Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
10 de septiembre 2003


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Nuestros trabajadores

La primera mujer con contrato de auxiliar forense en la Facultad de Medicina

Cuenta con 22 años de trabajo

Martha Pérez Baena ingresó a la Facultad de Medicina a los 19 años de edad como auxiliar de forense, en el Departamento de Anatomía, cuando el doctor Salvador de Lara Galindo era jefe en dicho Departamento. Hoy, con 22 años de trabajo y fungiendo como auxiliar de laboratorista, accedió a compartir sus experiencias con este medio.
Ubicada en el laboratorio 9 del Departamento de Bioquímica, su vida transcurre entre matraces, tubos de ensayo y demás equipo de laboratorio donde su jefe es el doctor Edgar Zenteno.

Auxiliar de forense


Sra. Martha Pérez Baena

“Ingresé en 1981 como auxiliar de forense en el Departamento de Anatomía; algo que es muy interesante porque hasta ese momento ninguna mujer había estado en ese puesto. Tenía 19 años. Tiempo después hubo reclasificaciones para todo el personal y tuve la oportunidad de reclasificarme de laboratorista. De aquel entonces a la fecha tengo ya 22 años de trabajo en la Universidad.”
En aquel momento ingresaron jóvenes que llegaron a convivir con don Félix, don Toño, don Crispín y don Cáliz, Choforito y Simón, entre otras personas que en esa época ya contaban con 30 años de trabajo, y quienes platicaban cómo se había ido modernizando el Departamento y aligerando el trabajo, porque antes no había carros para los cuerpos ni elevadores y se cargaban del sótano al tercer piso por las rampas de la Facultad.
Como forense, las actividades que desarrollaba la señora Pérez Baena eran asistir a los grupos con material didáctico de los modelos del museo, atender las aulas y sacar los cadáveres: “Yo realizaba las mismas tareas que mis compañeros.”
Ella es oriunda del Distrito Federal y aseveró que los años en los que se desempeñó como auxiliar de forense fueron los más importantes de su vida, porque ahí transcurrió parte de su juventud, y la convivencia con sus compañeros fue muy agradable porque la apoyaban mucho. Cuando logró su reclasificación pasó a los laboratorios de investigación donde atendía un bioterio, lo que fue otra experiencia grata, porque “... trabajar con animales no lo hace cualquiera”, comentó.
— ¿Le daban miedo los cuerpos?
“Sí, pero más que miedo me ocurría algo que no puedo explicar. Se producía un sentimiento de tristeza al verlos —en ese tiempo pensaba así—, porque son cuerpos que los familiares no reclaman, son desconocidos; a pocos se les reconoce.
“Mis compañeros me vacilaban y me decían ‘Martha, a los muertos no les tengas miedo, tenle miedo a los vivos’... y sí que tenía que tener cuidado con los vivos, pues como yo era tan joven me hacían bromitas y me asustaban, fuera de ahí eran buenos compañeros... Tengo muchos gratos recuerdos, siempre me llevé muy bien con ellos, hasta la fecha nos vemos, saludamos y visitamos. Creo que ésa es la experiencia más agradable de mi vida en la Universidad. Todos estos años que yo recuerdo de trabajar en la UNAM han sido especiales.”

Primer día de trabajo
— ¿Cómo fue su primer día de trabajo? (Tratando de recordar indicó:)
“Llegué una semana antes para aprender el movimiento del anfiteatro y principalmente las sustancias que se inyectan a los cadáveres, pues que yo sepa no hay una escuela para auxiliar forense. Entonces lo que tenía que hacer era venir a conocer cómo era el trabajo y cuáles eran las funciones. Lo difícil es estar ahí porque da escalofrío.
“Estuve una semana preparándome para el examen. No era difícil, se trataba de explicar cómo y cuáles son las sustancias que se administran a los cadáveres, y su mantenimiento. Después de esa semana me sentía más o menos para presentar el examen, lo presenté y me quedé. El primer día de trabajo ya sabía el movimiento y me mandaron a un aula.
“Las funciones que se desempeñan en un aula son asistir al profesor con el material que necesite para su clase y sacar el cadáver si hay disección. Inclusive antes se trabajaba los sábados como tiempo extra, porque había clase y en ese entonces el Departamento estaba constituido por tres pisos: tercero, cuarto y quinto. Había muchas aulas medio tenebrosas porque la construcción hacía que se vieran así. Después vino la remodelación, lo que conocemos ahora.
“Esos años fueron importantes para mí porque también durante esa época tuve a mi hija. Ella nació en 1983, mi embarazo transcurrió cuando estaba en Anatomía y por mi estado la gente se portaba muy bien conmigo; creo que tuve suerte de contar con buenos compañeros y creo que ellos me aprecian.”
— ¿Qué pasó cuando trabajó en el bioterio?
“Ingresé al bioterio porque me reclasifiqué como laboratorista cuando se comenzó a hacer más investigación en el Departamento. Ahí estuve como otros seis años con el doctor Ismael Herrera.”


Su estancia en otros departamentos
Comentó que posteriormente se cambió al Departamento de Microbiología y Parasitología, donde estuvo un año, a lo que agregó: “La intención de cambiarme era aprender otras cosas y conocer algo más, porque en cada laboratorio hay funciones diferentes. Me cambié y creo que no fue lo ideal, porque después no me agradó y regresé a Anatomía. Luego vino una huelga universitaria y por necesidad entré a trabajar por las mañanas; cuando terminó la huelga regresamos, me cambié de horario y me mandaron al Departamento de Bioquímica, donde primero estuve en posgrado, con la doctora María Eugenia Torres. Posteriormente y tras la última huelga me cambié de horario por la mañana y llegué aquí, al laboratorio 9 de Bioquímica, donde trabajo agradablemente; me he encontrado con excelentes personas, mi jefe es bueno, mi trabajo es apoyar con el material y atender un cuarto de cultivo de la doctora ‘Conchita’ Abundis. En ese cuarto se siembran células y de hecho mi labor es lavar y limpiar el material.”
— En su trabajo de laboratorista, ¿ha aprendido cosas que le gusten? ¿Los investigadores le explican lo que sucede en su quehacer cotidiano?
“No, realmente no. En el tiempo que me cambié a Parasitología mi idea era ésa, aprender algo más. A la fecha, creo que en ese sentido no he corrido con suerte y no se dio.”
—¿Maneja sustancias?
“No, se supone que sí lo debería hacer, pero como en cada laboratorio se trabaja diferente... no me ha tocado un lugar así... alguna vez manejé reactivos para el lavado de material, pero nada más.”
Con relación al tiempo que le falta para jubilarse comentó que curiosamente sí lo ha pensado, más ahora que está el retiro voluntario, pero dice que al mismo tiempo le da nostalgia. Le faltan cinco años y al respecto opinó que si tuviera la antigüedad lo haría por conveniencia económica, aunque no es su caso. “Me falta tiempo y quiero esperarme, porque me jubilaré relativamente joven, aproximadamente entre 48 y 50 años.”
— A nivel familiar, ¿cómo ha influido que usted trabaje en la Facultad?
“Bueno, a nivel familiar, mi madre trabajó en la Universidad y ahora es jubilada, mi hermana también trabaja aquí, y yo. Creo que es de familia. Entonces es importante, porque mi familia me ha apoyado. Mi hija nació, creció y asistió al Centro de Desarrollo Infantil de la UNAM, ahora tiene 20 años y siempre le he dicho: ‘Eres hija de la Universidad. Tú no te has escapado del ombligo de tu mamá y de la Universidad’, y ahora cursa el segundo semestre de derecho y está muy contenta.”
Concluyó diciendo que esta entrevista le hizo recordar grandes momentos, lo cual le emocionó profundamente.

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