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Seguramente
todos los aquí presentes tenemos claro el concepto de que
un paciente es dado de alta de un internamiento hospitalario, únicamente
por tres razones, la primera que es la más común,
ocurre cuando las condiciones de salud han mejorado y el motivo
del internamiento ha desaparecido, la segunda se presenta con menos
frecuencia, pero también es posible y es cuando el paciente
o la familia solicita su alta voluntaria, aunque el grado de mejoría
no sea el óptimo y finalmente la tercera es cuando el paciente
fallece. Pero cuando el argumento para el alta de un paciente es
que los recursos se han agotado y no hay posibilidades de continuar
su atención, aunque esta sea indispensable porque su salud
no se ha recuperado, las cosas no están marchando bien y
es necesario intentar analizar que está ocurriendo.
Si
aceptamos que la ética médica está basada,
primordialmente en la búsqueda del beneficio del paciente
y que de aquí derivan todos los lineamientos para resolver
los conflictos que pudieran surgir, en cualquiera de los ámbitos
en donde se da esta relación, nos servirá como base
para hacer el planteamiento del tema que nos corresponde el día
de hoy.
Hasta
ahora, la manera de solventar los gastos que se originan por la
atención médica de un paciente se hace de varias formas,
una de ellas es el pago directo del bolsillo del paciente, que paradójicamente
en los países de menor desarrollo económico, llega
a ser hasta del 40% o más del total de los casos que se atienden1.
Otra manera de financiar los gastos en salud es estar dentro de
un seguro de carácter social; la tercera forma es a través
de la compra de un seguro voluntario.
En
este Seminario se han comentado en exposiciones anteriores, que
hay diversas causas que han dado origen a un incremento importante
de los gastos en la atención de la salud y que es un problema
generalizado en todo el mundo. Este incremento ha ido aumentando
en forma constante y considerable desde mediados del siglo XX .
En 1948 el gasto en salud era de solamente 3% del producto interno
bruto mundial que paso a ser hasta del 7.9% en 19971
Este
considerable aumento del gasto en salud ha traído como consecuencia
la elevación de los costos y por lo tanto se ha provocado
que un porcentaje importante de la población mundial, no
pueda acceder a buenos servicios de salud, en especial en los países
en proceso de desarrollo.
En
México la inversión en salud es de solamente 5.7%
del PIB, mientras que en países desarrollados de Europa Occidental
así como en los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá,
alcanza cifras del 10 al 13% del PIB.2 Por otra parte,
si bien es cierto que en nuestro país cerca del 50% de la
población se encuentra dentro del régimen de seguridad
social, que teóricamente les permite acceder a los servicios
médicos con más facilidad, asegurándoles recibir
los medicamentos necesarios y la realización de los procedimientos
de diagnóstico y tratamiento que se requieran,3
bajo esta perspectiva, se haría innecesario que acudieran
a buscar otras opciones de atención, cuando se les presenta
algún problema relacionado con su salud. Sin embargo, conocemos
el vía crucis que padecen muchos de estos enfermos para obtener
esta atención, lo que les orilla a ingeniárselas en
la búsqueda de otras opciones, entre las que se encuentra
solicitar atención médica privada.
Del
50% restante, un porcentaje muy reducido de nuestra población
tiene un seguro médico de gastos mayores, de estos el 60%
tiene una póliza de grupo o colectiva y el 40% tiene un seguro
personal o individual.4 El resto de la población
no tiene ninguna protección y enfrenta los eventos de enfermedad,
pagando directamente todos los gastos que se generan de su propio
peculio o bien, acudiendo a los servicios públicos de salud
tanto federales como estatales.1
Comentaré
a continuación los casos que se presentan en la atención
que dan los hospitales privados, que en su gran mayoría tienen
una relación directa con las compañías de seguros,
aunque también hay pacientes que acuden a estos hospitales,
sin tener ningún tipo de seguro médico. Como se mencionaba
en el párrafo anterior, la población que tiene este
tipo de protección es todavía pequeña, aproximadamente
entre el 5% y el 7% en México,4 si bien estos
seguros de gastos médicos mayores están presentes
en nuestro medio desde hace 40 años, su crecimiento ha sido
muy lento y es hasta los últimos 10 años que se ha
incrementado su venta, debido al aumento creciente del costo en
el cuidado integral de la salud. Estos seguros operaban bajo la
modalidad de pago por evento, sin embargo sus políticas y
sistemas se han modificado recientemente y han adoptado las reglas
de operación de la medicina administrada, con el fin de contener
sus costos y aumentar sus beneficios.5 No hay que perder
de vista que estas empresas están enfocadas básicamente
a la obtención de ganancias.6,7
Cuando el paciente presenta un evento de enfermedad que requiere
hospitalización en un hospital privado, se le proporcionará
atención médica o quirúrgica de acuerdo con
el seguro que haya sido contratado, hasta llegar al límite
de la cantidad asegurada.7 Así, cuando la enfermedad
a resolver es sencilla y sin complicaciones, seguramente quedará
dentro de los límites pactados y no habrá ningún
conflicto. Pero cuando el proceso patológico es complejo
y se requieren múltiples estudios de laboratorio y gabinete,
o se indican procedimientos quirúrgicos de alta tecnología
y estancias en terapia intensiva, o bien si es demasiado complicado
y grave el proceso, la utilización de medicamentos costosos
y de medidas de sostén prolongadas, como alimentación
parenteral o hemodiálisis, se puede llegar rápidamente
y con mucha facilidad al agotamiento de la cantidad contratada y
surgir entonces el problema de qué hacer con el paciente.
Si la familia tiene recursos, seguramente participará y procurará
solucionar el problema económico de diversas formas, incluso
realizando gastos que pueden ir más allá de sus posibilidades
y caer entonces en los llamados gastos catastróficos,2
pero cuando no hay recursos o se han agotado todos, persiste la
interrogante ¿qué hacer con el enfermo? Ningún
hospital privado va ha tomar por su cuenta un problema como éste.
Por lo general previenen al médico tratante de la inminente
terminación de su capacidad de pago y buscan la derivación
del paciente a alguna institución pública para que
continúe su tratamiento.
Aquí
surgen varios conflictos de carácter ético. En primer
lugar, esgrimir el argumento del agotamiento de los recursos económicos
del paciente y por esta razón darlo de alta antes de que
recupere su salud, desde el punto de vista de la ética médica
no se justifica y el que toma la decisión y procede a la
externalización del enfermo debe estar consciente de esta
situación.8,9 Otro problema, también de
carácter ético es ¿cómo enviar a un
enfermo, al que ya le agotaron sus recursos económicos, que
requiere cuidados y probablemente tratamientos costosos, a una institución
pública que generalmente no cuenta con todos los recursos
y si los tiene son muy escasos? y adicionalmente si finalmente logran
su traslado, esto traerá como consecuencia que se estará
privando a otro enfermo, que sí pertenece a esa institución
pública, éste sí sin recursos económicos,
de la oportunidad de acceder al tratamiento que le es necesario.
También
dentro de éste ámbito de problemas, que obligan a
tomar decisiones que implican a la ética médica, es
cuando el hospital no cuenta con lo necesario para la atención
del paciente, que lo hemos vivido frecuentemente los que trabajamos
en alguna institución pública, donde no es raro que
se agote el presupuesto y se queden sin los insumos indispensables
o bien que los equipos no funcionen porque no hay recursos para
darles mantenimiento preventivo; se presenta entonces el problema
de ¿que hacer con el enfermo?. No se le puede enviar a su
casa a esperar que se surtan los materiales que hacen falta o a
que sean reparados los equipos, sobre todo si su padecimiento es
grave y está progresando y por lo tanto se corre el riesgo
de que ocurran complicaciones o se presenten lesiones irreversibles.
Lo que se hace en estos casos es enviarlo a otro hospital de la
misma institución o incluso a otra institución, en
donde pueda ser resuelto favorablemente el problema. La implicación
ética en estos casos es que el paciente eligió a ese
hospital o a determinado médico para que le atendiera, seguramente
hizo gastos previos o invirtió tiempo y al ser enviado a
otra institución, se está faltando a la confianza
que el paciente había depositado en ése médico
y en ésa institución, con seguridad tendrá
que realizar nuevamente sus estudios, lo que conlleva a generar
más gastos y como consecuencia también perderá
más tiempo.10
Qué
decir de la exigencia en algunas instituciones públicas de
salud, que imponen a los pacientes que requieren de un trasplante
renal o de un trasplante de médula ósea, demostrar
una solvencia económica suficiente para la compra de los
medicamentos inmunosupresores que requerirán después
del trasplante, algunos de ellos por el resto de su vida. De no
poder demostrar la capacidad económica exigida, éste
paciente queda fuera del programa y prácticamente se le condena
a morir o a permanecer supeditado a procedimientos de sostén
como hemodiálisis o transfusiones y quimioterapia, según
sea el caso, mientras los recursos con los que cuenta le alcancen;
cuando se le terminen estos recursos, tampoco le quedará
otro camino, que morirse. Sin embargo, aquí cabe una pregunta,
si la institución no tiene suficientes recursos ¿valdrá
la pena que los pocos recursos con los que cuenta, se empleen en
un paciente que no puede sostener el tratamiento con inmunosupresores
de por vida? Si se hace el trasplante seguramente se suspenderá
el tratamiento postquirúrgico, entonces ¿de qué
manera se justificará todo el esfuerzo y la inversión
que se hizo en ese trasplante? Por otra parte, al haber utilizado
estos escasos recursos en un paciente que se preveía que
iba al fracaso por las razones expuestas, seguramente se le estará
quitando la oportunidad a otro paciente que si pudiera haber tenido
mejor pronóstico, porque si tenía mas recursos, ¿esto
se justifica? ¿podríamos argumentar que es mejor,
el mal menor por el bien mayor? Yo no estoy muy seguro.11
Pero
tratemos de reflexionar sobre el porqué se han producido
estos cambios, porqué se están presentando con mayor
repetición. La respuesta es de carácter económico,
si consideramos que en las últimas cinco décadas los
costos del cuidado de la salud han tenido un crecimiento desmesurado
que aparentemente es incontrolable, estos costos han estado por
lo menos dos o tres veces por arriba de los índices inflacionarios.12,13
No hay sistema de salud que los pueda sostener, sobre todo si no
está bien planeado o si no se le proporcionan los recursos
suficientes y además se le recortan permanentemente sus presupuestos.
A
pesar de que en muchos países, los objetivos de los modernos
sistemas de financiamiento de la salud, han sido principalmente
los de buscar soluciones para facilitar el acceso a todos los ciudadanos
a una buena atención de la salud, es evidente que no se ha
logrado en todos.14 Actualmente en México las
autoridades de salud han señalado como piedra angular de
su mandato, el enfrentar los tres grandes desafíos que consideran
son los más importantes en el cuidado de la salud de los
ciudadanos: la inequidad, la insuficiente calidad y la desprotección
financiera. Especialmente en la desprotección financiera
que puede llevar a gastos importantes o catastróficos, cuando
alguno de sus miembros se enferma y se requiere hospitalización
o cuando tienen que enfrentar un padecimiento crónico y costoso.3
Una
de las líneas de acción que se han propuesto, es la
de establecer un Seguro Nacional de Salud con lo que pretenden incorporar,
de manera progresiva a toda la población que en este momento
no tiene ninguna protección. Se supone que esto solucionará
el problema de la inequidad y que se dará la protección
financiera. De acuerdo con este plan, solo quedarían subsidiadas
total o parcialmente, por aportaciones gubernamentales, las personas
de menos recursos, distribuyéndose el resto de los gastos
con aportaciones de los que si pueden pagar o con impuestos especiales
que se orientarán a este proyecto.3 Se considera que de esta
manera se darían las condiciones suficientes para cualquier
atención que fuera solicitada, sin que en ningún momento
se tuvieran que enfrentar situaciones, en donde por falta de recursos
se viera interrumpida la atención de los enfermos, cualquiera
que fuera la capacidad económica de ellos.
Aunque
el objetivo de esta presentación no es analizar las estrategias
del financiamiento del sistema de salud mexicano, las repercusiones
que este plan pudiera tener en su funcionamiento a mediano y largo
plazo, tiene muchas interrogantes, sin embargo, su intención
la considero como una posible solución que evitaría
los problemas éticos que actualmente se están presentando
y que tienen que ser enfrentadas por los médicos y por las
instituciones públicas de salud, debido a la falta crónica
de recursos. Y por otra parte, quedarían zanjadas las injusticias
a las que se ven sometidos algunos enfermos por las empresas de
seguros médicos que se niegan a cumplir con lo pactado o
que discriminan a grupos que requieren de mayor atención,
como son los ancianos y los enfermos.
Lo
que es indudable, es que se requiere una reforma radical en el sistema
de salud de nuestro país, en primer lugar, sería deseable
una asignación mayor de recursos a la salud.15
Con mas presupuesto para todas las instituciones que se dedican
al cuidado de la salud de los mexicanos, que de está manera
podrían equipar mejor a sus hospitales lo que les mantendría
en la vanguardia de la tecnología y les evitaría la
escasez de sus insumos. Por otra parte, al gobierno le toca también
legislar, debe legislar para evitar los enormes abusos económicos
en el ejercicio privado de la medicina. Evitar que proliferen organizaciones
privadas de medicina administrada con fines puramente de lucro a
las que no les importa la buena atención médica, empresas
que no van con nuestra tradición y no respetan nuestra idiosincrasia
y que por supuesto no ayudan a solucionar nada.16
Y
puestos a opinar, considero que también sería muy
recomendable que se hiciera una reforma a fondo de las instituciones
de seguridad social, para que como objetivos primordiales se establecieran
la calidad en la prestación de la atención y la mejora
del nivel académico y tecnológico de todos sus servicios.
No
podemos cerrar los ojos ante los cambios que se están generando
en la atención médica, que tienen diversos orígenes,
pero que finalmente repercuten y limitan la buena práctica.
A la comunidad médica en general corresponde profundizar
más en todo lo que se relaciona con la ética aplicada
a nuestra profesión, con el propósito de que sea uno
de los elementos fundamentales que tomemos en consideración
cuando estemos frente a los enfermos y tengamos que tomar decisiones
que repercutan en su salud y en su economía, ya que ellos
en esta situación están en total indefención
y consideran que nosotros, como médicos, siempre tomaremos
la mejor alternativa que pueda favorecerles, porque consideran que
somos profesionales con una alta capacitación y con un amplio
bagaje moral, que no buscamos únicamente el provecho personal.
En lo que corresponde al tema de hoy, el alta hospitalaria del paciente
porque se han agotado sus recursos a pesar de no haberse resuelto
el motivo de su internamiento, es totalmente cuestionable desde
el punto de vista ético, sin embargo es indudable, que cada
vez con mayor frecuencia se están protagonizando estos episodios
en nuestros hospitales y es necesario que el médico tenga
una idea y se forme un concepto, de cuáles serían
las implicaciones éticas, en las que se vería involucrado,
al enfrentarse a estos casos.
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