PROFESORES EMÉRITOS
Develación del cuadro del doctor Rubén Lisker
Recién galardonado con el Premio Nacional
de Ciencias y Artes 2003 en Ciencias Naturales
El pasado 5 de noviembre se develó el cuadro del
doctor Rubén Lisker, quien hace algunos meses se hizo acreedor
al máximo galardón otorgado por el Consejo Universitario:
profesor emérito de la Facultad de Medicina, en el salón
de Profesores Eméritos que se ubica en el primer piso del Antiguo
Palacio de Medicina.
En tan emotiva ceremonia, al tomar la palabra el doctor Lisker comentó:
“Preferí escribir lo que iba a decir, ya que tenía
y tengo temor de que a pesar de lo que se piense de mi supuesta habilidad
para controlar mis emociones, no hay tal, y es ciertamente posible que
pierda la compostura. Por otra parte, eso no me preocupa mayormente,
ya que sólo confirmaría de manera innecesaria —pienso
yo— que pertenezco a nuestra especie con todos sus defectos y
cualidades.
“Una palabra será el eje de lo que a continuación
diga y esa palabra es GRACIAS, con mayúsculas. Gracias al doctor
Narro Robles y a Ruy Pérez Tamayo por su presentación,
a los profesores eméritos que nos acompañan y a todos
ustedes.”
Agradeció en orden cronológico primeramente a sus padres
—ya desaparecidos—, de quienes dijo siempre obtuvo el apoyo,
a sus maestros —desde la primaria hasta la Universidad. Afirmó
ser producto de una educación gratuita y laica, a excepción
de sus dos años de preparatoria.

El Dr. Pérez Tamayo dirige un mensaje a funcionarios
de la FM, invitados y falimiares del Dr. Linsker
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Respecto al Instituto Nacional de Ciencias Médicas
y Nutrición “Salvador Zubirán”, comentó
que ingresó a él después de haber realizado una
estancia de dos años en Chicago en 1958, donde ha desarrollado
la mayor parte de su actividad profesional, tanto en asistencia como
en enseñanza e investigación.
“A lo largo de estos 45 años hice grandes amigos, a quienes
desde luego aprecio su larga y sincera amistad. Tuve al principio un
excelente jefe —ya fallecido—, de quien mucho aprendí,
no necesariamente de medicina, y fue muy generoso conmigo permitiéndome
crecer e independizarme en relativamente poco tiempo. No puedo dejar
de mencionar, en este contexto, al profesor Salvador Zubirán
—fundador del Instituto—, quien desde 1972 me convirtió
en un estrecho colaborador suyo nombrándome jefe de Enseñanza,
lo cual representó un fuerte estímulo a mi vida académica.
Del maestro aprendí muchas cosas, desde la importancia de una
sonrisa amable hasta la conveniencia de seleccionar bien a su personal
y dejarlo trabajar con libertad en lo que cada quien tenga interés
de realizar.”
“Cómo no agradecer a los diferentes alumnos, en particular
con quien estuve vinculado por periodos prolongados, por su contribución
a mantenerme joven de espíritu y actualizado mi campo del saber.”
Declaró que casi nunca le resultó problemática
la enseñanza en cualquiera de sus variantes y que consideró
placentero y casi una obligación moral el desarrollarla.
Finalmente agradeció a las autoridades universitarias, a sus
colaboradores, a su familia y en particular a su esposa: Bety.
El doctor Ruy Pérez Tamayo, jefe de la Unidad de Medicina Experimental,
agradeció la gentileza y la buena puntería del doctor
José Narro por invitarle a hablar de su buen amigo Rubén
Lisker en esta ocasión en que se develó su fotografía
como uno más de los profesores eméritos.
Aseveró que no es un secreto que el homenajeado y él son
muy buenos amigos desde hace más de 30 años, cuando quien
hablaba ingresó en 1973 al Instituto Nacional de la Nutrición
como titular del Departamento de Anatomía Patológica,
invitado por el maestro Salvador Zubirán.
“Nos conocíamos por el contacto casi diario, por trabajar
en la misma institución y contar con intereses comunes en la
enseñanza y la investigación, así como por su actitud
amistosa y de apoyo a un recién llegado que no conocía
los detalles finos de las relaciones interpersonales y que sirvieron
para consolidar nuestra amistad.”
Dijo que Rubén Lisker estudió medicina en la Escuela de
Medicina de la UNAM, donde se graduó en 1954.
“Como tantos de nosotros, Rubén pasó cuatro años
haciéndose primero médico y después hematólogo;
con este carácter ingresó a Nutrición en 1958,
donde ha realizado toda su carrera académica, pero no siempre
como hematólogo, porque siguiendo un sabio consejo decidió
cambiar su especialidad por la de genetista en 1965. Después
de una estancia en Estados Unidos, regresó a Nutrición
como flamante jefe del Departamento de Genética. Esta metamorfosis
es clave en la vida de Rubén, porque le dio la oportunidad de
ser uno de los fundadores de la especialidad en México, junto
con nuestro buen amigo Salvador Armendares.”
Agregó que el doctor Lisker cuenta con 183 artículos científicos,
116 de los cuales han aparecido en revistas internacionales, muchas
de ellas prestigiadas, y que ha sido citado mil 522 veces hasta mayo
de este año.
Con relación a sus contribuciones, mencionó que se inician
con la descripción de los primeros casos de anticoagulante lúpico,
siguen con la caracterización de la población mexicana
como mosaico etnográfico, continúan con la deficiencia
de lactasa intestinal en México, con las anormalidades cromosómicas
en padecimientos premalignos, y en la actualidad con los problemas éticos
que plantea la nueva genética.
El también profesor emérito dijo que Lisker ha escrito
dos libros, uno llamado Estructura genética de la población
mexicana, que obtuvo el Premio Salvat 1979 en la Academia Nacional de
Medicina y que considera como uno de los más originales e importantes
de la literatura científica del país, porque no sólo
tiene interés histórico, antropológico y médico,
sino porque es el único sobre el tema. El otro libro que escribió
en colaboración con Salvador Armendares es Introducción
a la genética humana, publicado en 1994.
Mencionó que durante su carrera de profesor, 14 años fue
titular de especialización en genética médica y
11 años en biología humana, en el Programa de Maestrías
y Doctorados en esta Facultad, durante 13 años fue profesor de
genética en la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
a lo que agregó: “Ésos han sido sus nombramientos
formales, pero en la vida real ha sido y es un maestro, o sea alguien
que no sólo da clases, sino que inspira el deseo en sus alumnos
de llegar a ser como él. En este plan Rubén fue jefe de
Enseñanza durante 20 años en Nutrición, y desde
1992 es director de Investigación en el mismo Instituto. Durante
28 años fue el editor de la Revista de Investigación Clínica,
y en nuestra Facultad fue jefe de la Subdivisión de Maestrías
y Doctorados, de 1985 a 1988. Otra faceta de su actividad gira alrededor
de la ética médica, en especial lo relacionado con el
genoma humano, y sobre estos temas ha escrito mucho. Es frecuentemente
invitado para disertar en distintas instituciones médicas y de
nivel superior, en sociedades científicas y hasta en la cámara
de Diputados y Senadores.
“Naturalmente una actividad científica tan constructiva
y tan brillante ha merecido numerosos reconocimientos y premios, entre
los que destacan el Doctorado honoris causa de la Benemérita
Universidad de Puebla; la medalla de 45 años de profesor de la
UNAM; la categoría de investigador emérito nivel III del
Sistema Nacional de Investigadores; el nombramiento de profesor emérito
de la UNAM, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2003.”
El doctor Pérez Tamayo añadió que una de las características
que no aparece en su currículo es su inteligencia, lo que revela
no sólo su agudeza mental y su capacidad de comprensión
sino su carácter objetivo, racional y directo, lo que se traduce
en un comportamiento tranquilo y bondadoso, en una actitud serena y
adulta, en un trato fácil y civilizado. “Rubén se
enoja poco y dice ‘no sé’ con frecuencia y sin rubores.”
Para concluir, Ruy Pérez Tamayo aseveró que la efigie
del doctor Lisker se incorpora a la Galería de Eméritos
con pleno derecho y en un momento importante de su carrera académica,
cuando todavía le faltan muchos años de actividad profesional
y docente. “Su presencia en esta galería no sólo
lo honra a él sino a todos los que le precedimos y, a su vez,
a nuestra Facultad y a la Universidad.”
Por su parte, el doctor José Narro, titular de esta dependencia,
hizo algunas consideraciones para ubicar el sentido de esta ceremonia.
Dijo que desde 1941, a poco más de 60 años, la UNAM confiere
esta distinción de reconocimiento a profesores e investigadores.
Se otorga a destacados miembros del cuerpo académico y, según
la Legislación Universitaria, a aquellos que son designados por
el Consejo Universitario por contar con más de 30 años
de servicio, haberse desempeñado con gran dedicación y
realizado una obra de valía excepcional. Aseveró que este
último punto es la condición fundamental para ser profesor
emérito, mostrar pruebas contundentes de sus excepcionales cualidades
para formar recursos humanos, generar, transformar o trasmitir conocimiento;
además de contar con el reconocimiento de su propia comunidad
y haber contribuido en forma extraordinaria al establecimiento, desarrollo
y ejercicio en su campo del conocimiento.
Mencionó que el proceso es largo, se requiere primeramente ser
propuesto por un grupo de profesores definitivos de la facultad, escuela,
instituto o centro en que labora; pasar por una comisión dictaminadora
y ser aprobado; ser propuesto por el consejo técnico correspondiente;
pasar la evaluación de trabajo académico, la cual la somete
a la Co-misión del Mérito Universitario, y finalmente
ser aprobado por el pleno del Consejo Universitario.
“No es sencillo y les voy a dar algunos datos que dan prueba de
lo que estoy diciendo. En nuestra Facultad, desde que se estableció
esta categoría, son 29 profesores los que han recibido esta distinción,
28 varones y una mujer. La Universidad hoy cuenta con 135 profesores
eméritos, de tal forma que ustedes podrán entender por
qué estamos frente a una personalidad destacada y que además
acaba de recibir merecidamente también el Premio Nacional de
Ciencias y Artes 2003, en el capítulo de Ciencias Naturales,
por lo cual estamos junto con su familia contentos y lo felicitamos.”
El doctor Narro calificó al doctor Lisker de ser un miembro destacado
de la Facultad, al cual hay que reconocerle muchas virtudes. “Pero
sin embargo también hay que reclamarle porque todo lo que él
hace, lo hace sentir como si fuera muy fácil y sencillo, como
si fuera absolutamente factible, porque así es su personalidad,
es un gran profesor, un gran investigador, maestro, médico, compañero
de trabajo y alguien que engalana y enriquece a la FM”, concluyó.
Al finalizar la ceremonia, el doctor Rubén Lisker arrancó
un caluroso aplauso que puso al público presente de pie y su
esposa develó el retrato.
Entre los asistentes se encontraron los doctores Fernando Ortiz Monasterio
y Octavio Rivero Serrano, el decano del H. Consejo Técnico: Ramón
Vázquez Ortega, los directores del Instituto de la Nutrición,
del Hospital General “Manuel Gea González” y del
Hospital General de México; miembros del H. Consejo Técnico,
familiares del doctor Lisker, jefes de departamento, maestros y estudiantes.
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