Regresa
Los médicos del inicio del tercer milenio
enfrentamos nuevos retos y
trascendentales cambios culturales,
científicos y socioeconómicos, políticos y
tecnológicos para los cuales no nos
hemos preparado y ya nos han rebasado.
Thomas R. Readon
Las ciencias ganaron durante los últimos
tres siglos una enorme capacidad para explicar el orden del mundo,
ubicándolas en un lugar semejante al que en el pasado tuvieron
otros sistemas simbólicos como la mitología y la religión.
Este lugar de predominio se alcanzó desarrollando esquemas
explicativos acerca de fenómenos sobre los cuales sólo
teníamos argumentos mitológicos o religiosos, de tal
forma, que hemos pasado de un mundo regido por la persuasión
religiosa, a otro caracterizado por la certeza científica.
En la actualidad, tanto los procesos patológicos
como los cambios del ambiente o de los mercados, se explican de
acuerdo con los criterios de la ciencia. No es gratuito entonces,
que la cultura contemporánea gire en torno a las ciencias
y que en las esferas política, económica y administrativa
se les aprecie tanto.
Por lo que a la epidemiología respecta,
ha experimentado durante su desarrollo un proceso similar al resto
de las ciencias naturales. De tal forma, se le han legado diferentes
concepciones como: la que se basa en sus raíces etimológicas
y que se refiere al estudio sobre la población; la que manifiesta
que es un tratado de las epidemias; la que establece el método
de estudio de las enfermedades en la población; así
como la que la enuncia como la disciplina que estudia las determinantes
de la salud humana. También se debate si verdaderamente constituye
una ciencia, una disciplina o un método de estudio. Es así,
que Morris cita que es una rama de la medicina, que tiene un método
de estudio y que es la ciencia básica de la medicina preventiva
y comunitaria. Por su parte, Rothman afirma que no es propiamente
una ciencia, que como disciplina científica ha buscado su
lugar, que se encuentra formando su marco teórico y que cuenta
con un
conjunto de procedimientos basados en el conocimiento, por lo que
no solamente se trata de un método. Si a lo anterior sumamos
que no existe una clara delimitación entre la epidemiología
con la medicina preventiva, salud pública, medicina comunitaria
y socioeconómica, muchos la confunden, pues si bien, en ámbitos
académicos se hacen diferencias, en el campo de la práctica
esto no se refleja.
Por lo anterior consideramos necesario partir de
la propuesta de Kleinbaun y colaboradores para precisar que se entiende
por "estudio de la distribución, frecuencia y determinantes
de las condiciones de salud en las poblaciones, para proceder con
sus aplicaciones.
Las condiciones de salud y población
serían la parte sustantiva de la disciplina científica,
y la trascendencia de las limitaciones de carácter epistemológico,
señalado por R. Stallones, los componentes de su objeto de
estudio. De esta forma, se adquiere el compromiso de elaborar un
cuerpo teórico propio, ya que el elemento -las condiciones-
permite establecer el campo de actividad de la epidemiología.
Sabemos que la enfermedad es el centro de la investigación
epidemiológica, pero a decir verdad, el concepto de condiciones
de salud resulta más apropiado.
Marvin Susser hace tres décadas fundamentó
esta postura al conferirle a la epidemiología la facultad
de estudiar la distribución, frecuencia, y determinantes
no sólo de la enfermedad, sino de todas las condiciones de
salud de la población. De acuerdo con esta postura, la epidemiología
estriba en investigar la relación entre: 1) las condiciones
de las poblaciones, 2) las características de los individuos
que las forman y 3) el entorno natural y social en el que se desenvuelven.
Por lo tanto, para Susser las condiciones de salud, pueden ser la
enfermedad: entendida como la presencia objetiva de un proceso de
disfunción orgánico o psicológico en el individuo,
y puede considerarse el objeto de estudio de la medicina clínica,
la dolencia: percepción subjetiva que provocan tales disfunciones
y el padecimiento: papel que la sociedad otorga al individuo enfermo
y que este asume frente a la enfermedad. Por lo tanto la ausencia
simultánea de las tres condiciones es el estado llamado salud.
Lo anterior dio margen para utilizar la epidemiología
en casi todas las áreas de la salud, así como en la
aplicación de evaluación de las acciones, servicios,
programas y políticas de salud, lo que la llevó a
campos del saber en los que antes no era concebible su presencia,
como la economía y las ciencias políticas, adquiriendo
también una legitima proximidad a las ciencias sociales.
Por otro lado, el elemento -la población-,
la distingue de la medicina clínica y de las ciencias biomédicas,
ya que determina el nivel en el que se efectúan sus acciones
y determina el nivel en el que se efectúan sus acciones y
desarrolla su análisis. Por naturaleza, la epidemiología,
debe procurar poblaciones representativas para identificar la validez
de las relaciones que se establecen entre los elementos biológicos,
ambientales y conductuales que determinan, en conjunto, el patrón
de condiciones de salud de la población estudiada; de otra
manera, sus resultados conducen a falacias o no son generalizables.
La investigación en el ámbito poblacional es, por
lo tanto, el principal criterio aceptado para distinguir a la investigación
epidemiológica de otras propias del campo de la salud.
En cuanto a la enfermedad, la epidemiología
en el origen de muchos padecimientos, ha develado el desequilibrio
manifiestos en las relaciones entre el hombre y su entorno. Es así,
que desde la antigüedad como componente medular de la embrionaria
salud pública, estipuló razones legítimas para
aislar a los enfermos; depositar a los cadáveres lejos de
los asentamientos humanos; construir acueductos, cloacas y cementerios,
dotar de agua limpia a las poblaciones; reglamentar las condiciones
y duración de la jornada de trabajo, y construir edificios
higiénicos, por mencionar algunos. En la actualidad, sabemos
que como parte fundamental de la salud pública, la epidemiología
se centra en el espacio de los riesgos, o sea, de la enfermedad
en potencia, cuando la enfermedad de hecho no se ha presentado.
De este modo, a la investigación epidemiológica
inicialmente le corresponderá la tarea de producir conocimiento
sobre las fases preclínicas de la enfermedad, identificando
la forma de exposición y desarrollando técnicas de
detección precoz de los padecimientos.
En la senda de edificar su objetivo propio, la
epidemiología dispone ya de un concepto de enfermedad capaz
de funcionar, no como sustituto sino como ampliación del
objetivo de estudio de la medicina, incorporando lo poblacional
al marco clínico. Su integración en el selecto grupo
de las ciencias médicas, materializada con el surgimiento
y aceptación de la epidemiología clínica, ha
ocurrido al parejo de su desarrollo en el terreno de las ciencias
sociales , en donde ha incursionado exitosamente en los campos de
la administración, la sociología, la antropología
y las ciencias políticas. Su contribución al desarrollo
y la aplicación de las modernas técnicas de la estadística
y la probabilidad no ha sido poca.
Por lo que corresponde a su nivel de análisis
parece no haber controversias. Lo que general discusión es
el método, debido a la observación de las asociaciones
establecidas entre las condicionantes poblacionales y su comparación
con los eventos de salud.
Posteriormente, estos descubrimientos son organizados
en forma de esquemas que expliquen lo descubierto, y puedan predecir
nuevas asociaciones, cuya certeza se evalúa pro medio de
modelos estadísticos para cuantificar la probabilidad de
que los resultados observados se deban a una asociación real
y no al azar. El método epidemiológico se apoya en
la aplicación de supuestos de la estadística y la
probabilidad (como la ley de los grandes números),
lo que fortalece la naturaleza poblacional de su objeto de estudio.
El método implica además el uso de porciones de la
población capaces de representarla adecuadamente -llamadas
muestras- que son sometidas a investigación como subtítulos
de comunidades,
sociedades o clases enteras en las que la enfermedad se manifiesta
de manera diferente.
Son diferentes las aplicaciones que el método
epidemiológico puede tener, entre las más utilizadas
se encuentran: la experimentación (ensayos clínicos
controlados), la observación (estudios de cohorte, de casos
y controles, encuestas transversales y los estudios ecológicos),
las que se efectúan en un momento del tiempo (estudios transversales),
en un tiempo relativamente corto (casos y controles) o después
de un largo periodo de seguimiento (cohortes prospectivas). Lo que
se pretende en todos los casos, es comparar la frecuencia de determinada
enfermedad entre los miembros de la población que poseen
una característica o factor con respecto a los que no la
poseen. Para ello se aplican pruebas que permitan establecer la
probabilidad de que el factor estudiado esté cuando menos
asociado a la aparición y forma de desarrollo de la enfermedad
o, idealmente, de que sea la causa de su aparición. Pero
la epidemiología, no sólo es un método estadístico
aplicado a la biología humana, es un razonamiento integral
que implica conocer el ambiente total en el que se producen los
procesos de salud que son objeto de estudio de la disciplina. El
rigor que se aplique en este método es la única garantía
de que sus interpretaciones son correctas. Por ello la investigación
epidemiológica usa todo el conocimiento previo sobre el objeto
investigado. Por lo tanto, la epidemiología estudia en un
inicio enfermos como parte de una población, para posteriormente
proponer
explicaciones con relación al curso de la enfermedad como
fenómeno colectivo.
Epidemiología Clínica
Aunque la medicina clínica y la epidemiología
parecieran disciplinas diferentes, se han desarrollado de manera
muy estrecha y su combinación ha dado como resultado el cuerpo
teórico-metodológico de la epidemiología clínica.
Se puede afirmar que definitivamente no son independientes, antes
bien se nutren mutuamente y comparten tanto sus conocimientos como
sus métodos. Esta conjunción permite que el ejercicio
de la medicina cuente con más elementos para otorgar su justa
dimensión en la atención de los pacientes.
Durante muchos años el buen médico
era el que diagnosticaba las enfermedades basándose en el
conocimiento de los textos especializados y en su propia experiencia;
proporcionaba además, consuelo a los pacientes y familiares,
siguiendo la tradición de la estirpe. De acuerdo con los
preceptos del juramento hipocrático, enseñaba su ciencia
a otros y cultivaba su espíritu curioso con la descripción
de nuevas entidades nosológicas.
En nuestros tiempos, quizá ya no pedimos
"cálidos afectos y pureza inmaculada" de nuestros
médicos. Pero si exigimos eficacia porque, en pleno siglo
XXI la medicina deviene ciencia y lo hace en forma acelerada.
Se postula hoy en día, que el médico
debe realizar actividades asistenciales, de docencia y de investigación
como parte de su código ético. De otra suerte, práctica
no una ciencia sino una técnica, un oficio. Entonces
¿Cómo trascender del ejercicio médico al conocimiento
universal? ¿Es posible usar el proceso científico
en el fenómeno médico cotidiano? La respuesta es afirmativa
y se llama epidemiología clínica. En la actualidad,
es difícil vivir sin los conceptos: sensibilidad, especificidad,
sesgo, variable, consistencia interna y/o externa y tantos otros
provenientes de la jerga epidemiológica. El conocimiento
que ha generado la epidemiología clínica es ahora
tan necesario como el de cualquier ciencia básica de la carrera
del médico, y se presenta como una estrategia de ordenamiento
de los fenómenos que se dan en la enfermedad humana, a fin
de llegar a conclusiones válidas con base en la información
existente y la toma de decisiones correctas.
El desarrollo de la epidemiología clínica
da inicio cuando en 1938 John R Paul adopta el término "epidemiología
clínica" en su conferencia "Una nueva filosofía
para viejas enfermedades" en el American Society for Clinical
Investigation a fin de proponer la utilización de la epidemiología
en el área clínica. Con este concepto se da inicio
a un proceso activo de integración mutua: del clínico
hacia la epidemiología y del epidemiólogo hacia la
clínica. De tal forma, que los principios y métodos
de la epidemiología desarrollados
para el estudio de poblaciones se usan para problemas encontrados
en la medicina clínica, lo que permitió ampliar el
método epidemiológico más allá del estudio
de las poblaciones y abarcar "todas las circunstancias en las
que ocurren las enfermedades, en las que florecen y en las que no
ocurren".
Bajo este planteamiento, según Feinstein,
se propició en gran parte, el desarrollo de los métodos
de la epidemiología analítica y su extensión
al campo de las enfermedades no transmisibles.
No es sin embargo, hasta fines del decenio de 1960
y principios de 1970, cuando se incorpora en realidad el término
epidemiología clínica, ya que Feinstein retorna, impulsa
y afirma que esta disciplina posee los elementos necesarios para
realizar la investigación clínica con grupos de pacientes,
con el fin de evaluar el proceso diagnóstico y el pronóstico,
así como para comparar los tratamientos.
De igual forma, consideró que esta disciplina
proporcionaba en gran parte las bases necesarias para la construcción
del edificio llamado "Investigación Clínica";
por esta razón, tituló su libro La arquitectura
de la investigación clínica (1985). Feinstein
a través de su amplia obra escrita propone los paradigmas
de la investigación clínica, y plantea que su principal
objetivo es la predicción y no la explicación de los
fenómenos; que la información obtenida de los pacientes
es subjetiva en una gran proporción; que el reto no es el
planteamiento de la hipótesis, sino la incorporación
del mejor procedimiento para enriquecer el juicio clínico
y que el método debe ser la observación ya que; por
razones éticas, casi nunca es posible realizar experimentos.
A su vez, Sackett, interpretó la epidemiología
clínica como la disciplina en la que participa el médico
dedicado al cuidado de los enfermos, provisto de información
epidemiológica y estadística, para estudiar los procesos
de diagnóstico, tratamiento y pronóstico; mencionaba
que la epidemiología clínica, es la aplicación
de los métodos epidemiológicos y biométricos
a la atención cotidiana del paciente. Esto implica que los
principios y métodos de la epidemiología, desarrollados
para el estudio de poblaciones se usen para contestar problemas
encontrados en la medicina clínica.
De tal forma, que para cumplir con este propósito
señalado por Sackett, el investigador clínico debe
utilizar diversas estrategias cuya aplicación adecuada dependa
la validez de la información obtenida. Debe haber concordancia
lógica entre los objetivos y el diseño metodológico
utilizado, su análisis y la interpretación de los
resultados. Lo que implica, la selección adecuada de las
herramientas estadísticas no sólo en las fases finales
de la investigación, sino también en la estructura
del diseño de los mismos.
Es incuestionable que en la observación
clínica, bajo el rigor científico, la epidemiología
constituye una de las mejores alternativas.
Con base en lo señalado, podemos decir que
la epidemiología clínica, como alternativa de un adecuado
ejercicio de la medicina, se ha enfocado a identificar las características
humanas y las ha clasificado para comparar y validar estadísticamente
los resultados de diversas intervenciones médicas o quirúrgicas
en la prevención de enfermedades crónicas, y así
extrapolar dichas características a la población.
La epidemiología clínica, a través
de la aplicación correcta de la metodología epidemiológica,
utiliza observaciones clínicas, con las que puede establecer
conclusiones válidas que respondan a las preguntas planteadas,
salvando el obstáculo que representa la subjetividad, habitualmente
presente en las mediciones realizadas en el ejercicio médico.
Habrá que subrayar, que la interacción
entre pronóstico y diagnóstico hace llegar a criterios
terapéuticos confiables. De ahí que se considere que
la epidemiología clínica es una estrategia de evaluación
que permite conocer los límites de imprecisión en
la calidad de la asistencia médica y ayude en la aplicación
de medidas correctivas.
Así como las normas éticas se caracterizan
porque hay una verdadera intención en el acto de realizarlas,
también producen satisfacción personal a quién
las lleva a cabo y la única presión para su ejercicio
es de carácter estrictamente moral, el uso de la epidemiología
en el área clínica, producirá satisfacción
personal al médico clínico si realiza cada uno de
los principios de esta disciplina llamada epidemiología clínica
ya que su ejercicio no solamente es ético, sino también
científico.
Medicina Basada en Evidencias
El escenario científico, social y económico
en que se practica actualmente el ejercicio de la medicina está
cambiando a un ritmo acelerado. Los pacientes, las instituciones
hospitalarias y las sociedades científicas y
académicas están modificando sus expectativas y los
estándares de calidad a que se sujeta el personal profesional
de la salud, investigando las decisiones e invadiendo la autonomía
y modo tradicional de hacer las cosas, lo que debe motivar en el
cuerpo médico una adaptación a estos fenómenos
sociales y evolutivos que afectan a la profesión, y buscar
formas de hacer más eficaz en cuanto al costo, humana y defendible,
la manera como se toman las decisiones y se plantea la información
a los pacientes.
Conscientes de las limitaciones del modelo tradicional
de educación y ejercicio de la medicina, se ha planteado
a la medicina basada en evidencias (MBE) como una disciplina que
ayude a enfrentar directamente la incertidumbre y retraso en la
interiorización de la información tan frecuentes en
la medicina clínica tradicional, para así ayudar a
construir las bases de una mejor educación en las nuevas
generaciones de médicos, y hacer más sólida
y eficiente la formación médica continua de los que
practican la medicina en la época actual.
De acuerdo con Sánchez Mendiola, la MBE
es muchas cosas para muchas personas, para algunos es un nuevo paradigma
en la enseñanza y ejercicio de la medicina; para otros es
una herramienta sistematizadora, un movimiento intelectual, una
filosofía, una actitud, una novedad pasajera, una moda peligrosa
e incluso el fin de la medicina clínica como la conocemos.
Por lo que la define como una serie de actitudes hacia la práctica
y aprendizaje de la medicina, que ofrece una perspectiva novedosa
sobre la manera como se toman las decisiones relacionadas con la
salud, tanto al nivel individual como poblacional, con el objetivo
principal de ofrecer al individuo y a la sociedad la atención
médica de mejor calidad posible, utilizando las estrategias
diagnósticas y terapéuticas más efectivas,
de acuerdo a los recursos disponibles. De tal forma que vincula
la experiencia médica y la investigación en salud,
con la intención de rebasar las barreras que comúnmente
dificultan la apropiación del saber médico en la práctica
clínica.
El flujo natural de esta evidencia debe aproximarse
cada vez más a una práctica de medicina de excelencia.
Para Lifshitz y colaboradores, su ejercicio es un proceso autodidacto
de aprendizaje a lo largo de toda la vida del médico en donde
el cuidado de los pacientes genera la necesidad de obtener información
pertinente sobre métodos de diagnóstico, pronóstico
y terapéutica, así como otros aspectos relevantes
para la atención médica. Es por ello que su aplicación
depende de cinco funciones básicas a saber: 1) la conversión
de las necesidades de información en forma de preguntas contestables;
2) la obtención de la mejor evidencia con la mayor eficiencia,
para poder responder las preguntas; 3) la revisión crítica
de la evidencia en cuanto a su validación y utilidad clínica;
4) la aplicación de los resultados de la revisión
en la práctica clínica; y 5) la evaluación
de su rendimiento.
Dado que los estudios aleatorizados y especialmente
los estudios sistemáticos, tienen más probabilidad
de informar que de confundir al público lector, estos últimos
han pasado a ser el estándar de oro en los estudios de investigación
para evaluar si un tratamiento aporta más beneficios que
daños al paciente. Sin embargo, la MBE no utiliza exclusivamente
estudios aleatorizados controlados y metaanálisis, se dedica
a buscar por múltiples medios la mejor evidencia clínica
disponible que permita llegar a contestar las preguntas clínicas
de interés. Así por ejemplo para investigar la precisión
de un modelo de diagnóstico se requiere de un estudio transversal
en pacientes con un alto índice de sospecha de albergar el
padecimiento, y no un estudio aleatorizado controlado. Para una
pregunta de pronóstico, se necesita un estudio de seguimiento
de pacientes uniformes en donde se haya detectado tempranamente
el curso clínico del padecimiento de estudio. En el caso
de preguntas sobre terapéutica se deben evitar los abordajes
no experimentales dado que, en la mayoría de los caso, estos
estudios tienen un número elevado de resultados con falsos
positivos sobre la eficacia del tratamiento.
El desarrollar destrezas intelectuales y cognoscitivas
de la MBE promueve que el profesional de la salud sea un consumidor
educado de la información científica y pueda utilizar
adecuadamente esa mina de oro de información que es la literatura
médica, para mejorar la calidad de la atención de
los pacientes y de su desarrollo profesional continuo. Existen factores
que coadyuvan a que el médico se enfrente a diferentes barreras
para su utilización: el alto costo de las publicaciones periódicas
y de los libros, la información más reciente en ocasiones
sólo está disponible en el idioma inglés, la
falta de equipo de cómputo y del conocimiento de cómo
utilizarlo eficientemente, el exceso de trabajo asistencial, administrativo
y de otros
tipos que deja poco tiempo para realizar búsquedas de la
literatura, rescatar los documentos y analizarlos con detenimiento,
así como una cultura de la comunidad médica de resolver
los problemas en el momento, sin buscar más información
que la fácil y rápidamente disponible (opinión
de colegas, libros anticuados, etcétera).
La eliminación o disminución de estos
factores negativos es una empresa de grandes proporciones que requiere
de la participación organizada del gobierno y de todas las
instituciones públicas y privadas de atención de la
salud en nuestro país, para poder cumplir con la obligación
de respetar el derecho del ser humano a una atención médica
de calidad.
Los profesionales de la salud deben tener facilidades
de acceso a las herramientas necesarias para hacer uso de sus conocimientos
y satisfacer sus inquietudes de información y poder ejercer
la MBE con una actitud crítica e inquisitiva permanente,
con una justicia de apreciación del lado científico
de la medicina y de su integración con el juicio clínico
y las preferencias del enfermo.
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