En los últimos años se han multiplicado los artículos 
                dedicados a reflexionar acerca de asuntos de ética médica. 
                Desde la aparición hace unas décadas del concepto 
                “bioética”, se mencionan con este rubro o como 
                ética médica diversos aspectos, ya sea conceptuales 
                o derivados del ejercicio mismo de la medicina. Además, 
                las circunstancias en que se ejerce la medicina, actualmente, 
                han hecho que los aspectos legales del ejercicio de la misma ocupen 
                la atención, ya sea por reglas o preceptos que se han diseñado 
                por los responsables de la medicina a nivel país o de organismos 
                no gubernamentales como sociedades médicas o consejos (1).
               Sin embargo, estas inquietudes tienen antecedentes de tiempo 
                atrás, muy remoto. El Código de Hammurabi en Mesopotamia 
                que data de 1753 años antes de nuestra era se refería 
                ya a aspectos de reglamentación del quehacer médico. 
                No era propiamente un Código de ética; se refería 
                a los premios o castigos que debía recibir un médico 
                de acuerdo a los resultados de su tratamiento. En cierta forma 
                era salvaje y discriminatorio, ya que premiaba o castigaba al 
                médico según su actuación ante un esclavo 
                o ante un señor (2).
               Entre los principios del ejercicio ético del médico 
                más conocidos se encuentra el Juramento Hipocrático, 
                que forma parte del Corpus Hipocraticum difundido alrededor 
                de 400 años d.c., aunque se supone muy anterior. Se tienen 
                dudas de que haya sido realmente dictado por Hipócrates 
                (3). Como quiera, ha sido el más conocido de los preceptos 
                inculcados por escuelas y asociaciones a los médicos. Algunos 
                autores consideran que en su mayoría no se ha cumplido 
                fielmente con él. En la medicina actual es evidente que 
                el desarrollo de la medicina actual lo hace obsoleto. Aunque algunos 
                de sus preceptos pueden considerarse válidos como el Primun 
                non nocere, otros no pueden aceptarse en el ejercicio actual 
                como se da en la actualidad. 
              En la Plegaria del Médico de Córdoba Maimónides, 
                médico y filósofo Judío en la España 
                de los comienzos de la edad media, se hacen reflexiones con las 
                que en su mayoría, los filósofos actuales de la 
                medicina están de acuerdo.(4)
               Un hecho histórico interesante son las normas de Federico 
                II de Sicilia en el Siglo XIII que no sólo reglamentaban 
                los estudios de medicina, sino que quizá es el antecedente 
                más lejano de esfuerzos por certificar el ejercicio del 
                médico. 
              Como antecedentes más cercanos a nuestros tiempos deben 
                señalarse los principios de reglamentación de la 
                época del Protomedicato de 1640, válidos en la Nueva 
                España, que tenían como antecedente inmediato las 
                leyes de España. La publicación del Discourse 
                on the Duties of a Physician de Samuel Bard que vivió 
                en Inglaterra de 1742 a 1821 y el escrito similar de su coterráneo 
                y contemporáneo John Gregory. (5)
               Sin embargo, el antecedente más importante es la publicación 
                del Percival’s Medical Ethics, diseñado 
                por este autor como reglamento del Manchester Royal Infirmary 
                y que sin duda fue una propuesta normativa del ejercicio médico 
                como respuesta a las tendencias de Adam Smith, quien sostenía 
                que cualquiera podía ejercer la medicina, sin ninguna reglamentación 
                o aval. 
              El documento fue tan importante que sirvió como antecedente 
                al Código publicado años después por la Asociación 
                Médica Americana (AMA) en 1847. En esos años en 
                Norteamérica también se daba el abuso de la libertad 
                para el ejercicio de la medicina, a tal punto que Mary Baker una 
                dama cincuentona, iletrada, que había tenido múltiples 
                tropiezos en su vida personal, iniciara un movimiento médico 
                que preconizaba la curación por la fe, que se convirtió 
                en la Christian Science (6). Ante estas libertades no 
                es de extrañar el importante Código mencionado de 
                la AMA y los esfuerzos posteriores que fundamentados en el Informe 
                de Abraham Flexner se hicieron para reglamentar los estudios de 
                medicina y que dieron por resultado el cierre de la mayoría 
                de la escuelas de medicina que en ese país y en esa época 
                funcionaban sin nivel académico (7).
               Es interesante reflexionar como en todas las épocas, 
                aún en la actual, coincidente con los esfuerzos de una 
                medicina científica y académica los países 
                soportan medicinas paralelas que funcionan sin ninguna base científica. 
                En USA aún existen la iglesias Christian Science, 
                los quiroprácticos y hoy la medicina por Internet. En nuestro 
                medio hay distintas medicinas alternativas y difusión en 
                medios de comunicación masiva de tratamientos sin bases 
                científicas.
               En la segunda mitad del siglo que terminó, diversas agrupaciones 
                médicas han hecho pronunciamientos en relación con 
                la medicina. El Código Internacional de la Asociación 
                Médica Mundial en 1949, el de Nuremberg en 1946, los de 
                Ginebra y Helsinki en 1964, el de Sydney en 1968, el de la ONU 
                ese mismo año, el de Oslo en 1970, el de la Asociación. 
                Americana de Hospitales en 1973, del Consejo de Europa en 1976, 
                el de Hawai en 1977, el de la OMS en 1982, y en 1983 el de Venecia 
                y en nuestro continente el de la Asociación Latinoamericana 
                de Academias Nacionales de Medicina.
               En estos pronunciamientos se ha intentado reglamentar diversos 
                aspectos de la medicina. Desde condenar crímenes de guerra 
                por experimentación en humanos, reglamentar la investigación 
                biomédica, la atención de niños, de moribundos, 
                la atención psiquiátrica, y muchos otros aspectos 
                del quehacer médico.
               En las últimas décadas, son muchos los artículos 
                publicados sobre la ética de la medicina, en ocasiones 
                mencionando indistintamente la moral médica o la ética. 
                Por ello, conviene hacer una distinción entre estos dos 
                conceptos. No es sólo un prurito de lenguaje. “ética 
                y moral” son dos cosas diferentes. Desde su origen “moral” 
                viene del latín, “mores” que significa 
                “costumbre” y “ética” del griego, 
                “Ethos” que en su acepción final se 
                refiere al carácter de la persona. Los preceptos morales 
                derivan de la decisión de una sociedad. Con frecuencia 
                son doctrinas derivadas de preceptos religiosos, de dogmas que 
                un individuo tiene el derecho de aceptar. Son una decisión 
                heterónoma. El carácter ético impone una 
                conducta derivada de una reflexión personal; de la libertad 
                de decidir, que en principio Dios dio al hombre al crearlo como 
                característica de su creación. El hombre que tiene 
                capacidad de pensar, de reflexionar y de atreverse a tomar decisiones 
                propias; de tener una decisión “autónoma” 
                (8).
               Esta distinción es importante. Al examinar la bibliografía 
                uno se encuentra con artículos que hablan de ética 
                médica católica, o ética médica judía. 
                Son artículos de moral católica o moral judía. 
                Como es un libro de moral médica católica el publicado 
                por la Academia Nacional de Medicina de Kuthy y cols. (9) con 
                el nombre de Introducción a la Ética Médica. 
                e innecesario el título de Ética Médica Laica, 
                magnífico libro por cierto, de Pérez Tamayo, ya 
                que toda ética médica es laica.
               La diferencia entre Ética y Moral se da en la práctica 
                diaria. Veamos sólo un ejemplo. De acuerdo a la Moral Católica 
                (que por cierto en todos sus preceptos alguien tiene todo el derecho 
                de aceptar) el único método de control de la fertilidad 
                es el método del ritmo. Con base en una decisión 
                ética, muchas familias católicas en este país, 
                así como, la propia Secretaría de Salud, adoptaron 
                en las últimas décadas, métodos diversos 
                para el control de la natalidad. 
              En el futuro, asuntos como el referente a los diversos aspectos 
                relacionados con la investigación de células embrionarias, 
                su obtención, conservación; otros asuntos de fecundación 
                asistida, la misma eutanasia y algunos aspectos de medicina genómica 
                como el resultado de una medicina predictiva, tendrán que 
                ser considerados por los afectados por ellos bajo estas dos decisiones: 
                la imposición de una decisión derivada de una moral 
                o la ética de un individuo.
               Desde el artículo de Aldo Leopold sobre la ética 
                de la conservación en 1933, pero sobre todo después 
                del de Van Rensselaer Potter sobre Bioética, han aparecido 
                numerosos artículos sobre bioética; se ha formado 
                asociaciones con este nombre y en Norteamérica dos grandes 
                instituciones son el centro de la bioética mundial: el 
                Centro Hastings y el Instituto Kennedy. En estos dos sitios la 
                investigación y los documentos publicados por ellos versan 
                principalmente sobre asuntos de ética en la medicina como 
                la eutanasia, la muerte digna, los diversos aspectos de trasplantes 
                en humanos, la fecundación asistida, el aborto, y lo referente 
                a células embrionarias, etc. Por ello, algunos consideran 
                que han “medicalizado” la bioética (2). En 
                cierta forma esto último es cierto, porque el concepto 
                original de bioética se refiere a muchos otros aspectos 
                aparte de los relacionados con la medicina. El concepto original 
                de Potter se refiere a todos los sistemas vivos y su relación 
                entre sí: el humano, el animal y el vegetal. La bioética 
                cubre aspectos como son la deforestación y su impacto en 
                los organismos vivientes, el uso de energías y su impacto 
                en el planeta, el agua como recurso para la vida, la violencia 
                derivada de la sobrepoblación y su origen en la “capacidad 
                de carga” de una sociedad (10,11) y muchos otros aspectos 
                en que las ciencias sociales y humanas confluyen con ciencias 
                duras. Comprende aspectos de éstas últimas, pero 
                en forma muy importante incluye otros que son del campo de las 
                humanidades. 
              Así como se ha medicalizado la bioética ha habido 
                una tendencia ha eclesializarla, principalmente por pensadores 
                católicos. La Iglesia Católica y sus observantes 
                tienen todo el derecho de mencionar y de observar las reglas, 
                los preceptos, los dogmas de esta religión en relación 
                con la medicina; pero esto es Moral Católica no ética.
               Muchos coinciden en que el Juramento Hipocrático no es 
                suficiente para normar la ética de la medicina actual; 
                y que ha sido rebasado por el crecimiento en los conocimientos, 
                por la tecnología médica actual y por las formas 
                de organizar el soporte económico del acto médico. 
                La mayoría coincide en que un ejercicio médico ético 
                se da, cuando se cumplen cuatro principios fundamentales: beneficencia, 
                no maleficencia, autonomía del enfermo y justicia en el 
                suministro de la medicina. Otros autores consideran que de estos 
                principios fundamentales hay otros secundarios a éstos 
                como el consentimiento informado, la confidencialidad y otros 
                (12). De cualquier acto médico, juzgado a la luz de estos 
                principios se puede decir si es ético o no. Adelante veremos 
                como en la medicina actual el cumplimiento de estos principios 
                no depende ya, hoy, sólo del médico. 
              La organización de la medicina actual ha cambiado y no 
                esta sólo en manos de médicos, de tal forma que 
                se ve ahora la necesidad de una ética organizacional. La 
                Academia de Medicina de New York publicó recientemente 
                un estudio en el que se señalaba un índice elevado 
                de mortalidad por errores médicos; lo importante es que 
                hacía notar que más que errores de los médicos, 
                eran errores ocasionados por el sistema de atención de 
                la medicina (13).
               En la ética médica actual, o si se le quiere llamar 
                “bioética medicalizada”, es importante señalar 
                que el lograr un ejercicio ético no depende hoy sólo 
                del médico. Al no estar la organización de la medicina 
                en manos de los médicos deben considerarse las responsabilidades 
                éticas de quienes la organizan. 
              Así deben distinguirse diferentes áreas en las 
                que es necesario hoy, analizar aspectos éticos de la medicina:
               Aspectos conceptuales. Los concernientes a las discusiones que 
                se dan acerca de la pertinencia de la investigación, obtención, 
                utilización y conservación de células embrionarias; 
                el uso de contraceptivos para el control de la fecundidad; la 
                eutanasia y otros aspectos de la muerte asistida; el aborto en 
                las diferentes situaciones en que éste se puede dar y trasplantes 
                en diversas magnitudes; entre otros.
               Aspectos propios de la acción del médico ante 
                el enfermo. Éste es el segmento que más nos importa 
                reflexionar y en cual extenderemos este análisis.
               Para poder ejercer con ética la medicina, el médico 
                debe tener los conocimientos y destrezas necesarios, ya que la 
                principal e inicial obligación ética del médico 
                es estar preparado. A este respecto la Academia Nacional de Medicina 
                inició en la década de los setentas del siglo pasado 
                el proceso de certificación de conocimientos y destrezas 
                del médico especialista juzgadas por sus pares. Este certificado 
                de calidad que beneficia al enfermo, se invalida si el especialista 
                atiende casos de áreas de la medicina distintas a las que 
                está certificado para atender. Esto sucede en la realidad 
                de diversos centros médicos privados. También es 
                de capital importancia que el médico general cumpla con 
                un proceso de certificación, ya que él es el primer 
                contacto que los pacientes tienen ante un problema. De su capacidad 
                y destreza depende que el padecimiento sea resuelto pronto y con 
                medidas sencillas o que a tiempo recurra al tratamiento del especialista 
                si es que el padecimiento lo amerita. Algún déficit 
                de conocimientos y destrezas afecta el principio de beneficencia, 
                el de no maleficencia y el de justicia.
               El ejercicio del médico puede no ser ético si 
                el interés de su trabajo es distinto a sólo la beneficencia 
                del enfermo, como cuando su principal interés es el lucro 
                o la notoriedad. En ocasiones el interés económico 
                se esconde en la participación de los honorarios cobrados 
                por análisis o estudios de gabinete en los que el médico 
                tiene beneficios. Aquí es evidente la falta de justicia.
               Una falta mayor ocurre cuando existe el proceso de dicotomía 
                que fue penalizado por diversas sociedades médicas desde 
                mucho tiempo atrás y que consiste en que un médico 
                obtenga una parte del honorario cobrado por otro al que el primero 
                refirió un enfermo para tratamiento médico o quirúrgico. 
                Una variante de esta falta se da cuando existe un doble cobro 
                al enfermo. Un especialista en el área A recibe un enfermo 
                sufriendo un padecimiento de área B. Lo refiere para su 
                tratamiento, con el paciente internado, a un especialista de esta 
                área B, pero continúa visitándolo en su cuarto 
                con periodicidad. Al alta, el enfermo se enfrenta a dos cuentas 
                de honorarios, debiendo haber enfrentado sólo la del especialista 
                en el área B que fue quien resolvió el problema. 
                El médico A explica su acción señalando que 
                el paciente “es su enfermo” y le tiene gran confianza. 
                Esto es una agresión al principio de justicia.
               En ocasiones se violenta la autonomía del enfermo cuando 
                no se realiza un verdadero procedimiento de consentimiento informado; 
                sino que éste se limita a que el paciente llene un formato 
                a su ingreso al hospital, autorizando las maniobras de diagnóstico 
                y tratamiento necesarios, es decir, devaluar el muy importante 
                aspecto de consentimiento informado a un mero trámite administrativo 
                y con ello incurriendo en falta de respeto a la autonomía 
                del paciente.
               En los casos de cirugía hay dos condiciones francamente 
                no éticas. Los casos de cirugía innecesaria que 
                están bien documentados en la bibliografía médica 
                (14) y los casos del “cirujano fantasma”; es decir, 
                cuando un médico actúa como si él fuera el 
                que interviniera en un caso, cuando realmente fue otro cirujano 
                experimentado quien lo resolvió. No se da esta situación 
                si el médico que atendió al enfermo inicialmente 
                explica a la familia que va a recurrir a un cirujano más 
                experto que él para resolver el caso y él va actuar 
                sólo como ayudante. Los honorarios en este caso de forma 
                ética, deben ser de nivel de cirujano para quien intervino 
                y de ayudante para el que actuó así, aunque éste 
                último sea el que originalmente atendió al enfermo.
               En la actualidad, es evidente que hay que tener mucho cuidado 
                en cumplir con el principio de justicia manteniendo la confidencialidad 
                en relación con el padecimiento del paciente. En ocasiones 
                esto no es sencillo. Con frecuencia la familia de un paciente 
                con cáncer pide al médico que no haga del conocimiento 
                del paciente su mal para no deprimirlo; en este caso el médico 
                debe valorar con cuidado el cumplir con esta petición, 
                de acuerdo con la sensibilidad que juzgue de la capacidad del 
                paciente para enfrentar la realidad. El enfrentar la realidad 
                puede ser cumplir con justicia el que el paciente pueda llevar 
                acabo acciones propias de quien sabe que va a dejar de vivir a 
                un plazo relativamente corto. En otras situaciones la índole 
                de la enfermedad obliga al enfermo a alertar a la familia sobre 
                el tipo de enfermedad del paciente; ahora se da en casos de SIDA, 
                cuando hace unas décadas era un problema en el caso de 
                pacientes con tuberculosis pulmonar abierta, es decir en fase 
                de contagio, para evitar la transmisión de la enfermedad 
                a otros familiares.
               Un mal de nuestro tiempo es la llamada “medicina defensiva”. 
                Atenta contra la justicia porque hace gastar al paciente dinero 
                en exámenes y estudios de gabinete innecesarios y contra 
                él de no maleficencia porque en ocasiones se somete al 
                enfermo a estudios que conllevan cierto riesgo. Se da como una 
                respuesta al miedo del médico de ser demandado si el diagnóstico 
                fue incompleto o equivocado. Puede ser originada por esta perversión 
                de la medicina en la que el paciente no confía en el médico 
                porque le fue impuesto por alguno de los mecanismos de la medicina 
                administrada que hoy existen; o puede ser la expresión 
                de la ignorancia del médico ante un paciente. Esto último 
                se da en salas de urgencias donde el paciente es recibido en ocasiones 
                por jóvenes inexpertos y ante la falta de un diagnóstico 
                presuntivo obtenido por maniobras de clínica clásica, 
                se pide todo tipo de análisis y estudios de gabinete para 
                orientar el diagnóstico, cuando éstos sólo 
                deben ser utilizados para corroborar o rectificar la presunción 
                clínica (15). En estos casos se falta a la justicia y quizá 
                al de no maleficencia.
               El encarnizamiento terapéutico es el uso de recursos 
                extraordinarios en pacientes con un padecimiento terminal en los 
                que sólo hay que evitar al paciente síntomas tan 
                molestos como el dolor o la asfixia. La actitud del médico 
                en salas de urgencia requiere en estos casos de una comunicación 
                pronta con los familiares del paciente para conocer si la voluntad 
                del paciente al respecto de tener o no medidas extraordinarias 
                ha quedado consignada por escrito. Ésta es la situación 
                menos conflictiva. En estos casos él o los médicos 
                tratantes deben manejarse con cautela y discreción, pues 
                en ocasiones hay contradicción acerca de la conducta a 
                seguir de parte de distintos familiares (16,17).
               Un aspecto ético bien documentado en la bibliografía 
                en Norteamérica es el caso del médico como doble 
                fiduciario (18,19). El médico en relación con el 
                principio de beneficencia debe ser sólo fiduciario del 
                paciente. Se da un conflicto de intereses cuando el médico 
                no sólo esta preocupado por el paciente sino en quedar 
                bien con la compañía de pagos que lo ha empleado; 
                esto es frecuente en médicos de aseguradoras o en médicos 
                que son empleados de servicios médicos como el de los empleados 
                bancarios, en donde para seguir las políticas de la institución 
                que los emplea restringen el uso de recursos diagnósticos 
                o terapéuticos a los pacientes. Otra forma de esta doble 
                responsabilidad se da cuando en consorcios médicos privados, 
                los médicos tratantes para ser “productivos”, 
                según los criterios empresariales, emplean más recursos 
                de diagnóstico y tratamiento o mayor frecuencia de internamientos 
                para hacerse de este prestigio comercial de ser “productivos” 
                a la empresa.
               Finalmente, un asunto que ha llenado ya muchas páginas 
                de revistas médicas: La relación de los médicos 
                con la industria farmacéutica. Desde los mini sobornos 
                como los llaveritos, las plumas, pisapapeles, libretitas, que 
                el visitador médico entrega a los médicos promoviendo 
                un nuevo producto farmacéutico, hasta los maxi sobornos 
                que consisten en comidas en lugares costosos o viajes para asistir 
                a congresos. Hay estudios que demuestran que estos mecanismos 
                de propaganda influyen en la receta del médico (20,21). 
                Se ha demostrado que a través de este mecanismo, los laboratorios 
                logran que el médico, aún el de nivel académico, 
                recete el nuevo medicamento, de precio mucho mayor que el anterior 
                con la idea de que va a ser más útil, cuando en 
                realidad tiene el mismo efecto que los anteriores de costo menor. 
                En los congresos da pena ver a los médicos perdiendo el 
                tiempo visitando las carpas de los laboratorios, en vez de asistir 
                a las sesiones académicas, donde con regalos como camisetas, 
                discos y otras fruslerías les promueven la receta de sus 
                medicamentos. Peor aún, en los congresos, hay sesiones 
                donde un médico de cierto prestigio presenta un trabajo 
                donde relata su experiencia clínica –naturalmente 
                favorable-- con el medicamento que la compañía farmacéutica 
                que le pagó el viaje desea promover. Sería indispensable 
                reglamentar la presencia de la industria farmacéutica en 
                las actividades académicas diversas como los congresos, 
                las sesiones de sociedades científicas, los programas de 
                educación médica continua, para evitar que estos 
                esfuerzos académicos resulten en eventos de propaganda 
                farmacéutica generalmente, además, mal pagada.
               Hemos mencionado que el ejercicio ético de la medicina 
                no está hoy sólo en manos de los médicos. 
                Mencionaremos algunas situaciones de ejercicio no ético 
                que se escapan a la voluntad del médico.
               Si el fin único de la medicina debe ser sólo el 
                beneficio del enfermo y la medicina debe ser justa para todos, 
                es poco ético el mecanismo de selección negativa 
                de pacientes por las aseguradoras que venden seguros médicos. 
                Se privilegia la admisión de jóvenes y sanos; se 
                evita la de viejos o con sospecha de estar propensos a una enfermedad.
               No es de justicia la cantidad de argucias que las aseguradoras 
                emplean para diferir el pago de gastos médicos que en forma 
                legítima reclaman los asegurados. Tampoco es ético 
                los muy bajos pagos que realizan a los médicos. Hace años 
                publicamos una encuesta entre médicos especialistas certificados 
                quienes contestaron señalando los muy bajos honorarios 
                pagados por las compañías de seguros y las dificultades 
                para el cobro de los mismos (22). No es ético que entre 
                los médicos contratados se promuevan premios a quienes 
                utilicen menos recursos para sus enfermos. Para los pacientes 
                una falta de justicia es que no puedan escoger libremente al médico 
                tratante deseado y tengan que atenerse el grupo seleccionado por 
                la aseguradora que son médicos que han aceptado, por necesidad, 
                sus bajos honorarios. 
              En la medicina de los servicios públicos hay una indudable 
                falta de equidad lo cual hace injusta la medicina así organizada. 
                En los trece subsistemas en que se administra medicina en los 
                servicios públicos hay una gran variedad de oportunidades 
                de acceso, suficiencia o insuficiencia de recursos; existe en 
                la mayoría un exceso administrativo que reduce recursos 
                para la atención médica propiamente dicha. Los insumos 
                con frecuencia son insuficientes, principalmente los medicamentos 
                y por ende la calidad de la atención en ocasiones es mala. 
                Es una falta ética de la llamada organizacional.
               En los grandes centros médicos privados la selección 
                necesaria se da por la capacidad económica del enfermo. 
                De esto no tienen la culpa estos consorcios; es una falta ética 
                del sistema médico del país. Sin embargo, sí 
                se dan casos de faltas éticas, como cuando se da de alta 
                a un enfermo independientemente de su situación clínica 
                cuando se le agotan los recursos económicos, o cuando se 
                promueve el concepto de “productividad”. El médico 
                mejor considerado en el grupo es aquel que utiliza más 
                los recursos instalados, ya sean estudios clínicos, de 
                gabinete o internamientos. Esto puede lesionar el principio de 
                justicia y en ocasiones el de no maleficencia. Existen comités 
                de ética, pero no necesariamente funcionan. Se relata el 
                caso de un cirujano plástico en uno de estos grandes centros, 
                que se ofreció a resolver un caso con urgencia, no obstante, 
                que el paciente ya tenía tratos con otros médicos, 
                si la familia depositaba una fuerte cantidad en su cuenta bancaria. 
                Conociendo el hecho, el director de ese hospital quiso darlo de 
                baja del grupo, no pudiendo hacerlo, porque la institución 
                consideraba que era “productivo”.
               Quizá uno de los problemas éticos mayores en estas 
                latitudes se da cuando especialistas certificados en un área 
                atienden casos de otra área distinta. Esto se da con mayor 
                frecuencia en los internamientos por urgencias y propicia no sólo 
                la invalidez del esfuerzo de certificación, sino cierta 
                ineficiencia al atender casos distintos de su capacidad y propicia 
                el doble cobro, pues con frecuencia acaban teniendo que llamar 
                al especialista capaz ante el caso.
               Finalmente, un país puede tener organizada una medicina 
                ética o no. Cuando Flexner a principios de siglo pasado 
                logró a través de su estudio que se cerraran las 
                escuelas de medicina que no cumplían con las condiciones 
                necesarias para funcionar con calidad dio un paso muy importante 
                a la formación ética de médicos con los conocimientos 
                y las destrezas necesarias para un ejercicio médico de 
                calidad, obligación ética indispensable, antes que 
                otras. En nuestro medio aún esperamos un movimiento como 
                el de Flexner que limite las escuelas de medicina a las que aseguren 
                nivel. Este es un problema ético de la medicina en México.
               Mientras el país invierta menos del 3% del PIB en los 
                servicios de salud, todas las promociones de su capacidad de resolver 
                la atención de la salud de los habitantes en México 
                serán insuficientes. La salud en México no se resuelve 
                con spots en televisión. Hay países de América 
                Latina que invierten más del 6% de su PIB en esta tarea. 
                En nuestro medio se maneja con maña el que se invierte 
                cerca del 6% incluyendo en esas cuentas la inversión de 
                organismos privados, cuando en realidad la inversión pública 
                en salud es sólo el 45% del total (23).
               En los servicios de salud dependientes del Estado muy poco se 
                invierte en investigación. En la mayoría de los 
                hospitales se reduce ésta a investigación de productos 
                farmacéuticos promovida por esta industria, lo que da por 
                resultado que los hospitales después se conviertan en propagandistas 
                de esos productos.
               Quizá la falta ética más grave del sistema 
                estatal de salud es la permisividad que se da para que innumerables 
                insumos para la salud se promuevan a través de medios masivos 
                de comunicación, principalmente, medicamentos. El daño 
                que se hace a la población puede ser incalculable. Este 
                es un mal que se ha extendido en todo el mundo. Sin embargo, en 
                nuestro medio llega a tener dimensiones grotescas debido a que 
                carecemos de reglamentos que eviten asuntos tan lamentables como 
                la propaganda de insumos para la salud por televisión.
               La nueva medicina con los muy grandes adelantos en el conocimiento 
                y en los maravillosos avances de la tecnología médica, 
                pueden servir al ser humano mejor que nunca. Las condiciones de 
                esta nueva medicina obliga a reflexionar en que condiciones esto 
                puede lograrse para cumplir mejor con los postulados que hoy se 
                aceptan que constituyen la ética médica actual: 
                Beneficencia, pensar que toda acción sólo debe ser 
                para el beneficio del enfermo. No maleficencia, evitar cualquier 
                acción que redunde en daño, injusticia o peligro 
                para el paciente. Respeto a la autonomía, es decir, actuar 
                con decisiones compartidas y evitar la actitud paternalista o 
                con suficiencia que deja a un lado la opinión del enfermo. 
                Y finalmente, lograr que todas las acciones se inscriban en la 
                justicia de la administración igualitaria de los recursos 
                médicos actuales para todos los enfermos independientemente 
                de su capacidad económica.
              Bibliografía.