Convivencia con la depresión: la vida y la depresión según José Alfredo Jiménez 

La vida no vale nada, 
comienza siempre llorando 
y así llorando se acaba, 
por eso es que en este mundo, 
la vida no vale nada. 

Con el objetivo de revisar y aplicar aspectos de carácter clínico y técnico sobre la depresión, el departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la FM organizó la conferencia Convivencia con la Depresión: La vida y la depresión según José Alfredo Jiménez, enfermedad, que según dijo el doctor Alejandro Díaz Martínez, jefe de dicho departamento, "habría que aceptarla porque vivimos con ella la mayor parte de nuestra vida, con casos dentro de nuestras familias o entre amigos cercanos". 
.
La depresión es una enfermedad hereditaria que padecen todas las personas en mayor o menor intensidad; se presenta con mayor frecuencia en las mujeres jóvenes (alrededor de los 25 años de edad) y en personas después de los 60 o 65 años, en las que se hace más patente; también aparece en el periodo de posparto en donde se llegan a presentar cuadros graves. Asimismo, puede brotar cuando una persona tiene una infancia triste y vive en un ambiente que presenta constantemente disyuntivas; y, desde luego, en niños maltratados, sobre todo en aquellos que no reciben afecto, por lo que es probable que a lo largo de su vida desarrollen cuadros depresivos con mayor intensidad; además, este padecimiento se relaciona con otros trastornos en los que se presentan síntomas depresivos que nunca son identificados. 


En lo que se refiere a los aspectos sociológicos de la depresión, el doctor Mario Gómez Espinoza, jefe del departamento de Educación Continua, explicó que al combinarse una baja tolerancia a la frustración y a la ansiedad en las personas se facilita la aparición de cuadros depresivos. Estos efectos depresivos pueden ser provocados por las constantes alteraciones en la economía de los países, que influyen en forma notable en las estructuras sociales (familia, escuela, iglesia y tradiciones), facilitando una mayor sensación de inseguridad y, como resultado, se tienen estados de ánimo alterados. 

Por su parte, la doctora Silvia Ortiz León, Coordinadora del Programa de Salud Mental del departamento de Psiquia- tría, abordó el tema del Suicidio, término que Durkheim define como el acto en el que cualquier individuo, por un sinnúmero de motivos, se quita la vida. En la actualidad, dijo, se habla de diversos tipos de suicidio, entre ellos: 1) Suicidio consumado, es decir, todo acto que intuye muerte, resultado de una actividad peligrosa para la existencia. 2) Intento suicida, acto potencialmente peligroso para la vida, como podrían ser actividades laborales o deportivas o de otro tipo como las ideas suicidas directas o indirectas. 3) Suicidio anómico que se atribuye, según Durkheim, a traumas, catástrofes o pérdidas, o como la resultante de la combinación con otros factores como el ordenamiento so- cial y la soledad, que serían los motores más importantes para causar el cuadro depresivo que culminaría con el suicidio. 

Al hablar de estadísticas, la doctora Silvia Ortiz aseguró que en nuestro país el incremento de suicidas se debe en gran parte a la sobrepoblación y a otros factores: economía, familia y hacinamiento. Por otra parte, en encuestas realizadas en el Distrito Federal se encontró que 36.9 por ciento ha tenido la idea de suicidarse. Mientras que existe un 12 por ciento de niños suicidas y un 3 por ciento de menores escolares que lo han intentado. 

Más adelante, el doctor Moisés Alvarez Rueda explicó algunos hallazgos observados en estudios realizados en el cerebro, a través de electroencefalograma clínico, que están correlacionados con algunos aspectos de la enfermedad depresiva. Y, en cuanto a lo que se refiere al tratamiento, la doctora Claudia Fouilloux Morales, Coordinadora del Curso de Posgrado del Departamento de Psiquiatría, dijo que se utilizan medicamentos y terapias para ayudar a los pacientes con problemas de depresión. Las terapias consisten en ayudar al paciente a aceptar su enfermedad, mismas con las que se intenta que el paciente se sienta cada vez mejor y evolucione hacia su curación. En lo que se refiere a los medicamentos antidepresivos, dijo que se proporciona al paciente información para su uso, duración y efectos; sin embargo, el médico debe tomar en consideración los efectos, pues al suministrarse en pacientes maniaco-depresivos se puede activar la fase maniaca. 

Finalmente, el psicólogo Alfredo Espinoza, egresado del Centro Hospitalario 20 de Noviembre, ISSSTE, en su expo- sición titulada El Aciago Fulgor de la Desdicha según José Alfredo Jiménez, dijo que: "José Alfredo Jiménez hace de la desdicha una de las más sólidas instituciones mexicanas y una de las bellas artes. Si logramos realizar una en- cuesta de las canciones que más cantan y sienten los mexicanos, encontraríamos con toda seguridad que en el `hit parade' del alma nacional estarán dos o tres canciones de José Alfredo entre las 10 de mayor popularidad. 

"Víctimas de las acometidas de un destino feroz, los mexicanos reactualizan sus traumas y complejos en sus coplas de amor despechado; en gran parte responsabilizan a la mujer, pero no a la madre, sino a esa otra mujer, la de pechos malos, aunque a veces muy buenos, de haberlos humillado en su resistencia, tentándolos, haciéndolos caer en las trampas del amor para hundirlos luego en un desamparo absoluto. Buscan en la taberna el refugio que antes encontraban en la madre y sustituyen la tetera por la botella, pero la gratificación oral no termina por complacerse hasta que encuentran la voz con la que se sintonizan los desventurados, confiesan a la vida que la ingrata los abandonó; y piden, otra vez, la misma canción que los hiere y que cantan aullando. 

 Me cansé de rogarle, 
Me cansé de decirle 
que yo sin ella, de pena muero. 

"Frente a una copa de vino, la aristocracia y la vecindad, los románticos y los rockeros, la izquierda y la derecha, el centro de la provincia, comienzan la fiesta en distintos ambientes; pero saben que las horas se oscurecen por los ritmos y todas las emociones desembocarán en las canciones de José Alfredo Jiménez; los mexicanos cantan a pecho abierto el íntimo infortunio de sus doloridas almas, el aciago fulgor de su desdicha como si cantaran al mundo, los verdaderos sentimientos de la nación. 

"La voz se afina en el desconsuelo y se condimenta en la compleja y confusa mezcla de efectos denotados y alcoholes de alta graduación hasta que súbitamente, desde las profundidades de los corazones rotos, emergen las penas y las pasiones soterradas a través de una abrupta, impúdica catarsis que se complace en exhibir su desconsuelo en un espectáculo patético que termina por amanecerlos y que por vida de Dios santito, solamente los muy hombres soportan tanto dolor. 

Con dinero o sin dinero 
hago siempre lo que quiero 
y mi palabra es la ley. 

 "¿Cómo explicar que una canción pueda ser cantada al unísono por el señor presidente y por los parias, por los empresarios y los obreros, por la inaccesible y caprichosa clase media con las mismas ganas, con idénticas actitudes y casi con la misma seguridad de haber sido compuesta exclusivamente para cada uno de ellos? Habiendo demos- trado sus valentías, los machos gritarán, en el clímax de los rituales de la embriaguez su más secreto y auténtico nombre: el rey. 

"¿Cómo un hombre casi analfabeta pudo captar tan certeramente la nómina básica de afectos desde los años 50 hasta la actualidad? Parte de la respuesta la proporciona su propia biografía que es muy parecida a la de millones de mexicanos. Su familia estaba constituida como la mayoría de las familias, con exceso de madre, ausencia de padre y abundancia de hermanos. José Alfredo Jiménez según cantaba, no tuvo los desagradeceres por no ser hijo del pueblo, pero muy pronto se convenció del pobre valor curricular que se tenía con ese título. Como hijo del pueblo, incursionó en los oficios a los que obliga la pobreza y los apremia con la sobrevivencia. Truncados sus estudios tuvo que emigrar a la gran ciudad de México, que entre guiños y espejismos ofrecía sus cuentas de vidrio; José Alfredo Jiménez fue mesero, boxeador, vendedor de zapatos y, pese a que no sabía ni tocar la guitarra, esperaba convertirse en compositor de canciones o por lo menos futbolista. Su orgullo y su franqueza provincianas, nunca superadas pese a su éxito superior, quedaron impresas en cada composición; eran testimonio de los emigrantes, de los recién avecindados de la metrópoli; encarnaba el modo de personaje urbano que jamás abandonaría su memoria de hogar, pero la memoria habla y José Alfredo recuperaría en sus canciones los duelos que cargaba. A los seis años murió su perro consentido, a los 9 su padre, a los 27 su hermana.. 

"La ciudad era falsa e indiferente mientras que el pueblo era sincero y hermoso. Las ciudades destruyen las cos- tumbres, cantaba recordando su pueblo en donde su arraigo e identidad se mantenían incólumes, evocándolo al sentirse presa vulnerable de una multitud de seres anónimos y solitarios, quizá como para tener un amuleto contra la zozobra. El dolor decidirá en los años infantiles, donde todo se sabía, los sentimientos eran compartidos, los sueños eran comunales, el más íntimo secreto se convertía en uno de los más sabrosos chismes; pueblo chico, infierno grande. Todos apuntan, ríen a las espaldas, murmuran, crecen cuernos, ennegrecen las palomas cuando la mujer traiciona, todos saben con quién, excepto el traicionado, pero saben que la historia que de otros se cuenta en voz baja, puede ser la propia; y ahí mismo, en el confesionario más popular, es decir, la cantina del pueblo, se solidariza con los despechados. 

"No es oficio del compositor sino el rato de la inspiración lo que hacía creativo a José Alfredo Jiménez que decía: `así ha sido siempre mi vida, un suceso, una tragedia, una decepción la convierto en canción, es el medio para limpiarme el alma, es el medio para consolarme, es el medio que utilizo para trasmitir a mi gente mis sentimientos, porque ¿quién no tiene un dolor? Por eso el pueblo ha hecho suyas mis canciones'".