Gaceta
Facultad de Medicina UNAM
25 de agosto 2003


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San Cosme y San Damián: Patronos de la Medicina

Hist. Jorge Zacarías
Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina.

La iglesia Católica de la Edad Media se dio a la tarea de hacer una lista de 14 santos a los cuales se les invocaba para librar a los fieles devotos de distintas y variadas enfermedades o padecimientos; a estos santos se les conoce hasta hoy como los “Catorce Santos Auxiliares” y son personajes de los que nos ocuparemos por separado en otras ocasiones. Dichos santos son: uno, San Jorge; dos, San Blas; tres, San Erasmo, cuatro, San Pantaleón; cinco, San Vito; seis, San Cristóbal; siete, San Dionisio; ocho, San Ciriaco; nueve, San Acacio; diez, San Eustaquio; once, San Gil; doce, Santa Margarita; trece, Santa Bárbara, y catorce Santa Catalina.
Como podemos ver en esta lista no están incluidos los santos Cosme y Damián, mártires, a quienes se les ha considerado desde tiempo inmemorial como los patronos de la medicina (al igual que al evangelista San Lucas) de quien nos ocuparemos en este estudio.
San Cosme y San Damián fueron dos hermanos originarios de Egea, Arabia, médicos muy distinguidos durante los reinados de los emperadores Dioclesiano y Maximiano. Eran estos médicos los menores de otros tres hermanos llamados Antimo, Léonico y Euprepio, quienes también sufrieron el martirio por la fe cristiana y quienes son santos. Según sus biógrafos, se sabe que Cosme y Damián obraban curaciones admirables de enfermedades graves o irremediables, gracias a su ciencia médica y también, como dice el Misal Romano: “la eficacia de sus remedios consistía en el nombre del Señor, y en la señal de la cruz que sobre los enfermos nunca omitían”; lo que hizo que su fama extendiera no sólo en su país, sino en gran parte del orbe conocido.
Se sabe que estos santos comenzaron al mismo tiempo un eficaz y continuo apostolado cristiano, convirtiendo a gran cantidad de paganos, lo cual fue la causa de que fueran denunciados ante el procónsul, representante del Emperador romano, quien en ese momento, en Arabia, era Lisias, y fue éste el que los hizo comparecer ante sí y quiso obligarlos a ofrecer sacrificios a los dioses romanos, más al ver la negativa de realizar tal acto y de confesar sin temor su cristianismo, Cosme y Damián fueron sometidos a padecer los suplicios más atroces, siendo maniatados y encadenados para después ser arrojados al mar, sin embargo milagrosamente se salvaron de la muerte. Al enterarse de lo sucedido, el procónsul mando azotarlos de manera muy cruel y más tarde ser arrojados a una hoguera, de donde, por otro milagro, salieron ilesos; creyendo Lisias que esto era obra de la magia, mando apedrearlos, los hizo sufrir el tormento del potro y así descoyunturarlos para finalmente mandarlos decapitar hacia el año 303 d. C. Sus cuerpos fueron trasladados al antiguo templo de Rómulo, después convertido en iglesia cristiana católica a ellos consagrada. Muchas ciudades, pueblos y aldeas del mundo han tenido a bien tomar como patronos de sus comunidades a San Cosme y San Damián y como ejemplo podemos mencionar una región de Navarra, España, llamada Andocilla, en donde tienen festividades peculiares para honrar a este par de “Santos Médicos de Cristo” como también se les conoce.
En México o mejor dicho en la Nueva España, el culto a estos santos se difundió de manera singular ya que lo mismo se les veneraba en pequeños nichos dentro de alguna iglesia o en templos construidos especialmente para su culto y veneración, al igual que se levantaron conventos que le dieran renombre a determinados barrios o poblados, como hoy día lo vemos dentro de la ciudad de México. El culto, según lo que hemos podido constar, se difundió en el centro del país y más aún, se extendió hasta lugares como la Antigua Nueva Vizcaya, hoy el estado de Durango.
Es también en la época colonial, cuando se funda la Cofradía de San Cosme y San Damián, en cuyo seno se agruparon los cirujanos, los boticarios, los flebotomianos, los farmacéuticos y al parecer las parteras; cabe decir que las cofradías son hermandades de tipo religioso en donde se agrupaban los distintos gremios con el fin determinado de ayudarse mutuamente y que, dicho sea de paso, tienen sus orígenes en la Europa medieval.
Uno de los más grandes privilegios a los que podía optar una Cofradía o Archicofradía, era el poseer una capilla propia en alguna catedral y más aún si se trataba de la Catedral de la Capital de la Nueva España; pues bien, fue tan importante y seguramente tan rica y poderosa la Cofradía de San Cosme y San Damián, que tuvieron capilla propia en dicha catedral, y que por fortuna se conserva con toda su magnificencia y esplendor. Ahí podemos apreciar, gracias a las excelentes pinturas de grandes artistas como Sebastián López Dávalos, quien por cierto, es un artista poco conocido, distintas escenas de la vida de estos santos como médicos y cirujanos, normalmente revestidos con toga, muceta y birrete, al igual que las escenas de su cruel martirio; dichas pinturas están colocadas en un maravilloso retablo barroco del siglo XVII (c. 1650).
Como se puede apreciar, este tema da para mucho, y es por ello que desde hace algún tiempo el doctor José Sanfilippo, jefe de Enseñanza del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina de la Facultad de Medicina, y él que este artículo firma, estamos haciendo una investigación profunda sobre la influencia y repercusión, al igual que la devoción, que los gremios médicos y la sociedad en general tuvo para con San Cosme y San Damián. Confiamos llegar a buen término y ver pronto publicado este estudio en un libro.

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