Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
25 de octubre 2000


Regresar al índice

Profesores eméritos: Manuel Velasco Suárez

El Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, un sueño hecho realidad

 

La obra del doctor Manuel María Velasco Suárez se reconoce aun fuera de nuestras fronteras, como promotor de las neurociencias y de la salud mental en México, además de ser considerado impulsor de cambios socioeco-nómicos y culturales en su estado natal. Su vida profesional ha sido larga y fructífera, con profunda vocación de servir a los enfermos y, en particular, a los más desprotegidos.

El doctor Manuel Velasco Suárez cuando era director del INNN

Su visión integradora le ha permitido explorar y hacer valiosas contribuciones a la medicina mexicana ubicadas en la frontera entre la neurología y la psiquiatría; fue asimismo pionero de la neurología y del estudio de la patología cerebral, descubridor de talentos y vocaciones orientadas a este campo y creador de instituciones dedicadas a la atención de los enfermos del sistema nervioso.

Tempranamente mostró vocación por las neurociencias, así como interés por escudriñar los secretos del cerebro y de la mente, estudiar e investigar la morfología, las funciones y la patología del sistema nervioso y la terapéutica de los desórdenes neuropsiquiátricos, inspirado por el ejemplo y la guía de su maestro, el doctor Samuel Ramírez Moreno.

Como estudiante, fue un joven sobresaliente que reveló la figura de un líder inquieto y tenaz, cualidades que lo llevaron a afrontar y resolver problemas sociales.

Su vida transcurrió con un ritmo acelerado, infatigable, acumulando conocimientos y experiencias, pero con una meta que él se trazó desde su juventud: crear un centro de excelencia, una institución a nivel nacional para brindar la mejor atención a los enfermos neurológicos y mentales, adiestrar al personal e impulsar las diferentes disciplinas de las neurociencias, con una visión integradora del problema cerebro-mente, así como el estudio de la estructura y de las funciones del cerebro, partiendo de lo unitario a lo plural, de lo simple a lo complejo.

Manuel María Velasco Suárez, único varón entre cuatro hermanas, hijo de José Manuel Velasco Suárez Balboa, abogado y director de la Escuela de Derecho, y María Suárez Solórzano, profesora, que además del hogar cultivaba su talento artístico como pianista, nació el 28 de diciembre de 1914.

"Soy de provincia, originario de San Cristóbal de las Casas, Chiapas; vine a la ciudad de México en 1930 como estudiante todavía de secundaria y estuve como interno en el Colegio Francés Morelos, de 1930 a 1932. Terminada la preparatoria decidí estudiar la carrera de medicina; con mucha inclinación al servicio de los enfermos, descubrí pronto que me interesaba ayudar a los que más sufrieran.

"Ingresé a la Escuela de Medicina en el año de 1933, cuando la Facultad cumplía 100 años, por lo que a los miembros de mi generación nos llamaron centenarios. Hice una carrera llena de satisfacciones y retos, lógicamente; como estudiante fuereño, viví en casa de huéspedes, en una vecindad de la Plaza de Santo Domingo.

"Estudié el primer año con gran devoción y fui alumno del famoso 'Burro' Quiroz, Fernando Quiroz; desde entonces me interesaba la neuroanatomía, que cursé con don Fernando Ocaranza. Posteriormente, estudié la anatomía topográfica y continué con mucho interés en la anatomía del sistema nervioso. Durante esa época, mi compañero Vitorio Petrone y yo elaboramos una cabeza y sus vasos con el gran preparador que teníamos de anatomía: Salitas. Este trabajo con venas dilatadas en azul, las arterias en carmín, los nervios en amarillo y, luego, el cerebro abierto, estuvo expuesta durante muchos años.

El Dr. Velasco Suárez acompañado de Renesto P. Uruchurtu, el presidente Adolfo López Mateos y el doctor José Álvarez Amézquita

"En segundo año tuve la oportunidad de cursar dos materias de fisiología, porque una fue con el maestro José Joaquín Izquierdo y otra con el maestro titular Fernando Ocaranza, con quien llevé una particular amistad. El maestro Izquierdo era más exigente; el muy distinguido preparador de laboratorio era el maestro Horacio Castellanos, fabuloso médico militar. Aquí tuve la oportunidad de trabajar mucho el sistema nervioso en las ranas.

"En el tercer año, en introducción a la clínica, llevé la propedéutica con un hombre extraordinario: don Francisco Cuevas; con él y con el doctor Aniceto Ortega, uno de sus colaboradores, tuvimos una muy buena introducción a la propedéutica médica.

"Posteriormente, en el cuarto año, hubo un problema grave que nos dejó una temporada sin rector. En ese tiempo, don Manuel Gómez Morín y la Universidad pasaron por una época de penurias causadas por el gobierno y nos quedamos sin presupuesto. Pero don Manuel se las ingenió para que tuviéramos lo más indispensable y que pagáramos una cuota 'voluntaria', así que en nuestra credencial había una hoja para pegar timbres de uno, dos, cinco, diez, 20, 50 o 100 pesos y algunas llamadas de atención que decían:

'Cuando disfrutes tomar una bebida, en lugar de hacerlo, dale esos centavos a la Universidad', o cosas por el estilo; recuerdo que casi en competencia veíamos quién tenía más llenas las hojas de pesos, y la mayoría de las veces muy por encima de los 200 pesos de cuota que se pagaban al año.

"Cuando entré a la Facultad de Medicina, el director era don Ignacio Chávez, excelente hombre de quien mucho aprendimos, tanto, que yo lo tuve siempre como un ejemplo de talento y creatividad; él transformó la Escuela de Medicina.

"Pertenecía a los siete sabios y uno de ellos era Bassols, que estaba en el lado opuesto, era el titular de la Secretaría de Educación Pública; no sé por qué en ese momento se previó que la educación en México debía ser socialista y para esto era conveniente que la Facultad de Medicina diera el ejemplo de socializar la enseñanza de los médicos y que estuviera más en contacto con la SEP, lo que se interpretó como que podía haber una decisión de llevarse la FM a la SEP.

"La Facultad tenía en el centro del patio a San Lucas, una gran estatua con una inscripción que decía 'Este santo fue médico' -el maestro Chávez la quitó del patio porque estorbaba para nuestros juegos y además frecuentemente se le vestía de diferentes formas-; ahí había discusiones entre los estudiantes, unos a favor y otros en contra y me interesó la discusión, participé en ella, mis compañeros respetaron mi manera de pensar y me escogieron para el comité de huelga. El movimiento se generalizó y extendió a toda la Universidad, porque fue casi una lucha gubernamental contra la casa de estudios, por lo menos así lo entendimos; a mí se me eligió como subsecretario general del Comité General de Huelga muy pronto, y en menos de lo que imaginé, pasé a ser un estudiante revoltoso, pero era para defender la integridad de nuestra alma mater.

"Cuando llegó el maestro Ocaranza a la dirección de la Facultad de Medicina, pensamos que nos iba a regañar por lo que estaba sucediendo, y no fue así, llegó y dijo: 'Vengo a inscribirme, yo también soy huelguista y quiero estar con ustedes', lógicamente, estaba preocupado.

"Después de esa época los estudiantes descubrieron que yo tenía ciertas características, hubo elecciones y fui desde entonces, durante toda la carrera, consejero universitario alumno. Hice magníficas relaciones con gente valiosa; recuerdo que se consolidaron las autoridades universitarias y fue electo como rector Luis Chico Goerne, quien tenía como secretario general a Juan José Bremen, ambos licenciados muy distinguidos; en fin, la Universidad quedaba en manos del derecho, pero también debían buscarse autoridades para la Facultad de Medicina y los consejeros alumnos y profesores teníamos la obligación de realizar la auscultación de los candidatos y presentar una terna que el grupo de consejeros de la Escuela de Medicina presentaría al Consejo. Ahí tuve mi primera lección de política, en la que fracasé; desde entonces me di cuenta que debía estar muy alerta, porque la convertí en éxito, lo que nunca había imaginado.

"Mi candidato era el doctor Baz, había sido mi profesor de clínica quirúrgica, y noté lo organizado, prudente y cumplido que era en todo; me impresionaron su habilidad e inteligencia en la clínica y pensé que él debía ser el candidato. Durante la discusión de Consejo Técnico me di cuenta que nadie estaba con Baz, entonces les dije: 'Me perdonan ustedes, tengo una obligación urgente, pero va a ocupar mi lugar el suplente, el doctor Jorge Jiménez Cantú'; salí, porque me di cuenta que no iba en la terna y, le dije: 'Entra tú y participas en todo, pero al momento de llenar la papeleta les dices que no, porque no estás autorizado para hacerlo, que ésa es obligación mía y échame la culpa'. Me adelanté al Consejo Universitario y fui hablando con todos. José Valenzuela Rodríguez, por cierto chiapaneco, varias veces me dijo: 'Tú tienes grandes cualidades como orador, no discutas con tus compañeros, discute con los más grandotes, échate de enemigo a uno de los grandotes, pues son los que no están de acuerdo contigo.'

"Cabildeando lo que sucedía y dejando entrever que el verdadero candidato era don Gustavo, y aprovechando que tenía un gran ascendente en la Facultad -llegué a formar un partido, el Negro de Unifica- ción Universitaria, que tuvo mucha gente-; cuando se abrió la sesión de Consejo, pedí la palabra antes que se leyera el acta de la sesión anterior y Juan José Bremen me dijo: 'Compañero, el reglamento dice que primero hay que leer el acta de la sesión anterior', pero inmediatamente pedí la palabra y se me dijo: 'Espere hasta que se desaloje la orden del día'; seguí pidiendo la palabra: 'Es una cosa muy urgente, sumamente urgente, es de imperativa necesidad el que se me dé la palabra ahorita' y comenzaron a gritar: 'Que se la dé, sí, que se la dé', se puso a votación para que me dieran la palabra y 90 por ciento votó a mi favor; entonces, dije: 'Señor, algo ha ocurrido, no quiero condenar a nadie, tampoco quiero hablar mal de ninguno de los que vayan a ser candidatos a la dirección de la Escuela de Medicina, pero en la terna debe figurar el doctor Gustavo Baz, todos los estudiantes y maestros cumplidos lo quieren y vengo a registrarlo externamente, porque sé que no va a figurar en la terna'; la concurrencia comenzó a decir: 'Sí, que lo registre, que lo registre…' y entonces, en el estrado, alguien dijo: 'Quiénes votan porque se registre externamente' y todos votaron.

El doctor Manuel Velasco Suárez durante una de sus últimas intervenciones, después de haber sido gobernador del estado de Chiapas

"Llegaron las elecciones y salió don Gustavo Baz como director, recuerdo que parte del consejo se encontraba afuera, la gente del doctor Ignacio Chávez, muy particularmente un muchacho apellidado Cárdenas, Bernardo Sepúlveda padre, Luis Méndez, el maestro Aceves, para ver el resultado, que era capital, pues de no salir el maestro Baz no entrarían a la Universidad por lo menos en seis años; cuando se enteraron, me llevaron casi en peso para que fuéramos a ver al maestro Baz, pero les dije: 'No quiero, no tengo diligencias de retribución, yo estoy cumpliendo con mi conciencia y mis obligaciones' y no fui. Así volvió la Facultad a retomar el camino que dejó el maestro Chávez. El maestro Baz fue excelente como director y después fue rector; no soy coleccionista pero tenía una foto donde estaba retratado con los doctores Torres Torrija, Chávez, Baz y algunas otras personalidades; atrás de esta fotografía el maestro Chávez escribió: 'A un estudiante estudioso.' Porque fui un estudiante muy metido en todas las actividades estudiantiles, al grado de que preví algo que fue propulsor del Seguro Social con los trabajadores de la escuela, que no tenían servicio médico, y con los estudiantes logré hacer un dispensario donde tratábamos a los empleados de la escuela y por eso me quisieron mucho. Todavía a la fecha, uno que otro, de los viejos que aún viven, tienen buenas relaciones conmigo.

"Me tocó la creación del Servicio Social, fui el líder estudiantil, nunca he querido presumir de esto aunque lo hice; tuve muchas dificultades con los pasantes, porque ellos ya iban de salida cuando se les impuso el servicio social, pero yo movilicé a todos los estudiantes a favor de este servicio. Recuerdo que fuimos a ver al jefe del Departamento de Salubridad Pública -no existía la Secretaría-, hablé en nombre de todos los estudiantes y le dije que deseábamos verdaderamente servir al pueblo de México como Una gran cruzada blanca de paz y de servicio.

"Después de haber terminado mi carrera, regresé a Chiapas a ejercer la medicina al lado de mis padres y mis cuatro hermanas. Tuve mucha clientela, mucha suerte, recuerdo que en alguna ocasión llegó a verme el presidente municipal; no tenía propiamente un consultorio, en la casa mis padres me dieron una salita que acondicioné como consultorio y sala de espera.

"Cuando regresé para quedarme, mi padre me dijo: 'Ahora tienes mucha clientela porque eres nuevo, pero en unos tres o seis años vendrá otro nuevo y pasarás al grupo de los que se han empolvado. Si te quedas aquí lo mejor sería que buscaras un compañero que conozca de rayos X, y otro de laboratorio y que vengan y monten una clínica, yo les doy una casa para que la conviertan en un sanatorio importante, así comenzaron los hermanos Mayo y así puedes comenzar, vete y ya veremos cómo los podemos ayudar con el equipo y demás, y traes dos o más enfermeras que enseñen primeros auxilios.'

"Como a los tres o cuatro meses -yo nunca cobré, en mi vida nunca he sabido cobrar-, los pacientes llegaban y decían: 'Cuánto le debemos', y yo les contestaba: 'Miren, ahí hay un florero', era uno grandote y ahí echaban cualquier cosa; mi mamá un día me dijo: 'Fíjate Manuel, qué barbaridad, encontré hasta aztecas y centenarios', en ese entonces no había billetes, puros pesos fuertes y monedas centroamericanas, y mi papá me decía: 'Es un sacrificio para nosotros, nos costó mucho tenerte siete años mientras estudiabas y ahora ya, médico, no quisiera que fueras a fracasar, tienes que hacer eso o decidirte por alguna especialidad.'

"Vine a México y al pasar por la Escuela entré y encontré un rótulo que decía: 'La Institución Rockefeller ofrece tres becas para estudios en salud pública en Johns Hopkins, Baltimore', fui a la Dirección para ver si habría otra posibilidad porque yo pensaba estudiar neurocirugía, me dijeron que sólo había salud pública. Los requisitos eran: 'Llenar este cuestionario y hacer unas pruebas aquí dentro de diez días'; me fui por la calle de Argentina a buscar al señor Césarman, que era dueño de una librería y muy generoso con los estudiantes. Hicimos amistad y me prestó los libros para el examen; me encerré en mi hotel a estudiar, presenté el examen y lo pasé inclusive en primer lugar, pero de todas maneras sentía cierto remordimiento porque estaba entrando a un concurso cuya finalidad no era la mía, entonces me mandó llamar el doctor Pein, titular de la Rockefeller en México, para decirme que tenía 20 días para arreglar mis cosas, y entonces se me ocurrió decirle: 'Mire usted, yo quiero ser sincero, mi finalidad es hacer la especialidad de neurocirugía', cambió de expresión y me dijo: 'Por qué hizo usted el examen' y le respondí: 'Porque no hay quien ofrezca estudios para neurocirugía y yo no tengo recursos para ir a formarme allá.'

"Entonces, después de algunos días, el doctor Pein me informó: 'Ya consulté con mis superiores, vaya a Johns Hop-kins, empiece usted su curso y en el transcurso de dos o tres meses se le dirá si se le puede sostener su beca para otra especialidad o para que pase a otra fundación que se la pueda dar, nosotros nos encargamos de eso.'

"A los tres meses me llamaron a la dirección para entregarme una carta donde decía que se había arreglado el pase a la Oficina Sanitaria Panamericana, la beca me la seguirían proporcionando mientras me organizaba, pues estaban haciendo los arreglos para que fuera a Harvard, lo que era el sueño de mi vida.

"Fui a Harvard, ahí me dirigieron al Massachusetts General Hospital, el mejor hospital clínico de esa Universidad. Al llegar nos avisaron que había una sesión clínica donde estaban los profesores con quienes tenía que hablar, subí a la bóveda del éter, llamada así porque ahí fue donde se descubrió el éter y sigue persistiendo en el Fishbowl, el edificio más antiguo del hospital de Massachusetts, que data más o menos de 1810.

"Éramos varios los que estábamos en ese nivel, inclusive mi amigo Javier, pero tuve la suerte de que pronto me avisaron que mi profesor estaba satisfecho con mi trabajo. 'Pensando que usted va poder ver enfermos, va a comenzar a entrar a las cirugías y a depender del jefe de neuro-cirugía que es el doctor William Jason.' Él fue el primero que hizo el diagnóstico del estudio anatomoclínico de los discos intervertebrales. Esto que estoy contando era por ahí de noviembre, habíamos comenzado en junio, pero lo que ocurrió en diciembre fue terrible: Pearl Harbor, el día 10 era domingo y todo cambió.

"Cuando terminé en Harvard me extendieron la beca y me mandaron a Washington. Por las mañanas, como era época de guerra, nos obligaban a hacer ejercicios militares, de manera que eso también me ayudó porque en condiciones de paz no hubiera tenido acceso a algunas cosas, como la responsabilidad que me delegaron. En algún tiempo fui hasta jefe de la consulta externa y los profesores me dieron muchas posibilidades de trabajo; en cirugía llegué a ser el segundo, y de segundo ayudante pasé a ser primer ayudante de todos los grandes maestros.

"Comencé una nueva vida, quizá la más llena de satisfacciones, porque llegaba yo de Harvard o porque se me hacía caso, me proporcionaron todo lo que quise, todo, al grado de que en plena guerra me dieron automóvil con chofer: Hooper, un negrito. En ese tiempo tuve una vida sumamente activa. En el hospital les llamó la atención, entre otras cosas, el reglamento de los residentes que implanté. En éste imponía una visita a todo el hospital a media noche, a esa hora se presentaban todos y logré que después de la visita se nos sirviera en el comedor exclusivamente a los médicos y residentes, nos daban casi un litro de leche, ciruelas y dátiles. Por otra parte, en mi oficina, que no era más que un 'cuartito' de tres por tres, pinté a media noche el sistema nervioso en las paredes: las ramificaciones, el cerebro, todo; así que cuando entraban, todo era sistema nervioso.

"Un año después regresé a México preocupado por la salud de mi madre y porque mi novia me esperaba. Nos casamos y tuvimos once hijos, de los cuales uno es egresado de la Facultad con especialidad de pediatra neurocirujano, formado en Chicago y París. Durante el terremoto de 1985 fue uno de los que se salvó, tuvo que salir del hospital cuando ocurrió el terremoto, y a la hora de voltear vio cómo se colapsaba el edificio, entonces él se puso un casco y lleno de angustia ayudó a rescatar a sus compañeros, al grado de que salió en la televisión, y gente en el extranjero que lo conocía llamó para decirnos que lo habían visto.

El destacado neurocirujano al salir de una sesión de la Academia Nacional de Medicina

"A mi regreso, mi objetivo era llegar a la Facultad de Medicina, fui jefe de clínica del maestro Torres Torrija, él era un magnífico expositor, pero no hacía clínica y nos la dejaba a mí y a Perea Castillo; después fui profesor de patología quirúrgica del sistema nervioso y regresé a mi servicio en el Hospital Juárez, mas cuando me vine a incorporar se me dijo que ya no había plazas y les respondí: 'Cómo, si me fui con una beca de ustedes.'

"'Si quiere usted empiece de meritorio', dijeron.

"Y estuve de meritorio.

"El doctor Castro Villagrana, sobre todo, me llamaba para que viera a sus enfermos de problema cervical, operé a muchos con él y a otros solo, hubo quien me llamó para corregir neuralgias del trigémino y cerebrales; para entonces ya tenía un equipo adecuado para hacer electrocoagulaciones, aspiración continua e irrigación. Después comencé a formar a mis residentes; entre los primeros tuve a Horacio Martínez Romero, Fernando Ortiz Monasterio y José María Sánchez Cabrera, luego a Pedro Karam, que acaba de morir en Houston y se desarrollaba como profesor de neurocirugía, al doctor Francisco Escobedo, que fue director del Instituto, a Sergio Gómez Lata, que es jefe de servicio de neurocirugía de aquí, a José Humberto Mateos, y a José López Lira, que fue jefe de servicios del Hospital 20 de Noviembre, todos fueron mis alumnos.

"Bueno, resulta que en el Hospital Juárez no había facilidad para investigar ni para enseñar por la cantidad de carga de trabajo clínico, ahí surgió la idea de crear el Instituto de Neurología y Neurocirugía y comenzó la lucha.

"Yo trabajaba intensamente en el Hospital Juárez y un día tuve la oportunidad de operar a una persona muy allegada al presidente de la República, que era don Miguel Alemán, y al secretario de la Presidencia, que era Rogelio de la Serna, magnífico abogado nicaragüense de la UNAM. Entonces estuvieron pendientes de que el paciente saliera bien de su gravedad. Con este motivo tuve oportunidad de conocer al señor Presidente y pedirle apoyo para la creación del Instituto. El decreto salió publicado en el Diario Oficial de la Federación en febrero de 1952, y se le asignaron 10 mil metros junto al Instituto Nacional de Cardiología.

"Se formó el patronato, aceptó el licenciado Alemán ser el presidente honorario y me dijo que cuando dejara de ser presidente de la República, sería el presidente ejecutivo; los alumnos pensaban que yo estaba obsesionado, y claro que el Instituto se convirtió en el rival de mi mujer, porque le dedicaba más tiempo, pero después ella también se involucró en todo. Entonces cambio el sexenio, llegó don Adolfo Ruiz Cortines, y como secretario de Salud el doctor Morones Prieto, quien un buen día me dijo: 'Cíteme a todos los que están haciendo instituto.' Estaba don Aquilino Villanueva haciendo el de Nefrourología, Alejandro Velasco Cimbrón que pretendía el de Ortopedia y Traumatología, el doctor Alejandro Celis, de Enfermedades Respiratorias, y el doctor Puig Solanes, el más adelantado, ya iba a colar el primer piso de Oftalmología, y yo con el de Neurología y Neurocirugía. Durante la reunión, el doctor Morones nos dijo: 'El señor Presidente de la República ruega su comprensión porque se suspende toda construcción de institutos, en su lugar se construirá un hospital general como un gran centro médico nacional y quedará vacío el Hospital General, después ustedes pueden escoger cualquiera de los pabellones'.

El profesor emérito acompañado del actual director del Instituto Nacional de Neurocirugía, el doctor Julio Sotelo

"Desde que resolví dedicar mi vida al servicio de los demás, abrazando la profesión de médico, encontré que había algo superior en el hombre enfermo, su desgracia parecía infinita, puesto que lo convertía en un ser diferente y su segregación era notable por la actitud de los demás hacia él. No se trataba de enfermos que se quejaran de un sufrimiento fácilmente entendible o comprendido por los demás, sino de aquellos que sin comunicar su pena, la mostraban en forma evidente: arrastrar una parálisis, tener convulsiones violentas, perder la conciencia en forma súbita, estar imposibilitados para hablar y los más, por mostrarse desconectados de su realidad y con diversos trastornos mentales.

"A medida que pasaban los años, en mi vida escolar médica y particularmente en las clases de clínica donde en los últimos años se estudia a estos enfermos, me parecía entender mejor que ese 'algo superior' comprometido con ellos, debía ser el sistema nervioso, y precisamente el centro superior del mismo, representado por el cerebro, sobre todo en los casos de mayor complejidad. Así, me propuse no descansar hasta conseguir la humani-zación científica de los servicios médicos destinados a la atención de estos enfermos y obtener la creación de una institución central para tales propósitos. Muchos intentos hicimos antes de gestar la creación del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, para el que obtuve un decreto presidencial en 1952.

"El doctor José Álvarez Amézquita, titular de la Secretaría de Salubridad y Asistencia durante el gobierno del licenciado Adolfo López Mateos, convertido en el trabajador de la salud pública más vehemente y sensibilizado frente a los problemas neurológicos y de salud mental que confrontaba el pueblo, acogió y se hizo corresponsable de todas nuestras promociones en materia de prevención, asistencia, rehabilitación e investigación del sistema nervioso central y de salud mental. Así introdujimos la neuropsiquia-tría en los hospitales generales y clínicas de consulta externa. Creamos hospitales campestres y clausuramos manicomios… El doctor Amézquita agigantó su obra escuchándonos y autorizando nuevamente la creación del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, cuya planeación, decíamos, partía de 20 años atrás.

"Este Instituto está previsto para que sea hospital docente, formador de médicos y técnicos especialistas, además de un gran laboratorio de investigación y enseñanza; pero ante todo, un centro médico-social, humanista y científico de verdadero servicio para los mexicanos.

"Quisimos crear una casa de formación de especialistas en neurocirugía y ramas correlativas de la neurología que, como clínica de las enfermedades del sistema nervioso, requeriría de la neurofisio-logía, neuropatología, neuroftalmología, neurotología, neuroanestesía, etcétera, incluida la psiquiatría biológica.

"El Presidente de la República, Adolfo López Mateos, acompañado del doctor José Álvarez Amézquita y la mayor parte de su gabinete, nos honró con poner al servicio del pueblo y de la ciencia el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía sobre la avenida Insurgentes Sur 3877, esquina con Fama, el 28 de febrero de 1964.

"El Instituto participa en las actividades de investigación y docencia de la Facultad de Medicina y del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, de la Escuela Superior de Medicina y del Cinvestav del Instituto Politécnico Nacional, y con universidades del extranjero, de la Organización Mundial de la Salud y otros organismos que mantienen intercambio científico con nosotros, cuyos más distinguidos profesores han encontrado aquí facilidades de pesquisa y tribuna para discutir conocimientos y confrontar descubrimientos, experiencias y resultados.

"Los médicos, enfermeras y paramé-dicos que han trabajado aquí desde los tiempos precedentes de la Unidad de Cirugía Neurológica del Hospital Juárez, han mantenido esta mística, la superación, la crítica, sin olvidarse de la ética, y teniendo presente que en cada uno de sus enfermos hay un ser humano igual a ellos, que debe ser entendido íntegramente y no sólo como víctima de un órgano alterado.

"La formación de los institutos como centros de alta especialidad donde se llevan a cabo labores de docencia e investigación en el ámbito superior produjo un cambio radical en la medicina nacional y en la calidad de la atención que reciben los pacientes. El poder contar con edificios adecuados, equipados con todos los adelantos tecnológicos y con personal médico de gran categoría, fue un magneto que atrajeron gran cantidad de jóvenes deseosos de mejorar sus conocimientos médicos, adquirir una especialidad y, al mismo tiempo, a un enorme número de pacientes que en estos centros veían, y ven, el sitio ideal para resolver sus problemas de salud con un costo adecuado a sus posibilidades económicas.

El destacado médico platica emocionado su trayectoria profesional y las gratificaciones que se le ha otorgado

"Durante la vida institucional, la incorporación de la tomografía computarizada, la angiografía digital por sustracción y los estudios de resonancia magnética, son claros ejemplos de la importancia que, a través de la práctica diaria y de la formación de especialistas en neuroimagenología, ha tenido nuestro Instituto, así como una influencia definitiva en el desarrollo de esta especialidad en México, pues desde el principio, la investigación ha sido uno de los pilares institucionales.

"Hablando de las parasitosis, desgraciadamente muy frecuentes en nuestro medio, han sido objeto de especial atención por parte de los especialistas de esta institución, y de los estudios aquí realizados han salido esquemas terapéuticos y procedimientos diagnósticos que permiten combatir con éxito, aunque no vencer del todo, a esas lacras producto de la pobreza. Se ha llevado a cabo un esfuerzo de difusión al público para que por medio de la higiene se pueda prevenir la neurocisticercosis, al tiempo de que se han desarrollado métodos diagnósticos y esquemas terapéuticos que permiten su curación.

"Aún no se celebraba el triunfo de la humanidad sobre estos azotes cuando apareció otro virus, cuyas características han sido de alarma mundial: el VIH. El Instituto trabaja de manera activa esperando encontrar caminos adecuados para el manejo de estos pacientes que requieren del apoyo moral y médico que les permita llevar una mejor vida.

"La escuela neuroquirúrgica del Instituto está orgullosa del impacto que ha logrado no sólo en México, sino en otros países, al haber formado un gran número de especialistas que después de terminar su periodo de adiestramiento han llevado un mensaje de optimismo: regresarle al enfermo la salud por medio de su trabajo.

"Nunca he dejado de dar mis clases en pregrado, primero fui profesor de patología quirúrgica, luego de patología de sistema nervioso y de neurología, nombramiento en el cual tengo más de 50 años, en total tengo 63 años de profesor universitario. Fui de los profesores que con el doctor Fournier creó los grupos piloto, y quedó a mi cargo la mayor parte del trabajo."

En 1970, en pleno auge de su carrera médica, respondió al llamado político de su entidad natal y fue electo gobernador del estado de Chiapas para el periodo 1970-1976.

Durante su gestión como gobernador realizó obras de infraestructura, agricultura, comunicaciones, urbanismo, educación y salud. Cabe señalar que impulsó la educación en todos sus niveles, creó varios institutos tecnológicos regionales, el Centro de Investigaciones Ecológicas del Sureste, la Universidad Autónoma de Chiapas, los institutos regionales de Tuxtla Gutiérrez y Tapachula y 50 escuelas tecnológicas.

Posteriormente, después de ser gobernador, regresó a sus tareas médicas y fue nombrado director del Hospital Juárez. En su inmensa labor en beneficio de los enfermos mentales concibió y fundó los hospitales Granjas, Cruz del Norte, Hermosillo, Cruz del Sur, Oaxaca, José Sayago y la Salud Tlazcolteotl en el Estado de México, el Fray Bernardino Álvarez en la ciudad de México y otros más en Villahermosa, Tabasco.

En 1982, un año después de su creación, la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, representada por el doctor Bernard Lown, lo invitó a crear el capítulo mexicano de dicha asociación.Durante la corta vida de ésta, se le han otorgado premios como el Nobel de la Paz 1985, uno de la UNESCO por sus trabajos de "Educación para la Paz" y el premio "Más allá de la guerra", en 1983.

La Universidad Nacional Autónoma de México lo nombró Profesor Emérito y le otorgó la Medalla al Mérito Académico en 1989.

En este último decenio, fundó la Comisión Nacional de Bioética (1992), la Academia Mexicana de Bioética (1995) y el Movimiento Universal por la Responsabilidad Científica, en 1995.

Es editor de seis libros de neurología y neurocirugía, ha publicado más de 200 artículos en revistas nacionales y extranjeras y dictado más de mil conferencias nacionales e internacionales. Además, ha recibido múltiples distinciones, reconocimientos y homenajes a su fecunda actividad académica, médica, científica y profesional, a escala nacional e internacional.

"Estoy cumpliendo 60 años de ejercicio de la profesión médica y me es particularmente grato saberme entre los míos…Formé una familia numerosa (11 hijos) que llenó mi alma entera, con la encantadora mujer poseedora de mil gracias y virtudes que fue mi amada Elvira, compañera de desvelos e inspiradora de los mejores actos y esfuerzos que me han traído hasta aquí."