Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
25 de octubre 2001


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Mensaje del Rector Juan Ramón de la Fuente, en la sesión solemne con motivo de la conmemoración del 450 aniversario de la Universidad de México, efectuada en la H. Cámara de Diputados

HONORABLE CAMARA DE DIPUTADOS:

La decisión de la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión de realizar una sesión solemne con motivo de los 450 años de la Fundación de la Universidad de México, constituye un hecho inédito que los universitarios valoramos en toda su dimensión y apreciamos en todo lo que significa. A todas las fracciones parlamentarias les externamos nuestro profundo agradecimiento.

Señoras y señores:
Desde su origen, en la Universidad quedaron plasmados los valores de nuestras culturas prehispánicas, los principios de la filosofía aristotélica y del derecho romano, y las esclarecedoras ideas del Renacimiento. Por la Universidad llegaron hacia nosotros los principios renovadores de la Enciclopedia, de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y de la Revolución Francesa.

En la Universidad, certificaron sus estudios iniciales los mayores capitanes de nuestra guerra de Independencia; y a pesar de casi un siglo que transcurrió entre luchas intestinas y asaltos extranjeros, la Universidad volvió a surgir con fuerza al mismo tiempo que estalló la Revolución Mexicana.
El Rector Juan Ramón de la Fuente durante su intervención en la sesión solemne de la H. Cámara de Diputados

La Universidad encabeza desde entonces -con las armas aurorales de la educación- los anhelos de democracia, justicia social e igualdad en la libertad de la sociedad mexicana.

En la Universidad, asimismo, se ha inventado o descubierto la mayor parte de los bienes culturales con que México puede ostentarse ante el mundo como un país civilizado, poseedor de una historia donde se muestra nuestro afán de progreso en el bienestar y los derechos del ser humano. En la Universidad se han hecho, de ahí han salido muchos de los mejores de nosotros, los que han egresado de sus aulas dispuestos a conquistar la vida en la honestidad y en el servicio, en solidaridad con los más débiles.

Por eso la Universidad, nuestra Universidad, ahora Nacional y Autónoma, ha sido y es, ante todo, un proyecto social de gran envergadura; con sus permanentes luchas por consumarse como fuente del pensamiento libertario y conciencia crítica de la nación, y con el compromiso indeclinable de sostener los ideales de la supremacía del espíritu, de la cultura y de la dignidad humana.

La Universidad ha de seguir formando profesionistas competentes, ha de continuar investigando para conocer cada vez mejor los problemas que nos atañen; ha de persistir fomentando el humanismo y la creación de la cultura y del arte para que se extiendan sus beneficios; y ha de asumir también, acaso con más fuerza, el compromiso de aportar elementos para construir mejores escenarios sociales y orientar, en el ámbito de sus competencias, los rumbos del desarrollo nacional.

Pero ha de dedicar, ante todo, lo mejor de sí misma a sus estudiantes, que son su razón de ser.

La nuestra es hoy una Universidad de masas, con todos las problemas y necesidades que esto implica, pero también con todos los beneficios que eso ha significado para el país: es, sin duda, el mejor instrumento de movilidad social que los mexicanos hemos sido capaces de construir a lo largo de nuestra historia. Es una de las instituciones vigentes más antiguas que poseemos y es además, única, por la combinación de funciones que desempeña. El reto ahora, radica en preservarla y fortalecerla en estos tiempos tan complejos como contradictorios.

Estamos inmersos en la primera gran crisis de la llamada “nueva economía”, aquella que se nos anunciaba sin ciclos, de bonanza sin fin. Pero además, los factores de la desconfianza se han acentuado por una crisis de seguridad sin precedentes: la globalización de la información, de la economía y de las finanzas, lo es ahora también del terror y la inseguridad.

La idea de que el libre mercado internacional habría de conducirnos necesariamente a un desarrollo con paz y progreso, y que las necesidades colectivas podrían atenderse mejor importando servicios financiados con capital privado, pierde cada vez más credibilidad y los hechos no parecen sustentarla.

Precisamente por eso, son éstos tiempos de volver la mirada hacia nosotros mismos, de trabajar conjuntamente en la solución de nuestros propios problemas y de fortalecer al Estado mexicano a través de sus Instituciones.

Esta Sesión Solemne dedicada a la Universidad, es una muestra inobjetable de la importancia que le merecen a esta Honorable Legislatura, la educación en México y las instituciones públicas en las que ésta se imparte.

Y es que la educación sigue siendo la única que nos puede conferir soberanía personal y hacernos verdaderamente aptos para el ejercicio responsable de la democracia. La educación, como se ha dicho, es el gran motor que requiere la sociedad mexicana, sobre todo, si realmente pretendemos avanzar hacia un futuro más propio, más nuestro y más justo; pero la educación puede ser además, un eje articulador de muchos de los compromisos nacionales que están enunciados pero que no se han instrumentado.

Urge atender la creciente demanda que tenemos y tendremos en los próximos años en la educación media superior y superior, fortaleciendo sobre todo a las universidades públicas, que son las que cuentan con la mayor infraestructura y las plantas académicas más completas; son las que realmente cargan con el peso de la educación en México. Urge consolidar una verdadera política de Estado en materia de educación pública, con criterios explícitos de asignación de recursos, mecanismos de evaluación objetivos y rendición de cuentas transparente, que tome en consideración, además de las funciones docentes, las de investigación y difusión cultural.

A pesar de las grandes limitaciones económicas que tenemos y de la incertidumbre internacional, el presupuesto federal para la educación pública debe ser prioridad nacional y crecer en consecuencia. Es un compromiso ineludible del Estado y es una demanda social irrenunciable.

Señoras y señores legisladores:
Concluyo tomando prestadas, una vez más, las palabras del Maestro Justo Sierra, cuya memoria se honra permanentemente en este recinto.

“La Universidad tendrá la potencia suficiente para coordinar las líneas del carácter nacional, y mantendrá en alto, para proyectar sus rayos en las tinieblas, el faro del ideal, de un ideal de salud, de verdad, de bondad y de belleza”.

“POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”.

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