Regresa
Escribir
sobre uso y abuso de los avances tecnológicos en la medicina
actual, lleva el riesgo de incurrir en, repeticiones y lugares comunes,
pues es mucho lo que a este respecto se ha difundido por diversos
medios, no sólo a nivel médico sino, también
del público en general, por lo cual nos circunscribiremos
a una pequeña parte de lo que a nuestro parecer, hemos creído
conveniente destacar dentro de este amplísimo universo.
Recodaremos que en el siglo XIX el médico se iniciaba en
el conocimiento de cuatro grandes directrices en su desarrollo profesional:
la anatomoclínica, la histopatológica, la fisiológica
y la etiopatológica, y por lo tanto, surgía una esperanza
efectiva en su misión del porvenir, aunado lo anterior a
una incipiente terapéutica con algunas bases científicas.
En este siglo XIX dan principio los caracteres principales de la
medicina actual: el científico técnico y el asistencial
con la ayuda del estado, hacia los enfermos.
Pero es en el siglo XX en el que los avances en el conocimiento
médico fueron tantos y de tal magnitud que como decía
el maestro Ignacio Chávez en 1958, al referirse a la medicina
científica, cito textualmente “Que estamos en un momento
fascinante de la evolución de la medicina es algo que miran
hasta los profanos; los avances logrados en este siglo, valen tanto
como lo acumulado en muchos siglos anteriores”, y más
adelante, “Fué en este siglo cuando la medicina dejó
de ser púramente clínica y la confrontación
anatómica dejó de ser suficiente”, y en otro
párrafo, “Si hoy vinieran aquí cardiólogos
del siglo pasado, Traube, Stokes o Potain, su pasmo no reconocería
límites.
Empezarían
por no entender nuestro lenguaje técnico”....(1) ¡cuánta
sabiduría y profundo razonamiento entrañan estas líneas!
Vicente Guarner en su conferencia “Dr. Ignacio Chávez”,
que inauguró el año académico de la Academia
Nacional de Medicina el 6 de Febrero del 2002, se refiere también
al distinguido maestro al citar una frase que dice “Clínica
fué la medicina al nacer y clínica será siempre.
De otro modo no sería medicina. Porque la medicina clínica
es éso, medicina clínica. Lo demás puede ser
ciencia, pero no es medicina”... (2).
El mismo Guarner finaliza su conferencia magistral diciendo algo
que, merece la pena reproducir, parcial, pero textualmente “Nuestra
sociedad educada bajo el peso de los medios de comunicación,
otorga desafortunadamente, un premio mucho más alto a la
tecnología que al humanismo, y así olvida lo que nos
dijo Hipócrates hace 25 siglos “donde hay amor al hombre,
habrá arte”.
Con estos antecedentes podemos colegir que nunca debería
anteponerse la tecnología a la clínica. Consecuentemente
el abuso de la tecnología es la negación de la clínica
y por ende de la medicina en su estricto sentido. Por desgracia,
este hecho de colocar la tecnología en primer lugar (estudios
de laboratorio y gabinete, de los más simples hasta los más
sofisticados) sucede con incalculable frecuencia todos los días,
y no sólo en nuestro medio, sino a nivel mundial, pues el
médico ante su ignorancia, pretende llegar a un diagnóstico
sin tener la mínima idea de las posibilidades diagnósticas
clínicas del padecimiento por el cual le llegan a consultar....
ésto sin lugar a dudas constituye la causa más común
de iatrogenia.
Pero,
por otra parte, no podemos cerrar los ojos y dejar de admirar los
avances tecnológicos en cuanto a técnicas diagnósticas,
pues ello ha contribuido a que podamos procurar un mejor tratamiento
para nuestro paciente, así Roberto Kretschmer en su artículo,
El impacto de la tecnología en la práctica de la profesión
médica, dice en uno de sus párrafos“Se trata
de ciencia de vanguardia como lo demuestra el hecho de que el invento
de la tomografía computarizada y la reacción en cadena
de polimerasa (PCR) merecieron sendos premios Nobel en medicina
o fisiología” (3).
Refiriéndonos a la tomografía axial computarizada,
y la imagen por resonancia magnética (IRM) resulta en verdad
asombroso cómo la tecnología ha llegado a lograr el
poder hacer una auténtica disección en vivo de un
paciente, transversal, vertical u oblícuamente.... y además
de una manera no invasiva. Aún ahora años después
de estar en funcionamiento estos procedimientos diagnósticos
de alta tecnología no dejan de impresionarnos. Qué
duda cabe que es en verdad un gran avance para poder diagnosticar
en muchas ocasiones, problemas principalmente tumorales, en su etapa
más temprana con el consecuente beneficio para el paciente.
Sin embargo se trata de un procedimiento caro para una buena parte
de nuestra población, que en no pocas ocasiones, podría
obviarse con una mejor clínica y estudios de laboratorio
y gabinete, menos onerosos.
La
satisfacción del médico del siglo XX y, por lo tanto
también del enfermo por la ayuda que proporcionaban los servicios
auxiliares de diagnóstico, eran por demás alentadoras
pero en la actualidad esta satisfacción conlleva inseguridad
y preocupación ante el futuro personal del enfermo y la humanidad
en general por los descubrimientos genéticos, moleculares,
bioquímicos, etc., pues no siempre podrá tener la
capacidad para la adaptación y su dependencia ante los programas
de salud y los factores económicos en la medicina asistencial.
Con el advenimiento y la afortunada irrupción de la biología
molecular y la ingeniería genética dentro de la medicina,
los avances tecnológicos en diagnóstico y tratamiento
de las enfermedades que aquejan al ser humano son por demás
benéficos. Así por ejemplo en los últimos años
se han podido entender mejor los procesos metabólicos y de
biotransformación de los fármacos; próximamente,
estos medicamentos serán más seguros y eficaces (4).
La reacción en cadena de polimersa (PCR), otro ejemplo de
avance diagnóstico dentro de la biología molecular,
resulta un método de indudable beneficio en particular cuando
se trata de padecimientos infecciosos de difícil identificación
sean bacterias, hongos, parásitos o virus. Para nosotros,
resulta un método diagnóstico de gran ayuda en cuanto
a determinación etiológica en algunos casos de tuberculosis
cutánea (tuberculides), micobacteriosis atípicas,
o bien de eritema polimorfo o multiforme, que en muchos pacientes
está en relación con actividad del virus del herpes
simple. Pero también estamos hablando de un método
diagnóstico que sólo en muy pocas instituciones hospitalarias
está disponible y el costo es elevado.
La
tecnología también ha influído de manera significativa
en los avances terapéuticos desarrollados durante el siglo
XX, empezando por los antibióticos cuya carrera es incesante
y cada día presenta nuevos retos por la aparición
de cepas de microorganismos resistentes que también van en
constante aumento. En este campo, la utilización indiscriminada
de antibióticos es otra muestra de abuso en cuanto a fármacos
que requirieron de alta tecnología para su desarrollo. Lo
mismo podría decirse de otro avance terapéutico, representado
por los corticosteroides, que sin lugar a dudas cambiaron el panorama
de mucha enfermedades que hasta antes de su aparición tenían
una elevada mortalidad; baste mencionar el lupus eritematoso y otras
enfermedades autoinmunitarias, en las cuales su empleo vino a cambiar
dramáticamente el pronóstico de estos enfermos; obvio
que su uso indiscriminado da lugar a iatrogenias de menor o mayor
cuantía.
En los años ochenta del siglo pasado, aparecieron los retinoides
que han sido otra auténtica revolución en la terapéutica
no sólo de padecimientos dermatológicos severos como
los graves problemas de algunas formas de Acné nódulo
quístico y Psoriasis eritrodérmica, así como,
otros trastornos congénitos de la queratinización.
Además
de la prevención de cánceres cutáneos, cuando
se emplea tópicamente, el ácido retinóico administrado
por vía sistémica ha mostrado resultados alentadores
en el tratamiento de la leucemia promielocítica y el linfoma
cutáneo de células T (5, 6), así como en el
retinoblastoma (7), el cáncer de mama (8) y de ovario (9);
pero no sólo son capaces de prevenir la aparición
de carcinomas en individuos inmunocompetentes, sino también
en pacientes transplantados (10, 11). Es muy posible que el desarrollo
de nuevos retinoides, así como su empleo en combinación
con otro tipo de agentes como las drogas inmunosupresoras o inmunomoduladoras,
como los interferones provean nuevas estrategias preventivas en
otros tipos de cáncer.
El transplante de órganos se hizo viable precisamente con
la aparición de estos inmunosupresores; qué duda cabe
que ha sido un adelanto importantísimo en los últimos
años del siglo XX y lo será más y mejor a medida
que se puedan utilizar con menor número de riesgos y mayores
beneficios para el paciente.
La aparición de nuevos fármacos de este tipo es incesante,
baste señalar a la ciclosporina y más recientemente
al micofenolato de mofetil y los anticuerpos monoclonales.
Pero aún más cercanos en el tiempo están la
aparición de otros anticuerpos monoclonales como el daclisumab
y basiliximab además de algunos otros similares todavía
en vías de experimentación animal o humana en fase
temprana, que virtualmente no tienen efectos adversos (12) aunque
su tiempo de prueba es aún muy corto, para poder emitir un
juicio más certero. Así se ha encontrado que si bien
tienen grandes beneficios usados en múltiples enfermedades,
además de los transplantes de órganos, pueden dar
lugar a la aparición de infecciones oportunistas, bacterianas,
micóticas o virales.
Gonsette divide los llamados tratamientos inmunológicos en
tres tipos: los citostáticos y citotóxicos, verdaderos
inmunosupresores que bloquean el ciclo de vida de la célula
y los inmunoreguladores, que restauran los estados inmunodeficientes,
pero que tienen a la vez también propiedades inmunosupresoras
(13).
Entre otras novedades terapéuticas como el grupo de los macrólidos
inmunosupresores se encuentran el sirolimus y el everolimus (14,15,16,17)
que se comienzan a usar no sólo en el transplante de órganos
para evitar su rechazo, sino en diversas enfermedades inflamatorias,
y en este sentido es más factible el poder cometer abusos,
pues, muchos de estos fármacos no cumplen ni siquiera los
10 años de experiencia (14, 15, 16) y habrá que esperar
los resultados del uso y abuso de ellos.
Refiriéndonos al campo de la cirugía, la de invasión
mínima, constituye otro gran adelanto terapéutico;
sin olvidar que tiene sus indicaciones muy precisas y que su abuso
puede originar serios problemas iatrogénicos.
Algo que aún está en su etapa temprana es la cirugía
robótica, y de su mano la cirugía telerrobótica,
que será de gran utilidad en un futuro más o menos
cercano, pues no sólo se podrán llevar a cabo intervenciones
quirúrgicas en lugares remotos y desprovistos de la infraestructura
de punta, sino que además servirá como un elemento
de enseñanza para cirujanos noveles, supervisados a distancia
por un experto en actos quirúrgicos de gran finura (18).
Ya decíamos arriba, que otro gran avance de alta tecnología
médica lo constituye el trasplante de órganos: riñón,
médula ósea, corazón, hígado, etc. Sin
embargo, habrá que tomar en cuenta que este tipo de intervención,
implica riesgos muy de tomarse en cuenta, el primero de todos, el
rechazo por parte del receptor o beneficiario; pero a ello debemos
añadir el costo que entraña llevar a cabo este tipo
de cirugía, que es elevadísimo sin perder de vista,
lo que se refiere a otros aspectos no solo financieros sino también
morales y sociales, ya que el donante queda en situación
desventajosa, si se trata de trasplante de riñón por
ejemplo, que seguramente es el más frecuente; quizá
el que se antojaría menos riesgoso para el donante, fuera
el de médula ósea, y sin embargo también presenta
problemas que no son tan raros, ya que este donante se tiene que
someter a tratamientos inmunosupresores por un tiempo corto, o bien
el trauma mismo del procedimiento, que podría dar lugar al
desarrollo de una osteomielitis, afortunadamente poco probable.
Dentro de lo más novedoso en materia de trasplantes está
el de genes o bien el uso de células de diversos animales,
tejidos u órganos de humanos, que vendría teóricamente,
a solucionar muchos problemas a este respecto. Sin embargo, mientras
los científicos se encuentran trabajando en llegar a evitar
el lógico rechazo, sociólogos y filósofos discuten
las posibilidades éticas de llevar a cabo estas intervenciones,
ya que no sólamente podrían haber problemas importantes
para el receptor de este tipo de trasplantes, sino para mucha gente
que le rodea, por la posibilidad de trasmitir enfermedades de esos
animales, para las cuales el ser humano no tiene capacidad defensiva
(19).
De igual forma, cuando en julio 2 del 2001 se llevó a cabo
el reemplazo total del corazón de un cardiópata en
estado terminal, para colocarle uno artificial, se iniciaron las
discusiones sobre aspectos bioéticos, puesto que, obvio es,
el costo de este tipo de intervenciones es muy elevado, y se impone
una estricta evaluación para poder llevar a cabo tal procedimiento,
antes de tomar alguna decisión, ya que, por otra parte, la
sobrevida que alcance el beneficiario, puede no ser tan prolongada
como para justificar todo lo que entraña este tipo de alta
tecnología (20).
Si nos referimos a costos, de acuerdo con Wells, habría que
tomar en cuenta cuatro diferentes clases en relación al cuidado
de la salud: costo-efectividad, costo-utilidad, costo-minimización
y costo-beneficio. Esto se refiere en pocas palabras, a que la tecnología
empleada para el cuidado de la salud, puede ser apropiada, para
aquellos sitios en donde existe una auténtica madurez tecnológica,
pero es demasiado cara e inadecuada en muchas ocasiones, si esa
misma tecnología se pretende emplear en países sin
el suficiente desarrollo tecnológico en general. Esta problemática
no puede ignorarse y su solución no es fácil. Una
posibilidad sería que existiera un grupo conformado por diferentes
expertos no sólo médicos sino además, sociólogos,
epidemiólogos, ingenieros médicos y pacientes para
que de sus discusiones se pudiera llegar a un consenso (21).
Hofmann
en su escrito titulado en español “¿Existe un
imperativo tecnológico en el cuidado de la salud?”,
dice que por imperativo tecnológico debe entenderse aquella
tecnología que implica la reducción de nuestras responsabilidades
hacia nuestras acciones, con lo cual el autor se declara totalmente
en contra y concluye que sería exactamente al revés,
el empleo de alta tecnología implicaría, mayor compromiso
por parte del médico; más bien el uso de la tecnología
promovería un imperativo moral hacia nuestros pacientes.
El mismo autor señala que la tecnología médica
ha crecido de tal forma que aquello que comenzó por ser una
simple herramienta de ayuda diagnóstica y/o terapéutica
para el médico, se ha convertido en su amo y señor(22).
Pero también con respecto a la tecnología en medicina,
se deberá contemplar las consecuencias sociales que su empleo
entraña a largo plazo, así como la adecuada estricta
valoración de su eficacia, puesto que la meta indudable,
es mejorar la salud del enfermo (23).
La aparición de los diferentes tipos de rayos Laser y su
múltiples usos en Neurocirugía, Oftalmología,
Odontología y Dermatología, para citar quizá
los más conocidos, constituyen otro avance de alta tecnología
en medicina.
En Neurocirugía por ejemplo, se cuenta actualmente con el
llamado “gamma knife”, para poder acceder y tratar quirúrgicamente
tumores intracerebrales, que anteriormente representaban un gran
reto y sus resultados dejaban mucho que desear por su alta morbi-mortalidad.
Es ampliamente conocido el empleo y los excelentes resultados que
se obtienen con el Laser en el desprendimiento de retina, un padecimiento
que antes de la existencia de esta poderosa arma terapéutica
constituía un serio problema que podía conducir a
la ceguera. Sin embargo se abusa de esta tecnología al emplearla
en trastornos de la acomodación (miopía, astigmatismo,
presbicia) y hasta en maculopatias.
La Patología bucal, también se ha visto beneficiada
con el advenimiento del rayo Laser, concretamente el Laser YAG,
ha mostrado excelentes respuestas terapéuticas en el tratamiento
de periodontitis crónicas de difícil manejo, eliminando
el daño causado aún a estructuras óseas, con
la ventaja de poseer también efecto bactericida (24).
Muy probablemente sea la Dermatología, la especialidad en
donde los diferentes tipos de rayos Láser, tengan la mayor
diversidad de aplicaciones terapéuticas desde el Láser
de anilinas, que tiene su indicación precisa en el tratamiento
de algunos tipos de hemangiomas que sufren numerosos pacientes,
con gran deterioro afectación de su imagen física,
hasta la cicatrices hipertróficas (25), rinofima (26), vitiligo
(27, 28), los tatuajes y la corrección de “arrugas”
por foto envejecimiento. Es muy seguro también, que sea en
la Dermatología en donde se produzcan la mayor parte de las
iatrogenias, por la invasión de “cosmetólogos
o cosmiatras” así como todo tipo de individuos sin
el más mínimo conocimiento de la medicina que se atreven
a emplear este tipo de terapéutica.
La
medicina genómica constituye sin lugar a dudas, uno de los
adelantos más espectaculares de los últimos tiempos,
máxime cuando ya se tiene prácticamente completa la
secuencia del genoma humano... y sin embargo, Bentley (29) se pregunta
a ese respecto, ¿está lista para ser usada en Medicina?;
y más adelante comenta que es
necesario conocer más acerca de las secuencias funcionales
más importantes del genoma y sus variantes que de alguna
forma contribuyan a la enfermedad o a la salud.
Es indudable entonces que la medicina se ha beneficiado del estudio
de la secuencia genómica. La investigación básica
del genoma humano nos ayudará, sin duda a entender la (s)
causa (s) de los padecimientos y la respuesta variable a toxinas,
será una de las aplicaciones más importante en la
terapéutica médica del futuro. Sin embargo, deberemos
estar de acuerdo en que el empleo creciente de la información
genética para contribuir a la salud del enfermo deberá
sustentarse sobre bases éticas y morales muy precisas (29).
Siguiendo
en la línea de la Medicina Genómica, en el libro titulado
en español “El código de los códigos;
problemas científicos y sociales del Proyecto Genoma Humano”,
editado por el historiador Daniel Kevles y el genetista Leroy Hood,
este último en el capítulo titulado “Biología
y medicina en el siglo veintiuno” dice textualmente “Esta
tecnología participará en el diagnóstico de
enfermedades genéticas cuyos genes aislados y defectuosos
hayan sido identificados; en la determinación de la presencia
de oncogenes dominantes o recesivos capaces de predisponer al cáncer
en un individuo; en la identificación de agentes infecciosos...
O sea que tal vez al área más importante del diagnóstico
del ADN sea la identificación de los genes que predisponen
a los individuos a la enfermedad. Sin embargo muchos de esos males:
cardiovasculares, neurológicos o autoinmunes, son poligénicos,
por lo que es lógico inferir que la problemática será
más
compleja al tratar de mapear las diferentes modificaciones que puedan
existir en cada uno de los componentes de ese ADN en particular
(30).
Es lógico deducir que el empleo de la Medicina Genómica,
comprende problemas de tipo social, político, económico
y sobre todo ético, por ello nos pareció conveniente
referirnos al excelente libro de Ruy Pérez Tamayo (31), Etica
médica laica y entresacar algunos párrafos que sirvan
como colofón de esta presentación, así por
ejemplo, uno de los iniciales de su libro dice “¿Cuáles
son los principios que regulan el comportamiento ético de
los médicos?. El profesional de la medicina toma continuamente
decisiones que influyen, en mayor o menor grado, en la calidad y
en la duración de la vida de sus pacientes. La sociedad debería
insistir en que la actividad profesional de tales sujetos estuviera
regida por un código ético claramente definido”;
este fragmento en la actualidad, incita a reflexionar, pero esta
reflexión irá creciendo y complicándose a medida
que los avances médicos tecnológicos también
se incrementen.
Más adelante el mismo autor se refiere en forma precisa al
genoma humano y la ética médica y destaca lo que el
Dr. James D. Watson señaló con respecto a las implicaciones
éticas, legales y sociales que resultarán al iniciar
el proyecto de estudio de investigación del Genoma Humano,
que deberían tomarse en cuenta y que son cuatro, que cito
textualmente “1.- ¿Cómo asegurarse de que los
resultados del diagnóstico genético no se usarán
en forma negativa por empleadores y compañías de seguros?;
2.- Cómo garantizar que los individuos que acepten someterse
al análisis de su propio ADN saben exactamente a qué
se están comprometiendo?; 3.- ¿Qué pasos concretos
deberían darse para asegurar la exactitud de las pruebas
genéticas? y 4.- Cuando se encuentre que un feto posee genes
que no le permitirán desarrollarse como un ser funcional
¿quién, si es que hay alguien, debería tener
el derecho de terminar el embarazo?.
Para finalizar algunas reflexiones que pensamos son convenientes:
La intervención del médico está amenazada siempre
por el desacierto y el exceso y así la medicina por principio
siempre deberá tener una ética y una apologética.
Debemos recordar también el tácito componente médico
que han llevado en su seno las grandes revoluciones político
sociales del mundo moderno y en principio, la resuelta voluntad
de suprimir de una vez por todas la tradicional diferencia, reconocida
unas veces, inconfesada otras, de la existencia entre una “medicina
para ricos y una medicina para pobres” .
Tendremos que tomar en cuenta también que la historia de
la medicina proporciona los datos y las bases para la reflexión
filosófica y el poder entender el significado de la ciencia
médica y la aplicación de sus recursos, para el beneficio
de los enfermos.
A nosotros corresponde el ser portadores de la verdad y difundirla
lo más ampliamente posible para de esta forma poner en evidencia
los excesos que se cometen con el uso indiscriminado de la tecnología
en medicina.
Podemos finalizar este escrito diciendo que, desgraciadamente el
abuso de la tecnología en medicina seguirá dándose
todos los días y en cualquier latitud, por múltiples
motivos: ignorancia, comodidad, afán de lucro, etc. Pero
también pensamos, en fin, que existen aún en nuestros
días, médicos que siguen ciñéndose al
concepto humanista de su profesión, tratando siempre de superarse
en su diario quehacer y que no olvidan el clásico precepto
de lo que deberá seguir siendo la relación entre él
y su paciente, o sea “una conciencia frente a una confianza”.
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