Desde el inicio de su existencia sobre la tierra, inserta dentro
de la vida misma, la enfermedad ha acompañado al hombre,
así como la intención y el oficio de quererla curar.
Sea cual fuere considerado el origen de la enfermedad, el castigo
divino, un dosha –corrupción purulenta del
principio material-, el desequilibrio entre el ying-yang,
una diskrasia humoral, o la lesión tisular, quien
la sufre es el enfermo.
Los textos médicos a través de la historia nos
dejan visualizar que la escena patológica no ha variado
en mucho, los médicos actúan sobre el enfermo guiados
por las enfermedades. No importa de que medicina se hable, todas
ellas contemplan en su enseñanza y en el arte del curar,
la disciplina que supone el conocimiento de quien la practica,
el cual debe saber “qué hace y el porqué
lo hace”. La subjetividad específica del médico
en el diagnóstico hace de la enfermedad una expresión
verbal de la especie morbosa dentro de la temporalidad de la respuesta
biológica corporal . La anamnesis, bajo la mirada de un
contexto socio-cultural, no se limita a ofrecer datos objetivos
sino fundamentalmente interpretativos- el juicio diagnóstico-,
que procede de la intención de controlar el padecer, que
invariablemente surge del enfermo y regresa al él de manera
analítica. La actividad médica en la que siempre
participan el binomio enfermo y médico es insustituible.(1,2,3,4)
Es a partir de los physiologoi presocráticos
cuando se adquiere en la medicina occidental los ingredientes
de la ciencia: la autopsia o “la visión por uno mismo”,
(observación directa) y la hermeneia o interpretación
(del aspecto interno o externo, el eidos, de la cosa
estudiada), que lo posibilita para analizar su physis
o naturaleza, y los cambios que sufre por el ananké
y la tyhké. (2)
La enseñanza de la medicina dentro de la ética
hipocrática se convierte en una obligación: se tiene
el deber de instruir al profano (idiotes, demotes), para
que viva en forma más salubre y colabore con el médico
cuando llegue a enfermar, y, la transformación del hombre
culto en médico que exige el conocimiento de la physis,
puntualmente expresado en el juramento hipocrático.(2)
Las primeras escuelas de medicina pertenecen al mundo griego,
el joven deseoso de estudiar el arte médico se iniciaba
como aprendiz del maestro acompañándolo y colaborando
en su actividad. Al principiante lo acercaban fuertes lazos de
amistad o parentesco con su tutor ó bien se formaba un
compromiso en el cual se enseñaría a un individuo
en la edad adecuada y bien dotado de inteligencia, juicio y capacidad
de decisión, quien a cambio de un salario recibía
preparación.(1,3)
Los hospitales medievales nacen de la estrecha relación
entre lo espiritual y lo material, la preocupación del
cuidado del enfermo asistencial unido al culto religioso. En Bagdad,
los árabes -con el Alcorán-, introducen
el concepto de los hospitales como centros de la enseñanza
práctica de la medicina. En Universidades de la Baja Edad
Media el aprendizaje de la medicina toma un carácter escolástico,
y es hasta la obtención de un título universitario
cuando se le autoriza al alumno el estudio del paciente durante
6 meses. El conocimiento se adquiere preponderantemente por dos
mecanismos: el aprendizaje a través del maestro y de los
textos, quedando relegada la práctica diaria al lado de
un mecido experimentado queda hasta los últimos años
de su formación. A finales del siglo XIX, el progreso científico
impactó la formación del médico, el aumento
de los conocimientos dieron como resultado la creación
de las especialidades médicas y la modificación
del concepto de hospital, estos establecimientos compaginan la
enseñanza teórica con la docencia clínico-práctica.
Asimismo, han cambiado la visión del médico hacia
el enfermo, la manifestación del proceso morboso se ha
convertido en la protagonista desplazando al enfermo. (1,3).
Los pacientes no son sólo enfermos, sujetos pasivos, son
personas que se encuentran en relación activa con el médico
y el personal de salud, de allí, que el término
paciente no sea la mejor palabra para denominarlos, -etimológicamente
significa “padecer o sufrimiento”. En el vínculo
enfermo-médico se entrelazan otras variables, el poder,
los intereses, la dimensión social y cultural. En cuanto
a la educación médica la polémica surge cuando
el paciente se convierte en el sujeto de estudio y el objeto de
la enseñanza.(4)
EL PACIENTE COMO MODELO EDUCATIVO.
El modelo de medicina hipocrática establece el principio
de primun non nocere con los compromisos de beneficencia
y no maleficencia, en épocas recientes se han agregado
otros como lo son el de justicia, el de autonomía, o los
de integridad vulnerabilidad y dignidad. (5,6) La relación
médico-paciente por naturaleza es desigual, confronta al
hombre con saber a un hombre que sufre. El médico se convierte
en el aliado de su dolor y de su confianza; en este acto no sólo
se tiene el fin de terminar con la molestia orgánica, como
el mecánico que arregla una máquina, sino el padecer,
el enfermo se entrega al médico como su consultor y guía.
Su experiencia le permite la comprensión del problema en
cada caso clínico. Louis Portes define acertadamente esta
relación: “una confianza frente a una conciencia”..
(7,8)
El papel del paciente dentro del modelo educativo es contundente,
sino hay paciente no hay práctica clínica. La buena
enseñanza de la medicina tendría que perseguir un
doble objetivo: hacer buenos clínicos dotados de una mentalidad
científica y un eficaz adiestramiento técnico, y
ajustar su esencia de acuerdo a la filosofía de nuestro
tiempo, no sólo para buscar la salud, sino para que tengan
la conciencia lúcida de sus deberes profesionales. El enfermo
es el libro supremo, donde se educa el principio de la observación,
se adquiere el juicio clínico y se gana experiencia. La
tecnología sólo es el apoyo para el desarrollo de
una medicina moderna.(9). Desgraciadamente, la clínica
al lado del enfermo como recurso diagnóstico se ha decrementado
de un 75% en 1960, hasta menos de un 16% en 1997.(10) De la misma
forma, se observa en las generaciones jóvenes la tendencia
de considerar la investigación de laboratorio y gabinete
como científicas, mirando con desaire la valoración
clínica, “olvidando que lo científico
no depende del instrumental de lo que se emplee, sino del método
que se siga y que lo meritorio no estriba en el método,
por científico que sea sino en la idea creadora”.
(Chávez, 1958). (7) En los últimos años,
no se logra comprender el porqué sí la clínica
y la práctica médica son recursos que aumentan el
conocimiento, interés y curiosidad científica, existe
una tendencia a dejarla de lado, el arte de la clínica
se ha ido substituyendo por el arte de la interpretación
de la técnica. Asimismo, la inclinación de clínicos
esta orientada hacia un objetivismo biológico como un modelo
de interpretación, enseñanza y de relación.
Es imposible estandarizar a los pacientes con el fin de proporcionar
al estudiante de medicina una información homogénea.,
con este hecho se niega la enorme variabilidad de los pacientes,
no se trata de enfermedades sino de enfermos. (11) En
contraposición, en los médicos, sus valores, su
formación y sus antecedentes sociales y culturales son
definitorios para obtener una experiencia positiva o negativa
con el enfermo. (12) La identidad médica se obtiene a través
de los años de formación, el alumno se ve influenciado
por las experiencias dentro de su práctica diaria, y la
enseñanza de sus maestros. Es indispensable en esta etapa
de formación que al alumno se le integren experiencias
emocionales, afectivas dentro de su trabajo clínico con
el paciente. (13). Los intereses del médico no son los
mismos que los del paciente, hay distinciones de base como el
poder, intereses, formación, dimensión social ,
cultural y religiosa. La relación médico paciente
se da no solo en el ámbito hospitalarios sino en un contexto
socio-cultural-emocional.
Un aspecto fundamental, en donde no basta la buena intención,
es el derecho del paciente como sujeto de estudio y de aprendizaje,
el respeto a su dignidad. Queda implícito que el médico
tiene el propósito de no lastimar, pero hasta donde la
“conducta” respaldada en la educación no interfiere
con la libertad y los derechos del paciente. El tratamiento dependerá
de la competencia y el nivel de autonomía, reflejo de un
consentimiento informado. Acaso sería necesario informarle
al paciente que es sujeto de enseñanza. El enfermo tiene
la libertad de elección, el derecho de decidir como quiere
y por quien puede ser utilizado, el derecho a saber y a decidir
si su cuerpo o una parte extraída de él servirá
para la enseñanza o la investigación. (14)
Las instituciones hospitalarias que forman estudiantes de posgrado
de la Universidad, dejan implícito la participación
de ellos en su funcionamiento. En la residencia médica,
se ha dado por hecho que los pacientes conocen el estatus de aprendizaje
en el que se encuentran los médicos especialistas. La observación
que ofreció el doctor Ignacio Chávez dentro de los
hospitales de enseñanza fue muy acertada, la deshumanización,
aunque inocente ofrece otras facetas, para él, las visitas
diarias al enfermo, con el maestro y alumnos, llegan a asomar
dudas, en cuanto al diagnóstico y el pronóstico.
El afán de enseñar, hace que muchas veces el profesor
olvide su deber primordial el de proteger, ayudar y tranquilizar
al enfermo. (8)
La formación de especialistas requiere una buena clínica
y un basto conocimiento científico, para la interpretación
de la enfermedad y una exitosa relación médico-paciente.
El MODELO VIRTUAL O TECNOLÓGICO. (SIMULADORES)
La tecnología ha permitido el refinamiento del diagnóstico,
el registro minucioso de los fenómenos que acompañan
a la enfermedad, pero de ninguna manera puede sustituir la capacidad
interpretativa del médico. El abordaje médico se
ha modificado por la tecnología y los conocimientos derivados
de ella, pero no se justifica el cambio en su ethos,
el espíritu que anima el contacto con el enfermo. (8) Últimamente,
la educación de los estudiantes de medicina ha sufrido
un cambio radical que ha dejado a un lado el aprendizaje sobre
el paciente para substituirlo con casos, lecturas o unidades de
computo.(11) (15)
Lo más moderno creado para la enseñanza son los
pacientes en computadores universales, el simulador electrónico
(Laerdal Sim Man Universal Patiet Simulator), ubicados
en escenarios clínicos. La experiencia adquirida tras haberlas
utilizado durante un año, fue evaluada en estudiantes de
medicina; aún habiendo reconocido su valor sólo
el 50% considera que podría transferir la práctica
adquirida a un escenario real, comparado con el 100% del grupo
de estudiantes que practicaron con el enfermo. (16)
Además de las computadores, existen dos modelos virtuales
reconocidos en las cátedras de medicina, son los estudios
de caso: uno con una estructura narrativa –que da la historia
clínica del paciente-, y el otro con una solución
de problemas. El aprovechamiento del material entre los dos modelos
es igual para los estudiantes, aunque los modelos narrativos mejoran
la comunicación entre ellos. (17) Asimismo se han intentado
como ayuda en la educación a actores de teatro con el fin
de simular casos clínicos y “facilitar la comunicación”
en los estudiantes, este modelo al igual que los anteriores no
substituye al paciente. (18)
Ahora bien, la pregunta obligada con este tipo de modelos clínicos
es que si se puede transferir la dinámica a la que se enfrenta
el médico en su práctica clínica diaria,
los dilemas éticos, los factores psicológicos del
médico y del paciente, las expectativas del enfermo, y
la relación médico paciente?. El anhelo de estandarizar
la relación con el paciente y el acto médico con
el fin de brindar la “misma educación al estudiante”,
niega la enorme variabilidad existente entre los enfermos, y más
aún la gran diferencia entre una máquina y un ser
humano, no se trata de aliviar enfermedades sino enfermos.
Lo deseable en el momento actual, sería entonces el poder
ofrecer al estudiante, todo un repertorio, lo más amplio
posible de modelos desarrollados tecnológicamente que le
proporcionen elementos para estructurar un conocimiento básico.
Esto significaría una ventaja indiscutible en comparación
con otras épocas. Sin embargo, no se puede olvidar que
la vida – y por ende la enfermedad- son muchas más
ricas y presentan muchas más variables que las que se contemplan
en los libros o en los modelos computarizados o virtuales. Al
fin de cuentas persiste la estructura diádica de la medicina:
un paciente con una necesidad y un médico que siempre está
aumentado su capacidad para ofrecerle remedio. En este sentido
cada paciente expresa es una serie de situaciones individuales
en las que se entrelazan las vivencias del enfermo y el complejo
sindromático del padecimiento. El aprendizaje de la clínica
implica la capacidad de desenmarañar esta realidad, y de
poder manejar tanto los aspectos generales de la enfermedad como
las expresiones existenciales que representan la individualidad
del paciente. El paciente es el poseedor del material clínico
para que el médico ejerza su práctica. En lo tocante
a las destrezas, sean estas de carácter diagnóstico
o terapéutico, el paciente resulta también irremplazable
siendo el punto de confluencia de todo lo que se puede aprender
a través de textos y modelos. En primer término
las condiciones para llevar a cabo cualquier acción de
este género varían de paciente en paciente y de
momento en momento. Un ejemplo simple, es la diferencia técnica
que significa el hacer una punción lumbar en pacientes
con diferentes grados de obesidad o en otros con alteraciones
estructurales en la columna. Otros elementos, quizá los
más importantes que se debe aprender a manejar son la angustia,
el dolor, en una palabra, el sufrimiento y la dimensión
humana que significan. Este es un aspecto cualitativo, imposible
de encontrar substitutos. Finalmente, no se puede hablar de buena
medicina sino se desarrolla en quien la va a practicar una sensibilidad
que tenga como centro la humanidad del paciente y como guía
el respeto a su autonomía, y la preservación y cuidado
de su vulnerabilidad y su dignidad. Por eso toda práctica
médica de calidad tiene que ser diádica.
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