Seminario
El Ejercicio Actual de la Medicina

VACUNACIÓN EN EL ADULTO

Dr. José Halabe Cherem
Profesor Titular de Medicina Interna. Facultad de Medicina. UNAM.
Gobernador del American Collage of Physicians, Capítulo México

Dra. Alicia Hamui Sutton
Profesora-Investigadora del Departamento de Medicina Familiar. Facultad de Medicina. UNAM

Cuando se habla de vacunación, casi siempre se piensa en los niños; la segunda mitad del siglo XX fue testigo del surgimiento de una cultura de vacunación infantil, no sólo como política de salud pública implementada por las autoridades gubernamentales, sino como parte de una conciencia ciudadana que asumía la tarea de prevenir las enfermedades de sus hijos a través de la acción conciente y el convencimiento incuestionable de los beneficios de la vacunación. El esfuerzo a nivel nacional e internacional de las instituciones sanitarias mundiales y de cada país, llevaron a alcanzar una meta que parecía increíble, la erradicación de enfermedades, como la polio y la viruela. En la década de los ochenta, los avances científicos y su aplicación en el ámbito de la medicina podían vanagloriarse de haber mejorado la calidad de vida de los habitantes del planeta, así como, la expectativa de vida de los mismos. Ciertamente, la incidencia epidemiológica de la inmunización ha sido uno de los grandes logros de la ciencia.

A pesar de que las vacunas han demostrado su eficacia, no han logrado prevenir una gran cantidad de enfermedades que aún diezman la salud de los seres humanos. Los desafíos son muchos y variados, inclusive, han surgido padecimientos relativamente nuevos para los cuales no hay cura y que tienen el potencial de convertirse en verdaderas epidemias con alcances de morbilidad y mortalidad inimaginables, como por ejemplo la gripe aviar o el SARS. Gran parte de los esfuerzos de la medicina actual, están dirigidos al tratamiento de enfermedades que padecen los adultos, no obstante, el enfoque que privilegia la prevención al de la curación, o reparación del daño, es considerado cada vez más como el de mayor eficacia, por lo que las vacunas han pasado a constituir un recurso privilegiado de intervención sanitaria.

Los esquemas de vacunación en el adulto, han dejado de ser vistos como complemento a los esquemas de inmunización infantil para pasar a constituir un área de rápido desarrollo denominada inmunoterapia1. No obstante, la generalización de la vacunación en el adulto ha enfrentado serias dificultades, entre las que se pueden señalar la insuficiente cultura preventiva de la sociedad mayor de 18 años, incluyendo al personal de salud, los costos de establecer esquemas poblacionales y la falta de programas sanitarios al respecto. Sin embargo, hay aspectos que ya han sido superados gracias a la experiencia que en vacunación infantil tienen las instituciones de salud, como la distribución, la logística de aplicación, el almacenamiento, las reacciones diversas; así como la conceptualización de la acción de las vacunas en la preservación de la salud.

Bajo un punto de vista biológico, la vacunación del adulto resulta incluso más sencilla que la del niño, pues el adulto cuenta con un sistema inmunitario maduro que garantiza una mejor respuesta que la que ocurre en muchos sujetos pediátricos; no existe el inconveniente de la transmisión transplacentaria de anticuerpos que puede interferir o modular la respuesta a la inmunización. Además el adulto entiende mejor que el niño la necesidad de que se le aplique una vacuna. Los adultos están expuestos a ciertos riesgos como los laborales o los relacionados con la actividad sexual que pueden propiciar enfermedades prevenibles a través de la vacunación2.

Habría que mencionar que en el ámbito de la investigación inmunológica, a pesar de los importantes avances que ha tenido, hay muchos retos por enfrentar aún, inclusive en lo que se refiere a la vacunación infantil. Por ejemplo, se ha descubierto que algunas vacunas aplicadas en la niñez deben ser reforzadas en la edad adulta, pues la inmunidad no es permanente en todos los casos y la vacunación sólo pospone la enfermedad. También es importante hacer notar que los criterios para la vacunación en los adultos aún se están estableciendo y es comprensible que las indicaciones puedan variar conforme se acumule información relacionada con ellas3. Mientras la efectividad contundente de las vacunas no se haya demostrado plenamente, las controversias médicas en torno a la conveniencia de la vacunación en los adultos seguirán siendo un freno a la aplicación de esquemas precisos en la inmunización de la edad adulta. No obstante, consideramos que deben darse pasos certeros hacia la sistematización de la vacunación en el adulto, por lo que proponemos el diseño de una cartilla de vacunación del adulto, similar a la que existe para los niños, incluyendo el cumplimiento del esquema recomendado para el adulto sano, así como el confeccionado de acuerdo con el perfil de riesgo de cada persona4.

La diversidad de las vacunas aplicables en la edad adulta, puede prevenir padecimientos en distintos grupos de edad (como se muestra en el cuadro 3-1), por ejemplo, en adultos de 18 a 24 años es recomendable la aplicación de las vacunas del tétanos y difteria, de la hepatitis B, del sarampión y de la rubéola, esta última en mujeres en edad reproductiva, no embarazadas y sin inmunidad previa. Para personas entre 25 y 64 años se recomiendan también el tétanos, la difteria y la rubéola, y para los adultos de 65 años en adelante sanos la del tétanos y difteria, la del neumococo y la influenza. La mayoría de las vacunas mencionadas, tienen una eficacia alta, por lo que todas las personas deben recibirlas.

El toxoide combinado Td (tetánico-diftérica) es la preparación preferida de la vacuna5, cuya serie primaria consiste en dos dosis de 0.5 ml por vía intramuscular a la semana 0, al mes y a los 6 meses. Aquellos adultos que no recibieron al menos tres dosis de toxoide deben completar un esquema primario con el toxoide combinado Td o T; las dosis de refuerzo, administradas a intervalos tan prolongados como 25 a 30 años, producen incremento significativo en los valores de antitoxinas de la difteria y el tétanos. El refuerzo con Td o T tradicionalmente se aplica cada 10 años.

La rubéola es una enfermedad de origen viral, de curso agudo, por lo general benigna, exantemática, con morbilidad y mortalidad bajas. Por lo general, se considera una enfermedad de la infancia, que puede tener efecto teratógeno si la infección se presenta durante el embarazo. La vacuna para prevenir la rubéola se implementa en programas de vacunación con diferentes estrategias, ya que en general está dirigida a proteger al feto más que a la madre. Las dos estrategias propuestas han sido: vacunación universal en la niñez o la vacunación selectiva de niñas y mujeres en edad fértil, aunque también puede considerarse como estrategia no aplicar el producto biológico. La experiencia después de casi tres décadas de autorizado el uso de la vacuna contra la rubéola, sería la aplicación de programas conjuntos para abarcar ambas poblaciones, ya que la vacunación universal ha demostrado que no modifica la frecuencia de seropositividad en las mujeres adultas; se ha observado un aumento en los casos de rubéola en mayores de 15 años de edad, así como un incremento en los casos de rubéola congénita y de la postnatal. La dosis es de 0.5ml por vía subcutánea. Aún cuando se considera que la aplicación de una sola dosis brinda protección hasta por 18 años y a veces hasta de por vida, la revacunación de la rubéola está recomendada a los seis años de edad. En adultos no se recomienda la revacunación, aunque si la aplicación de la vacuna por primera vez.

La vacuna del sarampión está indicada para la inmunización activa de niños y adultos. La edad óptima del niño para la vacunación es entre los 12 y 15 meses. Debido a que el sarampión en adultos puede ser grave, se recomienda la vacunación de adultos no vacunados adecuadamente en la infancia, sin antecedentes de haber padecido la enfermedad y haber nacido después de 1956. Puede administrarse la vacuna contra sarampión sola o combinada en forma de vacuna triple (sarampión, rubéola y parotiditis) conocida con el nombre de “MMR”6, en una sola administración, con lo que se produce seroconversión prolongada en 95% de los vacunados. Aunque la inmunidad lograda con la vacuna perdura toda la vida, algunas personas recomiendan una segunda dosis en los niños de 4 a 6 años u 11 y 12 años de edad. Los brotes de sarampión en adultos, que en algún momento se atribuyeron a la falta de permanencia de los anticuerpos inducidos, hoy en día se sabe que se debieron a la aplicación demasiado temprana de la vacuna en los niños, en la época en que los anticuerpos maternos circulantes impedían una respuesta inmunitaria7.

Las vacunas contra hepatitis B están disponibles desde 1982 y desde 1986 se fabrican con ingeniería genética. Para las generaciones actuales de adultos no vacunados, la vacuna se recomienda en la preexposición de subgrupos con alto riesgo de contraer la infección por virus B y en combinación con inmunoprofilaxia pasiva (gammaglobulina hiperinmune) para la postexposición. El esquema de vacunación de la hepatitis B en adultos es de 20 ug administrados a los 0, 1 y 6 meses (seroconversión de 97%), en neonatos y niños menores de 15 años 10ug a los 0, 1 y 6 meses (seroconversión de 97%), cuando se requiere protección rápida, se recomienda aplicar los esquemas anteriores a los 0, 1 y 2 meses8. La duración exacta de la protección se desconoce, por lo que la necesidad de refuerzos de la vacuna aún no están determinados. Dado que el virus de la hepatitis B es muy contagioso y se puede transmitir por medio de todos los líquidos corporales, en el adulto hay algunos grupos con mayor riesgo dados por hábitos sexuales, riesgos laborales, drogadicción, viajes a zonas endémicas, entre otros (ver cuadro 3-2).

La medida de prevención más importante de la influenza es la vacuna derivada de los virus A y B. esta vacuna se elabora a partir de virus inactivados y su composición se modifica anualmente de acuerdo con las características de los virus que circulan en la siguiente temporada. Por esto último, no deben usarse vacunas de años previos. Las indicaciones de vacunación actualmente están en proceso de modificación, dado que hay un creciente cúmulo de información que demuestra beneficios no sólo para los grupos de alto riesgo (mayores de 65 años, residentes en asilos o en cuidado médico a largo plazo, pacientes con enfermedades pulmonares o cardiovasculares, sujetos en cuidado médico permanente como diabéticos, con insuficiencia renal, anemia de células falciformes, hemoglobinopatías o inmunodeficiencia), sino para la población en general. Los grupos de alto riesgo deberían ser vacunados de manera obligatoria cada año por vía intramuscular en el área deltoidea a dosis de 0.5 ml entre septiembre y noviembre.

La vacuna del neumococo debe ser aplicada a los mismos grupos de alto riesgo mencionados en el párrafo anterior y se puede aplicar simultáneamente a la de la influenza aunque en una región corporal distinta. La vacuna ha sido usada de forma amplia, aunque aún no masiva, y aún se cuestiona su utilidad9, pues la eficacia ha variado en diferentes estudios controlados y al azar en distintas poblaciones. No obstante, se recomienda comenzar la vacunación a la edad de 50 años en pacientes en riesgo. Se recomienda por ejemplo aplicarla a sujetos que egresan de estancias hospitalarias, especialmente a los ancianos o a quienes son ingresados por neumonía, pues se ha visto que en este tipo de pacientes es posible prevenir hasta 15 a 30 % un nuevo episodio neumónico. Se considera conveniente revacunar a pacientes con muy alto riesgo de infección neumocócica fatal, seis años después de la vacunación. Se ha sugerido también revacunar a los mayores de 65 años de edad que tengan por lo menos seis años de haber sido inmunizados.

La vacuna del papiloma humano en mujeres de 19 a 49 años deberá administrarse en tres dosis. Por su parte, la vacuna de la varicela deberá administrarse en dos dosis entre los 19 y 49 años de edad, tomando en cuenta que en pacientes inmunocomprometidos y en el embarazo está contraindicada.

En el cuadro 3-3 se describen las reacciones secundarias y las contraindicaciones de las vacunas en los adultos que deben ser tomadas en cuenta por el personal de salud que aplica la inmunización10 y por los médicos que atienden a los pacientes y la población en general.

Además de las vacunas mencionadas, hay otras que deben ser aplicadas en grupos especiales de población como la vacuna de la Fiebre Q en personas que tengan contacto con ganado y veterinarios. Existen vacunas que los viajeros deben aplicarse al trasladarse a distintas regiones del mundo (ver cuadro 3-4), por ejemplo la vacuna contra la fiebre amarilla a personas que van a África, sudeste asiático y América del Sur, la vacuna de encefalitis japonesa para quienes van a Lejano Oriente (China, Japón, Tailandia), la de hepatitis A para quienes visitan México, Centroamérica y/o Sudamérica, la vacuna contra el meningococo a quienes van al SubSahara y la vacuna contra el cólera para quienes viajan a Asia, África, América Latina e India.

Cuadro 3-1. Vacunación en el adulto sano por grupos de edad
 (Recomendado por la CDC 2006-200711)

 

19-49 años

50-64 años

65 años y más

Tétanos, difteria y pertussis (Td/Tdap)

Sustituir 1 dosis de Tdp por Td

1 dosis de Td cada 10 años
 

Papiloma Humano

3 dosis en mujeres

 

 

Rubeola, Paperas y Sarampión (MMR)

1 o 2 dosis 1 dosis

Varicela

2 dosis
 (0,4-8 semanas)

2 dosis (0, 4-8 semanas)

Influenza

1 dosis anual

1 dosis anual

Neumococo
(polisacárido)

1-2 dosis

1 dosis

Hepatitis A

2 dosis (0, 6 – 12 meses, o 6 – 18 meses)

Hepatitis B

3 dosis (0, 1-2, 4-6 meses)

Meningococo

1 o más dosis

 

       Para todas las persona en esta categoría que tengan la edad y que sin evidencia de inmunidad
  Recomendada si existe algún otro factor de riesgo (de tipo médico, laboral, de estilo de vida u otra indicación

Cuadro 3-2. Vacunación en grupos especiales de población
 
Vacuna

Grupo de riesgo

Influenza

Pacientes con trastornos renales crónicos
Diabéticos
Pacientes con neoplasias hematológicas
Neumópatas
Personal de salud
Residentes en asilos

Neumococo

Diabéticos
Alcohólicos
Pacientes con neoplasias
Neumópatas
Asplénicos
Pacientes con trastornos renales crónicos

Hepatitis B

Personal de salud
Personal en contacto con sangre o derivados
Prisioneros
Enfermos mentales
Drogadictos
Sujetos en promiscuidad sexual

Meningococo

Contacto con individuos con meningococo

Fiebre Q

Veterinarios
Personas en contacto con ganado

Haemophilus influenzae tipo b

Anemia de células falciformes
Pacientes con neoplasias hematológicas
Asplénicos

Cuadro 3-3. Vacunación en el adulto: reacciones secundarias y contraindicaciones

Vacuna

Reacciones secundarias

Contraindicaciones

BCG

Eritema local, úlcera y linfadenitis regional

Síndrome de inmunodeficiencia adquirida, leucemia, embarazo

Cólera

Diarrea leve

Inmunosupresión grave, embarazo

Difteria

Eritema y dolor local

Hipersensibilidad

Encefalitis japonesa

Reacción local, fiebre, mialgias y síntomas gastrointestinales

Hipersensibilidad

Fiebre amarilla

Fiebre, cefalea, debilidad muscular

Inmunosupresión grave

Haemophilus influenzae tipo b

Fiebre, eritema, tumefacción

Hipersensibilidad, embarazo

Hepatitis A

Dolor en el sitio de inyección, fiebre cefalitis, fatiga, náusea e hiporexia

Hipersensibilidad

Hepatitis B

Náusea, fiebre, malestar general, artralgias, mareo, prurito, ictericia, síntomas gripales, dolor abdominal

Hipersensibilidad

Influenza

Dolor en el sitio de aplicación, febrícula, malestar general, mialgias

Hipersensibilidad, embarazo

Meningococo

Dolor local, eritema, tumefacción, fiebre, convulsiones febriles

Hipersensibilidad, embarazo

Neumococo

Eritema, dolor leve, induración en el sitio de la aplicación, exantema, mialgias

Hipersensibilidad

Parotiditis

Fiebre, inflamación leve de las parótidas, erupción, prurito, púrpura y, de forma muy ocasional, sordera y encefalitis

Hipersensibilidad, embarazo e inmunosupresión grave

Polio

Cefalea, vómito y diarrea

Inmunosupresión grave, embarazo, diarrea

Rabia

Cefalea, mialgia, náusea, edema y fiebre

 

Rubéola

Artritis aguda y crónica, neuropatía, trombocitopenia

Inmunosupresión grave, embarazo

Sarampión

Fiebre entre el 5o. Y 12o. días, exantema mínimo, malestar general, tos, coriza y cefalea. Dolor y eritema en el sitio de la inyección

Hipersensibilidad, embarazo e inmunosupresión grave

Tétanos

Eritema y dolor local

Hipersensibilidad

Varicela

Exantema y fiebre

Inmunosupresión grave, embarazo

Cuadro 3-4. Vacunación de viajeros

Vacuna

Viajeros

Fiebre amarilla

África, Sudeste Asiático y América del Sur

Encefalitis japonesa

Asia (China, Japón, Tailandia)

Hepatitis A

México, Centroamérica, Sudamérica

Meningococo

Sub-Sahara

Cólera

Asia, África, América Latina, India

Aspectos generales del refrigerador o unidad frigorífica

  • Equipar al refrigerador con un termómetro en el cuarto del compartimiento de almacenaje
  • Mantener una temperatura constante entre 2 y BoC
  • Trabajar con un contacto de seguridad para evitar que accidentalmente se desconecte el frigorífico
  • Verificar diariamente la temperatura en el interior
  • Preferentemente contar con un sistema de alarma en caso de falta de energía eléctrica
  • Descongelar el refrigerador periódicamente porque el cúmulo de escarcha limita la capacidad de enfriamiento del aparato
  • Colocar próximos al recipiente de vacunas varios recipientes acumuladores de frío con suero, para los casos de falla de energía
  • Almacenar las vacunas en las bandejas del frigorífico y no en las puertas
  • Evitar abrir el refrigerador con frecuencia

No almacenar en el frigorífico productos diferentes a las vacunas (ver cuadro 3.5)

Recomendaciones para el almacenamiento de vacunas

  • Ubicar cerca del congelador las vacunas de virus vivos, ya que son más sensibles al aumento de temperatura
  • Respetar las recomendaciones que proporciona el fabricante para el almacenamiento de las vacunas. Desechar las vacunas inmediatamente que llegue su fecha de caducidad. Preferentemente, etiquetar cada remesa con notas visibles que contengan las fechas de caducidad
  • Vigilar que las vacunas en frascos ámpula multidosis no se contaminen, y si lo están, se deben desechar inmediatamente
  • Los frascos ámpula que no tengan incluidos productos bacteriostáticos, se deben desechar a las 24 horas posteriores de abrirlos

Medidas para el transporte de vacunas

  • Deben estar el menor tiempo posible fuera del refrigerador
  • Su transportación se hará en contenedores isotérmicos o en hieleras
  • Los contenedores utilizados para transporte deben tener en su interior varias bolsas acumuladoras de frío, o suero congelado
  • Las vacunas deben cubrirse con cartón para evitar su contacto directo con las bolsas acumuladoras de frío
  • Los contenedores se abrirán un mínimo de ocasiones

Manejo de los materiales de vacunas para su aplicación

  • Tanto los envases de las vacunas, como los residuos de las mismas, se deben desechar siguiendo los lineamientos para desecho de material biológico

Los materiales utilizados para la aplicación de vacunas deben desecharse como se hace con todo material de curación, es decir, en biocontenedores de seguridad.

Cuadro 3.5 Almacenamiento, transporte y conservación de las vacunas

Vacuna

Temperatura de Almacenamiento

Estabilidad

Antiparoditis

2 a 8° C

         1 a 2 años

Antipoliomielitica

0 a 8° C

         12 meses

Antirrubeola

2 a 8° C

         1 a 2 años

Antisarampionosa

2 a 8° C, protección contra la luz

         1 a 2 años

BCG

2 A 8° C, para la presentación liofilizada, protección contra la luz

 

DPT

2 a 4° C, a menos de 2º. C o más de 25° C, durante 24 horas se produce precipitación

 

Fiebre amarilla

Ambiente

         2 años

Haemophilus infurlenzae
tipo b conjugada

2 a 8°C

         24 meses

Hepatitis A inactivada

2 a 8°C, no congelar

        12 meses

Hepatitis B

2 A 8° C, no congelar, estable a temperatura de 40° C por un mes

        24 meses

Meningococo

2 a 8° C

 

Neumocócica polivalente

2 a 8° C

       12 meses

Toxoide Tetánico

0 a 8° C

       7 años

Referencias Bibliográficas

  1. Halabe J, Lifshitz A, Nellen H, Tapia R.Vacunación en el Adulto. Segunda ed. México: McGraw Hill; 2002.
  2. Mettens P, Monteyne P. Life-style vaccines. British Medical Bulletin 2002;62:175-86.
  3. Doherty P. Viral studies illuminate the nature of immunity ASM NEWS 1999;65:1-7
  4. Halabe J, Hamui A, Lifshitz A, Nellen H, Tapia R. VACUNACION EN EL ADULTO.Tercera ed. México: McGraw Hill; 2007. En prensa.
  5. Munguía, M.E., Osuna, J. y Soberón, X. Avances hacia una vacuna recombinante contra el tétanos. En Cabrera Contreras, R., Gómez de León, P. y Cravioto, A. Vacunas. Fundamentos Para su Desarrollo. México. Manual Moderno. UNAM; 1996. p.61-74
  6. Isaacs, David y Menser, Margaret. Measles, mumps, rubella and varicella. En Richard Moxon, E. (editorial adviser) Modern Vaccines. Current practice and new approches. A Lancet Review. Great Britain. Ed. Edward Arnold. 1990; p. 50-58.
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  8. Krugman Saul and Stevens, Cladd E. Hepatitis B vaccine. En Plotnik and Mortimer. Vaccines. Fourth Edition. USA. W.B. Saunders Company.2004; p. 419-438
  9. Dear K. Holden, Andrews R., Tatham D. Vaccines for preventing pneumococcal infection in adults. Cochrane Database Syst Rev. 2003;(4):CD000422
  10. Vaccine – Preventable Diseases: Improving Vaccination Coverage in Children, Adolescents and Adults. A Report on Recommendations of the Task Force on Community Preventive Services. MMWR. 1999:48;RR-8
  11. Recommended Adult Immunization Schedule, by Vaccine and Age Group. United States. October 2006- September 2007. Advisory Committee on Immunization Practices.
    www.cdc.gov/nip/publications/acip-list.htm