Facultad de Medicina”.

Finalmente el rector afirmó que Manuel Quijano es figura indiscutible de la medicina mexicana, de esa clase de medicina que hoy, más que nunca, debe revitalizarse: la del sustento académico, el compromiso social, la visión humanística y la búsqueda constante de la excelencia.

Por su parte, el doctor Guillermo Soberón Acevedo, ex rector de la UNAM, habló de la trayectoria profesional del doctor Quijano, a quien conoció en 1949 en el entonces Hospital de Enfermedades de la Nutrición, hoy Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en el que realizó un adiestramiento en medicina interna por medio de una residencia.

El doctor Soberón evocó: “Manuel era de suyo afable y afectuoso con los residentes. Cuando pasaba visita a sus enfermos, antes y después de intervenirlos, siempre invertía tiempo para explicarnos el fundamento del diagnóstico, la indicación quirúrgica, la estrategia de la intervención y la causa de los avatares del postoperatorio.” Recordó que en esa época el jefe del Departamento de Cirugía era el maestro Clemente Robles, le seguían Rafael Muñoz Kapellman y el propio homenajeado.

Desde entonces la amistad entre los doctores Soberón y Quijano se acentuó con el tiempo. Después de su ausencia del país de 1952 a 1956, el ex rector reanudó contacto con el doctor Quijano: “... un escenario frecuente fue la casa del maestro Ignacio Chávez, lugar donde departimos usualmente con personalidades vinculadas a la medicina y a la Universidad; otro enlace fue cuando Quijano Narezo fue miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y yo era rector.

“En 1980 —afirmó Soberón—, cuando Manuel fungía como director del Hospital de Especialidades del Centro Médico, me buscó para hacerme saber que dejaba la cirugía y que su deseo era la promoción de la ciencia.

“Cuando supe que formaría parte del Gabinete del presidente Miguel de la Madrid como secretario de Salubridad y Asistencia, de inmediato llamé al doctor Quijano para invitarlo a que me apoyara en la gestión sanitaria asumiendo la Dirección de Asuntos Internacionales. Así, durante seis años colaboramos de cerca en viajes frecuentes a Ginebra y Washington, ya que encontramos amplias avenidas de interacción con las Organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud.”

Por su parte, Álvarez Cordero mencionó que don Manuel ya era conocido por su destreza quirúrgica y por su singular personalidad desde los años cincuentas; fue maestro en el Instituto Nacional de la Nutrición y después en el Centro Médico Nacional.

Consideró que como maestro don Manuel fue un seductor, porque después de oírlo, y sobre todo de verlo operar, quedó enamorado de la cirugía y convencido de que el lugar ideal para vivir es el quirófano. “Abordó todos los aspectos de la cirugía, rigor cimentado en una ética sin adjetivos. La atención al paciente y la revisión de cada caso fue siempre minuciosa y razonada con una observación puntual.”

Concluyó comentando que la labor de don Manuel Quijano como maestro no ha sido en vano, cientos de cirujanos en México y en muchos países de América Latina “dan testimonio con su acción diaria de lo que es cirugía de excelencia, con lo que se comprueba que don Manuel no ha arado en el mar.”

En su momento, el doctor Campuzano Fernández expresó que desde joven Manuel Quijano mostró su inclinación irreprimible hacia distracciones que aumentaran sus conocimientos generales. “Asistente asiduo a teatros, conciertos, exposiciones; lector compulsivo de clásicos y modernos, hacía notar su cultura general, su gran sensibilidad, sus intereses profesionales, nacionales y universales, sin dejo de ostentación.

“En el quirófano —destacó Campuzano— su personalidad se mostró elegante, profundamente analítica y creativa. Los movimientos de sus manos y la efectividad de sus tiempos, tanto en la disección como en la hemostasis y la reconstrucción, eran obra de admirarse.

“Recuerdo ahora con Manuel una época de nuestras vidas en que el trato del cirujano al paciente solía ser de arriba a abajo, autoritario y lejano. Manuel no era así. Su espíritu liberal se rebelaba a esa costumbre y él se mostraba humano con los enfermos, cálido y protector”, reiteró.

Para terminar recordó haber conocido al doctor Quijano Narezo cuando llegó al Hospital de Enfermedades de la Nutrición en junio de 1949. Había en éste un jefe del Departamento de Cirugía, el doctor Clemente Robles, y dos cirujanos adjuntos, Manuel Quijano y Rafael Muñoz, cada uno de ellos se hacía cargo de los pacientes hospitalizados en un piso y ambos se rotaban anualmente.

Manuel Quijano agradeció el homenaje y la expresión de elogios, “demasiado bondadosos”, y reafirmó: “la cirugía, la docencia, mi trabajo en general y las influencias me dieron grandes satisfacciones y las compartí con personas dignas de ello”.

El editor de la Revista de la Facultad de Medicina dijo que en la enseñanza, después de cubrir las materias básicas de anatomía, fisiología y química, entre otras, al pasar a las materias clínicas se inicia uno con la propedéutica, la semiología. “De la misma manera, en la vida profesional y en la vida a secas, hay que empezar con la semiología, buscando lo que se relaciona, lo que hace referencia, lo que aproxima las distintas edades y periodos, no sólo de la existencia física sino de la vida afectiva y espiritual. Eso sí, hay que observar cuidadosamente las funciones de todos los órganos, para descubrir cuál está exagerada, cuál insuficiente, cuál desviada, para que la buena semiología nos lleve como hilo de Ariadna al diagnóstico correcto y a ofrecer la terapéutica apropiada.”

El distinguido cirujano mencionó que el propio Freud decía que el narcisismo que nos induce a amar lo que uno es, se extiende para hacer que amemos también a lo que se quiere ser: el ideal que construimos. “El sentido de la existencia consiste pues en llegar a ser lo que añoramos ser.”

Reconoció que, hasta ahora, “... el trabajo ha sido no sólo mi razón de ser, sino tal vez el secreto de mi supervivencia: trabajar no como obligación, sino como satisfacción, y además me queda todavía la gran veta de recuerdos agradables de la adolescencia y la juventud; me queda recordar el pasado y releer algunos de los grandes textos leídos en mi juventud que dejaron ecos, que provocaron resonancias, cavilaciones y perspicacias.

“Y por supuesto me queda gozar de algunos gestos amistosos, como este de verme acompañado con el fútil motivo de haber alcanzado los 85 años de existencia y poder afirmar ante ustedes que llego con el ánimo sereno, sin tristezas ni frustraciones”, concluyó.

El doctor Manuel Quijano Narezo obtuvo el título de médico cirujano por la UNAM en 1943. Fue residente en cirugía en la Clínica Lahey en 1946 y además residente investigador en cirugía en el Massachusset General Hospital de Boston, de 1951 a 1952. Trabajó como asistente en cirugía en el Hospital St. Louis, en París, en 1955.

El doctor Quijano Narezo ha desempeñado cargos como director del Hospital General del Centro Médico Nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social de 1963 a 1971; asesor de la Subdirección Médica del IMSS, de 1972 a 1978. Fungió como agregado científico a la Misión de México ante la UNESCO en París, Francia, de 1980 a 1983, y director general de Asuntos Internacionales de la Secretaría de Salud desde 1983 a 1989. En el ámbito de la docencia fue profesor de introducción a la cirugía en la Facultad de Medicina de la UNAM de 1956 a 1968; profesor titular del Curso de Graduados de Cirugía General de la UNAM, de tres años de duración, desde 1966 a 1978. Es miembro de las Academias Nacional de Medicina y Mexicana de Cirugía, Fellow del American College of Surgeons, miembro honorario de la Sociedad Colombiana de Gastroenterología y de la Academie de Chirurgie de París. Ha publicado más de 60 trabajos científicos y un gran número de editoriales, semblanzas e in memoriam. Destaca además el libro Principios fundamentales de la cirugía, el cual consta de dos tomos, editado por la UNAM.