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I
A
primera vista, el tema de este ensayo parece estar claramente definido.
Se trata de especificar los aspectos éticos (no técnicos)
de la preservación de embriones humanos, y aunque no se señala,
se implica que son los obtenidos por fertilización in
vitro. La forma habitual de este procedimiento consiste en
facilitar la fecundación del óvulo por el espermatozoide,
colocando a los gametos en condiciones favorables in vitro
para que el fenómeno ocurra en forma espontánea; cuando
la infertilidad de la pareja no es producto de obstrucción
tubaria irreparable sino que resulta de defectos en la movilidad
de los espermatozoides, la fertilización in vitro
se logra introduciendo mecánicamente al espermatozoide en
el citoplasma del óvulo. Otras técnicas menos comunes
incluyen el depósito de la mezcla de los gametos directamente
en la luz de una trompa de Falopio, cuando el problema es obstrucción
vaginal insalvable. Debido a su elevado índice de fracasos,
estas técnicas requieren la preparación de números
variables de óvulos fecundados o zigotes, lo que exige contar
con suficiente material para repetir los intentos hasta que se logre
la anidación endometrial y la gestación normal. También
conviene contar con zigotes suficientes por si la pareja desea aumentar
el tamaño de la familia, lo que es frecuente cuando el resultado
del primer intento ha sido positivo. Estos zigotes se preservan
congelados durante el tiempo necesario para alcanzar una decisión
sobre su uso ulterior.
Sin
embargo, la existencia de cierto número de zigotes sobrantes
de las fertilizaciones in vitro planteó el problema
de qué hacer con ellos una vez que se ha decidido no usarlos
para nuevos intentos de anidación y gestación en el
útero materno. Como mencionaré en un momento, al principio
sólo se contemplaron dos opciones: conservarlos congelados
por tiempo indefinido, o destruirlos. Sin embargo, pronto surgió
una tercera opción, que era usarlos para la investigación
de numerosos problemas relacionados no sólo con la propia
fertilización in vitro, sino también con
embriología básica, diferenciación celular,
etc. A fines de 1979, el Congreso de los E.U.A. formó una
Comisión Consultiva de Ética para que reglamentara
el uso de fondos federales para apoyar este tipo de investigación,
pero sus recomendaciones (que permitían la creación
de embriones humanos no para el tratamiento de infertilidad sino
con fines exclusivamente de investigación) despertaron tal
nivel de protesta que el Congreso recibió 13,000 cartas sobre
el asunto, de las que sólo 300 eran a favor de la Comisión;
la mayoría del resto provenían de grupos religiosos
muy beligerantes y muy bien organizados. El Secretario de Salud
de los E.U.A. archivó el documento de la Comisión
Consultiva de Ética, (renunció 2 meses después)
y durante las presidencias de Reagan y de Bush padre, ambos abiertamente
afiliados a grupos "pro-vida", no hubo apoyo oficial a
nada relacionado con la reproducción asistida en ese país.
Pero con la presidencia de Clinton el NIH logró que en 1994
se nombrara un Panel sobre Investigación en Embriones Humanos,
formado por 15 miembros de muy distintas ocupaciones, para estudiar
el problema y ofrecer recomendaciones, que duró sólo
un año y cuyo trabajo fue ignorado por el Congreso (mayoritariamente
conservador), que en 1995 prohibió otra vez la investigación
en embriones humanos. Incluso los miembros de esta Comisión
fueron demandados por un grupo llamado Michael Fund (en honor a
un individuo de 24 años de edad llamado Michael Policastro
con síndrome de Down) alegando que había conflictos
de interés en varios de ellos porque eran científicos
cuyos proyectos de investigación estaban apoyados por donativos
del NIH, que si las propuestas del Panel se aprobaban se desviarían
fondos que de otra manera se utilizarían para investigar
el síndrome de Down, afectando los intereses del Sr. Policastro
y el resto de los sujetos con el mismo síndrome, y que también
dañaría la vida, el derecho a la confidencialidad
y la integridad corporal de "Mary Doe", una de los cerca
de "20,000 embriones humanos almacenados en criopreservación,
en los laboratorios in vitro de este país."
Las
técnicas de producción de embriones humanos mencionadas
arriba fueron desarrolladas durante los últimos 30 años,
en la búsqueda de métodos cada vez mejores para tratar
la infertilidad de parejas. Pero en 1997, con la famosa oveja Dolly,
surgió la posibilidad de un nuevo tipo de embrión
humano: el producido por la fertilización del citoplasma
de un óvulo por el núcleo diploide de una célula
somática, o sea la clonación artificial. Esta puede
ser de dos tipos generales, dependiendo del destino del producto:
reproductiva, si el objetivo es generar un ser humano,
o terapéutica, si el propósito es hacer estudios
genéticos, de diferenciación celular y de otros procesos
biológicos básicos, o generar células troncales
autólogas u homólogas para hacer trasplantes de tejidos
que no sean rechazados por diferencias de histocompatibilidad, o
para programas de reemplazo celular en padecimientos como diabetes
mellitus tipo I, infarto del miocardio o Parkinson. La clonación
reproductiva humana ha sido proscrita de manera uniforme en todos
los países, principalmente por razones técnicas (la
eficiencia de los procedimientos usados hasta hoy en todas las especies
de mamíferos probados es muy baja y el número de abortos
y de productos con defectos congénitos es muy elevado), aunque
también han pesado, como siempre, las presiones ideológicas.
Pero la clonación terapéutica ya es una realidad oficial
en países como China, Singapur, Australia e Inglaterra, y
en muchos otros países, incluyendo a los E.U.A. Lo que en
este último país no se permite es la clonación
humana reproductiva y el uso de fondos federales para financiar
estudios que incluyan la generación de embriones humanos
(por cualquier técnica) no destinados a la producción
de seres humanos sino a estudios y tratamientos basados en sus componentes
celulares. La restricción legal federal no se aplica a los
fondos estatales ni a la iniciativa privada; lo que está
prohibido por la ley vigente es gastar dinero de la federación
en la generación de embriones humanos por cualquier método
(incluyendo la clonación terapéutica) con fines de
investigación y/o de generar células troncales; no
se prohíbe trabajar con recursos estatales o privados con
las que ya han sido establecidas previamente.
Lo
anterior se relaciona con el tema de esta presentación, porque
en la actualidad ya existen (por lo menos en ciertos países)
dos tipos generales de embriones humanos que pueden producirse por
métodos asexuales e in vitro, cuya creación
y preservación plantean nuevos problemas de ética
médica: 1) los generados por fertilización in
vitro, con objetivos reproductivos y/o de investigación,
y 2) los creados por clonación terapéutica, con fines
exclusivos de investigación. Para el futuro queda un tercer
tipo de embrión humano creado artificialmente, el clonado
con fines eugenésicos, que permitirá a las parejas
escoger la estatura, el color de pelo y de ojos, el sexo, el nivel
de inteligencia y hasta el gusto por la música, del futuro
miembro de la familia. Hoy esto es ciencia-ficción, pero
en 1975, cuando nació Louise Brown, la primera "bebé
de probeta", Dolly era ciencia-ficción, que se transformó
en realidad apenas 30 años después. No me ocuparé
de los problemas éticos de la preservación de estos
embriones humanos del futuro, aunque sospecho que no serán
muy diferentes de los planteados por los que hoy ya existen.
II
Desde
un punto de vista operacional, una vez creados los embriones humanos
por fertilización in vitro para el tratamiento de
la infertilidad ¿qué debe hacerse con los embriones
sobrantes, con estricto apego a la ética médica? En
realidad, sólo pueden hacerse dos cosas: 1) conservarlos
congelados por tiempo indefinido, o 2) destruirlos; de inmediato
o después de distintos tiempos. No existen otras opciones,
por la sencilla razón de que los seres biológicos
sólo pueden concebirse en dos estados, vivos o muertos. Pero
la vida real no es tan sencilla, pues hay muchas maneras de vivir
y muchas formas diferentes de morirse. Tomemos la primera opción,
que es conservarlos congelados por tiempo indefinido; exactamente,
¿qué quiere decir eso de "tiempo indefinido"?
Desde un punto de vista práctico, no quiere decir nada, se
trata de una forma no muy velada de posponer la decisión
inevitable, que tarde o temprano será la destrucción
de los embriones humanos sobrantes. Toda vida, inevitablemente,
termina con la muerte; la inmortalidad no existe en este mundo.
Pero aquí vale la pena preguntarse si un embrión humano
de 5 días de evolución después de la fertilización
y conservado por congelación está realmente vivo,
y la respuesta obviamente dependerá de lo que entendemos
por "vida". Puede decirse que está "potencialmente"
vivo, porque si se descongela y se coloca en condiciones favorables
puede continuar dividiéndose hasta alcanzar un tamaño
viable para anidar en un endometrio adecuadamente preparado y transformarse
entonces en un embarazo, que puede llegar al final de la gestación
como un producto normal. Pero esta opinión no está
libre de controversia: cuando en 2001 el actual Presidente Bush
iba a decidir si podían gastarse fondos fedérales
para usar y/o preparar embriones humanos con el propósito
de obtener células troncales para estudios científicos
y terapéuticos, un investigador le dijo que él creía:
"...que esos grupos de células de 5 días
de edad no eran un embrión, ni siquiera un individuo, sino
más bien un pre-embrión, y señaló que
tienen vida potencial pero que todavía no es vida porque
no puede desarrollarse por sí misma... ", mientras
que un filósofo ético rechazó ese argumento
diciendo: "No se engañe, ese grupo de células
es la forma como usted y yo y todos los demás iniciamos nuestras
vidas; nos pesaría el corazón si las usáramos,
porque son las semillas de la próxima generación..."
El investigador basa su opinión en que sólo debe llamarse
vivo a lo que puede desarrollarse por sí mismo, mientras
que el filósofo aduce que el embrión de 5 días
no debe tocarse porque así empezamos la vida todos nosotros.
Ambas opiniones son muy respetables pero no son más que eso,
opiniones, basadas en juicios influidos por conceptos o valores
no médicos, y desde luego no derivados de los hechos biológicos
objetivos. Estoy seguro de que la mayoría de los que estamos
aquí ahora también tenemos opiniones personales respecto
a lo que puede y debe hacerse con los embriones humanos de 5 días
de edad, sobrantes de intentos de fertilización in vitro
o preparados para obtención de células troncales,
y si cada quien las analiza se dará cuenta de que en ellas
influyen, en mayor o menor grado, factores o elementos que rebasan
al problema estrictamente biológico. No se trata, pues, de
decisiones que dependan de hechos objetivos, sino que son más
bien arbitrarias, en el sentido de que se hacen de acuerdo con el
libre arbitrio de cada individuo o grupo social.
Esto
se ilustra muy bien al nivel de los distintos países. Mientras
en Noruega, Irlanda, Austria, Polonia y Brasil el uso de embriones
humanos para investigación biomédica está prohibido
(lo mismo ocurre en Alemania, Suiza y Francia, aunque en este último
país el problema se sigue discutiendo) en España,
Japón, Canadá, Italia, Finlandia, Suecia, Israel,
Singapur y Australia está permitido, y en Inglaterra y en
China la autorización se extiende a la creación de
embriones humanos específicamente para investigación
científica y terapéutica. En México, la Cámara
baja acaba de aprobar una propuesta de ley sobre la creación
del Instituto de Medicina Genómica que incluye la prohibición
terminante de realizar estudios de cualquier tipo con células
troncales, incluida por iniciativa del PAN; la propuesta de ley
se encuentra ahora en el Senado y todavía no sabemos si se
aprobará o se regresará a la Comisión de Salud
de la Cámara de Diputados para su nueva formulación.
Menciono estos aspectos legales sobre el uso de embriones humanos
en investigación para ilustrar la variedad de posturas frente
al mismo hecho biológico. Pero nuestro interés hoy
no es el aspecto legal sino el ético, y quisiera enfatizar,
el ético médico, que es el único susceptible
de análisis y discusión racional.
III
Recordemos
que los objetivos de la medicina son solamente tres: 1) preservar
la salud; 2) curar, o aliviar, cuando no es posible curar, y siempre
consolar y acompañar al enfermo, y 3) evitar las muertes
prematuras e innecesarias. Como el destino de los embriones humanos
sobrantes de procesos de fertilización in vitro
es, tarde o temprano, ser destruidos, cabe preguntarse si esta "muerte"
es prematura o innecesaria. La relevancia de la duración
de la ,"vida" del embrión humano de 5 días,
conservado o no por congelación, es dudosa porque por definición
nunca pasará de ser una pequeña masa constituida por
no más de 100 -120 células. Cuando alcanza la edad
de 8-12 días y el estado de desarrollo conocido como gástrula
es cuando pueden recuperarse mejor las células troncales,
lo que es incompatible con su "supervivencia" ¿Es
esta "muerte" innecesaria? Desde luego, el médico
puede evitarla, o mejor aún, posponerla (que es lo único
que, en última instancia, podemos hacer los médicos
con la muerte), pero me pregunto ¿con qué objetivo?
Cuando se trata de un ser humano capaz de vida autónoma,
desde un recién nacido hasta un sujeto de 100 años
o más de edad, la pregunta es relevante y puede tener una
respuesta aceptable. Pero en el caso del embrión humano de
menos de 12 días de edad, sobrante de procesos de fertilización
in vitro o preparado para investigación científica
y terapéutica, su muerte no sólo es necesaria sino
deseable y benéfica (como también puede serlo la muerte
de ciertos seres humanos a partir del nacimiento y durante toda
la vida). La oposición a esta postura proviene de la identificación
del zigote con un ser humano, potencial o actual; en la medida en
que se acepta tal identidad, el zigote disfruta de los mismos derechos
y su vida merece el mismo respeto que la de cualquier otro miembro
de la especie Homo sapiens. De acuerdo con esta postura, un grupo
importante de médicos, de expertos en ética y sobre
todo de voceros religiosos no sólo condenan el uso de embriones
humanos para la investigación, sino también el uso
de la fertilización in vitro como tratamiento de
la infertilidad, basados precisamente en que implica la destrucción
de los zigotes sobrantes del proceso, lo que equivale a un "homicidio
múltiple". Algo así estaba implícito en
la ya mencionada declaración del Presidente Bush, cuando
dijo: "Otros señalan que no hay vida que sobre,
y que el hecho de que una vida vaya a extinguirse no justifica experimentar
con ella o explotarla como si fuera un recurso natural."
Para
escapar a la terrible acusación de "asesinato masivo"
(una forma novedosa de genocidio), en España se creó
el concepto de pre-embrión, que se aplica a los zjgotes de
14 días o menos de evolución a partir de la fecundación,
con el argumento de que la vida humana realmente no comienza en
el "momento" de la fertilización sino cuando el
óvulo fecundado ya se ha implantado en el endometrio uterino;
antes de ese lapso de dos semanas después de la fecundación,
el zigote todavía no puede considerarse como verdadero precursor
de un ser humano, y por lo tanto puede permitirse su uso para la
investigación. En los E.U.A., la Asociación Médica
Americana también maneja el concepto de pre-embrión,
y en su Código de Ética Médica de 2001 señala
lo siguiente:
"La
práctica de congelar los pre-embriones extras preparados
en un proceso de fertilización in vitro ha facilitado a parejas
infértiles la posibilidad de conservar embriones para implantes
futuros. Esta práctica también ha creado varios problemas
éticos y legales relacionados con la autoridad en las decisiones
sobre los pre-embriones y sus mejores usos...
Los
donadores de los gametos deberían ser los usuarios preferentes
de los pre-embriones o sus donadores para otros propósitos,
pero no para venderlos. Además, debe permitirse la investigación
con pre-embriones siempre y cuando no estén destinados a
implantarse en una mujer y el estudio se realice siguiendo las normas
del Consejo para Investigación Fetal. También se acepta
que los pre-embriones congelados se descongelen y se deterioren...".
Resulta
difícil no hacer una reflexión sobre el paralelismo
que existe entre el uso de los embriones humanos creados in
vitro para resolver problemas de infertilidad o directamente
para investigación, y la donación de órganos
para trasplante de sujetos adultos condenados a morir por enfermedades
incurables no infecciosas, o personas sanas muertas en accidentes.
En ambos casos, la muerte es el denominador común, pero el
numerador tiene dos alternativas muy claras: por un lado, se usan
los restos sobrevivientes de esas muertes (células troncales
a partir de los embriones humanos, órganos para trasplantes
de los adultos) para salvar y/o mejorar la vida de los seres humanos
todavía vivos, o se destruyen por medio de la incineración
o de su sepultura, con lo que los únicos y últimos
beneficiarios serán los gusanos del cementerio y el metabolismo
nitrogenado de la Naturaleza.
IV
Todavía
tengo dos reflexiones más que hacer sobre los problemas éticos
de la preservación de embriones humanos, basadas en la reciente
editorial sobre el tema publicada por Rubén Lisker, cuya
lectura recomiendo a todos los interesados en el tema. La primera
es recordar que en Inglaterra se formó una Comisión
especial para estudiar la posibilidad de usar los zigotes sobrantes
de la fertilización in vitro, y que después
de varios años de estudio y consulta, se aprobó el
Acta de la Fertilización Humana y la Embriología de
1990, que autoriza el uso de los zigotes sobrantes siempre que exista
autorización informada de los donantes y para proyectos específicos
de investigación. Amparados por el Acta mencionada, de1991
a 1998 se crearon 763,509 embriones, de los que 361,617 se usaron
para el tratamiento de infertilidad y 48,444 se donaron para investigación.
Los objetivos permitidos en el Acta inglesa son: 1) promover avances
en el tratamiento de la infertilidad; 2) aumentar el conocimiento
sobre enfermedades congénitas; 3) aumentar el conocimiento
sobre las causas de los abortos espontáneos; 4) desarrollar
técnicas anticonceptivas más eficientes; 5) avanzar
en las técnicas para diagnosticar anormalidades genéticas
antes de la anidación del zigote en el útero. La obtención
de células troncales está específicamente permitida.
En cambio, en los E.U.A. el Congreso se opone vigorosamente al uso
de recursos federales para apoyar cualquier tipo de investigación
que use embriones humanos, aunque sean sobrantes de tratamientos
de infertilidad, por lo que todo lo poco que se está haciendo
de investigación en ese país corre por cuenta de la
iniciativa privada.
Lisker
señala que entre la actitud abiertamente permisiva y la de
rechazo radical, puede contemplarse otra intermedia que acepta que
el zigote es un ser humano potencial,
pero que el respeto debido a la vida humana en desarrollo aumenta
en proporción al grado de crecimiento y diferenciación
del producto. De acuerdo con esta posición intermedia, el
uso de embriones muy jóvenes en investigación para
beneficiar a otros es moralmente aceptable.
El
concepto de potencialidad se justifica porque muchas cosas no se
tratan igual en las etapas iniciales que cuando ya se han desarrollado
plenamente; muchos piensan que un huevo no es una gallina, una semilla
no es un árbol, y los embriones que todavía no tienen
tejidos u órganos, son incapaces de pensar o de sentir, no
pueden considerarse iguales a un ser humano. El impacto en la familia
de la pérdida de una vida humana es muy diferente cuando
se trata de un aborto espontáneo, que sólo causa un
retraso menstrual de unos cuantos días, que la tragedia de
dar a luz un mortinato o sufrir la muerte de un hijo de 4 ó
5 años. Otro argumento es que en la técnica de fertilización
por transferencia nuclear (sea autóloga o hereróloga,
esta última como en el caso de Dolly) el zigote no es un
verdadero embrión, porque no se ha formado por la unión
de dos gametos, y por lo tanto no puede considerarse como verdaderamente
humano. Sin embargo, Lisker está un poco escéptico
en relación con sus argumentos, y señala:
"No
tengo datos empíricos para apoyar mi sugestión del
efecto diferencial de la pérdida de una vida en relación
a su nivel de desarrollo, y reconozco que mi argumento de que la
técnica de fertilización por transferencia nuclear
no resulta en embriones verdaderos puede refutarse señalando
que de todos modos su desarrollo potencial es el mismo que el de
los óvulos fertilizados en forma natural. Sin embargo, creo
que mis argumentos son buenos y merecen discusión más
amplia."
Personalmente,
pienso que no existe ningún tipo de argumento que pueda convencer
a quienes creen que la vida humana se inicia con la concepción,
de que el uso de los embriones sobrantes de fertilizaciones in
vitro, para investigación científica básica
y terapéutica, que podría beneficiar a millones de
seres humanos, sea ético desde el punto de vista médico.
Respeto esa creencia, aunque no la comparto, por las razones ya
señaladas dentro de la ética médica. Pero lo
que me parece completamente inaceptable es que se pretenda introducir
dentro de la legislación mexicana una prohibición
a la investigación científica basada en creencias
religiosas de un grupo determinado, por más numeroso que
sea, mientras México siga siendo un país plural y
exista separación entre la iglesia y el estado.
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