Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
25 de noviembre 2003


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PROFESORES EMÉRITOS
Develación del cuadro del doctor Rubén Lisker

Recién galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2003 en Ciencias Naturales

El pasado 5 de noviembre se develó el cuadro del doctor Rubén Lisker, quien hace algunos meses se hizo acreedor al máximo galardón otorgado por el Consejo Universitario: profesor emérito de la Facultad de Medicina, en el salón de Profesores Eméritos que se ubica en el primer piso del Antiguo Palacio de Medicina.
En tan emotiva ceremonia, al tomar la palabra el doctor Lisker comentó: “Preferí escribir lo que iba a decir, ya que tenía y tengo temor de que a pesar de lo que se piense de mi supuesta habilidad para controlar mis emociones, no hay tal, y es ciertamente posible que pierda la compostura. Por otra parte, eso no me preocupa mayormente, ya que sólo confirmaría de manera innecesaria —pienso yo— que pertenezco a nuestra especie con todos sus defectos y cualidades.
“Una palabra será el eje de lo que a continuación diga y esa palabra es GRACIAS, con mayúsculas. Gracias al doctor Narro Robles y a Ruy Pérez Tamayo por su presentación, a los profesores eméritos que nos acompañan y a todos ustedes.”
Agradeció en orden cronológico primeramente a sus padres —ya desaparecidos—, de quienes dijo siempre obtuvo el apoyo, a sus maestros —desde la primaria hasta la Universidad. Afirmó ser producto de una educación gratuita y laica, a excepción de sus dos años de preparatoria.


El Dr. Pérez Tamayo dirige un mensaje a funcionarios de la FM, invitados y falimiares del Dr. Linsker 

Respecto al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, comentó que ingresó a él después de haber realizado una estancia de dos años en Chicago en 1958, donde ha desarrollado la mayor parte de su actividad profesional, tanto en asistencia como en enseñanza e investigación.
“A lo largo de estos 45 años hice grandes amigos, a quienes desde luego aprecio su larga y sincera amistad. Tuve al principio un excelente jefe —ya fallecido—, de quien mucho aprendí, no necesariamente de medicina, y fue muy generoso conmigo permitiéndome crecer e independizarme en relativamente poco tiempo. No puedo dejar de mencionar, en este contexto, al profesor Salvador Zubirán —fundador del Instituto—, quien desde 1972 me convirtió en un estrecho colaborador suyo nombrándome jefe de Enseñanza, lo cual representó un fuerte estímulo a mi vida académica. Del maestro aprendí muchas cosas, desde la importancia de una sonrisa amable hasta la conveniencia de seleccionar bien a su personal y dejarlo trabajar con libertad en lo que cada quien tenga interés de realizar.”
“Cómo no agradecer a los diferentes alumnos, en particular con quien estuve vinculado por periodos prolongados, por su contribución a mantenerme joven de espíritu y actualizado mi campo del saber.”
Declaró que casi nunca le resultó problemática la enseñanza en cualquiera de sus variantes y que consideró placentero y casi una obligación moral el desarrollarla.
Finalmente agradeció a las autoridades universitarias, a sus colaboradores, a su familia y en particular a su esposa: Bety.
El doctor Ruy Pérez Tamayo, jefe de la Unidad de Medicina Experimental, agradeció la gentileza y la buena puntería del doctor José Narro por invitarle a hablar de su buen amigo Rubén Lisker en esta ocasión en que se develó su fotografía como uno más de los profesores eméritos.
Aseveró que no es un secreto que el homenajeado y él son muy buenos amigos desde hace más de 30 años, cuando quien hablaba ingresó en 1973 al Instituto Nacional de la Nutrición como titular del Departamento de Anatomía Patológica, invitado por el maestro Salvador Zubirán.
“Nos conocíamos por el contacto casi diario, por trabajar en la misma institución y contar con intereses comunes en la enseñanza y la investigación, así como por su actitud amistosa y de apoyo a un recién llegado que no conocía los detalles finos de las relaciones interpersonales y que sirvieron para consolidar nuestra amistad.”
Dijo que Rubén Lisker estudió medicina en la Escuela de Medicina de la UNAM, donde se graduó en 1954.
“Como tantos de nosotros, Rubén pasó cuatro años haciéndose primero médico y después hematólogo; con este carácter ingresó a Nutrición en 1958, donde ha realizado toda su carrera académica, pero no siempre como hematólogo, porque siguiendo un sabio consejo decidió cambiar su especialidad por la de genetista en 1965. Después de una estancia en Estados Unidos, regresó a Nutrición como flamante jefe del Departamento de Genética. Esta metamorfosis es clave en la vida de Rubén, porque le dio la oportunidad de ser uno de los fundadores de la especialidad en México, junto con nuestro buen amigo Salvador Armendares.”
Agregó que el doctor Lisker cuenta con 183 artículos científicos, 116 de los cuales han aparecido en revistas internacionales, muchas de ellas prestigiadas, y que ha sido citado mil 522 veces hasta mayo de este año.
Con relación a sus contribuciones, mencionó que se inician con la descripción de los primeros casos de anticoagulante lúpico, siguen con la caracterización de la población mexicana como mosaico etnográfico, continúan con la deficiencia de lactasa intestinal en México, con las anormalidades cromosómicas en padecimientos premalignos, y en la actualidad con los problemas éticos que plantea la nueva genética.
El también profesor emérito dijo que Lisker ha escrito dos libros, uno llamado Estructura genética de la población mexicana, que obtuvo el Premio Salvat 1979 en la Academia Nacional de Medicina y que considera como uno de los más originales e importantes de la literatura científica del país, porque no sólo tiene interés histórico, antropológico y médico, sino porque es el único sobre el tema. El otro libro que escribió en colaboración con Salvador Armendares es Introducción a la genética humana, publicado en 1994.
Mencionó que durante su carrera de profesor, 14 años fue titular de especialización en genética médica y 11 años en biología humana, en el Programa de Maestrías y Doctorados en esta Facultad, durante 13 años fue profesor de genética en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, a lo que agregó: “Ésos han sido sus nombramientos formales, pero en la vida real ha sido y es un maestro, o sea alguien que no sólo da clases, sino que inspira el deseo en sus alumnos de llegar a ser como él. En este plan Rubén fue jefe de Enseñanza durante 20 años en Nutrición, y desde 1992 es director de Investigación en el mismo Instituto. Durante 28 años fue el editor de la Revista de Investigación Clínica, y en nuestra Facultad fue jefe de la Subdivisión de Maestrías y Doctorados, de 1985 a 1988. Otra faceta de su actividad gira alrededor de la ética médica, en especial lo relacionado con el genoma humano, y sobre estos temas ha escrito mucho. Es frecuentemente invitado para disertar en distintas instituciones médicas y de nivel superior, en sociedades científicas y hasta en la cámara de Diputados y Senadores.
“Naturalmente una actividad científica tan constructiva y tan brillante ha merecido numerosos reconocimientos y premios, entre los que destacan el Doctorado honoris causa de la Benemérita Universidad de Puebla; la medalla de 45 años de profesor de la UNAM; la categoría de investigador emérito nivel III del Sistema Nacional de Investigadores; el nombramiento de profesor emérito de la UNAM, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2003.”
El doctor Pérez Tamayo añadió que una de las características que no aparece en su currículo es su inteligencia, lo que revela no sólo su agudeza mental y su capacidad de comprensión sino su carácter objetivo, racional y directo, lo que se traduce en un comportamiento tranquilo y bondadoso, en una actitud serena y adulta, en un trato fácil y civilizado. “Rubén se enoja poco y dice ‘no sé’ con frecuencia y sin rubores.”
Para concluir, Ruy Pérez Tamayo aseveró que la efigie del doctor Lisker se incorpora a la Galería de Eméritos con pleno derecho y en un momento importante de su carrera académica, cuando todavía le faltan muchos años de actividad profesional y docente. “Su presencia en esta galería no sólo lo honra a él sino a todos los que le precedimos y, a su vez, a nuestra Facultad y a la Universidad.”
Por su parte, el doctor José Narro, titular de esta dependencia, hizo algunas consideraciones para ubicar el sentido de esta ceremonia. Dijo que desde 1941, a poco más de 60 años, la UNAM confiere esta distinción de reconocimiento a profesores e investigadores. Se otorga a destacados miembros del cuerpo académico y, según la Legislación Universitaria, a aquellos que son designados por el Consejo Universitario por contar con más de 30 años de servicio, haberse desempeñado con gran dedicación y realizado una obra de valía excepcional. Aseveró que este último punto es la condición fundamental para ser profesor emérito, mostrar pruebas contundentes de sus excepcionales cualidades para formar recursos humanos, generar, transformar o trasmitir conocimiento; además de contar con el reconocimiento de su propia comunidad y haber contribuido en forma extraordinaria al establecimiento, desarrollo y ejercicio en su campo del conocimiento.
Mencionó que el proceso es largo, se requiere primeramente ser propuesto por un grupo de profesores definitivos de la facultad, escuela, instituto o centro en que labora; pasar por una comisión dictaminadora y ser aprobado; ser propuesto por el consejo técnico correspondiente; pasar la evaluación de trabajo académico, la cual la somete a la Co-misión del Mérito Universitario, y finalmente ser aprobado por el pleno del Consejo Universitario.
“No es sencillo y les voy a dar algunos datos que dan prueba de lo que estoy diciendo. En nuestra Facultad, desde que se estableció esta categoría, son 29 profesores los que han recibido esta distinción, 28 varones y una mujer. La Universidad hoy cuenta con 135 profesores eméritos, de tal forma que ustedes podrán entender por qué estamos frente a una personalidad destacada y que además acaba de recibir merecidamente también el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2003, en el capítulo de Ciencias Naturales, por lo cual estamos junto con su familia contentos y lo felicitamos.”
El doctor Narro calificó al doctor Lisker de ser un miembro destacado de la Facultad, al cual hay que reconocerle muchas virtudes. “Pero sin embargo también hay que reclamarle porque todo lo que él hace, lo hace sentir como si fuera muy fácil y sencillo, como si fuera absolutamente factible, porque así es su personalidad, es un gran profesor, un gran investigador, maestro, médico, compañero de trabajo y alguien que engalana y enriquece a la FM”, concluyó.
Al finalizar la ceremonia, el doctor Rubén Lisker arrancó un caluroso aplauso que puso al público presente de pie y su esposa develó el retrato.
Entre los asistentes se encontraron los doctores Fernando Ortiz Monasterio y Octavio Rivero Serrano, el decano del H. Consejo Técnico: Ramón Vázquez Ortega, los directores del Instituto de la Nutrición, del Hospital General “Manuel Gea González” y del Hospital General de México; miembros del H. Consejo Técnico, familiares del doctor Lisker, jefes de departamento, maestros y estudiantes.

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