Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
10 de julio 2003

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Dr. Eduardo Liceaga
Director de la Facultad de Medicina (1889-1911)

Hombre emblemático, médico de reconocida calidad, pero particularmente figura de autoridad de la medicina mexicana del final del siglo XIX y principios del XX, el doctor Eduardo Liceaga ha sido uno de los más eminentes directores que ha tenido la Facultad de Medicina en su historia. Este hombre que nació en la ciudad de Guanajuato el 13 de octubre de 1839, inició sus estudios, en la Escuela Nacional de Medicina, dirigida en 1859 por el doctor Ignacio Durán, quien alentó las inquietudes del joven Liceaga.
En 1861, una circunstancia fortuita le permitió obtener la beca que el gobierno de Guanajuato dispensaba para estudiar medicina. La Escuela por ese entonces contaba con 52 alumnos internos y de entre ellos fue seleccionado Eduardo Liceaga para ocupar el cargo de subprefecto del Establecimiento. En esto influyeron sus méritos como estudiante, ya que como recordaría más tarde. “Desde el primer año, había obtenido la primera calificación y el primer lugar; así seguí en los cuatro siguientes”. Cuando cursaba el cuarto año, ganó la oposición para obtener el cargo de ayudante de medicina operatoria. Posteriormente, en 1865 recibió de manos del Emperador Maximiliano una medalla de oro por haber sido el mejor alumno de todos los cursos. Finalmente, en la noche del 9 de enero y la mañana siguiente de 1866 sustentó un brillante examen profesional.
En 1868, se inscribió en el concurso para cubrir la vacante de profesor adjunto de medicina operatoria. Su temor para competir, se alejo cuando el director, no sólo le aconsejo que se presentara al concurso, sino que le suplicó que lo hiciera, pues le explicó “al expedir la convocatoria lo hice con el propósito de que usted se presentara”. Posteriormente, ante el retiro del doctor José María Vertiz, Liceaga se convirtió en titular de la cátedra.
Gracias a su amistad con la familia de Romero Rubio tuvo la oportunidad de conocer a la futura esposa de Díaz, Carmelita Rubio. Amigo también del presidente Porfirio Díaz, en 1883 acompañando a las familias Díaz y Rubio, viajó a los Estados Unidos, donde no dejó pasar la oportunidad de estudiar la ginecología “con los mejores cirujanos de Nueva York, asistiendo a las lecciones del profesor Emmett, Thomas Gaillar y de Hunt”

Director de la Facultad de
Medicina

En 1899, fue designado director de la Escuela de Medicina, cargo que desempeñó hasta 1911. Firmemente convencido de que: “En México la enseñanza de la medicina es deficiente.” Durante su gestión al frente de la antigua Escuela de Medicina se interesó en reformar el plan de estudios. Este interés nació cuando, en 1893, con los doctores Rafael Lavista y Francisco Chacón, formuló un proyecto de Ley de la Enseñanza de la Medicina, que poco después fue convertido en ley. El fin del programa propuesto era “... hacer la enseñanza verdaderamente objetiva, y por este motivo es necesario que muchas de las demostraciones que se hacen ante los alumnos sean precisamente experimentales... En Fisiología nada remplaza por completo la experimentación a la observación directa de los fenómenos... No basta escuchar la exposición oral de un buen profesor o aprender de un buen libro de texto: es necesario ver”.
Como médico tuvo acentuada vocación por el estudio de la bacteriología, la ginecología y las enfermedades mentales y de niños. También dio un gran impulso a la creación de especialidades. En 1906, don Eduardo Liceaga inició en la Escuela de Medicina un programa de cursos para graduados de diversas especialidades (ginecología, oftalmología, dermatología, psiquiatría, pediatría médica y quirúrgica, anatomía patológica y bacteriología). Siendo director de Medicina, en 1902, fue nombrado miembro del Consejo Superior de Educación Pública; y desde ahí, continuó la lucha que inició durante el II Congreso Médico Mexicano por uniformar la enseñanza de la medicina en todo el país. También estando al frente de la Escuela, fue elegido para formular junto con el ingeniero Roberto Gayol, el proyecto del Hospital General, que fue inaugurado en 1905, siendo el doctor Liceaga responsable de la dirección médica y sanitaria de la obra.
Profesor ejemplar y distinguido universitario, siendo director de la Escuela de Medicina, fue de los primeros en obtener, en 1910, el grado de doctor ex Oficio conforme a la ley constitutiva de la Universidad, reinaugurada durante las fiestas del Centenario de la Independencia Nacional.

Médico moderno

Además de sus aportaciones a la salubridad, que se plasmaron en la promulgación del Código Sanitario de 1891, así como sus esfuerzos para crear la Oficina Sanitaria Internacional, el doctor Eduardo Liceaga, fue introductor en México de modernas técnicas para aliviar enfermedades que en Europa y América tenía siglos de existir. En 1888 Liceaga, trajo la cepa del virus rábico usado por Pasteur, en 1885, y que sirvió al doctor Nicolás Arellano para obtener muestras en médula espinal con el virus atenuado de la rabia. Esto fue esencial para efectuar la primera vacunación antirrábica en todo el continente, que se aplicó a Isidro Delgadillo, niño mordido por un perro rabioso en Texcoco. Posteriormente, el 25 de noviembre de 1910 en el Hospital General de México se efectuaron las primeras pruebas con el NeoSalvarsán o 914, que arrojaron resultados positivos. Posterior a la reacción de Wasserman, dos enfermos fueron inyectados con siosidiamido arseno benzol por el doctor Fernando López. El producto había llegado al país a través del doctor Eduardo Liceaga, quien obtuvo algunas dosis por medio del doctor Manuel Barreiro, secretario de la Legación Mexicana en Berlín.
Sirvan estos pequeños ejemplo para aquilatar la valía de un hombre, al cual Francisco Fernández del Castillo, uno de sus distinguidos biógrafos, pintaba con estas sugerentes palabras: “Modelo de médico, de caballero, de patriota y de hombre de Estado, aprovechó inteligentemente las ocasiones que se le presentaron para transformar las condiciones de la salubridad de México, ya que fue confidente, consejero y amigo de Porfirio Díaz”
En 1913, poco después de que Huerta tomara el poder, el doctor Licega, presentó su renuncia a la presidencia del Consejo Superior de Salubridad, luego se retiraría del organismo y finalmente el 14 de enero de 1920, murió a la edad de 81 años.

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