Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
10 de septiembre 2001


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Las mujeres en la Academia Nacional de Medicina

Doctora Rosario Barroso Moguel, primera mujer que ingresó a la Academia

Dr. José Sanfilippo B.
Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina

La medicina mexicana ha tenido un caudal inagotable de hombres que han hecho grandes esfuerzos por llevar a cabo los avances de las ciencias médicas de nuestro país, pero las mujeres no se han quedado a la zaga. Una muestra fehaciente es el gran número de médicas que han egresado de la Facultad de Medicina y que se encuentran en todas las instituciones de salud del país. Asimismo la máxima tribuna de nuestra medicina, la Academia Nacional de Medicina, no se ha quedado rezagada, ya que año con año ingresa un importante número de mujeres a ocupar sus sitiales. Esta puerta fue abierta hace 43 años por una inquieta y distinguida mujer: la doctora Rosario Barroso Moguel.

En las páginas de esta misma Gaceta de la Facultad de Medicina del mes de febrero de este año, se habló de la segunda mujer que ingresó a esta corporación, la doctora Julieta Calderón Gené de Laguna, quien fuera pionera de la citología exfoliativa en México.

La doctora Rosario Barroso, a sus 80 años de vida, sigue animosa y llena de proyectos, y ha sido un ejemplo a seguir por muchas generaciones de médicos, por lo que le dedicaremos las siguientes líneas.

Nació en el estado de Oaxaca, en el poblado de Zimatlán, el 5 de octubre de 1921. Desde muy pequeña llegó a la ciudad de México, en donde realizó todos sus estudios preuniversitarios.

Posteriormente ingresó a la Escuela Nacional de Medicina, de la ya Universidad Nacional Autónoma, en 1939, cuando aún se encontraba en el barrio universitario, en la Plaza de Santo Domingo. Fue una alumna brillante y se distinguió por su gran belleza. Cabe recordar lo que al respecto escribió el doctor Pelai Vilar, cuando la conoció, algunos años después, en el Instituto Nacional de Cardiología: “Su atractivo físico, sus exquisitos modales, su cabello azabache recogido en su característico chongo, su impecable bata blanca, su seguridad y aplomo y su preclara inteligencia, la hacían por aquellos años cincuenta una de las personalidades más destacadas de la medicina mexicana”. Egresó de la carrera en 1944, elaboró la tesis Estructura histológica del endocardio valvular y presentó su examen profesional el 6 y el 7 de julio de 1945, obteniendo mención honorífica y la publicación de su investigación en los Archivos del Instituto de Cardiología.

Un hecho muy importante que definió el rumbo que seguiría dentro de la profesión médica, ocurrió cuando era estudiante de los primeros años de la carrera, esto lo narra así la doctora Barroso: “Un día del mes de mayo de 1940 vi en el pizarrón de la entrada de nuestra querida Facultad de Medicina, el anuncio de una conferencia que impartiría esa tarde el profesor y doctor Isaac Costero Tudanca, sobre el sistema retículo-endotelial (...) No lo conocía, pues él daba clases a los alumnos del tercer año de la carrera y yo apenas había iniciado el segundo curso. Con profunda curiosidad me acerqué tímidamente a la puerta del auditorio, cuando oí la voz amable pero recia que decía, mientras caminaba, según me pareció a mí, haciendo surcos al andar: ‘Pase mujer, pase, que ya vamos a iniciar el tema’(...) Y ya para finalizar, un ruego inesperado de su parte, ¡quería colaboración de ayudantes! No podía yo creer lo que oía. Aquella misma tarde le pedí ingreso a su laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos de la Facultad de Medicina”.

A partir de ese momento se quedó al lado del doctor Costero durante 40 años, creando entre ambos la Escuela Mexicana de Patología.

El doctor Ignacio Chávez, cuando fundó el Instituto Nacional de Cardiología (INC), invitó al doctor Costero a colaborar con él creando un Departamento de Anatomía Patológica, y éste se llevó consigo a la recién titulada doctora Barroso Moguel. En 1948 el Instituto la becó para que se especializara en los Estados Unidos durante dos años, primero en la ciudad de Nueva York, en los Departamentos de Patología del Columbia Medical Center, en el Veterans Administration Hospital del Memorial Hospital, y finalmente en el Armed Forces Institute of Pathology, en Washington D.C. y Bethesda, Maryland.

A su regreso se incorporó al Instituto de Cardiología y a la Escuela de Medicina, en donde ya había impartido clases como adjunta al lado del doctor Costero, en el laboratorio de histopatología; posteriormente fue profesora adjunta de anatomía patológica en la División de Estudios Superiores y finalmente ganó el concurso de oposición de la plaza de profesora en Anatomía Patológica, en 1962.

Como profesora de la Facultad de Medicina estuvo activa durante 33 años, durante los cuales formó innumerables médicos muy eminentes, impartió clases en el posgrado de Ciencias Médicas y formó parte del Consejo Técnico.

Una acción importante que llevó a cabo fue en 1945, cuando el INC la comisionó al naciente Hospital de Enfermedades de la Nutrición para que fundara y organizara el Departamento de Anatomía Patológica.

Trabajó durante 32 años en el Instituto Nacional de Cardiología, en donde llevó a cabo importantes investigaciones, las cuales en gran número están publicadas en los Archivos de Cardiología.

Más tarde, en 1974, cuando el doctor Manuel Velasco Suárez, fundador del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, invitó al doctor Costero para que instaurara el Laboratorio de Neuromorfología Celular en la Unidad de Investigaciones del Sistema Nervioso, la doctora Barroso Moguel se incorporó a esta institución, en donde ha permanecido hasta la fecha, ocupando la jefatura de dicho laboratorio desde 1984. Tiene la categoría de investigador titular C, desde octubre de 1984; asimismo, en el Sistema Nacional de Investigadores tiene el nivel III, desde 1987, pero ingresó a él en 1985.

Su interés por prepararse y superarse profesionalmente la llevó, en 1960, a inscribirse a la División de Estudios Superiores de la Facultad de Medicina para cursar la maestría en Ciencias Médicas, especialidad en Anatomía Patológica, obteniendo el grado el 30 de noviembre de 1962 con la tesis Bases morfológicas en la elaboración de enteramina (serotonina) y de catecolaminas (epinefrina y norepinefrina).

Y cuatro años después obtuvo el grado de doctora en Ciencias Médicas en la misma especialidad, para lo cual realizó la tesis Tumores tiro-trópicos, la cual defendió el 26 de agosto de 1968.

En el terreno gremial también ha tenido una destacada participación. Pertenece y fue fundadora de varias sociedades de la especialidad, como son: Asociación Mexicana de Patólogos (1945), Sociedad Latinoamericana de Anatomía Patológica (1955), International Academy of Pathology, Rama Mexicana (1961) -de la cual también fue presidenta (1966-1967)-, Consejo Mexicano de Médicos Anatomopatólogos (1963), Sociedad Panamericana de Médicos (1945) y la Sociedad Mexicana de Cardiología. Es miembro de otras más, como International Academy of Pathology (1960), New York Academy of Science (1963),Sociedad Médica del INC (1965), Sociedad Mexicana de Anatomía (1966) y Sociedad de Neurología y Psiquiatría (1983).

Sus investigaciones están reportadas en casi 200 artículos en revistas tanto internacionales como nacionales; autora de cinco libros y una docena de capítulos de otros; ha dirigido tesis en todos los niveles de posgrado y dictado innumerables conferencias en eventos científicos en todo el mundo.

A dos corporaciones más también pertenece la doctora Barroso, la primera (y no en tiempo) es la Academia Mexicana de Ciencias, a la cual ingresó en 1961, en el área de Medicina. Y la otra es la Academia Nacional de Medicina, a la cual ingresó en septiembre de 1957, al sitial de Anatomía Patológica de la sección de Biología Médica; más tarde, en 1973, pasó a ser titular. Su trabajo de ingreso, leído el 12 de marzo de 1958, se tituló Patología de la fiebre reumática tratada con corticoesteroides, el cual fue comentado por una de las grandes eminencias de la medicina mundial del siglo XX, el doctor Tomás G. Perrín.

Este hecho fue un gran evento en su momento, ya que casi cien años después de fundada la Academia (1864) ingresaba la primera mujer médica, rompiendo una larga tradición. De los muchos comentarios que se hicieron en su momento, uno es el que tiene una visión profética, el del ya mencionado doctor Vilar, que en su libro Mis médicos mexicanos, escribe: “El hecho del acceso de la mujer a todas las actividades humanas ya no está sometido a discusión. Es un hecho y como tal sólo es susceptible de interpretación. (...) Corolario del mayor número de mujeres médicas, ha sido la aparición de figuras femeninas de gran relieve entre el cuerpo médico nacional. Figura selecta de ese grupo es la joven doctora Rosario Barroso Moguel”.

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