El idioma en España, llamado en sus inicios castellano por provenir de la antigua
Castilla y que posteriormente se extendió por la mayor parte de la Península
Ibérica, es conocido también como idioma español. Pertenece al grupo de las
lenguas romances, por haberse derivado de la lengua hablada en Roma, el latín. Al
mismo tiempo que el latín culto o literario (sermo nobilis) que empleaban las clases
distinguidas y los literatos, se hablaba también en Roma un latín más impropio,
reflejo de hablar de otras clases sociales, soldados, comerciantes, la plebe; por lo
que se ha llamado sermo rusticus, sermo plebulus o sermo vulgaris. No era una
lengua diferente al latín literario o culto; era, sencillamente, el latín de las clases
iletradas, más libre y espontáneo, que no tenía ni el léxico selecto, ni la riqueza,
ni la variedad de formas gramaticales, ni la elegancia del latín empleado por las
clases cultas y en las obras literarias. Este latín vulgar fue evolucionando a través
de los tiempos, y sus cambios fueron mayores a medida que sufría las influencias
de los pueblos conquistados por Roma y en los que imponía su dominio. España
o Hispania, fue uno de éstos. Ello dio lugar a la formación, en los diferentes países
conquistados, de varias lenguas que por derivarse del habla romana, son llamadas
romances o neolatinas.
El idioma español, independientemente de su origen latino, ha incorporado,
vocablos provenientes de otras lenguas: griego, antiguo germánico, árabe en gran
porcentaje, y en tiempos más recientes, palabras del inglés y francés, así como
centenares de voces americanas y aún filipinas. A semejanza de la Academia
Francesa, que cuida la pureza de su idioma, nació en España, la Real Academia de
la Lengua, con igual propósito: limpiar, fijar y dar esplendor al idioma español.
El lenguaje es un instrumento vivo y como tal, sufre igualmente de cambios
originados por la propia evolución de la sociedad. El idioma español, más propio
que llamarlo castellano, no podía ser ajeno a esa evolución y fue aceptando
vocablos del habla popular, así como extranjerismos, algunos innecesarios,
originando el enriquecimiento del caudal lexicológico, sin perder calidad.
Actualmente el español es hablado por no menos de 300 millones de personas en
el mundo; desde luego en España, Hispanoamérica y comunidades en diferentes
países, especialmente en los Estados Unidos, colocándose como la tercera lengua
del planeta.
Si en el pasado era el pueblo quien introducía modificaciones y agregados al
idioma, en este tiempo de comunicaciones masivas, son principalmente los
comunicadores (publicistas, periodistas y locutores de radio y televisión), junto con
los malos traductores, los causantes de degradar el idioma al introducir vocablos,
principalmente ingleses, las más de las veces, innecesariamente, pues contamos con
el suficiente número de palabras y una generosa sinonimia que lo hace elegante y
muestra la calidad intelectual de quien lo escribe.
Sin embargo, los avances científicos en países de lenguajes diferentes al nuestro,
nos obligan en muchas ocasiones a tomar prestadas las palabras que no hay en
nuestro vocabulario. En sí, el problema se presenta al españolizarlas con acepciones
impropias del español y aceptando su significación de origen.
Ejemplifiquemos:implement, en inglés, tiene varias acepciones: en español,
implemento o herramienta. Al usar implementar por establecer, instituir e
implantar, o dotar se comete un claro dislate. Igualmente es preocupante advertir
la pobreza lexicológica en las personas señaladas anteriormente, a las que hay que
agregar escritores de cierto prestigio y no dejemos fuera, aunque sea penoso
decirlo, a catedráticos universitarios.
El uso correcto del lenguaje, obliga a consultar frecuentemente diccionarios, de
sinónimos y antónimos y por supuesto, gramática, sobre todo en caso de duda;
además de que nos permite enriquecer nuestro vocabulario de uso diario y sería
imperdonable no hacerlo, sobre todo los escritores, que deben dar ejemplo del buen
uso de nuestra lengua.
Un distinguido escritor contemporáneo, don Andrés Henestrosa, escribió en
semanas pasadas los renglones que a continuación transcribiré por considerarlos
muy a propósito para éste tema:
"El idioma es la patria; es la sangre del espíritu. Guardarla, pulirla, enriquecerla,
siempre fiel a sus orígenes, es la forma de ser alguna parte. Un pueblo existe
mientras habla su idioma; desaparece cuando su lengua desaparece".
*Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina.