Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
25 de mayo 2001


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Se abre el debate sobre homicidio consentido y eutanasia, los mecanismos para enfrentarlos y su posible solución

Con el objetivo de analizar las diversas posturas en torno a la eutanasia, desde una perspectiva interdisciplinaria, así como identificar las diferencias entre homicidio consentido y ésta, y establecer las vías para enfrentar el problema y su posible solución, se organizó un Debate sobre la Eutanasia.

Coordinado por los doctores Fernando Cano Valle, ex director de la FM, y Enrique Díaz Aranda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, el debate se transmitió por teleconferencia a la Escuela de Extensión en Texas, las Escuelas de Estudios Profesionales Aragón e Iztacala y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, dando a conocer la posición de destacados médicos, juristas, estudiosos de la ética y religiosos.

Cabe señalar que durante la inauguración, el doctor Diego Valadés, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, señaló que nuestro país requiere de discutir y analizar el tema en el marco de la libertad de pensamiento que otorga la Universidad Nacional.
En el auditorio del Instituto de Investigaciones Jurídicas se dieron cita estudiosos del tema

 

En el aula de seminarios de ese Instituto, se abordó la eutanasia desde las perspectivas: jurídica, bioética y derechos humanos, médica y religiosa. De manera que en lo que se refiere a la primera, el doctor Díaz Aranda señaló que aunque esté legalizada en Holanda, su regulación establece que el médico no debe sugerir la muerte al paciente terminal, ya que sólo el enfermo tiene la facultad de decidir si va a morir o no.

En México, dijo, tal como está la ley y aplicándola de manera taxativa, el auxilio de muerte es punible con una pena o privacidad de la libertad de uno a cinco años. “Siendo el supuesto más debatido la eutanasia activa directa (cuando el médico priva directamente de la vida al enfermo terminal, quien así lo ha solicitado), en estos casos, de acuerdo con la legislación vigente, se le aplicaría al médico la pena de prisión de cuatro a 12 años.

“En nuestras leyes se puede decir que están reguladas diversas hipótesis aplicables a la eutanasia, de modo que parece que ésta sí está regulada y es sancionada penalmente, es decir, que las conductas de eutanasia son punibles en principio.”

Además señaló que con la experiencia de otros países, la interpretación de la eutanasia y su posible permisión bajo los criterios jurisprudenciales, abre la vía para que en México se pueda empezar a dar solución a los problemas de este controversial tema, tomando en consideración que el Código Penal mexicano es de 1931 y en aquel entonces el legislador penal no pensaba en los problemas de los enfermos terminales, quienes debido a los avances médicos han podido prolongar “su vida”, “agonía” o “dolor”.

“Es importante considerar que el Estado mexicano es un Estado social y democrático, donde el individuo tiene las garantías no solamente a la vida, sino también cuenta con los derechos a la libertad, al libre desarrollo de la personalidad y a la libertad ideológica, lo cual supone que el sujeto no puede ser instrumentalizado por la sociedad y le deben ser impuestos ciertos deberes que le obliguen a continuar en esta vida”.

Por otro lado, dijo que en el Código Penal el suicidio, ni cuando se consuma, es un acto prohibido. De manera que se ha dado el primer paso: informar a la sociedad cuál es, desde el punto de vista jurídico, la regulación vigente, el criterio que se pudiera seguir con la aplicación ciega de la ley, la perspectiva desde el punto de vista de la legislación comparada, y cuál puede ser una primera aproximación para enfrentar jurídicamente el problema de la eutanasia.

Más adelante, la maestra Eugenia Maldonado, al hacer la relatoría de los aspectos bioéticos y derechos humanos de la eutanasia, recordó que a mediados de los setentas renació la preocupación ética vinculada a cuestiones médicas, legales, políticas, sociales y morales, y se introdujo muy evidentemente en la vida pública, con una mayor sensibilidad para el mejora-miento de las condiciones de la existencia y sobre el valor de la vida, entendida como una manifestación de la posibilidad humana, lo que desemboca en una reafirmación de la dignidad del sujeto que abarca hasta el momento de su propia muerte.

“El criterio tradicional de respeto a la vida humana se vincula a los conceptos de la vida: respeto, dignidad, autodeterminación y autonomía de los pacientes, los cuales necesitan su humanización en el campo de la medicina y de la muerte. Los debates sobre el suicidio, la eutanasia asistida médicamente, el aborto, la clonación, la ética de la guerra, etcétera, han abierto un espacio en la ética médica relacionado con temas vinculados a la vida, a la calidad de vida y a la muerte”.

Señaló además la especialista que lo que se refiere a las cuestiones morales y éticas relacionadas con la ayuda que podrían prestar los médicos a los pacientes que deseen morir con dignidad, tiene una importancia primordial para los mismos médicos, los filósofos, los interesados en los derechos humanos, los abogados y el público en general.

“Es importante darnos cuenta de que la ética aplicada tiene que crecer a la par del desarrollo científico y tecnológico, junto con las políticas sociales y las decisiones económicas; habrá que partir de la base de que la vida no puede medirse sólo por su cantidad sino por su calidad; el derecho a la vida coexiste con el derecho a no forzar lazos inhumanos, si suponemos que tiene un origen de carácter sagrado, puesto que se basa en la doctrina de la creación del hombre por Dios y nos vemos enfrentados a una ética de carácter teológico. A ello se contrapone el principio de calidad que parte del supuesto de que la vida sea un valor relativo que comprende todos los datos de la experiencia y comunicación humana, y no sólo una visión acrítica de la vida”.

La moralidad de los actos individuales de la eutanasia y del auxilio médico al suicidio, así como la legalización o despenalización de tales conductas, constituyen unas de las más candentes cuestiones del debate ético-moral-social contemporáneo. Dijo también la maestra Maldonado que es indispensable tener en mente que deben circunscribirse únicamente a los enfermos terminales o a aquellos aquejados de dolencia que haga su vida insufrible e intolerable, quienes deben tener la oportunidad de escoger su muerte y no verse obligados a sufrir un encarnizamiento terapéutico, examinando con todo cuidado las circunstancias en que se solicita el auxilio médico: suicidio asistido y eutanasia pasiva directa; asimismo debe ponerse en marcha un sistema de vigilancia administrativa y médica en relación con estas peticiones para evitar con absoluto rigor todos los abusos posibles; a la par, se debe comprobar que no exista coerción hacia al paciente, de parte del médico, el que debe ser asesorado por un psiquiatra para descartar cuadros agudos de depresión que influyan en la decisión de los enfermos.

Por su parte, el doctor Fernando Cano Valle se refirió a la implicación médica de la eutanasia, de manera que al hablar de la postura del médico, enfatizó que el paciente terminal existe y también la eutanasia; además, con todo ello no se puede obligar al médico a matar a nadie: bajo ninguna condición la eutanasia es un asunto médico, es una expresión cultural.

Retomando aspectos importantes señalados en este punto, dijo que el suicidio asistido como última instancia terapéutica significa pasar de la vida a la muerte con la anuencia del enfermo o de sus familiares cercanos y la participación activa del médico; de manera que se funden deseos en decisiones nada comunes, es decir, permitir o producir la muerte como último recurso médico; por lo anterior la eutanasia confronta tanto al que expone como al que escucha.

Ese proceso implica la aplicación de una solución salina en un primer paso, más adelante otra sustancia que en pocos segundos desconecta del medio a la persona y 30 segundos después otras dos sustancias, mediadoras fundamentales musculares de la neurotransmisión, paralizan la movilidad en lo general y la muerte llega en menos de seis minutos.

Sin embargo, enfatizó que los médicos deben mejorar los cuidados del paciente terminal; además, indicó que la muerte no equivale al fracaso, toda vez que se puede hablar de una reafirmación de la autonomía humana y con respeto a la autodeterminación del enfermo, aspectos que pueden ser el clímax de la relación médico-paciente; en cuanto a lo que se consideraría como negativo se encuentran los aspectos religiosos y culturales, el peligro de sesgo y el probable abuso.

También consideró la importancia del consentimiento informado y el uso selectivo del tratamiento para el sostén de la vida, para lo cual existen las salas de cuidados intensivos, espacios en los que el médico está capacitado, y el equipo de salud está sensibilizado sobre lo que hay que hacer, y dónde cuentan con la mejor tecnología, que no está peleada con el humanismo.

“Para algunos pacientes no morir representa prolongar una vida con dolores, sufrimientos, angustia, aspectos a los cuales los médicos no deben cerrar los ojos. Además, debemos observar lo que piensan otros individuos de la sociedad, por ejemplo en los resultados de una encuesta realizada en el ISSSTE a más de tres mil personas, se encontró que entre 34 y 45 por ciento están a favor de la eutanasia”, concluyó el doctor Cano Valle.

Finalmente, el doctor Jorge Adame Goddard, al referirse a las implicaciones religiosas de la eutanasia, dijo que ésta es una conducta deliberada e intencional que causa la muerte a una persona con el fin de evitar cualquier dolor, en este contexto se incluye la conducta de que quien se quita a sí mismo la vida, de quien pide a otro que se la quite, como el paciente que lo solicita al médico, de quien la quita a otro que lo ha pedido, como el médico que aplica una inyección, así como de quien por decisión propia quita a otro una vida que juzga insoportable, como podría hacerlo un médico o un familiar; este conducir en actos o en acciones deliberadas es lo que puede denominarse eutanasia o suicidio asistido.

“Es diferente la conducta que consiste en la renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados para continuar la vida. La diferencia es que quien renuncia a medios extraordinarios no quiere quitarse la vida sino que acepta la muerte como un suceso natural que ocurre con independencia de su voluntad y no opta por la eutanasia; sin embargo, viene la muerte como un acto voluntario, es decir, por un acto que ocurre por su propia decisión, éste es el punto fundamental para juzgar acerca de la eutanasia. Lo que se juzga es si esa voluntad del hombre de quitarse la vida es justa o injusta”.

Señaló también que el ser humano es sagrado para sí mismo y para los demás, de manera que por esa sacralidad, su vida es un bien ajeno porque es de Dios, “… si se pierde de vista eso y se afirma que la vida es un bien propio, como parece estar implícito en la legalización de la eutanasia, se justificaría no sólo el suicidio sino además el homicidio. Si se acepta que el ser humano es sagrado, el juicio sobre la justicia del acto de darse la muerte es un acto injusto pues constituye una usurpación del derecho de Dios sobre el ser humano”.

Finalmente fue contundente al decir que la eutanasia suprime el dolor corporal y éste es su justificación, por ello la limitación de que se ha de aplicar al enfermo terminal que ya no tiene esperanza de vida; el problema es cómo asumir el dolor, el cual se acepta como un bien superior. “El conflicto es que si el dolor es suficiente para acabar con la vida del paciente, se puede decir, desde el punto de vista de razón natural, que habiendo una vida se puede justificar el soportar el dolor, no es necesario acabar con el dolor con la destrucción de la vida”.