RESUMEN
En países con economías emergentes
como la de México, la obesidad infantil y las enfermedades
asociadas a ella en la infancia misma o en la edad adulta, han aumentado
en proporción alarmante sobre todo en los últimos
20 años, por lo que la Organización Mundial de la
Salud la consideró en 1998 como una verdadera epidemia y
un problema de salud pública. México es el segundo
país con mayor número de obesos en el mundo, sólo
por debajo de los EUA, el Distrito Federal es la ciudad con mayor
número de obesos.
Si bien se observa en todos los niveles socioeconómicos,
la población más afectada la conforman la clase media
y los hijos de emigrantes de las zonas rurales a las grandes ciudades.
En ambos grupos entre las causas se encuentran los cambios en la
dieta tradicional abundante en frutas, vegetales y leguminosas,
por la de tipo occidental rica en grasas saturadas, y azucares refinados
con carga glucémica1 elevada. Papel preponderante
lo constituyen también la falta de ejercicio al aire libre
y el sedentarismo e inactividad física de los niños
y adolescentes que pasan muchas horas frente al televisor, con los
videojuegos, en la computadora, o hablando por teléfono;
tiempo durante el cual consumen gran cantidad de lo que se conoce
como “comida chatarra” y refrescos embotellados o jugos.
A esto debe agregarse la predisposición genética de
los ancestros de nuestra población indígena relacionada
con el “genotipo ahorrador” que les permitía
vivir de la caza para no morir de hambre en tiempos de escasez y
darse comilonas en tiempo de abundancia. Esto era una ventaja en
los tiempos de hambruna, pero es evidente desventaja en la actualidad
en ambientes que ofrecen múltiples opciones de comidas rápidas
ricas en calorías y bajas en nutrientes.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Nutrición
(ENN) de 1999 y la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición
(ENSANUT) 2006, la prevalencia2 combinada de sobrepeso
y obesidad en escolares de ambos sexos aumentó un tercio
en ese lapso, el sexo masculino mostró los mayores aumentos
en obesidad. Según resultados de la ENSALUT, uno de cada
tres adolescentes tiene obesidad o sobrepeso, lo que representa
5,757.400 adolescentes en el país con estas enfermedades.
1 Índice glucémico:
Velocidad con la cual entra un carbohidrato al torrente sanguíneo
y estimula la insulina. Carga glucémica: Es el resultado
de la multiplicación del índice glucémico de
un carbohidrato por el contenido en gramos insulino-estimulantes
por 100
2 Prevalencia: La prevalencia cuantifica la proporción
de individuos de una población que padecen una enfermedad
en un momento o periodo de tiempo determinado.
De no establecerse estrategias que detengan el
avance del sobrepeso y la obesidad en los niños y adolescentes,
la transición epidemiológica con morbilidad y mortalidad
por causas no transmisibles y enfermedades asociadas a la obesidad
en los adultos, tales como la hipertensión, cardiopatía
isquémica, infarto al miocardio, dislipidemias, diabetes,
patología músculo esquelética y algunas neoplasias,
cobrarán numerosas victimas.
Definición
La obesidad se define como el exceso de grasa corporal, que induce
a un aumento significativo de riesgo para la salud, debido a un
desequilibrio prolongado entre la ingestión de calorías
y el consumo de energía. En palabras sencillas el incremento
de peso se produce cuando las calorías que se consumen (en
las comidas y bebidas) superan a las calorías que se gastan
(en el metabolismo basal, el efecto térmico de los alimentos
y la actividad física). Se inicia generalmente en la infancia
y la adolescencia.
Los métodos más usados para medir
la obesidad son los antropométricos: relación, talla,
peso, índice de masa corporal (IMC), pliegues cutáneos
y la simple inspección del paciente.
El índice de masa corporal (IMC) se calcula
al dividir el peso en kilogramos sobre el cuadrado de la talla en
metros. (Kg/m2). El sobrepeso infantil se establece a partir del
centil 75 en las curvas de IMC y la obesidad infantil a partir del
centil 85. (Anexos 1-6)
Los criterios para definir y clasificar el sobrepeso
y la obesidad varían según la edad y el sexo ya sea
que se trate de menores de dos años, entre cinco y once años
y en adolescentes, como veremos mas adelante. (Cuadro 1)
Cuadro
1
Clasificación de sobrepeso y obesidad de la OMS de
acuerdo al IMC
y su relación con comorbilidades |
Clasificación |
IMC (Kg./m2) |
Riesgo |
Peso bajo |
< 18.5 |
Bajo |
Normal |
18.5-24.9 |
Promedio |
Sobrepeso |
25-29.9 |
Aumentado |
Obesidad |
30-34.9 |
Moderado |
Obesidad II |
35-39.9 |
Alto |
Obesidad III |
>=40 |
Grave |
Fuente: Obesity and overweight.World
Health Organization. http://www.who/int/whr/2003/en/. |
Clasificación
La obesidad puede clasificarse en exógena y secundaria. La
exógena o esencial, es la más frecuente y representa
el 95% de todos los casos de obesidad infantil. La secundaria o
sindromática forma parte de la sintomatología de una
enfermedad conocida y corresponde al 5%. Desde el punto de vista
cuantitativo la obesidad se clasifica en "androide" y
"ginecoide". La primera, llamada también visceral,
central o tipo "manzana", tiene como característica
que el acumulo de grasa es a nivel troncal o central. La segunda,
llamada también obesidad periférica o tipo "pera",
presenta la grasa a nivel periférico preferentemente en la
cadera y en la parte superior de los muslos.
Epidemiología
En la primera mitad del siglo XX y parte de la segunda, se describía
a los ricos como obesos y a los pobres delgados, el problema entonces
era como alimentar a los desnutridos y abatir la desnutrición.
En la actualidad la mayoría de los ricos principalmente los
jóvenes, son delgados (dietas, alimentos light, ejercicio
–jogging, spinning, fitness, etc.) y los de clase media y
pobres son además de desnutridos obesos, la preocupación
ahora es la obesidad. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) en 1998 la consideró epidemia mundial debido a la existencia
de más de 1 billón de adultos con sobrepeso de los
cuales al menos 300 millones eran obesos. Esta epidemia de obesidad
no se limita a los países desarrollados, su aumento es mas
rápido en países en vías de desarrollo como
el nuestro, que enfrentan un doble problema, la desnutrición
y la obesidad.
Publicaciones recientes muestran que la incidencia3
y prevalencia de la obesidad han aumentado progresivamente desde
hace 60 años y de forma alarmante en los últimos 20,
con cifras aproximadas de 20% en la infancia, 40% en la adolescencia
y hasta 70% en los adultos. En la Encuesta Nacional de Salud 2006
se encontró que el mayor incremento fue en la prevalencia
de obesidad en los niños (77%), comparados con las niñas
(47%). (Cuadros 2 y 3)
Cuadro
2
Prevalencia de obesidad en niños de 5 a 11 años |
Obesidad en niños de 5 a 11 años |
1999 |
2006 |
Incremento 1999 a 2006 |
Prevalencia nacional en niños |
5.3% |
9.4% |
77% |
Prevalencia nacional en niñas |
5.9% |
8.7% |
47% |
Fuente: Encuesta Nacional de Salud
y Nutrición INSP 2006 |
Cuadro
3
Prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños de 5 a
11 años |
Obesidad en niños de 5 a 11 años
|
1999 |
2006 |
Incremento 1999 a 2006 |
Prevalencia nacional |
18.6% |
26.0% |
39.7% |
Fuente: Encuesta Nacional de Salud
y Nutrición INSP 2006 |
3 Incidencia: La incidencia
se define como el número de casos nuevos de una enfermedad
que se desarrollan en una población durante un período
de tiempo determinado.
Aproximadamente en el 50% de los casos el sobrepeso
aparece antes de los dos años y el resto en la pubertad y
adolescencia, las etapas de mayor crecimiento. Alrededor de 80%
de los adolescentes obesos lo serán el resto de su vida;
menos del cinco por ciento de los adultos que bajan de peso se mantienen
en su peso ideal en los siguientes cinco años posteriores
al tratamiento y seis por ciento recupera el peso perdido en los
siguientes seis a 12 meses.
Una inquietud frecuente de los padres respecto
a la obesidad infantil es si el niño obeso será un
adulto obeso. Diversos estudios han demostrado que los niños
obesos tienen más probabilidades de ser adultos obesos que
los que mantienen su peso en rangos normales. Los niños que
presentan obesidad entre los seis meses y los siete años
de edad tienen un 40% a 50% de probabilidades de ser adultos obesos
y los que inician la obesidad entre los 10 y los 13 tienen un 70%,
ya que los adipositos se multiplican en esta etapa de la vida. Además
existe un factor hereditario, puesto que si la madre es obesa, su
hijo tiene el 25 por ciento de riesgo de padecerla, si lo es el
padre, el porcentaje es del 50 por ciento, y se eleva al 75 por
ciento cuando ambos progenitores la sufren. En ausencia de obesidad
en ambos padres, los hijos tienen sólo14% de riesgo de padecerla.
Al menos 300 mil defunciones al año se relacionan
con la obesidad y las enfermedades asociadas a ésta.
Etiología
La causa del sobrepeso y la obesidad en los niños, aceptada
por la mayoría de autores, es la desproporción entre
la ingesta y el gasto de calorías, lo que ocasiona aumento
de energía almacenada que se manifiesta como ganancia de
peso corporal. La obesidad durante la infancia y la adolescencia
es el resultado de una interacción compleja entre factores
ambientales, socioeconómicos, genéticos y psicológicos.
Factores ambientales
Investigadores en Ecología Social consideran que la conducta
de los individuos frecuentemente está en función del
ambiente, por lo que los interesados en la obesidad como problema
de salud pública deben tomar en cuenta los diferentes niveles
de influencia del ambiente en el diseño de medidas efectivas
para la prevención y tratamiento de la obesidad en niños
y adultos.
El consumo excesivo de grasas no saturadas y carbohidratos
son la principal fuente de calorías. Por muchos años
se consideró a las grasas no saturadas como causa principal
de la enfermedad, sin embargo, estudios recientes han demostrado
que al menos en los últimos 20 años, dicho consumo
o se ha mantenido o ha diminuido ligeramente al igual que la ingesta
de leche, sin embargo, la obesidad se ha incrementado. La explicación
a esta incongruencia se encuentra en que al disminuir el consumo
de grasas y leche se ha disparado la ingestión de carbohidratos
en forma de almidones, harinas y bebidas azucaradas.
Los carbohidratos consumidos en exceso elevan el
nivel de glucosa en sangre sobre todo los de alto índice
glucémico, -carbohidratos refinados contenidos en refrescos,
cereales, pan y pastas- lo que ocasiona mayor liberación
de insulina por el páncreas y eventualmente resistencia a
la insulina, característica de la diabetes tipo 2. Las bebidas
carbonatadas provocan obesidad infantil, ya que contienen grandes
cantidades de azúcares, como sacarosa, glucosa y fructuosa;
sólo como ejemplo, recientemente se publicó que para
elaborar 10 litros del refresco más popular en el mundo,
se requieren 8.8 litros de agua, 1,070 gramos de endulzante y 90
gramos de dióxido de carbono. Así, diversas investigaciones
han encontrado un vínculo directo entre el consumo de refresco
y la obesidad hasta, en 34% de los casos estudiados. Los resultados
son contundentes: al beber un litro de refresco al día, se
aumenta un kilo de peso en tres semanas.
Desde la lactancia se gestan conductas “obesogénicas”,
el abandono de la alimentación al seno materno –se
ha reportado que tiene algún efecto protector contra el sobrepeso-
o el amamantar al niño por períodos menores a 4 a
6 meses sustituyendo la leche materna por leches industrializadas
y la ablactación temprana, son factores que conducen al sobrepeso
y la obesidad, a lo que contribuye el entorno social ya que es común
que las madres, la familia y los amigos consideren como modelo de
salud y belleza a los niños gordos, lo que estimula la sobrealimentación.
El promedio de tiempo que pasan los niños
y adolescentes frente al televisor varia en los estudios disponibles,
pero la mayoría considera que los pequeños obesos
o con sobrepeso ven televisión durante más de tres
y hasta cuatro horas, se recomienda que este lapso no exceda las
2 hrs. por día.
En casa los alimentos con frutas, vegetales, carnes,
fuentes de fibra, vitaminas y proteínas, se han sustituido
por comidas rápidas precocinadas. Esto tiene orígenes
en los cambios de la estructura social, cada vez son más
las madres que trabajan, no tiene tiempo para cocinar y recurren
a los alimentos preparados que sólo deben calentarse y servirse,
los que generalmente no tiene el equilibrio necesario de nutrientes.
Los padres de niños obesos frecuentemente tienen sobrepeso
u obesidad, cuando es la madre, que generalmente trabaja, sobreprotege
y compensan el poco tiempo que dedica a sus hijos con oferta excesiva
de alimentos, ambos minimizan el problema y no buscan ayuda para
resolverlo.
Factores socioeconómicos
En general se observa que los hijos de familias con bajo nivel de
ingresos y de educación consumen alimentos con alto valor
calórico y son más proclives a desarrollar sobrepeso
y obesidad que sus contrapartes con niveles educativos y económicos
más altos, quienes tiene mayores posibilidades de alimentación
sana y de acceder a los servicios de salud, paseos y ejercicio al
aire libre o establecimientos de ejercicio formal.
El género también influye en el
impacto del nivel socioeconómico sobre el desarrollo de obesidad.
Las mujeres pobres son dos veces más propensas a desarrollar
obesidad que los hombres pobres. Por el contrario, una mujer de
buen nivel socioeconómico tiene menos riesgo a volverse obesa
que un hombre del mismo nivel. Sin embargo, un hombre “opulento”
es significativamente más proclive al sobrepeso que otro
con bajo nivel socioeconómico.
Factores psicológicos
Los hijos de madres o padres solteros, parejas divorciadas o separadas,
alcohólicos o adictos, muestran con mayor frecuencia, que
los que viven en familias integradas y sin desviaciones, alteración
de las conductas y hábitos de alimentación, que se
manifiestan como sobrepeso, obesidad, desnutrición, o bulimia.
Del 20 al 40% de los adolescentes con obesidad
severa (grado III o mórbida) son “comedores compulsivos”.
Los comedores compulsivos muestran preocupación por su figura
y su peso; así como, síntomas de depresión
y ansiedad con baja autoestima cuando se comparan con obesos no
compulsivos
La autoestima en los niños obesos varía
con la edad y el sexo. Las niñas tienen más riesgo
de problemas de autoestima que los niños. La aceptación
de los padres y la despreocupación por la obesidad pueden
ser factores protectores de la autoestima, si bien dificultan la
búsqueda de ayuda y el tratamiento. Entre los adolescentes
obesos grado III, alrededor de la mitad tienen síntomas depresivos
moderados a severos y más de un tercio reportan niveles altos
de ansiedad. Las adolescentes obesas se aíslan y se involucran
más en conductas riesgosas y antisociales como drogadicción
y alcoholismo que sus pares sin esta enfermedad y tienen también
mayores intentos suicidas que las no obesas.
Factores genéticos
La leptina fue la primera hormona reconocida ligada genéticamente
de manera importante al control del peso corporal en el ser humano.
Esta hormona del adiposito está involucrada en un circuito
complejo de hormonas y neurotransmisores para controlar el apetito.
La leptina y la insulina producidas en el organismo –adiposito
y páncreas- a niveles proporcionales a la cantidad de grasa
corporal, llegan al Sistema Nervioso Central en proporción
a su concentración plasmática y activan los receptores
de regulación de ingesta de energía. El mapa genético
de la obesidad humana continua ampliándose y un número
mayor de regiones cromosómicas se han asociado con la obesidad
humana. En la mayoría de las publicaciones recientes se han
reportado más de 430 genes, marcadores y regiones cromosómicas
asociadas o ligadas con fenotipos de obesidad humana. Hay 35 regiones
geonómicas con locus de rasgos cuantitativos que han sido
replicadas en dos o más estudios de fenotipos de obesidad.
En todos los cromosomas, excepto el Y se han encontrado locus ligados
con el fenotipo de obesidad. Se han identificado algunos genes específicos
de la obesidad visceral. A la luz de estos datos, es altamente probable
que la obesidad infantil sea poligénica vía factores
genéticos complejos. Se calcula que 30 a 50% de la tendencia
a acumular grasa puede explicarse por variaciones genéticas.
Diagnóstico
Los padres acuden a consulta cuando observan a su hijo de cualquier
edad con aumento de peso, si es mayor de cinco años porque
además manifiesta conductas antisociales y refiere rechazo
por sus pares en el vecindario o en la escuela. En adolescentes
con obesidad mórbida (GIII), puede haber manifestaciones
de alguna de las patologías asociadas a la obesidad, que
los decide a buscar ayuda, generalmente hipertensión arterial.
En todos los casos y todas las edades deberá
elaborarse la historia clínica completa con antropometría
y especial atención en los antecedentes familiares, investigando
la existencia de padres, hermanos o familiares cercanos con obesidad
o sobrepeso ya que es aceptado que el pronóstico y el apego
al tratamiento -y por lo tanto el éxito- con frecuencia fracasa
en familias de obesos. Interrogar con detalles el nivel de escolaridad
de los padres; tipo de empleo, el ingreso familiar, uso del tiempo
libre, hábitos de alimentación, práctica de
deportes y ejercicios. Diabetes en familiares, sobretodo diabetes
gestacional durante el embarazo del paciente o de sus hermanos.
En los antecedentes personales investigar el peso
al nacer, desnutrición in útero, en la historia nutricional
preguntar si recibió lactancia materna y duración
de la misma, o si se alimentó con formula láctea,
inicio de la ablactación y alimentos sólidos proporcionados.
Es importante también la valoración de la ingesta
actual de calorías incluyendo la calidad de la dieta en términos
de balance de nutrientes y grupos de alimentos. Preguntar acerca
del grado de actividad física del paciente, limitaciones
ocasionadas por el peso, incluyendo ronquido y somnolencia como
signos potenciales de apnea del sueño.
En el padecimiento actual el inicio y evolución
de la enfermedad, consultas y tratamientos previos, exámenes
de laboratorio y gabinete practicados. Las alteraciones en la glicemia,
el calcio sérico, el colesterol y los triglicéridos
(fracciones de baja –LDL y alta HDL densidad) se detectan
con los exámenes básicos de laboratorio.
El examen físico deberá orientarse
directamente a la antropometría, las proporciones corporales
y a la presencia o ausencia de hallazgos dismorficos específicos
que pudieran orientar el diagnóstico hacia algún síndrome
raro que se acompañe de obesidad. En cada visita se deberán
registrar y graficar la talla, el peso, el IMC, la circunferencia
de la cintura y en niños pequeños el perímetro
cefálico, puesto que el tamaño y peso de la cabeza
pudiera modificar la relación talla-peso para la edad. Ya
que el sobrepeso y la obesidad cursan con acumulación excesiva
de grasa corporal, la definición de estos deberá siempre
asociarse con riesgos para la salud y discutirse con el paciente
y sus padres desde la primera entrevista.
Antropometría
Debido a las dificultades para medir directamente la grasa corporal,
se puede calcular la obesidad con el IMC, procedimiento simple,
sin costo y que se correlaciona con bastante precisión con
la cantidad de grasa corporal en niños y adultos. La OMS
y la International Obesity Task Force (IOTF) en la que han participado
expertos de nuestro país, definen el sobrepeso como riesgo
para la salud cuando el IMC se encuentra entre 25 y 29.9 kg/m2 y
la obesidad cuando es igual o mayor a 30 kg/m2. (Cuadros 1 y 4)
En México el INSP en base a los resultados
de la ENN de 1999 y la ENSANUT de 2006 recomienda utilizar también
en niños de 2 años o más las gráficas
elaboradas en el Centro de Estadísticas de Salud en colaboración
con el Centro para la Prevención de Enfermedades Crónicas
y Prevención de la Salud (CDC) y la International Obesity
Task Force (IOTF). (Anexos 1-7)En niños y adolescentes entre
6 y 18 y hasta los 20 años se emplea el Índice de
Masa Corporal (IMC), aceptado como estándar en el año
2000 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y adoptado
por un gran número de países en el mundo4.
Cuadro
4
Clasificación de sobrepeso y obesidad de acuerdo al
IMC (OMS) |
Clasificación |
IMC |
Percentiles * |
Peso bajo |
< 18.5 |
< 3 |
Normal |
18.5-24.9 |
> 3.1 < 84 |
Sobrepeso |
25-29.9 |
> 85 < 95 |
Obesidad I |
30-34.9 |
>= 95 |
Obesidad II |
35-39.9 |
|
Obesidad III |
>=40 |
|
* En anexos
gráficas de percentiles para niños y niñas.
Fuente: Obesity and overweight. World Health Organization. http://www.who/int/whr/2003/en/ |
4 En los EUA se emplean
las cartas de IMC y percentiles desde los 2 años de edad
por lo que las que se anexan tienen valores para niños, adolescentes
y hasta los 20 años de edad.
Enfermedades asociadas a obesidad
Recientemente se han encontrado vínculos entre la obesidad
y la inflamación, esta inflamación crónica
silenciosa es el detonante de las enfermedades crónico degenerativas
que coexisten con la obesidad y el síndrome metabólico.
En la obesidad hay un incremento en la producción de ácido
araquidonico (AA) por los adipositos, precursor de los eicosanoides
proinflamatorios como el factor de necrosis tumoral-a (FNT-a) y
de interleucina-6 (IL-6), estas citocinas, favorecen la resistencia
a la insulina, agravan el incremento de grasa en el cuerpo y elevan
el riesgo de enfermedades crónico-degenerativas. Diferentes
estudios han demostrado que la obesidad en la infancia se asocia
a obesidad en la edad adulta. A mayor duración y a mayor
grado de obesidad, mayor morbilidad y mayor mortalidad. Específicamente,
se ha demostrado que la obesidad en la adolescencia se asocia a
mayor mortalidad general, hipertensión arterial, enfermedad
vascular cerebral, infarto de miocardio y cáncer de colon.
La obesidad de tipo androide o central es la que
más se relaciona con trastornos metabólicos como dislipidemias,
alteraciones de los factores de coagulación, resistencia
a la insulina, diabetes tipo 2, e hipertensión arterial,
que elevan el riesgo de enfermedad coronaria.
Tratamiento
El desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas
se originó en los cambios graduales que se produjeron paulatinamente
en el complejo conjunto de factores sociales. Los niños son
ahora menos activos en los diferentes aspectos de la vida cotidiana.
Van a la escuela en transporte colectivo o automóvil, no
van caminando o en bicicleta como antes. El tiempo libre lo utilizan
en “actividades” sedentarias (Televisión, computadora
y videojuegos). Ya no salen a la calle o a los jardines y parques
a jugar o “andar” en patines o bicicleta, por la inseguridad
y el gran número de vehículos automotores que circulan
en todas partes de la ciudad. Los hábitos de alimentación,
como los tipos y la composición de la dieta, las comidas
fuera de casa y el tamaño de las porciones también
se han modificado. La publicidad de alimentos y refrescos en los
medios de difusión en las horas que los chicos ven televisión
es abrumadora, y los fabricantes saben que este auditorio es terreno
fértil para sus productos.
Antes de iniciar el tratamiento debe haber un
acuerdo entre el paciente, el médico y la familia que garantice
el apego a las indicaciones; a este respecto, parecen adecuadas
las siguientes recomendaciones de la Oficina de Salud Infantil de
los EUA:
-
El tratamiento deberá iniciase a
partir de los dos años de edad en niños con sobrepeso.
-
La familia debe estar preparada para el
cambio, de lo contrario el tratamiento fracasará.
-
El médico tiene la obligación
de informar a la familia acerca de las complicaciones de la
obesidad.
-
El médico deberá involucrar
en el programa de tratamiento a la familia y a todos los que
participen en el cuidado del niño.
-
El médico debe animar e insistir,
pero no criticar.
-
El programa de tratamiento se elaborará
para establecer cambios permanentes.
-
El programa de tratamiento permitirá
ayudar a la familia a realizar cambios pequeños, pero
progresivos.
-
El programa de tratamiento deberá
incluir la enseñanza para monitorear la comida ingerida
y el ejercicio realizado, de preferencia por el niño
mismo.
-
En casos complicados o con enfermedades
agregadas participarán profesionales de otras especialidades
para el tratamiento integral, Ej. Cardiólogo, Endocrinólogo,
Nutriólogo, Psicólogo etc.
Para lograr estas recomendaciones, los puntos importantes
en el tratamiento deben ser:
Modificación de los hábitos de alimentación.
Modificación del estilo de vida y ejercicio.
Modificación de los hábitos
de alimentación
El éxito del tratamiento del sobrepeso y la obesidad infantil
está en función del tiempo, debe ser a largo plazo
y estar basado esencialmente en modificación de los hábitos
y conducta alimentaria, el cambio lo favorece una dieta balanceada,
hipocalórica que se ajuste al índice de masa corporal
y que incluya 30% de grasas, 50% de carbohidratos y 20% de proteínas.
Cuando se trata de niños en crecimiento tener presente que
el objetivo es mantener el peso actual o bajarlo lentamente mientras
crece en estatura.
Modificación del estilo de vida
Se considerara que los hábitos de alimentación se
adquieren desde el nacimiento; tanto el médico general como
el pediatra deben recomendar y estimular la alimentación
al seno materno por seis meses como mínimo e iniciar la ablactación
a esa edad con alimentos naturales, frutas, verduras y hasta el
séptimo u octavo mes la introducción de carnes, pollo,
pavo, cerca del año la carne de res y después del
año el pescado, el huevo y los cítricos para prevenir
intolerancias y alergias. Evitar los alimentos industrializados
y los jugos de frutas por su alto contenido en carbohidratos.
En niños mayores desalentar el consumo
de las comidas rápidas, las pizzas, las hamburguesas, los
jugos y los refrescos embotellados y preferir el consumo de agua
natural o de frutas. Acostumbrar las ensaladas y las frutas en los
tres alimentos principales y en los refrigerios. Sentarse a comer
a la mesa con la familia en lugar de hacerlo frente al televisor.
Las comidas deben hacerse en horario regular para que el niño
aprenda las horas para tomar alimentos y minimice los refrigerios
entre comidas. Retomar las actividades al aire libre con ejercicios
acorde con la edad del niño, fomentar las caminatas y uso
de triciclos, patines, carritos de pedales, los paseos dominicales
y no usar el auto para distancias cortas.
Ejercicio
El ejercicio permite reducir las grasas sin modificar la velocidad
de crecimiento, evita a largo plazo las enfermedades asociadas a
la obesidad, a corto plazo mejora significativamente la imagen personal,
la autoestima y la sensación de aceptación física
y social; en niños de 6 a 11 años reduce el sedentarismo
y las horas que le dedican a la televisión.
El incremento de la actividad física
va a permitir:
- Aumento del gasto energético.
- Estímulo de la respuesta termogénica aumentando
la tasa metabólica en reposo.
- Aumento de la capacidad de movilización y oxidación
de la grasa.
- Aumenta los transportadores de glucosa en las células.
- Reducción de la resistencia a la insulina.
- Mejorar la capacidad cardiopulmonar (ejercicio aeróbico).
- Bajar la presión arterial.
- Disminuir los LDL y aumentar los HDL.
- Reducir la grasa corporal y aumentar la masa magra.
El ejercicio físico no debe ser agotador
para mantener el peso y promover la salud. Se recomienda para sujetos
“sanos” de todas las edades 30 minutos diarios de caminata,
trote u otra actividad de intensidad moderada, por 5 a 7 días
a la semana; pueden ser fraccionados en lapsos cortos, existe evidencia
de que en esta forma se obtienen beneficios similares a los que
se logran con actividad continua. Desde luego, que si las condiciones
del organismo lo permiten, se puede aumentar el tiempo y la intensidad
del ejercicio con lo que se obtienen beneficios adicionales para
la salud.
Prevención
Para prevenir la obesidad se requieren programas tendientes a educar
al niño y adolescente, enfocados principalmente a cambios
de estilo de vida, hábitos y conductas alimentarias, en los
que participe toda la familia guiados y coordinados por el médico.
De manera que un programa de prevención de la obesidad seguro
y efectivo deberá incluir medidas para que el niño
y el adolescente puedan evitar el exceso de peso, cambiar sus estilos
de vida y las conductas alimentarias, promover el ejercicio, evitar
la discriminación, aceptar su cuerpo y mejorar la autoestima.
Se debe estimular la ingestión de los cinco grupos de alimentos
de la pirámide alimentaria, con adecuado balance de proteínas,
grasas carbohidratos y agua natural, en horarios regulares con tamaño
de porciones y colaciones suficientes respondiendo a las señales
de hambre y saciedad, de preferencia en familia, en ambiente positivo,
enseñarlos a relajarse y disfrutar de los alimentos.
Es necesario promover el ejercicio estimulando
el movimiento y mantenerlo activo de menos durante una hora al día.
Reducir el sedentarismo limitando el ver televisión, los
videojuegos y la computadora a menos de dos horas por día.
Reemplazarlo por actividades al aire libre como caminata, trote,
paseos en los jardines o parques, subirse a los juegos, columpios
y volantines, andar en bicicleta organizar carreras. Identificar
habilidades especiales para deportes individuales o de equipo y
fomentarlas; el éxito en los deportes abre múltiples
posibilidades, estimula el autocuidado, la disciplina, la aceptación
por otros y la autoestima. Las oportunidades para el ejercicio,
la actividad física y los deportes deben estar disponibles
no sólo en la casa y con los amigos, sino también
en las escuelas y la comunidad. Conforme el niño madura y
se da cuenta de sus posibilidades, de sus destrezas y éxitos,
entenderá que el ejercitarse y estar en forma está
íntimamente relacionado con el bienestar y la salud a largo
plazo.
En la medida que el niño y el adolescente
aceptan y aplican los cambios en el estilo de vida y los hábitos
de alimentación y notan los cambios en su cuerpo, también
cambia su percepción del entorno y quienes lo integran. Por
lo tanto, el tratamiento exitoso y la prevención de la obesidad
y el sobrepeso mejoran la autoestima del enfermo.
Propuesta para la prevención y
control de la obesidad y sobrepeso en niños y adolescentes
a nivel nacional
Como se ha mencionado en el escrito las principales causas son cambios
en los hábitos de alimentación, y modificaciones en
el estilo de vida. Las estrategias para prevenir y controlar la
obesidad en el país deberán dirigirse a cambiarlas
o combatirlas. La tarea no es fácil, se requiere crear consciencia
del problema en todos los sectores involucrados, tanto de la magnitud
del problema como en las consecuencias para la salud y el impacto
en la economía familiar y nacional al incrementarse las enfermedades
asociadas a la obesidad y el sobrepeso, que son de evolución
crónica, que requieren tratamientos –algunos de por
vida- costosos, con frecuencia hospitalización y que deterioran
la calidad y acortan la esperanza de vida.
Si los cambios se han dado en lapsos relativamente
pequeños ha sido por el fuerte impacto de la publicidad en
la población de todas las edades, en prácticamente
todo tipo de medios de difusión, promovidos por las empresas
transnacionales productoras y comercializadoras de alimentos, específicamente
de comida rápida como hamburguesas, pizzas, pollo, sopas
instantáneas y otros alimentos precocidos o listos para servirse
y refrescos, que son parte de la “transculturación”
e invasión de hábitos y costumbres que ha sufrido
la sociedad mexicana por otros países, principalmente los
EUA.
Se ha anotado que en años recientes el
consumo de carbohidratos es mayor que el de grasas y forma parte
importante en la génesis de la obesidad y el sobrepeso, por
lo tanto, merece mención especial el consumo de refrescos
embotellados –fuente importante del exceso de calorías
que ingieren estos enfermos- que han sustituido en un gran porcentaje
al consumo de leche y agua, y en el cual los mexicanos sólo
somos superados por los estadounidenses; en el consumo de coca-cola
somos campeones según reporte periodístico que se
agrega a continuación:
“De acuerdo con analistas, el éxito
de Coca-Cola en México, con ventas de unos 2 mil 400 millones
de cajas-unidad, se debe a sus bajos precios y a que en algunas
partes del país es más fácil de conseguir
que el agua. Según diversos cálculos, México
tiene un consumo per cápita anual de leche de 82 litros,
contra 150 de refresco.”
Fuente(s):http://www.mxl.cetys.mx/deptos/vinc/bc/s...
Reuters. Mayo 5-2004
Si se toma en cuenta que el consumo de refrescos,
en total suma 300 millones de cajas al año en el país,
que el valor del mercado mexicano de refrescos asciende aproximadamente
a 15 mil 500 millones de dólares, que existen más
de 230 plantas embotelladoras en el país que atienden más
de un millón de puntos de venta, que el principal punto de
venta del refresco en México es la pequeña tienda
donde se realiza 75 por ciento de las ventas de refresco, que 24
por ciento se comercializa en restaurantes, clubes, discotecas y
hoteles, y sólo uno por ciento en tiendas de autoservicio,
resulta evidente que los intereses de los grandes capitales son
un obstáculo enorme para implementar restricciones en la
publicidad y venta de este tipo de bebidas. Y se explica el porque
no progresaron las iniciativas de ley en las cámaras y la
propuesta de la Secretaría de Hacienda en el sentido de gravar
con impuestos mayores la producción de refrescos y la propuesta
en el Senado de la República en octubre de 2005 para reformar
el articulo 115 de la Ley General de Salud y el 49 de la Ley Federal
de Protección al Consumidor a fin de regular en los medios
de comunicación la publicidad de los alimentos “chatarra.”
La Secretaría de Salud, La Secretaría
de Educación Pública, el IMSS con su programa PREVENIMSS
y algunas ONG, han iniciado campañas publicitarias informando
del incremento de la obesidad y su comorbilidad con las consecuencias
para la salud, pero no son suficientes. Se deben reforzar y multiplicar
esfuerzos coordinados por la Secretaría de Salud como Institución
responsable de preservar la salud de la población.
Se deben formar y capacitar grupos ex profeso para
realizar campañas de presentaciones con material de apoyo
y nivel de entrega adecuado a los diversos grupos y edades de la
población -sana, en riesgo y enferma-, en las escuelas, universidades
y centros de trabajo, resaltando los peligros del sobrepeso y la
obesidad, el beneficio de su control y prevención, las ventajas
del consumo de alimentos “sanos”, frutas, vegetales,
agua y la promoción del ejercicio en todas las edades. Este
material en forma de presentaciones en CD o DVD debería también
exhibirse continuamente en las salas de espera de todos los hospitales
y clínicas del sector público y privado, en los bancos
y oficinas gubernamentales, en los cines y en todos los sitios de
reunión que sea posible.
Finalmente, seguir el ejemplo de otros países
y legislar para que se regulen o prohíban los anuncios publicitarios
en televisión, que fomentan el consumo de comida rápida
y refrescos en horarios infantiles, sin anteponer los intereses
económicos y la corrupción, a la salud de los niños
y adolescentes de México. |