Entrevista con el Señor Guillermo González Estrada
Espíritu de Superación y Destreza



Día a día, transitar por calles, parques y avenidas de la ciudad más grande del planeta y laborar entre edificios de la Universidad más grande de América Latina, dan experiencias que contribuyen a inolvidables vivencias cotidianas entre los habitantes, y en particular entre los trabajadores universitarios. Así, en medio de tubos de ensayo, matraces, maestros y alumnos, se desarrolla la vida diaria de don Guillermo González Estrada, laboratorista del departamento de Farmacología.

Nuestro personaje de la quincena es oriundo de la capital de la República; el señor Guillermo ingresa a la Universidad a los 19 años de edad como trabajador auxiliar. Para ascender a la plaza en la que actualmente se desarrolla, el doctor Rodolfo Rodríguez Carranza ofreció hacerle el examen de oposición para pasar de auxiliar a laboratorista, en la década de los setentas. Al respecto, en entrevista para este medio, el señor Guillermo comentó que su ánimo para realizar dicho examen surgió a partir de la insistencia y exhortación que recibiera por parte de sus compañeros Ruperto López Terrón y Nicolás Pacheco, trabajadores de la FM ya fallecidos, quienes comenzarían un movimiento reclasificatorio en la Facultad.

``Mi trabajo de auxiliar en el departamento de Farmacología consistía en preparar ampolletas, cápsulas y diluciones, que se llenaban y daban a los alumnos para sus prácticas, de ahí surgió la idea de que se nos diera una plaza de laboratorista. Nuestro trabajo era supervisado por la química Consuelo Rosas, extraordinaria persona que nos enseñó muchas cosas; por ejemplo, cuando teníamos tiempo libre nos enseñaba a coser con chaquira pulseras, aretes y anillos entre otras cosas.


``Días antes del examen, el doctor Rodríguez Carranza habló con nosotros, preguntando quiénes queríamos realizar el examen y en qué iba a consistir éste; se trataba de una práctica de toma de presión arterial -realizada en perro-; mis compañeros, entre ellos Nicolás y Ruperto, se negaron, pues opinaban que era parte de su trabajo diario y como tal no era necesario que lo realizaran como parte del examen. Por mi parte, acepté el reto; a mis compañeros, el doctor Rodríguez Carranza les encargó que mantuvieran bien limpios los laboratorios, porque un día pasaría a revisarlos; ellos, por su parte, todos los días limpiaban a conciencia los laboratorios, pero sucedió que el día que no los limpiaron, el doctor llegó; en realidad todo estaba limpio y por eso no les dijo nada; en cuanto a mí, ese día fue el día de mi examen; con detalle don Guillermo explicó: bajé por el perro -en aquel entonces el departamento de Farmacología se encontraba en el segundo piso del edificio ``A''- lo traje, lo inyecté para comenzar a prepararlo; realice la venoclisis en el muslo de una de las patas traseras; posteriormente, la traqueostomía y comencé a preparar el quimógrafo de humo, porque anteriormente era de petróleo. Los jurados fueron el mismo doctor Rodríguez Carranza y el doctor Mendoza, ambos profesores del departamento. Finalmente, les pedí me dieran la gráfica resultante, porque me gustó cómo quedó; pero ellos se negaron, creó que a ellos también les gustó. Inmediatamente, el examen continuó con la práctica de un corazón in situ en tortuga, el cual se inicia con el descerebramiento; se encaja un gancho en el cerebelo de la tortuga, enseguida se cortan las partes angostas del caparazón con una pequeña segueta para separarlo en dos partes y, finalmente se coloca un par de pinzas en la aurícula de la tortuga, las cuales se conectan al quimógrafo. Al término del examen, el doctor Rodríguez Carranza no me dijo el resultado, sino hasta días después, cuando me mando llamar para que subiera a la Unidad Administrativa a realizar el cambio de plaza''.

Con respecto a las tortugas, nuestro entrevistado comentó que después de las prácticas, hace algunos años, el señor Felipe, del pueblo de Atizapán -compañero de trabajo-, acostumbraba a hacerles caldo de tortuga, para no tirarlas a la basura. Los caparazones no los tirábamos, los limpiábamos y barnizábamos; los colocábamos posteriormente encima de una pequeña tabla que servía de base y los hacíamos ceniceros'', sonrió, contento al recordar la anécdota.

-¿Cómo ingresó a trabajar a la Universidad?

-"En esa época era estudiante, cursaba la secundaria y mis padres tenían conocidos que trabajaban en la UNAM, ellos me recomendaron; posteriormente, casi después de cinco años, al ver que en mi trabajo no había grandes posibilidades de ascenso, entré al Cecatis No. 2, para estudiar electricidad.

Respecto a su tiempo libre, el señor Guillermo destacó que con sus estudios de electricista, desde entonces y hasta la fecha, se desempeña en el oficio fuera de la Universidad, y afirmó que ambos trabajos le gustan mucho.

Acerca del Programa de Calidad y Eficiencia, comentó que es un buen proyecto pues beneficia a los trabajadores, ``pero siempre y cuando las comisiones sean justas". Al respecto, comentó: ``tengo 34 años de trabajo y este año me calificaron con un nivel B, el año pasado obtuve un nivel C; sin embargo -añadió con cierta tristeza-, existen compañeros con poco tiempo de trabajo y jóvenes que les dan un nivel E, de excelencia''.

Desde su ingresó a la Universidad, el señor Guillermo siempre ha trabajado en el departamento de Farmacología y piensa jubilarse ahí porque le gusta su trabajo.

-¿Qué le gustaría hacer en lo futuro?

-``Presidente -contestó en broma, pero sin titubear-. Mire, me gusta mi trabajo y por la situación en la que se encuentra el país sería difícil dejar de trabajar, pues disminuirían mis ingresos, finalizó.