Profesores eméritos: Octavio Rivero Serrano Un neumólogo que cambió su vida clínica por una vida universitaria y pública Cirujano de gran arrojo, maestro formador de varias generaciones de médicos en el Hospital General de México, presidente de la Academia Nacional de Medicina (ANM), director de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), embajador de México en Italia, director del Programa Universitario de Medio Ambiente (PUMA) de la UNAM y ahora secretario del Consejo de Salubridad General (CSG). El doctor Octavio Rivero Serrano, a sus 71 años y ya de carácter sereno, sigue siendo un hombre de recia personalidad y con una vida intensamente activa al frente del CSG, coordinando seminarios, impartiendo clases en la FM y dictando conferencias en el interior del país y en el extranjero. A lo largo de su trayectoria se ha distinguido por ser un hombre honesto, íntegro, de entrega absoluta a su trabajo, el cual realiza siempre con entusiasmo infatigable. Trabajar cerca de él es recibir una lección permanente de responsabilidad profesional.
En la vida privada es un hombre de gusto refinado, consumado melómano, aficionado a la buena comida y los buenos vinos; su vasta cultura y su interés por la historia de México y el acontecer político actual, hacen de él un conversador muy interesante. Inició su carrera profesional en el Hospital General de México, como profesor adjunto en la Unidad de Neumología; posteriormente se desempeñó como jefe del Departamento de Cirugía Experimental, subdirector médico y jefe de Enseñanza e Investigación del mismo hospital. Presidió también la Sociedad de Neumología y Cirugía de Tórax. Ha sido profesor titular de la asignatura de patología del aparato respiratorio y del curso de posgrado de neumología. En 1977 fue designado director de la Facultad de Medicina, periodo en el que implantó diversos proyectos: un programa de tutorías, el desarrollo de un modelo docente asistencial en clínica de primer nivel, el programa de posgrados de Medicina General y Familiar, la racionalización de la matricula, la reconstrucción de la FM y la construcción de un nuevo edificio para laboratorios. En 1981 fue nombrado rector de la Universidad y durante su gestión se crearon los programas universitarios que, a la fecha, coordinan en forma horizontal las labores de algunas áreas de la institución. Estableció la Dirección de Innovación Tecnológica con la idea de vincular las tareas de la UNAM con el entorno industrial y propuso un programa para realizar la superación académica y administrativa de la institución por medio de diversos proyectos. Como director del PUMA editó y publicó, entre otros, los libros: Residuos peligrosos en México, La situación ambiental en México, Contaminación atmosférica y enfermedad respiratoria, Riesgos ambientales para la salud en la ciudad de México, y Factores ambientales y salud en el ambiente urbano. Como secretario del Consejo de Salubridad editó: Lesiones por accidentes, Uso de los medicamentos en la clínica, Contaminación atmosférica y sus efectos en las vías respiratorias, El ejercicio actual de la medicina, Los últimos cincuenta años del Consejo de Salubridad General, Ponencias y discursos, 1995-2000, y Daño a la salud por plaguicidas (en imprenta). En 1998 fue nombrado profesor emérito de la FM. El maestro Rivero Serrano accedió a platicar sus experiencias profesionales como médico, cirujano, neumólogo, profesor, director, rector y administrador público. "Nací el 15 de junio de 1929, en Puebla; en mi familia no había médicos, el único antecedente fue el padre de mi madre a quien lamentablemente no conocí. Yo acostumbraba venir a la ciudad de México a tomar clases de música y me quedaba en la casa de unos tíos, donde mi primo estudiaba medicina, ése fue mi primer contacto; finalmente, decidí estudiar medicina y estudiarla aquí porque había cursado la preparatoria en una escuela de jesuitas incorporada a la UNAM con planes de estudio distintos a los de la Universidad de Puebla; así que decidí estudiar en la Escuela Nacional de Medicina, en 1946. "Desde el tercer año de la carrera empecé a asistir al Hospital General y a trabajar con el profesor Antonio Luna Olivares en el pabellón 24; en el quinto año, el mismo doctor Luna Olivares me recomendó que hiciera el internado en los pabellones 26 y 27 de la Unidad de Neumología, cuyo jefe era el doctor Alejandro Celis, a quien desde un principio pude reconocer como una figura excepcional de la medicina mexicana. "En aquella época había internos numerarios y adjuntos, los primeros eran los que tenían buen promedio y ganaban 39 pesos al mes; los demás compañeros no ganaban dinero sino sólo participaban en las guardias y en el trabajo de los pabellones por donde iban pasando. "El primer pabellón que escogí fue efectivamente el del doctor Alejandro Celis, trabajaría tres meses y al final debería haber pasado por los pabellones de maternidad, servicio de gineco-obstetricia, medicina interna y cirugía general, pero de acuerdo con el doctor Celis me quedé desde entonces en esa unidad, lo único diferente era que tenía que cumplir las guardias de los otros servicios; transgrediendo un poco la carrera, me quedé definitivamente en el pabellón de neumología. "El servicio social decidí hacerlo en investigación en el Hospital General y mi tesis versó sobre injertos de tráquea -que para aquella época todavía no se hacían-, de los primeros casos con reportes de no rechazo, utilizando fármacos para evitarlo. "Cuando me recibí, naturalmente volví a quedar en el mismo pabellón, pero ahora Celis me pidió que hiciera lo que no había hecho en el internado: rotar, y me mandó a anatomía patológica con el doctor Ruy Pérez Tamayo, donde trabajé año y medio; después me dijo que pasara a medicina interna y cirugía general. Medicina interna la realicé en el Instituto Nacional de Cardiología con el doctor Antonio Estandía, durante seis meses; luego hice un año de cirugía general en el pabellón de Antonio Luna Olivares, recién nombrado jefe.
"En los inicios de la especialidad, en el trabajo diario y en la práctica privada, realizaba medicina general, fui médico de varias instituciones que me daban la oportunidad de tener un ingreso económico. Después, el doctor Celis me asignó de inmediato al pabellón donde había iniciado con el doctor Pacheco y ahí pasé mi primera oposición en el Hospital General -1957 o 1958- para concursar como médico adjunto, que era equivalente a un subjefe de servicio, presenté el examen y gané la plaza. Como subjefe de servicio tuve más trabajo médico y quirúrgico; hacía medicina de pulmón, pero fundamentalmente cirugía de pulmón, esa fue mi verdadera especialidad. Así que fui neumólogo no porque la especialidad me hubiera interesado inicialmente, sino porque estaba literalmente cautivado por la personalidad científica de Alejandro Celis. Después, la especialidad me cautivó, porque tenía la perspectiva del cambio, una gran proyección social y, de hecho, se iniciaba la cirugía pulmonar, ya que la tuberculosis así se trataba; puede decirse que los cirujanos de pulmón nos hicimos operando tuberculosos. Mi tesis la hice en algo que trabajé en cirugía experimental varios años: injertos de órganos; 12 años después estaba haciendo injertos de pulmón y logrando sobrevidas en animales, este fue mi trabajo de ingreso a la Academia Nacional de Medicina. En México destacaban en la especialidad Cosío Villegas y Donato Alarcón, pero Celis ya hablaba de la necesidad de un cambio; puede decirse que la neumología moderna era la escuela de Celis, quien al hacerse cargo de la Unidad dedicó la mitad de las camas a atender y estudiar el pulmón no tuberculoso; esto sucedía en la década de los cincuenta, de tal manera que se adelantó a lo que sucedería 20 años después. "Más tarde tuve la oportunidad de concursar para jefe de servicio, gané y en ese momento se dio la coincidencia de que el doctor Pacheco se fuera al Centro Médico del Seguro Social, así que el doctor Celis me nombró jefe de servicio de cirugía de toda la Unidad, eso fue en los sesenta. Al mismo tiempo, los médicos del Hospital General habían pugnado por tener un nuevo hospital que teóricamente estaría en el Centro Médico, pero se perdió porque la Secretaría de Salubridad y Asistencia lo vendió al IMSS; entonces, los médicos del hospital no tuvieron más remedio que encontrar el mecanismo para reorganizarlo y fue cuando llegó como director el doctor Clemente Robles. "Durante la dirección del doctor Robles fungí como subdirector, para mí fue una enseñanza muy importante, aprendí de él en muchos aspectos, porque además de ser un gran cirujano, le aprendí administración, pues lo considero un gran administrador y un hábil político para negociar situaciones difíciles. "Cuando desgraciadamente falleció el doctor Celis, a principios de los setenta, me nombraron jefe de la Unidad. En aquella época, la Unidad la constituían cuatro servicios, más de 200 camas y se hacía mucha medicina de pulmón. Fui jefe cinco años y empezaron grandes cambios en mi vida. En ese momento, me eligieron secretario general de la Academia Nacional de Medicina. "Mis grandes maestros en la medicina fueron los doctores: Alejandro Celis, por su gran enseñanza en la medicina, la cirugía y la investigación clínica; el doctor Clemente Robles, con quien fungí como subdirector del Hospital General, y los cuatro presidentes de la ANM, con los que conviví como secretario general, personas distinguidas de la medicina en México: Ramón de la Fuente, Guillermo Soberón, Fernando Ortiz Monasterio y Jesús Kumate. Después de cuatro años resulté electo presidente de la Academia. "En el Hospital General, mi carrera fue desde practicante hasta jefe de unidad, pasando por jefe de investigación y enseñanza y subdirector, sin haber logrado lo que siempre quise: ser el director. La primera vez, fue a principios de los setenta, y la otra fue cuando regresé de Italia, fue una fortuna no haber logrado ser director, porque es un puesto muy difícil en el que habitualmente se sale golpeado, pero en esas ocasiones me fue mucho mejor. La primera ocasión que no logré la dirección del hospital, el nombramiento estaba firmado, casi listo..., era un viernes, me avisaron por teléfono y esperaba recibirlo el lunes, pero pasaron el lunes y el martes y no recibí nada... después me enteré de que le habían llevado un chisme al secretario, el doctor Salvador Aceves -médico cardiólogo destacado y respetado, hombre inteligente, capaz, pero poco político- sobre mi lealtad a él directamente; le dijeron que yo no acordaría con él, porque el doctor Moreno Valle y yo éramos poblanos y que me entendería directamente con él aunque ya no fuera secretario. La segunda vez, fue a finales de los ochenta, cuando regresé de Italia; estaba trabajando en algunos proyectos en el Hospital General, comisionado por la Facultad de Medicina, y varios médicos me promovieron como director; entonces, el doctor Kumate, secretario en ese momento, me dijo: 'Yo veo con buenos ojos que seas director, pero no depende de mí, lo va a decidir el Presidente.' Se dieron todos los procedimientos naturales para la auscultación y una tarde Kumate me dijo: 'El presidente Salinas opina que ya estás muy viejo y que no vale la pena que seas director.' Eso también me favoreció. La primera vez que se frustró la designación fui director de la Facultad de Medicina y después rector. La segunda vez, al no ser electo, trabajé en otra área de la Universidad y fundé el Programa Universitario del Medio Ambiente, que ha tenido mucho éxito y proyección, no sólo a nivel nacional sino también internacional, y después me nombraron secretario del Consejo de Salubridad General. Director de la Facultad de Medicina y rector "Cuando Guillermo Soberón iba a tomar la presidencia de la Academia fue nombrado rector; entonces se puso en duda si sería posible hacer las dos cosas y hubo una junta de ex presidentes donde todos opinaron que no sólo no era incompatible sino que le podía servir a la Academia que su presidente fuera el rector porque la apoyaría mucho; por mi parte, platiqué con Soberón y le hice ver que tenía un año de experiencia como secretario general y que si él me daba cuerda libre para manejar la Academia, le reportaría con toda la frecuencia que fuera necesaria para que él tomara las decisiones y yo las instrumentara, y así fue. Cuando terminó el primer periodo del doctor Laguna como director de la FM, Soberón me pidió que estuviera en la terna y me advirtió que era seguro que Laguna se reeligiera, porque tenía prestigio como director, cosa que sucedió. Creo que fue muy interesante este primer contacto con la Junta de Gobierno para presentar mi proyecto como director, porque a los dos años siguientes el doctor Laguna dejó la dirección para desempeñarse como subsecretario de Salud. El doctor Soberón me volvió a llamar y me dijo: 'Ahora sí es factible que pueda salir cualquiera de los que entren a la terna. Quiero saber si estás dispuesto a entrar a la terna', cosa que acepté; el segundo encuentro fue muy positivo y la Junta decidió nombrarme director de la Facultad, en donde, por cierto, la comunidad no me recibía muy alegremente, porque pensaba que estaba desligado del campus, lo cual era cierto; había sido profesor de la FM en el Hospital General prácticamente desde antes de recibirme, fui ayudante de profesor de la cátedra de neumología y mi primera asignatura me la dieron al año de egresado, es decir, que tengo mucha antigüedad en la Universidad, más de 40 años, pero no tenía experiencia en el campus. Finalmente, logré formar un grupo muy bueno que hizo una labor estupenda, tan fue así que cuando Soberón estaba terminando el segundo periodo, comenzaron a surgir candidatos para la Rectoría que tenían años trabajando en el campus en aspectos de administración, en el equipo del rector, y tenían más posibilidades que yo; sin embargo, la Junta de Gobierno decidió nombrarme a mí. Fue una situación inesperada, yo no me di cuenta de la posibilidad de ser rector sino hasta muy cerca de la elección y lo que hice fue tratar de crear un grupo de trabajo, más que de amigos, de gente que había trabajado muy bien en la Universidad, por ejemplo, el secretario general, Raúl Béjar, no lo conocía más que por el contacto con él en el Colegio de Directores, pero siempre me había llamado la atención su capacidad indiscutible para organizar una de las primeras escuelas de estudios profesionales que se crearon: la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán, que en aquella época era la ENEP modelo. El día que lo invité me fue a ver a mi casa y me dijo: '¿Por qué yo?, si no somos amigos', 'porque yo he visto que has manejado bien la escuela que casi es una Universidad en pequeño; y yo no quiero rodearme de amigos sino de gente que pueda ayudarme a sacar adelante el proyecto de Universidad. El secretario administrativo era una persona que sí había trabajado conmigo y que yo tenía bien catalogada: Rodolfo Coeto, me había demostrado en el trabajo de la Facultad que era un gran administrador que cuidaba al extremo el dinero, y en aquel momento eso era muy importante porque se habían terminado las épocas de abundancia. También estuvo Jorge Hernández, quien había trabajado en la organización de la FM dirigiendo un proyecto muy difícil políticamente, como su reconstrucción. "Durante ese periodo, creo que hubo cosas importantes que han perdurado; en los dos últimos años, se hizo un ejercicio para tratar de encontrar cuáles eran los proyectos que podían mejorar la calidad del trabajo y se le llamó Reforma Universitaria; aunque más que reforma era un proyecto de calidad, como se le llama ahora, eran más de 50 proyectos que iban a mejorar el quehacer diario de la Universidad, y muchos de ellos se han implantado en las siguientes administraciones, no necesariamente con el mismo nombre; el proyecto de descentralización estaba planteado desde entonces para dar a las ENEP's una autonomía mayor de la que tienen en la actualidad con la idea de que siguieran siendo UNAM, con el mismo reglamento y misma Ley Orgánica; otro planteamiento importante fue el Centro de Investigación Tecnológica que comenzó como Dirección de Investigación Tecnológica y casi al final de mi rectorado el Consejo Universitario lo convirtió en centro; otro proyecto fueron los programas universitarios que trataban de controlar horizontalmente lo que se hacía sobre un tema en distintas áreas de la Universidad, proyecto que ha dado origen a programas universitarios que han sido muy útiles. "Uno de los proyectos más importantes que tuve fue el de extensión universitaria; había leído mucho de los rectores anteriores, principalmente de Vasconcelos, respecto de la idea que tenía de extender el conocimiento y la cultura de los universitarios al entorno, eso es algo que distingue a la UNAM del resto de las universidades en el mundo. Hay quienes no creen en él porque consideran que no es tarea de la Universidad, creo que en un país de tanta diversidad y con problema de analfabetismo, el proyecto de extensión universitaria es muy importante y la proposición de quienes pensaron originalmente en esto era que la Universidad compartiera con quienes no tienen la fortuna de ser universitarios un poco de cultura y conocimiento, esto sería elevar el nivel de cultura popular; entonces, hubo un gran proyecto de extensión universitaria en dos áreas: en extensión académica y en difusión cultural. Los programas semanales eran muy importantes, cada semana había docenas de actividades: cursos, conferencias, danza, teatro, cine, exposiciones y música. La Ofunam tuvo su época de oro, con dos directores, y no solamente se concretó a dar conciertos en la Sala Nezahualcóyotl sino que salió a diversos campus e inclusive hizo giras por el interior de la República y el extranjero. El proyecto de extensión universitaria fue bien calculado y bien realizado. Fue una época difícil porque no había dinero, principalmente para los investigadores que estaban acostumbrados a la bonanza; los ocho años de Soberón habían sido de mucho dinero para el país, era la época en la que López Portillo decía que había que aprender a administrar la bonanza y la Universidad había tenido abundancia. No puedo decir que los elementos del gobierno hayan sido mezquinos con la Universidad en los años que me tocaron a mí, pero tenían poco que dar; López Portillo fue muy generoso porque aun en la época tan difícil que fueron sus dos últimos años, la Universidad tuvo lo más que se pudo, y casi igual sucedió con los dos años que me tocaron con el presidente Miguel de la Madrid. "De hecho no calculé que mi vida fuera a cambiar tanto como con la llegada a la Universidad, yo pensaba que siempre sería neumólogo y cirujano de pulmón dentro de un hospital, pero mi vida cambió desde el momento en que llegué a la dirección de la FM, aunque entonces pensaba que a los cuatro años me regresaría a mi hospital; no fue así." -¿Qué significó para usted ser rector de la UNAM? "La emoción de ser el rector de una institución académica de tanto prestigio, mezclada con la gran responsabilidad convierte este momento en el centro de la vida de una persona, la vida es antes y después de esto. No creo que haya algo comparable en la existencia de un universitario. "Desde la dirección de la FM sentí estímulo y responsabilidad. Creo que ser director de la FM es más importante que ser subsecretario o subdirector de uno de los sectores de salud. El director de Medicina tiene que trabajar constantemente con la Ssa, el ISSSTE, el IMSS y los demás organismos que atienden la salud del país, porque los alumnos en fases clínicas se educan en esos sistemas; la relación del director con el sector público, sobre todo en lo que se refiere a la administración de la salud, es muy intensa, la FM puede influir en el desarrollo de la salud y esta relación entre el sector salud y la FM le da a los estudios de medicina una dimensión real, porque ni las escuelas que tienen su propio hospital ni los alumnos que se educan en hospitales privados, tienen la visión de los estudiantes de la FM que entran en contacto con el verdadero problema de la salud, la realidad se ve en el Hospital Juárez, en el General, en el IMSS o en el ISSSTE que es donde se atienden millones de mexicanos. Ahora, la Rectoría es un estímulo mucho mayor, pues trata a diario con la comunidad académica de la Universidad que es extraordinariamente valiosa, que es una comunidad diversa e inteligente, y el rector tiene que estar muy atento a las formas tan distintas de pensar, respetarlas y sacar por consenso las decisiones; el rector de la Universidad no puede tomar las decisiones verticales que a él o a un pequeño grupo se le hayan ocurrido, sino que tiene que decidir por consenso y esto es una forma muy importante de aprender a trabajar porque enriquece el trabajo. Lo que llamamos reforma universitaria, que ahora veo como un proyecto de calidad total, tuvo una acogida muy favorable; recuerdo que cuando lo presentamos en un Consejo Universitario, en diciembre de 1983, fue aprobado por unanimidad, incluyendo el sindicato, los grupos de izquierda y los que son oposición natural al rector dentro del Consejo Universitario. Fue un proyecto que no se nos ocurrió a nosotros sino que durante todo el año se tuvieron reuniones con grupos de toda la Universidad; los proyectos que se plantearon de calidad total surgieron de las peticiones e inquietudes de la comunidad que la administración había recogido, y esto es lo valioso de la Rectoría; el rector tiene que trabajar por consenso, tiene que entender que es una comunidad diversa, que el valor de la comunidad está fundamentalmente en la diversidad del pensamiento de profesores, de trabajadores y estudiantes que pueden opinar de manera constructiva." -¿Qué hizo al concluir su Rectoría? "Al culminar mi periodo de Rectoría estaba acostumbrado a cargas de trabajo muy intenso, entonces regresé a una oficina que está destinada al director de la FM en Palacio de Medicina, y dediqué un año a escribir dos libros: uno sobre medicina general, titulado Terapéutica Médica acerca de los cien padecimientos más comunes en el país, un volumen muy práctico para estudiantes de medicina, y Neumología, que es libro de texto en la FM y que fue producto de uno de los proyectos de calidad total: el Programa Emergente del Libro de Texto. Embajador de México en Italia "A principios de 1986, el presidente Miguel de la Madrid me ofreció una embajada, primero la de Brasil, que no acepté, y luego la de Italia, a donde me fui más de dos años. "A fin de cuentas, puedo decir que todos estos cambios han hecho mi vida divertida, entretenida. Finalmente, había calculado que mi única actividad sería en un hospital y la vida me ha llevado a situaciones como la de la embajada que nunca hubiera imaginado. Creo que para esto también se nace, igual que para médico. Estuve muy contento por el hecho de que la embajada era en un país interesante, con una vasta cultura, un país en donde simplemente el caminar por la calle o ir en auto al pueblo más cercano era un paseo cultural, pero realmente para ser embajador se necesita tener el espíritu de trabajar la diplomacia. "A lo que me dediqué en Italia fue a ver un aspecto en el que sí tenía experiencia: reconstruir el edificio de la embajada; porque desde la FM y durante mi Rectoría se habían reconstruido muchas cosas y se concluyeron construcciones que no estaban terminadas, como varias estaciones foráneas de la Universidad en toda la República. Cuando llegué a la embajada me di cuenta de que tenía que hacer un cambio notable, la gran edificación de cuatro pisos que tiene México en Roma, que data de principios de siglo, estaba acondicionada para residencia del embajador y la embajada estaba en un pequeño departamento que se alquilaba, con muchas incomodidades y por el cual se pagaban 25 mil dólares al mes. Hice el planteamiento a la Secretaría de Relaciones Exteriores para el cambio, reconstruir el edificio para embajada y alquilar un departamento para vivir. Después de que mandamos el estudio que un mexicano que estaba allá como profesor visitante -hijo de aquel doctor Aceves que no me hizo director del Hospital General-, me ayudó a hacer desde el punto de vista arquitectónico, inmediatamente aceptaron el proyecto. "La reconstrucción de la embajada nos llevó casi un año, desde los cimientos hasta el último piso; paralelamente, se buscó un departamento para que el embajador viviera y ésa fue la labor más importante que pude hacer porque en verdad tampoco había dinero para otras cosas; recuerdo una ocasión que logramos llevar una exposición de Fonart, que la directora había prestado para exhibirla en la embajada, y a la hora de devolverla no había dinero; cuando avisé a la SRE que necesitaba 10 mil dólares, me dijeron que no los tenían, que me las arreglara como pudiera; entonces tuve que hablar con el gobierno italiano para que permitieran vender las piezas, ya que habían ingresado con una fracción arancelaria que no permitía hacerlo y la condición fue que las compraran mexicanos, las adquirieron los de la embajada y otros que vivían en Roma, yo todavía regresé con un sarape de Saltillo. Quien nos ayudó con las piezas más caras fue el general Godínez, de quien tengo un recuerdo afectuoso, porque fue un magnífico compañero en la embajada, él fue el agregado militar durante ese tiempo. "Otra persona que me acompañó fue un universitario que participó en el proyecto de reforma universitaria, Alvaro Matute, que ahora es miembro de la Junta de Gobierno, él estuvo como agregado cultural cerca de un año. Creador del PUMA "Después de regresar de Italia, estuve un tiempo en el Hospital General, muy poco, porque el rector José Sarukhán me llamó para encargarme del Programa Universitario de Medio Ambiente (PUMA) desde su creación. Tuve pláticas con él y con Daniel Piñeiro y se hizo un programa que tuvo mucho empuje, fuerza y prestigio, al grado de que el PUMA pudo hacer reuniones conjuntas con la Universidad de Tucson invitando a otras universidades de Estados Unidos. Posteriormente, hubo mucha relación con los Institutos Nacionales de Salud de ese país (NIH) y en dos ocasiones hicimos reuniones aquí, patrocinadas por ellos, para tratar asuntos del medio ambiente; fue una época interesante y fructífera porque hubo que crear el programa, finalmente yo tenía una idea muy clara porque ya se nos había ocurrido en nuestra administración. Titular del Consejo de Salubridad General "Cuando el director de la FM, Juan Ramón de la Fuente, fue nombrado secretario de Salud, me que pidió me hiciera cargo del Consejo de Salubridad General, donde he pasado los últimos seis años, tratando de despertar a un gigante dormido. El Consejo de Salubridad General realiza una labor muy interesante que nos ha permitido a un grupo muy pequeño de académicos organizar programas tan importantes como el de accidentes, que dio motivo a una reorganización del Consejo Nacional de Accidentes, a la promoción de que los Consejos Estatales lleven a la certificación del médico general, a la introducción de un programa de Medicamentos Genéricos Intercambiables, y a la creación del Programa de Certificación de Hospitales, entre otros proyectos. "Ahora estoy preocupado por el giro que está tomando el ejercicio de la medicina: las nuevas formas de financiar la actividad de los médicos y cirujanos, la incapacidad del país de organizar una buena medicina general más sencilla y menos costosa, el consumismo inducido en la práctica médica por los comerciantes de la medicina, evidente en el caso de la prescripción de medicamentos, el abuso de la tecnología, las prácticas de medicina defensiva para que los médicos se salven de las demandas de los pacientes, diversos problemas éticos, inéditos y muchas otras cosas derivadas de los cambios, por otra parte tan positivos, que permiten a la medicina actual enfrentar con éxito enfermedades antes incurables y, ahora, quiero que ocupen mi tiempo en una labor que ha sido aceptada para llevarse a cabo en la Facultad de Medicina, donde el doctor Cravioto me ha dado las facilidades para organizar los seminarios permanentes de Medio ambiente y salud, que está en su quinto año, el de Lesiones por accidentes, que cumple tres años, y el de Ejercicio actual de medicina, también con tres años y que será el asiento natural para analizar las preocupaciones señaladas con un grupo muy selecto de académicos. La riqueza de la docencia "El doctor Celis decía que en el ejercicio de la medicina, si no se practica activamente en labores de enseñanza y de investigación, no se progresa, y yo estoy completamente de acuerdo; una medicina de calidad tiene que estar asociada a la investigación y a la enseñanza. "La enseñanza con jóvenes es muy importante porque el joven es una persona abierta, de crítica sana, su pensamiento es fresco y espontáneo y al entrar en contacto con ellos en clase, en primer lugar se tiene que estudiar, porque si no se estudia para presentarse ante un grupo de alumnos a hablar de un aspecto de la medicina, se puede tener un tropiezo con alguno de ellos que lo ponga a uno en evidencia; por otra parte las preguntas e inquisiciones del joven respecto de lo que se plantea como verdad de la medicina lo hacen reflexionar, repensar la idea que se tiene, y eso es importante, el enriquecimiento del pensamiento." - ¿Qué pasó con la práctica clínica? "Cuando fui director de la FM seguí teniendo práctica clínica privada, operaba los sábados porque me daba tiempo de cuidar al enfermo con un poco más de libertad; al llegar a la Rectoría fue prácticamente imposible, dejé la práctica clínica al igual que cuando fui embajador. Al regresar de la embajada volví a practicar intensamente la clínica en el Instituto Nacional de Cancerología, donde gracias a la amistad de León Green, que era el jefe de servicio de neumología, volví a ver pacientes a diario y operaba enfermos de pulmón; probablemente el área más delicada que tiene la cirugía de pulmón es la de cáncer, y durante varios años volví a la práctica pública y privada. El consultorio lo dejé cuando abandoné la práctica clínica del hospital porque considero que, en general, cualquier cirujano, pero en especial uno de tórax que no tiene práctica hospitalaria, no tiene la destreza y la habilidad suficientes para operar en práctica privada." La experiencia como neumólogo "La neumología ha tenido dos cambios radicales, uno de ellos lo viví en carne propia; la neumología que comencé a practicar en los pabellones 26 y 27 del Hospital General era una neumotisiología, en donde 80 por ciento del trabajo era con tuberculosos, se puede decir que la mayor parte de cirujanos de pulmón de aquella época nos adiestramos operando tuberculosos. El primer cambio que se dio fue en los setenta, cuando el advenimiento de muchos medicamentos para tratar la tuberculosis, hizo menos necesaria la cirugía. Entonces, la actitud visionaria de Alejandro Celis planteó una nueva neumología que había estado soterrada, un poco disminuida proporcionalmente por la gran cantidad de pacientes tuberculosos, él privilegió más de la mitad de los servicios para atender neumología de no tuberculosos. La Unidad de Neumología del Hospital General fue pionera en este cambio que después se dio en todo el mundo, el manejo de cáncer del pulmón, de abscesos pulmonares, micosis, problemas pleurales, asma, enfisema y bronquitis, empezó a sustituir al de la tuberculosis. En estos últimos años el cambio ha sido radical, y desgraciadamente en México no se ha entendido, se sigue preparando al neumólogo probablemente con la idea con que se le preparó en los setenta, pero en la actualidad el neumólogo debería ser el que maneje el servicio de terapia intensiva, porque lo primero que necesita un paciente en esas unidades es que se le sostenga la respiración, la situación cardiopulmonar, y no tiene nada de raro que en otros lugares sí se haya entendido esto; por ejemplo, que una publicación internacional que se llamaba Revista de Neumología y Cirugía de Tórax ahora se llama Revista de Medicina Intensiva, Neumología y Cirugía de Tórax, porque se da el cambio, es decir, el neumólogo moderno, a mi criterio, debe ser un sujeto que sepa tanta medicina interna como el internista, y aparte debe saber más que éste de los aspectos que tienen que ver con el aparato respiratorio, debe ser quien maneje los problemas de sueño, como la apnea, que no tiene por qué estar en manos del otorrinolaringólogo, del especialista del sueño o del sujeto que hace cirugía plástica, sino que en las de un neumólogo, porque es un problema respiratorio y los problemas de daño al aparato respiratorio por contaminación del aire son de un neumólogo, naturalmente. Entonces, el neumólogo moderno tiene que saber mucha medicina interna, cardiología, terapia intensiva, es decir, es un sujeto que debe saber intubar en tres segundos, poner una sonda en la tráquea para dar respiración, ha de tener la habilidad para hacer bien una endoscopía y la comprensión absoluta del problema de asma. La alergia es 10 por ciento de este problema y no tiene por qué estar en manos de alergólogos sino de un neumólogo y este debe saber hacer e interpretar pruebas de alergia como un complemento. El perfil del neumólogo moderno es muy distinto al que yo vi en mis maestros. Mi experiencia en la neumología fue cuando el neumólogo era cirujano. "Hubo una época en la que era director del servicio de neumología del Hospital General al mismo tiempo que director de los servicios de neumología del Hospital de Comunicaciones y, del de Ferrocarriles, era cirujano de la Cruz Roja y cirujano de pulmón de la Clínica Londres; de esta manera, con todos estos lugares de trabajo no era raro que tuviera una cirugía diariamente en un sitio o en otro; a veces se juntaban más de cinco cirugías de pulmón en una semana. Esta fue la época más intensa de mi vida porque estuve preparado para ser cirujano de pulmón y estudié de la A a la Z, ya que la preparación en anatomía patológica, medicina interna y cirugía general y luego la de los veintitantos años en la Unidad de Neumología, me dieron la base para poder considerar que dicha preparación como neumólogo y cirujano de pulmón era muy completa; de hecho, siento que sacrifiqué un poco la carrera de neumología para ocupar otros puestos pero realmente no fue sacrificio porque los otros puestos también han sido muy enriquecedores y me han permitido realizar una labor más trascendente; la verdad es que corté la carrera en un sentido para orientarla en otro."
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