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BIOGRAFÍA Guillermo Parra, Lic. Gabino Sánchez Rosales
En 1908, en la Escuela Nacional de Medicina, fue nombrado profesor de clínica médica, y al año siguiente recibió el nombramiento de profesor de clínica quirúrgica. Realizaba esta actividad al tiempo que con sus compañeros catedráticos de la Escuela, Fernando Zárraga y Andrés de Garay, inauguró un Sanatorio y Casa de Salud, con domicilio en el número 45, de la 3ª Calle de las Artes, que, conforme a la publicidad de la época, estaba “conforme a todas las reglas de la cirugía moderna y la higiene más severa”. El Departamento Quirúrgico llamaba la atención y era digno de ser visitado por los médicos. En cuanto a las recámaras, salones y halls, no sólo eran cómodos sino elegantes y difícilmente podían ser superados. Tenía además la casa hermosos patios, corredores y jardines, lo que la hacía agradable y sana. El aseo y la asepsia y la antisepsia más rigurosa, el orden y la honradez formaban la base en que descansaba este nuevo negocio. Tal actividad le valió al doctor Guillermo Parra una sólida reputación y una numerosa clientela. Concluido el episodio de Tlaxcalantongo, un miembro del trío sonorense, Adolfo de la Huerta, asumió el cargo de presidente provisional de la República Mexicana. En ese contexto, el doctor Gabriel Malda fue nombrado en el Departamento de Salubridad, y como director de la Escuela Nacional de Medicina el doctor Guillermo Parra, quien se encargó a partir del 15 de mayo de 1920 hasta el 21 de junio de 1923. A tono con la personalidad del presidente De la Huerta, a quien no sólo le gustaba la ópera sino incluso tocaba el piano, el doctor Parra era un “atildado y correcto caballero”, cuya noble frente adornaban magníficos hilos de plata. Por su edad era un médico perteneciente a la vieja guardia porfiriana; por ello, durante su permanencia al frente de la Escuela de Medicina fue combatido por los jóvenes, tanto estudiantes como profesores, que ansiosos de un cambio social, exigían una renovación completa de los hombres y las estructuras del país. Durante el tiempo en que Parra fue director se fundó una revista en la Escuela cuyo nombre evocaba los lastres que sufría la nación: El Cáncer. Fue una publicación del momento “redactada por alumnos de años superiores... y por algunas personas que desempeñaban en aquellos días el cargo de ayudantes en la propia Facultad”. El Cáncer contenía algunos artículos sobre las tesis de medicina, secciones con frases sueltas, irónicas unas, graciosas otras, y, a veces, arranques donde campeaban el escarnio y la diatriba. A decir del doctor Fernando Ocaranza, “el grupo del Cáncer obraba quizá en mala forma y según el pésimo procedimiento del trabajo subterráneo, bajo la égida del Finis coronat opus, pero no cabe duda que sus anhelos eran justificados, ya que se dirigían hacia la renovación de la Facultad”. Pero la renovación comenzó con el doctor Parra en la Escuela, pues bajo su égida se inició una completa trasformación del profesorado con el fin de mejorar la enseñanza. Para cumplir ese objetivo, el doctor Guillermo Parra aumentó de modo considerable la cantidad de profesores y estableció su selección por medio de oposiciones reglamentadas. Otra de sus metas al frente de la Escuela fue realizar mejoras materiales en el edificio con el fin de ampliar su capacidad para recibir a más alumnos. Correspondió al doctor Parra ser el fundador del primer Laboratorio de Análisis Clínicos y Gabinete de Radiología que poseyó la Escuela de Medicina, y que se construyó en los terrenos del Hospital Juárez, así como dos aulas para la enseñanza médica. La iniciativa surgió hacia finales de 1920, cuando el doctor y general Guadalupe Gracia García —médico que había practicado al caudillo sonorense Álvaro Obregón la amputación que le salvó la vida en el Bajío— había sido nombrado director del Hospital Juárez. Gracia García, al conversar con el doctor Parra con el propósito de definir las relaciones entre Escuela y Hospital, tuvo la oportunidad de escucharlo decir que: “se le permitiese encalar una sala vieja para que sir-viese de aula para las clínicas [que impartía la Escuela de Medicina en el Hospital]”. A lo que Gracia García, discípulo y alumno de Parra, respondió: “Soy un convencido de que una Escuela de Medicina sin hospital no vale nada; así que desde pedir éste como anexo... [hasta] lo que usted guste.” Ésa fue la respuesta del también fundador de la Escuela Médico Militar. Y como fruto de un interés compartido entre dos médicos comprometidos con la enseñanza surgió la “construcción de todo un pabellón, en que se invirtieron alrededor de 50 mil pesos, y que contó con el primer aparato de rayos X que hubo en la Ciudad de México”. Durante la época en que el doctor Parra estuvo al frente de la Escuela de Medicina aconteció que por medio de un decreto presidencial “se dispuso que el Hospital General dejara de depender de la Secretaría de Gobernación y pasara, nuevamente, a la Escuela de Medicina”. Con ese fin y convertido en Hospital de la Escuela, se reforzaron los cursos de especialización que ya existían, como fue el caso del de ginecología, impartido por el doctor Manuel Gallegos en el Pabellón 16. Asimismo, en el General, con el apoyo de los profesores de la Escuela de Medicina, se realizaron numerosas investigaciones de laboratorio sobre diferentes enfermedades, como el tifo y la lepra, sucesos todos que prefiguraban el “Renacimiento científico” que habría de experimentar el Hospital General en los siguientes años. Después de realizadas estas acciones y dado el clima político del país, Guillermo Parra hubo de abandonar la Dirección de la Escuela Nacional de Medicina, suceso que marcó el fin de una época en la antigua Escuela. El doctor Guillermo Parra falleció en 1934 en la ciudad de México.
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