Seminario
El Ejercicio Actual de la Medicina

El Médico, la medicina y
los medios de comunicación

Dr. Rafael Alvarez Cordero

Regresa

El primer acto médico, que seguramente ocurrió en la prehistoria, fue consecuencia de la compasión, cuando un ser humano vio que su compañero sufría, por un accidente, la agresión de un animal o un enfermedad. Con el paso de los siglos, en una armónica mezcla de observación, raciocinio, pensamiento mágico y sentido común, apareció el hombre que cura, el médico, cuya misión se asemeja a la de los dioses, ya que alivia los males de la humanidad doliente.

La información pasó de uno a otro médico, del maestro al alumno, de viva voz o por medio de la escritura; desde los libros escritos por los hipocráticos en Occidente y por Huang Ti y Fu Hsi en el Oriente hasta los textos que estudiamos en la Facultad de Medicina dan testimonio del permanente deseo de los médicos de entender la enfermedad, descubrir la forma de curarla y transmitir su experiencia a los demás; bibliotecas enteras en todas las culturas y en todas las lenguas guardan ésta información recopilada a través de los siglos.

La información médica, sin embargo, no circuló libremente, estuvo limitada a los pares, y la población no médica no tuvo acceso al conocimiento médico, tan es así, que aún recientemente en la provincia mexicana se escuchaba la dura sentencia de un médico: “del enfermo es oír, callar y obedecer”, admonición que era acatada, (porque “el médico sí sabe”), pero que obviamente cancelaba todo posible acceso a la información.

Como excepciones que confirman la regla, desde el siglo XIII hubo quienes escribieron textos en lenguas vernáculas, que describían enfermedades y remedios, para ser leídos y usados por quienes no sabían latín ni tenían acceso a la educación médica formal; ejemplo de esto es el “Tesoro de los Pobres”, de Petrus Hispanus (1276), y las llamadas “hojas volantes”, que detallaban tanto la anatomía humana como diversas enfermedades y su curación; sin embargo, la información médica de la población siguió siendo muy escasa.

La aparición de la prensa escrita, diarios y revistas, permitió que por primera vez el hombre común conociera algunos aspectos de la ciencia médica, y por supuesto desde entonces se utilizó por los comerciantes para publicitar productos de dudoso o nulo valor curativo, uno de los cuales, bien conocido, es la Coca-Cola.

En el siglo pasado se revolucionaron las comunicaciones y apareció la radio y la televisión, con lo que los medios de comunicación establecieron un lazo cada vez más estrecho entre las ciencias -en este caso la Medicina- y el público, lo cual es motivo de este pequeño ensayo.

La información médica a los medios de comunicación.
Hay tres tipos de información médica que llega a los medios de comunicación: la primera es formal, se produce por las autoridades de Salud de una ciudad, un estado o un país, y aborda temas relacionados con la salud pública: campañas de vacunación, programas de atención a grupos especiales: mujeres embarazadas, enfermos de VIH, etc., así como aparición y manejo de incidentes como epidemias y enfermedades asociadas con desastres naturales. Esta información llega, -debe llegar- directamente al público, por lo general sin distorsión alguna.

La segunda es originada por la comunidad médica, cuando un médico o un investigador desea informar o es requerido para comunicar algún avance en la medicina o las ciencias afines, el aislamiento de un nuevo virus, un nuevo método de diagnóstico, los resultados del uso de un medicamento o una técnica quirúrgica, etc.; ésta información por lo general es directa y sencilla, aunque puede sufrir distorsiones por las razones que señalaré más adelante.

Y la tercera surge de las empresas comerciales que se dedican a la salud: hospitales, clínicas, laboratorios, industrias de equipos médicos, etc., y esta información puede o no ser adecuada, y tiene como objetivo principal obtener mejores ventas a través de la publicidad.

Desde el punto de vista práctico, la prudencia aconseja, para las autoridades de Salud, la elaboración de boletines de prensa con información puntual, precisa y clara, que no dé lugar a interpretaciones dudosas; para los médicos, si la información es relevante, redactarla con cuidado, escoger con cuidado el medio (radiofónico, periodístico o televisivo), y presentarla sin más adornos, y para las empresas comerciales, cumplir con las normas oficiales al respecto.

La información de los medios de comunicación al público.
Los medios de comunicación son, salvo excepciones, negocios cuyo objetivo es vender, vender información, vender productos o servicios, vender ideas o políticas; en el área de la salud su importancia aumenta porque la información en asuntos de salud es cada vez más solicitada por el público.

Cuando ésta información es suministrada por las autoridades sanitarias, se publica en los medios con poca distorsión, casi textualmente, de modo que no existe gran diferencia entre lo que se pretende informar y lo que se informa.

Pero en ocasiones hay un conflicto de intereses entre las autoridades de salud y los dueños de los medios de comunicación, y esto puede distorsionar la información; ejemplo de ello puede ser la aparición de una epidemia en una región del país, que se informa puntualmente por las autoridades sanitarias, y los medios de comunicación la acompañan de una “investigación especial” que cuestiona la veracidad de lo dicho; el conflicto puede ser más grave si quien hace la investigación no conoce el tema y analiza sin conocimientos, o si un reportero bisoño desea sorprender al público con su trabajo.

Cuando la información médica es suministrada por un médico o un grupo de médicos, pueden surgir otros problemas, porque entre lo que un médico transmite y lo que el público escucha o ve, existe un filtro: el comunicador, que puede ser idóneo e imparcial, o ignorante o parcial, y lo que resulta puede ser más nocivo que benéfico.

Ejemplos de ello: en un congreso, un médico informa de estudios que realiza para lograr la vacuna contra el VIH/Sida; la noticia puede transmitirse como tal: un estudio -que puede llevar años- con un objetivo preciso y con expectativas razonables; pero puede transmitirse señalando que “ya se cuenta con la vacuna contra el Sida”, con lo que el público tiene una información errónea.

Del mismo modo, una mala noticia en salud puede generalizarse, como cuando se conoce de una complicación por determinada técnica quirúrgica, y se informa “la técnica tal es peligrosísima y debe prohibirse porque causa la muerte”.

En algunos países, los comités editoriales de diarios y cadenas de televisión tienen asesores en salud que analizan la información médica y tratan de ser imparciales y justos al transmitirla, pero no sucede esto en México, en donde un entusiasta reportero puede escuchar un dato médico, sacarlo de contexto y transformarlo, para ganar “la de ocho columnas”, con un titular de escándalo.

Hay otro tipo de información, que surge de los laboratorios de productos médicos o empresas de equipos médicos, que tienen interés en que se conozca su producto y aumenten las ventas; en estos casos, existe el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad al respecto, aunque lamentablemente no siempre se cumple, y la información de los medios al público simplemente refleja el interés mercantil de laboratorios o empresas comerciales.

El médico ante los medios de comunicación.
En el siglo pasado, con el advenimiento de cientos de revistas médicas de las más diversas disciplinas, surgió la obsesión por engrosar el currículum vitae con la publicación de artículos científicos; a la voz de “publicar o perecer”, el afán de un médico, desde su internado o residencia o aún antes, no era analizar un problema o elaborar un trabajo, sino publicarlo, publicarlo lo más pronto posible.

Pero la revolución de los medios de comunicación ha hecho que el médico desee ahora, a)hablar en la radio, b)ser entrevistado para un diario, o c)aparecer en televisión; los inefables quince minutos de fama no provienen ahora de un trabajo realizado por años en el laboratorio, o de cientos de intervenciones quirúrgicas llevadas al cabo con una nueva técnica, sino de ser visto o leído en los medios de comunicación. El comentario “-Te ví en la tele” parece ser hoy distintivo de éxito profesional, más importante que obtener un diploma de Doctor en Ciencias.

Esto es bueno y es malo; es bueno porque puede dar lugar a una saludable transmisión de conocimientos médicos al público, puede aumentar la educación de la población y generar actitudes saludables de prevención, diagnóstico y tratamiento oportunos, pero es malo porque siempre existe el peligro de que el médico tropiece al incursionar en terrenos que no son suyos.

Porque cuando un médico acude a presentar su trabajo o su experiencia en un congreso de su especialidad, sabe de antemano el tiempo del que dispone, sabe que el lenguaje que usa será comprendido por sus pares, pero si va a la radio o la televisión, el tiempo de que dispone puede ser más breve del que imaginaba, y el lenguaje médico no sólo no sirve, sino que causa rechazo o indiferencia a quien lo escucha. Lo mismo ocurre con las entrevistas para un diario impreso, ya que por razón de espacio, la información puede ser truncada o sacada de contexto negativamente.

Cuando un médico está frente a un micrófono o una cámara de televisión, su actuación frente al interlocutor y al público puede ser:

  1. Sensata e inteligente: llega, dice lo que tiene que decir de forma sencilla y clara, las preguntas del interlocutor son directas y juiciosas, y el mensaje es recibido por la mayoría de los oyentes o videntes de manera positiva
  2. Doctoral y aburrida: el médico se cree poseedor de la verdad absoluta, habla desde lo alto de su torre de marfil, usa términos que nadie entiende, el interlocutor no puede hacer contacto con él y el oyente o el vidente cambian de canal.
  3. Conflictiva y negativa: aunque tiene un mensaje que comunicar, el médico se enfrenta a un interlocutor que lo lleva por los tortuosos caminos de la duda o el error, es incapaz de explicar lo que desea en un tiempo breve, se desespera y falla.

Desde el punto de vista práctico, es bueno que el médico sepa de antemano cuál es el interés del medio de comunicación, de cuánto tiempo dispone, qué pretende informar, y que lo haga de la manera más sencilla, sin términos médicos que no conoce el público.

El médico en conflictos o controversias en los medios.
Una de las situaciones más embarazosas y difíciles para un médico surge cuando se ve envuelto en conflictos o controversias frente a los medios de comunicación, sea porque es el actor principal, sea porque es invitado para opinar sobre un asunto médico en conflicto.

En estos casos, el reportero de un diario, el entrevistador de radio o el presentador de televisión, tendrán siempre la sartén por el mango, porque tienen la información, tienen el tiempo, y tienen el derecho de sacar conclusiones, hacer juicios, perdonar o condenar al asunto o al individuo que están en juego.

En estos casos hay que recordar que “la palabra es plata, pero el silencio es oro”, y evitar, en tanto sea posible, verse envueltos en el conflicto; si el asunto incumbe al médico personalmente, como en una demanda, la denuncia de un error médico, etc., lo mejor es guardar silencio y no tratar de defenderse ante los medios, ya que hay instancias dedicadas a ello, en particular la CONAMED, en donde podrá exponer con claridad su posición, y lograr la mejor solución del conflicto. Y si surge una invitación para opinar o juzgar sobre situaciones conflictivas o actos de otros médicos, deberá rehusarse categóricamente, no por proteger o encubrir a un colega, sino para evitar verse envuelto en un conflicto cuya difusión sólo beneficia al diario, a la radio o a la televisión.

Los medios de comunicación y la invasión de la privacidad médica.
Uno de los espectáculos más deplorables en radio, pero particularmente en televisión, es la invasión de la privacidad médica por los medios de comunicación.

Se trata del uso –y abuso- del llamado derecho a la información, por el cual los reporteros o periodistas penetran en hospitales, consultorios médicos, áreas de urgencias, ambulancias, para obtener información sobre accidentes, agresiones o delitos, enfermedades o complicaciones de pacientes que pueden ser conocidos o no, pero que merecen el respeto y la privacidad de todo ser humano cuando su salud está afectada.

Cuando un reportero planta su cámara y su micrófono en la cara de un individuo que sufrió un accidente minutos antes, no está informando, -esa información es irrelevante-, no está cubriendo una noticia, -la noticia es el accidente-, sólo está agrediendo al paciente sin razón alguna y violando su derecho a la privacidad.

Y cuando los medios acosan a un médico que atiende a un personaje de la política, la cultura o el espectáculo, muchas veces lo ponen en peligro de violar el secreto profesional, y su insistencia puede hacer que el médico ceda y suministre información que sólo es relevante para al enfermo o sus familiares.

No hay reglamentación alguna al respecto, lo que ocurre cuando los reporteros actúan así es sólo una mezcla repugnante de mal gusto y violación de los derechos humanos de un enfermo, y los médicos tenemos todo el derecho a negarnos a dar información que viole el secreto profesional y las garantías individuales de los pacientes.

La distorsión de la información médica por los medios de comunicación.
Los medios de comunicación tienen, en su mayoría, un Código de Ética, pero los comunicadores no necesariamente lo cumplen. Los intereses personales, las fobias y filias con respecto a la Medicina, los médicos o un médico en particular, y las presiones comerciales, hacen que los medios puedan distorsionar para su beneficio la información de salud.

Así, la aparición de un padecimiento, el dengue, en una región del país, puede ser magnificada cuando a ocho columnas leemos “el Sureste invadido por el mortal dengue”.

En estos casos, es preciso que las autoridades de salud, la Secretaría de Salud, o la Institución involucrada en el problema expidan un boletín de prensa aclarando la información sin entrar en polémica, a sabiendas que aún ésta información puede ser distorsionada.

Y cuando las empresas comerciales pagan suficiente dinero, aparecen a página completa informes de procedimientos maravillosos para corregir la columna vertebral, eliminar para siempre la vejez, y sobre todo para bajar de peso sin esfuerzo; en una revisión personal del contenido de información comercial de salud en cinco diarios del país, encontré que el 60 por ciento anuncia métodos infalibles para bajar de peso, ninguno de los cuales tiene un sustento científico.

En estos casos, poco se puede hacer, porque el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad es muy completo, como veremos adelante, pero en la mayoría de los casos, triste es decirlo, su acción parece recordar aquella histórica frase: “Acátese, pero no se cumpla”.

La información de salud en la era del Internet.
Si la prensa, la radio y la televisión cambiaron la vida del planeta en el siglo pasado, la comunicación humana se modificó radicalmente con la aparición de las carreteras de información accesibles a una computadora desde cualquier parte del mundo.

Hoy se puede consultar la Biblioteca del Congreso en Washington, o las conferencias del último congreso de Cardiología, los comunicados de prensa de las compañías farmacéuticas, o el contenido del World Journal of Surgery aún antes de que aparezca en prensa.

Hoy, quien sufre una enfermedad, sea común o extremadamente rara, puede enterarse de toda la información disponible con solo apretar una tecla, y puede consultar de inmediato a un especialista que se encuentra a 10 mil kilómetros de distancia.

Este medio de comunicación puede mejorar notablemente la educación de la población, e impone al médico la necesidad de una actualización constante, ya que el paciente informado exigirá respuestas claras a sus dudas o preguntas de salud.

El médico puede estar presente en el Internet al preparar una página con sus datos personales e información sobre su especialidad, siguiendo las normas de la Secretaría de Salud; asimismo, puede contar con un buzón electrónico para comunicarse con sus pacientes cuando ellos lo deseen; esto facilita la relación médico-paciente, aunque deja pendiente un punto, aún no resuelto, de los honorarios por consulta en Internet, algo que en otros países ya está regulado.

Sin embargo, el balance es positivo, porque en la práctica se puede observar que los pacientes acceden a la información en línea y tienen una idea más clara de su padecimiento y opciones de curación; y la comunicación por correo electrónico es cada vez más frecuente y sirve bien al médico y al paciente.

Además, el médico puede utilizar éstos nuevos canales de información para presentar sus experiencias y publicar sus trabajos; han aparecido numerosas publicaciones que invitan a los médicos a publicar “en línea”.

Y aquí surge un nuevo problema, porque las revistas médicas de talla internacional, incluidas en los Índices Médicos, tienen costos de operación cada vez mayores, que comparados con la revistas “on line”, resultan cada vez más onerosos. La popularidad de la información médica por Internet tiene de nuevo el peligro de que su calidad no sea evaluada adecuadamente.

Existen bases de datos bibliográficos internacionales, como Medline, EMBASE o Index Copernicus, pero todos los días surgen publicaciones cuyo respaldo científico es precario por decir lo menos, y no hay una verificación de los sitios creíbles y los no creíbles. Creo que pasará un buen tiempo antes de que se establezca una regulación adecuada de este medio de comunicación médica.

Papel de la Secretaría de Salud en la regulación de los medios.
No existe una Norma que regule el contenido de la información médica en los medios de comunicación, ya que se respeta el derecho de publicar noticias en prensa, radio, televisión o Internet, y lo que se publica o se presenta queda a criterio de los dueños de los medios o los directores de información, asumiendo que cumplen con un código de Ética.

Cuando la información es errónea o francamente tendenciosa, las autoridades de salud pueden actuar enviando la información correcta, que también debe ser publicada respetando el mencionado derecho a la información.

Pero en materia de publicidad en salud, la Secretaría de Salud de México elaboró, como derivado de la Ley General de Salud, el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad, (02/05/2000); éste documento, por demás completo, señala cómo la publicidad debe ser congruente (Artículo 6) orientadora y educativa (Artículo 7), y puntualiza las características que debe tener la publicidad en todos los rubros relacionados con la salud: prestación de servicios, alimentos, suplementos y bebidas no alcohólicas, bebidas alcohólicas y tabaco, medicamentos y remedios herbolarios, productos de aseo, perfumes y belleza, servicios de embellecimiento, plaguicidas, nutrientes vegetales y sustancias tóxicas o peligrosas y productos biotecnológicos. (Títulos segundo a décimo).

Pero además, señala claramente las sanciones a las que se hace acreedor quien viole el reglamento, con la suspensión inmediata de la publicidad y con multas de mil a cuatro mil salarios mínimos. (Capítulos II y IV del Título décimo quinto).

En el papel, como se puede ver, el control de la publicidad por parte de la Secretaría de Salud es total; es de esperarse que pronto su vigencia sea total y su aplicación puntual, para beneficio de toda la población.

A manera de conclusión.
Los medios de comunicación pueden ser un vehículo de información y educación médica.

El médico debe conocerlos y utilizarlos adecuadamente, ya que gracias a ellos los conocimientos médicos pueden llegar a un gran segmento de la población, debe asimismo conocer los problemas o peligros derivados de su participación en los medios, y tener presente que lo publicado, o lo presentado en radio o en televisión, ni se revisa previamente en galeras, ni hay ensayos y tomas repetidas, por lo que su actuación deberá ser impecable.

Y en caso de duda, abstenerse será la mejor política.

Algunas lecturas útiles.

  1. Lyons, SA, Petrucelli, RJ.
    Medicine, an Illustrated History
    Harry N Abrams Inc, New York, 1978
  2. Major, RH.
    A History of Medicine
    Charles C Thomas, Publ., Springfield, Ill, 1954
  3. Siraisi, NG.
    Medieval & Early Renaissance Medicine
    The University of Chicago Press., 1990
  4. Graczynski, MR, Moses L.
    Open Access Publishing; Panacea or Trojan Horse?
    Med. Sci. Monit., 2004; 10: 1-3
  5. Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad
    Poder Ejecutivo Federal
    Secretaría de Salud, 2 de mayo, 2000

Regresa