Regresa
El
primer acto médico, que seguramente ocurrió en la
prehistoria, fue consecuencia de la compasión, cuando un
ser humano vio que su compañero sufría, por un accidente,
la agresión de un animal o un enfermedad. Con el paso de
los siglos, en una armónica mezcla de observación,
raciocinio, pensamiento mágico y sentido común, apareció
el hombre que cura, el médico, cuya misión se asemeja
a la de los dioses, ya que alivia los males de la humanidad doliente.
La
información pasó de uno a otro médico, del
maestro al alumno, de viva voz o por medio de la escritura; desde
los libros escritos por los hipocráticos en Occidente y por
Huang Ti y Fu Hsi en el Oriente hasta los textos que estudiamos
en la Facultad de Medicina dan testimonio del permanente deseo de
los médicos de entender la enfermedad, descubrir la forma
de curarla y transmitir su experiencia a los demás; bibliotecas
enteras en todas las culturas y en todas las lenguas guardan ésta
información recopilada a través de los siglos.
La
información médica, sin embargo, no circuló
libremente, estuvo limitada a los pares, y la población no
médica no tuvo acceso al conocimiento médico, tan
es así, que aún recientemente en la provincia mexicana
se escuchaba la dura sentencia de un médico: “del enfermo
es oír, callar y obedecer”, admonición que era
acatada, (porque “el médico sí sabe”),
pero que obviamente cancelaba todo posible acceso a la información.
Como
excepciones que confirman la regla, desde el siglo XIII hubo quienes
escribieron textos en lenguas vernáculas, que describían
enfermedades y remedios, para ser leídos y usados por quienes
no sabían latín ni tenían acceso a la educación
médica formal; ejemplo de esto es el “Tesoro de los
Pobres”, de Petrus Hispanus (1276), y las llamadas “hojas
volantes”, que detallaban tanto la anatomía humana
como diversas enfermedades y su curación; sin embargo, la
información médica de la población siguió
siendo muy escasa.
La
aparición de la prensa escrita, diarios y revistas, permitió
que por primera vez el hombre común conociera algunos aspectos
de la ciencia médica, y por supuesto desde entonces se utilizó
por los comerciantes para publicitar productos de dudoso o nulo
valor curativo, uno de los cuales, bien conocido, es la Coca-Cola.
En
el siglo pasado se revolucionaron las comunicaciones y apareció
la radio y la televisión, con lo que los medios de comunicación
establecieron un lazo cada vez más estrecho entre las ciencias
-en este caso la Medicina- y el público, lo cual es motivo
de este pequeño ensayo.
La
información médica a los medios de comunicación.
Hay tres
tipos de información médica que llega a los medios
de comunicación: la primera es formal, se produce por las
autoridades de Salud de una ciudad, un estado o un país,
y aborda temas relacionados con la salud pública: campañas
de vacunación, programas de atención a grupos especiales:
mujeres embarazadas, enfermos de VIH, etc., así como aparición
y manejo de incidentes como epidemias y enfermedades asociadas con
desastres naturales. Esta información llega, -debe llegar-
directamente al público, por lo general sin distorsión
alguna.
La
segunda es originada por la comunidad médica, cuando un médico
o un investigador desea informar o es requerido para comunicar algún
avance en la medicina o las ciencias afines, el aislamiento de un
nuevo virus, un nuevo método de diagnóstico, los resultados
del uso de un medicamento o una técnica quirúrgica,
etc.; ésta información por lo general es directa y
sencilla, aunque puede sufrir distorsiones por las razones que señalaré
más adelante.
Y
la tercera surge de las empresas comerciales que se dedican a la
salud: hospitales, clínicas, laboratorios, industrias de
equipos médicos, etc., y esta información puede o
no ser adecuada, y tiene como objetivo principal obtener mejores
ventas a través de la publicidad.
Desde
el punto de vista práctico, la prudencia aconseja, para las
autoridades de Salud, la elaboración de boletines de prensa
con información puntual, precisa y clara, que no dé
lugar a interpretaciones dudosas; para los médicos, si la
información es relevante, redactarla con cuidado, escoger
con cuidado el medio (radiofónico, periodístico o
televisivo), y presentarla sin más adornos, y para las empresas
comerciales, cumplir con las normas oficiales al respecto.
La
información de los medios de comunicación al público.
Los medios
de comunicación son, salvo excepciones, negocios cuyo objetivo
es vender, vender información, vender productos o servicios,
vender ideas o políticas; en el área de la salud su
importancia aumenta porque la información en asuntos de salud
es cada vez más solicitada por el público.
Cuando
ésta información es suministrada por las autoridades
sanitarias, se publica en los medios con poca distorsión,
casi textualmente, de modo que no existe gran diferencia entre lo
que se pretende informar y lo que se informa.
Pero
en ocasiones hay un conflicto de intereses entre las autoridades
de salud y los dueños de los medios de comunicación,
y esto puede distorsionar la información; ejemplo de ello
puede ser la aparición de una epidemia en una región
del país, que se informa puntualmente por las autoridades
sanitarias, y los medios de comunicación la acompañan
de una “investigación especial” que cuestiona
la veracidad de lo dicho; el conflicto puede ser más grave
si quien hace la investigación no conoce el tema y analiza
sin conocimientos, o si un reportero bisoño desea sorprender
al público con su trabajo.
Cuando
la información médica es suministrada por un médico
o un grupo de médicos, pueden surgir otros problemas, porque
entre lo que un médico transmite y lo que el público
escucha o ve, existe un filtro: el comunicador, que puede ser idóneo
e imparcial, o ignorante o parcial, y lo que resulta puede ser más
nocivo que benéfico.
Ejemplos
de ello: en un congreso, un médico informa de estudios que
realiza para lograr la vacuna contra el VIH/Sida; la noticia puede
transmitirse como tal: un estudio -que puede llevar años-
con un objetivo preciso y con expectativas razonables; pero puede
transmitirse señalando que “ya se cuenta con la vacuna
contra el Sida”, con lo que el público tiene una información
errónea.
Del
mismo modo, una mala noticia en salud puede generalizarse, como
cuando se conoce de una complicación por determinada técnica
quirúrgica, y se informa “la técnica tal es
peligrosísima y debe prohibirse porque causa la muerte”.
En
algunos países, los comités editoriales de diarios
y cadenas de televisión tienen asesores en salud que analizan
la información médica y tratan de ser imparciales
y justos al transmitirla, pero no sucede esto en México,
en donde un entusiasta reportero puede escuchar un dato médico,
sacarlo de contexto y transformarlo, para ganar “la de ocho
columnas”, con un titular de escándalo.
Hay
otro tipo de información, que surge de los laboratorios de
productos médicos o empresas de equipos médicos, que
tienen interés en que se conozca su producto y aumenten las
ventas; en estos casos, existe el Reglamento de la Ley General de
Salud en Materia de Publicidad al respecto, aunque lamentablemente
no siempre se cumple, y la información de los medios al público
simplemente refleja el interés mercantil de laboratorios
o empresas comerciales.
El
médico ante los medios de comunicación.
En el
siglo pasado, con el advenimiento de cientos de revistas médicas
de las más diversas disciplinas, surgió la obsesión
por engrosar el currículum vitae con la publicación
de artículos científicos; a la voz de “publicar
o perecer”, el afán de un médico, desde su internado
o residencia o aún antes, no era analizar un problema o elaborar
un trabajo, sino publicarlo, publicarlo lo más pronto posible.
Pero
la revolución de los medios de comunicación ha hecho
que el médico desee ahora, a)hablar en la radio, b)ser entrevistado
para un diario, o c)aparecer en televisión; los inefables
quince minutos de fama no provienen ahora de un trabajo realizado
por años en el laboratorio, o de cientos de intervenciones
quirúrgicas llevadas al cabo con una nueva técnica,
sino de ser visto o leído en los medios de comunicación.
El comentario “-Te ví en la tele” parece ser
hoy distintivo de éxito profesional, más importante
que obtener un diploma de Doctor en Ciencias.
Esto
es bueno y es malo; es bueno porque puede dar lugar a una saludable
transmisión de conocimientos médicos al público,
puede aumentar la educación de la población y generar
actitudes saludables de prevención, diagnóstico y
tratamiento oportunos, pero es malo porque siempre existe el peligro
de que el médico tropiece al incursionar en terrenos que
no son suyos.
Porque
cuando un médico acude a presentar su trabajo o su experiencia
en un congreso de su especialidad, sabe de antemano el tiempo del
que dispone, sabe que el lenguaje que usa será comprendido
por sus pares, pero si va a la radio o la televisión, el
tiempo de que dispone puede ser más breve del que imaginaba,
y el lenguaje médico no sólo no sirve, sino que causa
rechazo o indiferencia a quien lo escucha. Lo mismo ocurre con las
entrevistas para un diario impreso, ya que por razón de espacio,
la información puede ser truncada o sacada de contexto negativamente.
Cuando
un médico está frente a un micrófono o una
cámara de televisión, su actuación frente al
interlocutor y al público puede ser:
-
Sensata
e inteligente: llega, dice lo que tiene que decir de forma sencilla
y clara, las preguntas del interlocutor son directas y juiciosas,
y el mensaje es recibido por la mayoría de los oyentes
o videntes de manera positiva
-
Doctoral
y aburrida: el médico se cree poseedor de la verdad absoluta,
habla desde lo alto de su torre de marfil, usa términos
que nadie entiende, el interlocutor no puede hacer contacto
con él y el oyente o el vidente cambian de canal.
-
Conflictiva
y negativa: aunque tiene un mensaje que comunicar, el médico
se enfrenta a un interlocutor que lo lleva por los tortuosos
caminos de la duda o el error, es incapaz de explicar lo que
desea en un tiempo breve, se desespera y falla.
Desde
el punto de vista práctico, es bueno que el médico
sepa de antemano cuál es el interés del medio de comunicación,
de cuánto tiempo dispone, qué pretende informar, y
que lo haga de la manera más sencilla, sin términos
médicos que no conoce el público.
El
médico en conflictos o controversias en los medios.
Una de
las situaciones más embarazosas y difíciles para un
médico surge cuando se ve envuelto en conflictos o controversias
frente a los medios de comunicación, sea porque es el actor
principal, sea porque es invitado para opinar sobre un asunto médico
en conflicto.
En
estos casos, el reportero de un diario, el entrevistador de radio
o el presentador de televisión, tendrán siempre la
sartén por el mango, porque tienen la información,
tienen el tiempo, y tienen el derecho de sacar conclusiones, hacer
juicios, perdonar o condenar al asunto o al individuo que están
en juego.
En
estos casos hay que recordar que “la palabra es plata, pero
el silencio es oro”, y evitar, en tanto sea posible, verse
envueltos en el conflicto; si el asunto incumbe al médico
personalmente, como en una demanda, la denuncia de un error médico,
etc., lo mejor es guardar silencio y no tratar de defenderse ante
los medios, ya que hay instancias dedicadas a ello, en particular
la CONAMED, en donde podrá exponer con claridad su posición,
y lograr la mejor solución del conflicto. Y si surge una
invitación para opinar o juzgar sobre situaciones conflictivas
o actos de otros médicos, deberá rehusarse categóricamente,
no por proteger o encubrir a un colega, sino para evitar verse envuelto
en un conflicto cuya difusión sólo beneficia al diario,
a la radio o a la televisión.
Los
medios de comunicación y la invasión de la privacidad
médica.
Uno de
los espectáculos más deplorables en radio, pero particularmente
en televisión, es la invasión de la privacidad médica
por los medios de comunicación.
Se
trata del uso –y abuso- del llamado derecho a la información,
por el cual los reporteros o periodistas penetran en hospitales,
consultorios médicos, áreas de urgencias, ambulancias,
para obtener información sobre accidentes, agresiones o delitos,
enfermedades o complicaciones de pacientes que pueden ser conocidos
o no, pero que merecen el respeto y la privacidad de todo ser humano
cuando su salud está afectada.
Cuando
un reportero planta su cámara y su micrófono en la
cara de un individuo que sufrió un accidente minutos antes,
no está informando, -esa información es irrelevante-,
no está cubriendo una noticia, -la noticia es el accidente-,
sólo está agrediendo al paciente sin razón
alguna y violando su derecho a la privacidad.
Y
cuando los medios acosan a un médico que atiende a un personaje
de la política, la cultura o el espectáculo, muchas
veces lo ponen en peligro de violar el secreto profesional, y su
insistencia puede hacer que el médico ceda y suministre información
que sólo es relevante para al enfermo o sus familiares.
No
hay reglamentación alguna al respecto, lo que ocurre cuando
los reporteros actúan así es sólo una mezcla
repugnante de mal gusto y violación de los derechos humanos
de un enfermo, y los médicos tenemos todo el derecho a negarnos
a dar información que viole el secreto profesional y las
garantías individuales de los pacientes.
La
distorsión de la información médica por los
medios de comunicación.
Los medios de comunicación tienen, en su mayoría,
un Código de Ética, pero los comunicadores no necesariamente
lo cumplen. Los intereses personales, las fobias y filias con respecto
a la Medicina, los médicos o un médico en particular,
y las presiones comerciales, hacen que los medios puedan distorsionar
para su beneficio la información de salud.
Así,
la aparición de un padecimiento, el dengue, en una región
del país, puede ser magnificada cuando a ocho columnas leemos
“el Sureste invadido por el mortal dengue”.
En
estos casos, es preciso que las autoridades de salud, la Secretaría
de Salud, o la Institución involucrada en el problema expidan
un boletín de prensa aclarando la información sin
entrar en polémica, a sabiendas que aún ésta
información puede ser distorsionada.
Y
cuando las empresas comerciales pagan suficiente dinero, aparecen
a página completa informes de procedimientos maravillosos
para corregir la columna vertebral, eliminar para siempre la vejez,
y sobre todo para bajar de peso sin esfuerzo; en una revisión
personal del contenido de información comercial de salud
en cinco diarios del país, encontré que el 60 por
ciento anuncia métodos infalibles para bajar de peso, ninguno
de los cuales tiene un sustento científico.
En
estos casos, poco se puede hacer, porque el Reglamento de la Ley
General de Salud en Materia de Publicidad es muy completo, como
veremos adelante, pero en la mayoría de los casos, triste
es decirlo, su acción parece recordar aquella histórica
frase: “Acátese, pero no se cumpla”.
La
información de salud en la era del Internet.
Si la
prensa, la radio y la televisión cambiaron la vida del planeta
en el siglo pasado, la comunicación humana se modificó
radicalmente con la aparición de las carreteras de información
accesibles a una computadora desde cualquier parte del mundo.
Hoy
se puede consultar la Biblioteca del Congreso en Washington, o las
conferencias del último congreso de Cardiología, los
comunicados de prensa de las compañías farmacéuticas,
o el contenido del World Journal of Surgery aún
antes de que aparezca en prensa.
Hoy,
quien sufre una enfermedad, sea común o extremadamente rara,
puede enterarse de toda la información disponible con solo
apretar una tecla, y puede consultar de inmediato a un especialista
que se encuentra a 10 mil kilómetros de distancia.
Este
medio de comunicación puede mejorar notablemente la educación
de la población, e impone al médico la necesidad de
una actualización constante, ya que el paciente informado
exigirá respuestas claras a sus dudas o preguntas de salud.
El
médico puede estar presente en el Internet al preparar una
página con sus datos personales e información sobre
su especialidad, siguiendo las normas de la Secretaría de
Salud; asimismo, puede contar con un buzón electrónico
para comunicarse con sus pacientes cuando ellos lo deseen; esto
facilita la relación médico-paciente, aunque deja
pendiente un punto, aún no resuelto, de los honorarios por
consulta en Internet, algo que en otros países ya está
regulado.
Sin
embargo, el balance es positivo, porque en la práctica se
puede observar que los pacientes acceden a la información
en línea y tienen una idea más clara de su padecimiento
y opciones de curación; y la comunicación por correo
electrónico es cada vez más frecuente y sirve bien
al médico y al paciente.
Además,
el médico puede utilizar éstos nuevos canales de información
para presentar sus experiencias y publicar sus trabajos; han aparecido
numerosas publicaciones que invitan a los médicos a publicar
“en línea”.
Y
aquí surge un nuevo problema, porque las revistas médicas
de talla internacional, incluidas en los Índices Médicos,
tienen costos de operación cada vez mayores, que comparados
con la revistas “on line”, resultan cada vez
más onerosos. La popularidad de la información médica
por Internet tiene de nuevo el peligro de que su calidad no sea
evaluada adecuadamente.
Existen
bases de datos bibliográficos internacionales, como Medline,
EMBASE o Index Copernicus, pero todos los días surgen
publicaciones cuyo respaldo científico es precario por decir
lo menos, y no hay una verificación de los sitios creíbles
y los no creíbles. Creo que pasará un buen tiempo
antes de que se establezca una regulación adecuada de este
medio de comunicación médica.
Papel
de la Secretaría de Salud en la regulación de los
medios.
No existe
una Norma que regule el contenido de la información médica
en los medios de comunicación, ya que se respeta el derecho
de publicar noticias en prensa, radio, televisión o Internet,
y lo que se publica o se presenta queda a criterio de los dueños
de los medios o los directores de información, asumiendo
que cumplen con un código de Ética.
Cuando
la información es errónea o francamente tendenciosa,
las autoridades de salud pueden actuar enviando la información
correcta, que también debe ser publicada respetando el mencionado
derecho a la información.
Pero
en materia de publicidad en salud, la Secretaría de Salud
de México elaboró, como derivado de la Ley General
de Salud, el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de
Publicidad, (02/05/2000); éste documento, por demás
completo, señala cómo la publicidad debe ser congruente
(Artículo 6) orientadora y educativa (Artículo 7),
y puntualiza las características que debe tener la publicidad
en todos los rubros relacionados con la salud: prestación
de servicios, alimentos, suplementos y bebidas no alcohólicas,
bebidas alcohólicas y tabaco, medicamentos y remedios herbolarios,
productos de aseo, perfumes y belleza, servicios de embellecimiento,
plaguicidas, nutrientes vegetales y sustancias tóxicas o
peligrosas y productos biotecnológicos. (Títulos segundo
a décimo).
Pero
además, señala claramente las sanciones a las que
se hace acreedor quien viole el reglamento, con la suspensión
inmediata de la publicidad y con multas de mil a cuatro mil salarios
mínimos. (Capítulos II y IV del Título décimo
quinto).
En
el papel, como se puede ver, el control de la publicidad por parte
de la Secretaría de Salud es total; es de esperarse que pronto
su vigencia sea total y su aplicación puntual, para beneficio
de toda la población.
A
manera de conclusión.
Los medios
de comunicación pueden ser un vehículo de información
y educación médica.
El
médico debe conocerlos y utilizarlos adecuadamente, ya que
gracias a ellos los conocimientos médicos pueden llegar a
un gran segmento de la población, debe asimismo conocer los
problemas o peligros derivados de su participación en los
medios, y tener presente que lo publicado, o lo presentado en radio
o en televisión, ni se revisa previamente en galeras, ni
hay ensayos y tomas repetidas, por lo que su actuación deberá
ser impecable.
Y en caso de duda, abstenerse será la mejor política.
Algunas
lecturas útiles.
-
Lyons, SA, Petrucelli, RJ.
Medicine, an Illustrated History
Harry N Abrams Inc, New York, 1978
- Major, RH.
A History of Medicine
Charles C Thomas, Publ., Springfield, Ill, 1954
- Siraisi,
NG.
Medieval & Early Renaissance Medicine
The University of Chicago Press., 1990
- Graczynski,
MR, Moses L.
Open Access Publishing; Panacea or Trojan Horse?
Med. Sci. Monit., 2004; 10: 1-3
- Reglamento
de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad
Poder Ejecutivo Federal
Secretaría de Salud, 2 de mayo, 2000
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