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La salud y la enfermedad son conceptos polares
y complementarios al mismo tiempo, que siendo cruciales para la
medicina en la relación médico-paciente, merecen ser analizados
con todo detenimiento. Toda sociedad humana se ha visto en la imperiosa
necesidad de afrontar la fragilidad e inseguridad de la existencia
de las personas. Nace de ello la exigencia de implementar y fomentar
la aplicación de procedimientos destinados a mitigar o disminuir
los inexplicables hechos asociados al temor y la desesperanza relacionados
con las enfermedades.
Es de suponerse que aún en tiempos muy remotos
los enfermos debieron haber buscado conseguir la mejor atención
y ayuda para atender a sus molestias y en ese anhelo pudieron participar
tanto familiares como amigos; deseo primario de obtener el máximo
grado competencia y calidad en la atención recibida.
Esta búsqueda, en épocas posteriores, debe haberse
tornado más exigente al formalizarse las actividades curativas de
los primitivos médicos por tener que establecer un límite socialmente
acordado para evaluar sus resultados. De ese menester surgió un
sistema de sanciones cuando los resultados deseados o aceptables
no se lograban. Los ejemplos son múltiples; sin embargo, el llamado
Código de Hamurabi puede recordarnos este tipo drástico de interrelaciones
entre los médicos y sus pacientes.
Se acepta que en el Corpus Hipocraticum, colección
de más de 60 textos pre-aristotélicos de medicina antigua, se encuentra
de manera dispersa un florido ramillete cuyas características los
médicos griegos consideraron como el prototipo de las relaciones
médico-paciente. Dignos de ser mencionados son los siguientes textos:
La Ley, el Decoro, el Médico, los Preceptos, el Arte, los Aforismos,
las Epidemias, la Dieta en las enfermedades agudas, los Aires, vientos
y lugares y Sobre la Enfermedad Sagrada. Sin embargo, quizás ha
sido el llamado Juramento Hipocrático, el documento que mayor influencia
ha ejercido en la medicina occidental. De acuerdo a las más recientes
investigaciones históricas se trata de un texto anexado tardíamente,
sin aparente vínculo con el conjunto de libros hipocráticos.
El escrito, en su traducción original, irrumpe
con una invocación a las reverenciadas deidades griegas y pasa a
emprender, de inmediato, el análisis de las peculiares propiedades
del convenio y compromiso que se establecen entre los aprendices
y sus maestros. A continuación se abordan algunas orientaciones
de la práctica médica expresadas mediante seis prohibiciones y entre
ellas, en posición central, la única frase positiva.
Las prohibiciones son: No causar daño, no proporcionar
veneno ni administrar abortivos, no practicar actos quirúrgicos,
no tener relaciones sexuaies y no divulgar secretos. La bella frase
afirmativa recuerda que "en pureza y santidad mantendré mi vida
y el arte". Finaliza la magnifica oración con una invocación personal
de gratificación al cumplir con todas las disposiciones del ofrecimiento
o la pérdida moral en el caso de su quebrantamiento.
Al recapitular en la descripción de las actividades
que se tratan de evitar conviene recordar que todas ellas fueron
practicadas ampliamente en la antigua Grecia y luego en Roma. Sin
embargo, estas particulares prohibiciones se sabe que fueron aceptadas
y divulgadas entre los médicos de las sectas pitagóricas ubicadas
hacia el año 100 aC; aún cuando otros historiadores médicos consideran
que las características conceptuales del manuscrito, le sitúan en
los primeros años del cristianismo. Por lo pronto, no se tiene constancia
histórica que este Juramento hubiese sido expresado o avalado en
tiempos precristianos.
Un grupo importante de médicos, antes y ahora,
ha sostenido que el documento no se apega a las condiciones de una
práctica medica actual; le consideran, por tanto, una desteñida
obra romántica, visión heredada de tiempos idos. A pesar de todos
estos argumentos, la esencia del arcaico documento ha sido fuente
de inspiración ética y lazo de unión de la medicina occidental por
cerca de dos mil años. En su composición refleja, en distintos momentos,
frases de altísimo valor conceptual. Para los interesados en la
ética encuentran en él, los sólidos principios y valores sobre los
cuales descansa la practica médica occidental en el afán constante
de buscar la protección de los pacientes a lo largo de todo el proceso
de interrelación con sus médicos. Girando alrededor de este vínculo
nacido, como antes he mencionado, de la intuición, encontramos el
principio rector la mutua confianza y el mantenimiento de su custodia.
El Juramento es el estándar de oro, aún para aquellos que lo desconocen
pero infieren su contenido y trascendencia.
Existen otros juramentos y códigos de conducta
médica de distinta procedencia y diferentes tiempos. Heredamos las
bellas oraciones de Maimónides en el siglo XII o de Arnau de Vilanova
en el XIII. Sin embargo, es a partir de la Segunda Guerra Mundial,
cuando éstos se han multiplicado: Nuremberg en 1947, Ginebra en
1948, Código Internacional de Ética Médica en 1949, el de la Asociación
Médica Mundial en 1956, la Declaración de Helsinki, etc. Esta situación
no es fortuita y describen, de manera colateral, una serie de cambios
que se han ido operando en la práctica médica; apuntan a la implementación
de distintos modelos de asistencia médica en el ámbito mundial,
cada uno de ellos con sus propios objetivos y procedimientos y,
conllevan también sus peculiares problemas e Incertidumbres.
Las altas expectativas científicas surgidas durante
el siglo XX finca ron su atención en la enfermedad como un hecho
natural y biológico. En este proceso todo es susceptible de reducirse
y encontrar explicación en alteraciones moleculares, celulares,
tisulares, por órganos o sistemas. Este modelo mecanicista, con
el cual nos familiarizamos, considera a la enfermedad como fenómeno
complejo, habitualmente multifactorial que para los fines de estudio
o aplicación terapéutica ha dado origen a una miríada de nuevas
actividades bio-médicas y equipos humanos colaterales. Se apega
al cumplimiento de principios éticos que en momentos de innovación
estimulan la aparición de códigos surgidos en el seno de las agrupaciones
profesionales o instituciones para guiar la conducta. Se entiende
que existe cierta tolerancia para actuar en situaciones particularidades
y, en caso de que ello aconteciera, deberán respaldarse con sólida
argumentación de justificación.
Con el surgimiento de la medicina institucional
nació un renovado interés por abordar y atender a todos aquellos
aspectos culturales y sociales. Se dio origen a estructuras operativas
que los tomasen en consideración mediante una práctica médica, sistematizada
y bajo una organización que atendiese las necesidades de la población
incluyendo acciones preventivas, que en su expresión más amplia
pudiesen modificar y cambiar actitudes nocivas para la misma sociedad.
Otro sendero más, pugna por la incorporación de
un modelo que centre su atención en los aspectos existenciales y
antropológicos de las personas y sus enfermedades brindándole primordial
importancia a los valores éticos de la profesión médica.
Los médicos durante los años de formación y luego
en el cotidiano convivir y adentrarse en el pensamiento de otros
médicos, sea de manera directa o al través de diferentes formas
de interrelación profesional, aprenden a tomar decisiones de distinta
naturaleza en todo el proceso de relación con sus pacientes. Todo
este procedimiento se encuentra íntimamente vinculado con la prudencia
colectiva de autorregulación constante que la caracteriza como una
profesión de gran antigüedad y prestigio. El conocimiento, la aplicación
de destrezas y la toma de decisiones coloca a los médicos en una
posición de relativa fortaleza frente a los enfermos y es desde
éste bastión donde surge y brota el objetivo fundamental de la ética:
asegurar que las acciones médicas sean utilizados para el beneficio
de los enfermos, que se evite abusar de esta fuerza y que la práctica
médica se lleve al cabo dentro de un marco de valores aceptados
por los médicos y la sociedad.
Aún cuando podrían sumarse algunos más, se acepta
que son cinco los principios fundamentales que giran alrededor de
la relación médico- paciente. (Es aquí donde el Juramento adquiere
sentido al incluir tres de ellas y al expresarlo en voz alta, vibran
como en una caja de resonancia, los otras dos):
1. Los médicos tienen la obligación de respetar la autonomía
de los pacientes sobretodo en su derecho a tomar decisiones de
acuerdo a sus valores y creencias;
2. tienen la obligación de resguardar el principio de no-maleficencia,
en el sentido de evitar el daño;
3. de la misma manera, deben pugnar por mantener el principio
de beneficencia,
4. mantener el secreto profesional como sustento de la confidencialidad
y
5. buscar que sus decisiones sean justas y adecuadas para sus
enfermos.
En la práctica médica real, este aparentemente
sencillo esquema idealizado puede encontrar dificultades y hasta
llegar a generar contradicciones operativas dando origen a situaciones
de profundo conflicto ya que cada sociedad tiene su propia carga
de valores y creencias, sean éstas religiosas o seculares.
El procedimiento que los médicos suelen aplicar
tiene como objetivo fundamental lograr un resultado satisfactorio
de las acciones médicas emprendidas.
A partir de la Segunda Guerra Mundial se ha vigorizado
la defensa de los derechos humanos. Sus defensores sostienen que
la autonomía y las decisiones de los pacientes son fundamentales
ya que son ellos los que deben deci,dir sobre su propio destino.
En general suelen apreciar con respeto todo el proceso de la atención
médica y sólo toman en consideración aquellos momentos que juzgan
cruciales para las expectativas de los enfermos. Este planteamiento
tropieza también con sus propias limitantes ya que no en pocas ocasiones
se contravienen los derechos de los mismos pacientes sobre la base
de la aceptación de la sociedad; esto hace crisis en aquellos individuos
que no se encuentran en posibilidad de poder decidir o cuando se
contravienen los intereses de la sociedad.
Los cambios operados a partir del siglo XIX en
el mundo en las actividades productivas han determinado el éxodo
del campo a las ciudades, primero atraídos a los centros fabriles
y posteriormente para incorporarse a la prestación de distintos
tipos de servicios, tanto públicos como privados. Ahora la gran
mayoría de los habitantes urbanos se encuentran realizando este
tipo de actividades. No debe por tanto llamar la atención que también
se ha tratado de incorporar a la medicina bajo el esquema de la
prestación de un servicio. Han sido sorpresivamente, los sistemas
institucionalizados los que han encontrado mayores limitaciones
para poder cumplir con las características que les son propias para
otorgar un verdadero servicio:
Derecho del usuario a poder escoger, derecho a ser
escuchado, derecho a la seguridad y derecho a ser bien informado.
Finalmente, la medicina institucional, sea del
estado de otros organismos, deben necesariamente 'aplicar un sistema
de prioridades para lograr resultados globales que sean aceptables.
En ese caso los administradores empleando los elementos de los esquemas
anteriormente descritos organizan combinaciones con las cuales se
obtienen "mayores beneficios o menores daños" como resultante final.
Su principal limitación consiste en tener que aplicar recursos limitados
ante las casi ilimitadas necesidades asistenciales de la población.
Ante este panorama tan complicado no queda más
remedio que aplicar lo que todos los médicos a lo largo de la historia
han venido utilizando: Juicio crítico. Si antes fue necesario ahora
es determinante someter a un escrutinio analítico todos las acciones
y decisiones, por pequeñas que estas sean, para mantener un fino
balance de la compleja relación médico-paciente. Este concepto no
debe espantar ya que es la semilla y origen de toda profesión. En
nuestros tiempos no ha sido posible apreciar que otras profesiones
que solían mantener en alto su orientación ética han perdido casi
por completo su rumbo y orientación, tanto en la formación académica
como en la práctica, tal es el caso de la abogacía. Aún más, aquellas
actividades que tradicionalmente rechazaron cualquier tipo de información
ética y filosófica, como son administradores, banqueros, etc., se
han visto en la necesidad de incorporar estudios de humanismo en
sus currícula.
Los médicos sabemos, porque la historia de la medicina
lo ha demostrado, que podemos evitar las desviaciones del rumbo
si nos apegamos al principio básico de ejercer una profesión y evitar
convertirla en una simple ocupación. La medicina es una profesión
con historia y convicciones éticas y con ellas nos familiarizamos
desde el mismo momento de ingresar a la Escuela. El peso de la tradición,
nutrido en el pensamiento y la imaginación analiza hechos y circunstancias
y en nuestro caso, la representación de pasadas generaciones constituye
un estímulo al escrutinio de la innovación con fino sentido crítico.
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