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         23 de octubre Día del Médico 
        Breve historia de una efeméride 
        Lic. Gabino Sánchez Rosales 
          Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina 
        “La vida de médico es inquietud, intranquilidad, 
          trabajo constante y lucha, siempre aprendiendo, observando y actuando 
          en forma decisiva. Su ideal es trabajar; su triunfo trabajar más; 
          su felicidad, la felicidad de los demás; su pena, el aletear 
          de su conciencia en los casos difíciles y ante la inseguridad 
          biológica.” Con estas palabras, hace 55 años, el 
          doctor Conrado Zuckerman, en una nota periodística, resumía 
          el trabajo del médico de aquella época, ahora tan lejana, 
          donde existía una práctica que hoy difiere y se presenta 
          con gran complejidad como resultado de los incesantes cambios científicos 
          y técnicos que enfrenta la medicina moderna y que plantean nuevos 
          retos a la capacidad e inventiva de los médicos. 
          Debe recordarse que la celebración del Día del Médico 
          corresponde a la fecha de fundación del Establecimiento de Ciencias 
          Médicas decretado por el presidente Valentín Gómez 
          Farías en 1833. Ese acontecimiento que se considera el arranque 
          de la medicina mexicana moderna, y que es un parteaguas que los historiadores 
          más acuciosos han documentado para mostrar las diferencias entre 
          la enseñanza de la medicina de vanguardia plasmada en el plan 
          de estudios de 1833 y la vieja enseñanza colonial de la que se 
          ofrecía a los estudiantes que cursaban la carrera en el primer 
          tercio del siglo XIX, permite recordar brevemente ciertos sucesos relacionados 
          con la celebración del Día de los Hijos de Asclepio durante 
          el siglo XX. 
          El Día del Médico se celebra en diversas partes del mundo 
          en diferentes ocasiones, sólo basta recordar que en España, 
          el homenaje a los galenos es el 27 de septiembre, fecha que corresponde 
          a la festividad dedicada a los patronos médicos, los santos Cosme 
          y Damián. 
          En México el origen de la celebración se remonta hacia 
          mediados de la década de los treintas del siglo XX, pues según 
          algunas fuentes, “el instaurador del Día del Médico” 
          fue el doctor Pedro Rendón Domínguez, quien en unión 
          del Sindicato de Cirujanos y Actividades Conexas que existía 
          en Jalapa, optó por señalar el 23 de octubre para celebrar 
          el Día del Médico. Este hecho fue probablemente en 1936 
          o 1937, pues al año siguiente, el cuerpo médico de la 
          capital celebraba el “Día de los Doctores”. En el 
          año de la Expropiación Petrolera, en la fecha indicada 
          se celebró una velada en el auditorio de la Escuela Nacional 
          de Medicina y Ciencias Biológicas, patrocinada por el Sindicato 
          de Médicos Cirujanos del Distrito Federal con el fin de festejar 
          a los médicos. En aquella ocasión, durante la ceremonia 
          que fue trasmitida por la estación de radio XEW, los escasos 
          radioescuchas de la ciudad disfrutaron de las melodías interpretadas 
          por la orquesta de Daniel Pérez, que alternó con la dirigida 
          por el compositor Tata Nacho, y se complementó con la intervención 
          de los grupos Las Serranitas y los Hermanos Huesca. Durante la audición, 
          el doctor Gonzalo Castañeda hizo una lectura que, según 
          opinión de un cronista, fue “un bello poema, preparado 
          especialmente para la ocasión.” 
          El festejo efectuado marcaría la pauta por seguir en los años 
          siguientes. Posteriormente, en 1953, el Consejo Médico Mexicano 
          instituiría, aunque ya existía como hemos visto, el Día 
          del Médico. 
          La celebración del Día de los Doctores tendría 
          siempre una parte de encanto musical, que junto con los reconocimientos 
          otorgados a los más destacados médicos de la época, 
          hicieron que la fiesta de los galenos deviniera en una serie repetida 
          de autoelogios oficiales y comedimiento por parte de los miembros del 
          gremio, que muy pronto, conforme pasaron los años, hizo caso 
          omiso, particularmente en ese día, de las tareas y metas que 
          todo profesional de la medicina, a juicio del doctor Zuckerman, nunca 
          debiera olvidar: “Las actividades del médico pueden por 
          tanto ser... clínico en todas sus diferentes especialidades, 
          como médico general, investigador y maestro [comprendiendo] la 
          enseñanza y difusión de la medicina.” 
          Así pues, la celebración del Día de los Doctores 
          tomó vida propia y anduvo por sus propios caminos, y por ello 
          no deben sorprender las declaraciones del doctor Carlos Campillo Sáinz, 
          director de la Facultad de Medicina, quien decía: “Entendemos 
          que la celebración del Día del Médico ha sido desvirtuada, 
          lo cual nos ha inducido a no considerarla con la seriedad que se merece.” 
          En igual sentido, se pronunciaba el doctor Luis Castelazo Ayala, presidente 
          de la Academia Nacional de Medicina, quien en 1966 sostenía: 
          “La Academia nunca se ha preocupado de esa celebración.” 
          Sin embargo, el gobierno, por medio de la Secretaría de Salubridad 
          y Asistencia, siempre se interesó en el evento. 
          En 1966 aprovechó la ocasión para distinguir con la presea 
          Honoris Laudem a los doctores: Aquilino Villanueva, Raoul Fournier, 
          Mario Salazar Mallén y Eduardo Gómez, en un acto que sirvió 
          para inaugurar las remozadas instalaciones del Hospital General. 
          Conforme los años se tornaron difíciles, en la celebración 
          del Día del Médico rifas, premios y bailes, así 
          como las meriendas y comidas que se servían en las diversas instalaciones 
          hospitalarias, desaparecieron, en un país que cambió sorprendentemente 
          en los últimos decenios. Hacia los ochentas, los problemas derivados 
          de las carencias en materia de salud obligaban a contemplar esta circunstancia 
          en su conjunto. Por esa época, el entonces director de Salud 
          Pública del Distrito Federal, doctor José R. Narro Robles, 
          indicó en la ceremonia de celebración: ”La medicina 
          sin contenido social no es más que una técnica fría, 
          poco precisa y alejada de las necesidades del hombre. La planeación 
          de la salud debe verse como componente de la planeación del desarrollo 
          social. La vivienda, la alimentación, el empleo, el saneamiento 
          ambiental y la educación constituyen el sustrato fundamental 
          de la salud.” 
          El énfasis en la salud del hombre no debe ser olvidado por los 
          médicos, pero tampoco la declaración debe ser puesta en 
          saco roto por los responsables de mejorar la condición del galeno. 
          Es decir, como apuntó años atrás el doctor Zuckerman: 
          “Es indispensable mejorar todavía más al médico, 
          hacerlo más profundamente amante de su profesión, pero 
          también es indispensable mejorar el ambiente en que trabaja y 
          educar al paciente y a sus familiares. Es indispensable no olvidar que 
          la medicina no es un conocimiento aislado, sino que está íntimamente 
          asociado con el progreso de todos los conocimientos humanos.” 
          Sirvan, pues, estas palabras, como un pequeño homenaje a los 
          médicos en su día, y a los estudiantes, que serán 
          los futuros médicos. 
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