Centenario del nacimiento de Salvador Zubirán Anchondo
En emotiva ceremonia para todos los universitarios y, particularmente, para la comunidad médica del país, sobre todo para sus amigos, y para él mismo, el doctor Salvador Zubirán Anchondo fue homenajeado por altas autoridades universitarias y del sector público, por razón de su cumpleaños número cien. Acompañaron al eminente médico los doctores Francisco Barnés, rector de la UNAM; Guillermo Soberón, Pablo González Casanova y Octavio Rivero, ex rectores de nuestra máxima casa de estudios; Juan Ramón de la Fuente, secretario de Salud; Donato Alarcón, director del Instituto Nacional de la Nutrición y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM; Alejandro Cravioto, director de la Facultad de Medicina; Ignacio Chávez, director general del Instituto Nacional de Cardiología; Manuel Campuzano, miembro de la Asociación de Médicos de este instituto; Manuel Cárdenas, presidente de la Academia Nacional de Medicina, y las autoridades universitarias Xavier Cortés Rocha, secretario general de la UNAM; Francisco Bolívar Zapata, coordinador de la Investigación Científica, y Francisco Rojas Gutiérrez, presidente del Patronato Universitario. El primero en hacer uso de la palabra en este homenaje fue el rector de la UNAM, Francisco Barnés, quien resaltó la oportunidad de festejar el centenario del natalicio de un "gran hombre que ha transitado durante su vida formando hombres, creando instituciones, dejando a lo largo de su paso una huella que ha marcado el camino de muchos", dijo el titular de la UNAM; y agregó, "en el doctor Zubirán encontramos reunidos el compromiso de un hombre con sus conciudadanos, un profesionista y político con las instituciones y de un mexicano con su país; un hombre que con su tesón contribuyó profundamente a la construcción de la medicina moderna en México. Un hombre que participó entonadamente en la consolidación de los principios y pilares de una universidad próspera moderna". El rector de la UNAM comentó que Salvador Zubirán nació en el México porfiriano, en una de las entidades con mayor crecimiento en aquel entonces, el estado de Chihuahua. En ese país donde recientemente se había iniciado la Revolución Mexicana; así, la adolescencia del doctor Zubirán quedó impregnada de la sensibilidad necesaria para percibir los problemas que aquejaban a México y que lo determinaron a asumir una actitud comprometida con su futuro. "En 1913, señaló el rector, en pleno movimiento revolucionario, Salvador Zubirán Anchondo entró por las puertas de San Ildefonso a la Universidad Nacional. Durante los siguientes 85 años ha permanecido venturosamente unido a ella, primero como estudiante, después como maestro y más tarde como rector, siendo el creador y fundador del magnífico campus de Ciudad Universitaria. Fue, además, miembro de la Junta de Gobierno de nuestra institución, profesor emérito de la Facultad de Medicina desde 1966 y recibió el grado de honoris causa en febrero de 1979". Asimismo, el doctor Barnés de Castro recordó que en 1938, a las órdenes del general Lázaro Cárdenas, el doctor Zubirán ayudó a la inmigración de intelectuales españoles en México, quienes llegaron a enriquecer a nuestro país y en particular a nuestra Universidad. Para concluir, el rector de la UNAM dijo: "la amistad es un privilegio, doctor Zubirán, que se torna sublime sólo cuando es compartida con gente de su hechura. Todos los universitarios deseamos que pueda festejar con salud y alegría, y en compañía de su familia y de los amigos que tanto lo aprecian, este centésimo año de su vida, una vida pletórica de logros y satisfacciones. Muchas gracias doctor Zubirán, muchas gracias por lo que ha hecho por esta Universidad". Inmediatamente después de sus palabras, el doctor Barnés le hizo entrega al festejado de la medalla conmemorativa que la UNAM acuñó para la ocasión y que pertenece a la colección conmemorativa del centenario de los natalicios de sus ex rectores.
Salvador Zubirán, rector
Por su parte, el doctor Guillermo Soberón, ex rector de la Universidad y titular de la Fundación Mexicana para la Salud, amigo cercano del doctor Salvador Zubirán, refirió aspectos que permiten identificar el perfil del gran universitario como rector; así, señaló varias etapas: "Salvador Zubirán, dijo, ingresó a la Universidad como estudiante preparatoriano en 1913, año de la Decena Trágica. Durante su formación profesional vivió los avatares de la lucha revolucionaria, así como la definición de la Constitución Política Mexicana, de gran contenido y proyección sociales; y como joven médico, le tocó presenciar y participar en la edificación de las instituciones y programas que emergieron de los primeros gobiernos posrevolucionarios. Fue colaborador cercano de Lázaro Cárdenas y participó en el proceso de facilitar el exilio español a México, lo que da cuenta de su acendrado nacionalismo y su devoción por la reivindicación de las causas sociales en nuestro país: educación, salud y buena nutrición. Luego de haber obtenido el título de médico cirujano y partero en la Escuela Nacional de Medicina de la Universidad de México, insatisfecho con los conocimientos adquiridos y deseoso de ser mejor para servir con gran eficiencia, ingresó en la Universidad de Harvard, donde realizó estudios de medicina interna y adquirió experiencia en técnicas de laboratorio y metabolismo vasal. A su regreso a México fue el primero que aplicó insulina a los diabéticos, de esa experiencia obtuvo rigor científico y un inagotable afán por perseguir la excelencia. De ahí su interés por las condiciones que prevalecían en la Universidad Nacional Autónoma de México a principios de 1946, pues la casa de estudios refundada en 1910 por Justo Sierra, que consigue su autonomía en 1929, en sus primeros 34 años de existencia estuvo continuamente sacudida por conflictos que interferían con sus actividades, por lo que surge otra motivación de Zubirán que no puede ser soslayada: poner al servicio de su alma mater su talento, liderazgo y demás dotes personales, pues ya era poseedor de un bien ganado prestigio por su éxito profesional que abarcaba varias facetas, médico, profesor y funcionario. Lo primero que vale resaltar de su gestión como rector de 1946 a 1948 es que, una vez convencido de su decisión, asumió su responsabilidad con firme determinación, como lo expresara en su discurso inaugural: `el bochornoso atropello sufrido por la Universidad en los últimos días, no logró menguar la firme decisión de poner a su servicio mi modesto esfuerzo; vengo lleno de optimismo y de fe, no sólo animado del sentimiento de cumplir con un alto deber sino también con la encendida llama del entusiasmo y del cariño por el instituto, cuna y fuente de nuestra cultura'. En ese discurso, señaló Guillermo Soberón, elabora, sobre las condiciones prevalecientes en ese entonces en la Universidad, un enunciado de los propósitos que intentaba cumplir y que valen la pena recoger: encauzar a la Universidad por senderos de orden y disciplina, luchar enérgica y tenazmente por su vida académica, allegar a la Universidad el apoyo moral y económico unánime y efectivo de la sociedad, y erigir la Ciudad Universitaria.
"Además, sabedor de los grandes obstáculos que tendría que enfrentar, finalizó su discurso con una advertencia: `si en mis manos está contribuir a su exaltación, ello habrá de constituir la satisfacción y el orgullo más grande de mi vida, y si me veo obligado a abandonar la lucha, porque mi dignidad y mi decoro así me lo exigieran, tendré también la íntima satisfacción de haber cumplido con mi deber'; palabras premonitorias, pues 25 meses después sería brutalmente arrancado de su cargo por un grupo nefasto de malos y falsos universitarios movidos por oscuros intereses. Pese a ello, la tarea del rector Zubirán cubrió paralelamente varios aspectos, como los académicos, los administrativos, los legislativos, los financieros y la construcción de la Ciudad Universitaria. "Elevar el nivel académico fue el motor de su labor. Para ello, buscó el incremento de la eficiencia educativa, pues las cifras de reprobación y deserción estudiantiles, así como el ausentismo magisterial eran impresionantes; se adentró en la problemática que determinaba altos niveles de reprobación y deserción mediante estudios sociales y pedagógicos, aplicó estrictamente el reglamento en lo que corresponde a la disposición de pertenencia a la Universidad a quienes reprobaran tres veces una misma materia, o en 10 ocasiones distintas materias a lo largo de una carrera. Continuamente exhortó a los profesores a cumplir con su compromiso e introdujo mejores controles de asistencia que abatieron el ausentismo, extendió el número de quienes laboraban íntegramente para la Universidad, por lo que se llegó a contar con 14 profesores de carrera, 10 investigadores de carrera y siete profesores de tiempo completo.
"A partir de 1947 dio forma orgánica al Colegio de Directores de Facultades y Escuelas que, al tiempo de permitirle discutir con tales autoridades cuestiones escolares y académicas, lo cual enriqueció el proceso de reforma, traería como consecuencia un mayor compromiso con las modificaciones emprendidas. También integró el Colegio de Profesores e Investigadores de Carrera, creó la División General de Actividades Académicas y de Difusión Cultural, con tres principales cometidos: centralizar e impulsar tales actividades a cargo del servicio editorial, del servicio técnico de bibliotecas, de Radio Universidad y de la Orquesta Sinfónica, además de promover la difusión popular de la cultura y los servicios de la escuela de verano; mejoró las relaciones con instituciones universitarias nacionales y extranjeras, con el fin de enriquecer el intercambio de estudiantes y profesores. En este orden de ideas tuvo gran relevancia la Feria del Libro Universitario, la participación de la UNAM en la Segunda Conferencia Internacional de la UNESCO, celebrada en México en 1947, y la conmemoración del centenario de don Justo Sierra, quien fue proclamado maestro de América. Asimismo, promovió los llamados cursos de invierno, ciclos de conferencias a cargo de profesores distinguidos dedicados sobre todo a profundizar en tópicos impartidos en las escuelas y facultades, con el fin de dar oportunidad a los estudiantes más interesados de empaparse en conocimientos de frontera. Era su firme convicción que una Universidad tiene que abarcar tanto las ciencias como las humanidades, y así, vinculándolas, trasmitirlas a los educandos, por eso se empeñó en fortalecer a las facultades de Ciencias y de Filosofía y Letras, a las que consideraba que debían constituirse en pivotes de la educación universitaria, vincular la docencia y la investigación, y desterrar la enseñanza verbalista; esto se materializó en las innovaciones introducidas en los planes de estudio de las escuelas Nacional Preparatoria, Comercio, Artes Plásticas, Música, Ingeniería, Odontología, Arquitectura y Medicina. Creó la Escuela de Graduados, primera en su género en América Latina, con una clara concepción de los distintos tipos de enseñanza, los cuales, en una forma u otra prevalecen; es decir, difusión de conocimientos avanzados, formación de especialistas y otorgamiento de los grados académicos de posgrado, maestría y doctorado. Con relación a los aspectos administrativos, organizó unidades para definir una estructura centrada en tres grandes direcciones generales, la de Servicios Escolares, la de Administración y Previsión Social y la de Actividades Académicas y Difusión Cultural. En el rubro legislativo, su incesante deseo de perfeccionar la institución le hizo promover la elaboración de 14 reglamentos; además, produjo los instructivos para normar las inscripciones y los calendarios escolares para los años de 1947 y 1948. También logró un aumento importante en los fondos aportados por el gobierno federal, que elevó el presupuesto de 11 millones 300 mil pesos en 1946 a casi 15 millones en 1947. Al comienzo de su gestión, inició una campaña para recabar 10 millones de pesos en un año, con la mira, según expresó el doctor Zubirán, de no sólo obtener recursos económicos para el desarrollo de las actividades de la Universidad, sino para darle una inyección de nueva vida, renovando sus equipos y sus bibliotecas y, principalmente, con el propósito de conquistar la simpatía y el interés de la sociedad y demostrarle al gobierno la imperiosa necesidad de que incrementara su ayuda económica, otorgando al mismo tiempo un apoyo moral más sólido. "La construcción de la Ciudad Universitaria fue uno de sus más caros anhelos. Convencido de que la gran Universidad que él avizoraba requería de un continente grandioso, lo primero que hizo fue asegurar los terrenos que fueron donados por el gobierno federal y que le entregó el presidente Manuel Avila Camacho en 1946. Después de definir las pautas que sirvieran de referencia al proyecto arquitectónico y una vez desarrollado el concepto, sometió a concurso el diseño correspondiente, que ganó la Escuela Nacional de Arquitectura, en él participaron la Sociedad Mexicana de Arquitectos y el Colegio de Arquitectos, 20 profesores y 31 estudiantes que intervinieron en la propuesta seleccionada; también el rector Zubirán definió el equipo y la organización gerencial que habrían de acometer tan ingente obra. Todo lo anterior fue informado la comunidad universitaria en enero de 1948, que fue realizado en menos de dos años, merced a una labor incansable. Además, hubo un producto adicional de gran trascendencia, logrado por los afanes del rector: varios profesores y estudiantes, contagiados de ese fervor y motivados por los alcances, se sumaron a las distintas iniciativas, lo cual se tradujo en una gran actividad no vista en mucho tiempo en esta casa de estudios, y que propiciaba un terreno más fértil para las iniciativas del rector". Para concluir su intervención, el doctor Guillermo Soberón puso de relieve el gran cariño que Salvador Zubirán tiene por la UNAM. Relató el regocijo del ex rector cuando se le nombró miembro de la Junta de Gobierno en 1958, maestro emérito de la Facultad de Medicina en 1966 y doctor honoris causa en 1979. Asimismo, manifestó que Salvador Zubirán ha sido un personaje destacadísimo, "pues es un hombre creativo, que ha trabajado con intensidad y ha impulsado a tantos individuos, y que, para bien de sus semejantes, ha vivido muchos años. A lo largo de su fructífera vida se ha prodigado, pues ha sido maestro de muchos, incluso puedo ufanarme en decir que de ese maestro yo he tenido más, pero mucho más que muchos otros. Señor rector, la vida de las instituciones la hacen las personas que por ella transitan, la historia de esta casa de estudios es riquísima por la larga lista de sus preclaros hijos, cuyas lecciones son guía para las generaciones que les van siguiendo; en esa lista resalta, con luces propias, el nombre de Salvador Zubirán", concluyó.
Salvador Zubirán, director del Instituto Nacional de la Nutrición
El actual director del INNSZ, doctor Donato Alarcón Segovia, fue otro miembro universitario que hizo uso de la palabra en el homenaje a Salvador Zubirán. Expresó que es más que justificado que el Instituto Nacional de la Nutrición lleve el nombre de su creador, ya que el doctor Zubirán lo planeó, obtuvo, fundó y dirigió durante más de 30 años. Así, dijo que "el INNSZ surgió de la insatisfacción de Salvador Zubirán, dadas las precarias condiciones de la práctica de la medicina en México y de las del Hospital General, en un momento particular. Por ello, al ser nombrado jefe del Pabellón 9 de ese hospital, Salvador Zubirán logró rodearse de médicos jóvenes y brillantes que apoyaron su proyecto para iniciar la remodelación de aquel Pabellón que llegaría a ser un hospital independiente, en donde se conjuntaban las especialidades de gastroenterología, endocrinología y hematología". El titular del INNSZ relató que "pese a esos constreñidos comienzos, al cabo de cinco años, el Hospital de Enfermedades de la Nutrición había adquirido gran prestigio. En esos primeros cinco años el doctor Salvador Zubirán también realizaba funciones como rector de la UNAM; sin embargo, él llevaba a cabo ambas cosas. "Atraía ya a los más brillantes médicos recién recibidos para hacer ahí su entrenamiento; era un hospital modesto, pero bien equipado, muy ordenado y limpio. Su revista era ya de primer importancia en el país y sus residentes se distinguían tanto por su espíritu argumentativo y sus conocimientos de avanzada, como por el trato atento y fino para con sus pacientes, así como por sus blanquísimos y almidonados uniformes. "Para entonces, Salvador Zubirán ya planeaba el nuevo hospital que tendría su sitio en el Centro Médico y que había concebido con Gustavo Baz; ahí sí se tendría la planta física, el equipamiento, las facilidades que merecía el hospital y que para 1961 se encontraba ya bien consolidado académicamente, pero rebasaba con mucho su capacidad física, pese a numerosas y a veces peculiares e ingeniosas construcciones en las que, en algunas partes, para llegar a un sitio, se tenía que subir y bajar varias escaleras. "Los médicos del Instituto habían trabajado arduamente en planear el nuevo hospital que estaría en las esquinas de las avenidas Cuauhtémoc y Central. El día en que se supo que el Centro Médico había sido vendido al Seguro Social fue sombrío, y sólo gracias al perenne optimismo de Salvador Zubirán, se recuperó el entusiasmo. Desde luego no se podía prever el destino que sufriría con el sismo en 1985. Siguió aquí una etapa de incertidumbre en la que la inquebrantable fe de Salvador Zubirán tuvo importancia capital ante la necesidad imperiosa de continuar con el crecimiento; se le aplicaron paliativos como la compra de una pequeña casa frente al hospital y se continuó buscando la solución permanente al problema, darle una casa adecuada. "Un terreno ya concedido en Las Aguilas fue partido por el Anillo Periférico, otros quedaron en promesas; sin embargo, la fe de Salvador Zubirán siguió imperturbable y sostenía la de todos; por fin llegó el actual terreno en el que rápidamente se construyó la Unidad de Investigación y para asegurarse que el predio no corriera la misma suerte que los anteriores, pronto, casi en forma perentoria, se pudo construir el hospital; para entonces, Salvador Zubirán llevaba ya 24 años como director. "Le había imprimido a la institución su mística de servicio, lo que habría de seguir haciendo durante 10 años más. Después, a poco menos de un año de que, por voluntad propia, dejara la dirección, habría de dársele a la institución, que había fundado a un costado del Hospital General, la categoría de Instituto Nacional de la Nutrición, al que se le dio también su nombre.
"La última etapa ha sido fructífera y, afortunadamente, Salvador Zubirán ha estado ahí para recoger los frutos. Cuando se le nombró director emérito vino a mostrar una virtud más, pues había sabido y ha sabido oír, aconsejar y estar, pero jamás incomodar, interferir o buscar preponderar. Salvador Zubirán se ha convertido en un símbolo viviente, tenerlo ha sido más importante que contar con un escudo o una bandera; los que lo hemos visto tomar la palabra para enardecer a nuestros médicos, entusiasmar a nuestros estudiantes, enaltecer a nuestras enfermeras, hemos sido testigos de su magia que nos hace sentir una emoción indescriptible. En el Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán existe una mística que lo ha llevado a ser un centro de excelencia en la atención médica, a ser el Instituto con mayor número de publicaciones de investigación en el país, a tener el más alto índice de repercusión por citas en la literatura, haber sido sitio de trabajo de siete premios nacionales de ciencias, a ser orgullo de nuestra Universidad, a la que ha estado siempre íntimamente ligado, como lo ha venido haciendo Salvador Zubirán desde aquella remota mañana en la que, teniendo como testigo al presidente de la República, puso la primera piedra de la institución a la que no ha dejado y ni dejará de inspirar".
Salvador Zubirán, el servidor público
Por su parte, el doctor Juan Ramón de la Fuente, secretario de Salud, habló de quien consideró un médico excepcional, un universitario que contribuyó como pocos al resurgimiento de nuestra alma mater. Un profesor que no sólo formó alumnos sino construyó una escuela, un líder social que cambió a la salud, a la educación y a la alimentación como las bases fundamentales del desarrollo con justicia, Salvador Zubirán Anchondo. El titular de la SSA afirmó: "el concepto de beneficencia pública que rigió en México a los primeros establecimientos laicos de servicios para enfermos y personas con carencias económicas fue insuficiente, hasta que la Revolución mexicana hizo de la atención a las necesidades básicas de la sociedad el fundamento y la razón de ser de nuestras instituciones; en efecto, en el México posrevolucionario las instituciones sociales sustentaron su razón de ser en el reconocimiento y el respeto a la dignidad, los derechos y las potencialidades de los individuos, elementos que concurren a la integración del concepto de asistencia social como función de estado. "En esa filosofía y con ese compromiso surge Salvador Zubirán, quien se inicia como servidor público en 1923, en el cargo de oficial tercero en el departamento de Salubridad Pública adscrito al Hospital Morelos. Más adelante, después de concluir sus estudios de posgrado durante la presidencia del general Abelardo Rodríguez, fue invitado a colaborar como jefe del departamento de Servicio de Alimentos, el cual se transforma en un moderno departamento de comestibles y bebidas; ahí, labora de 1931 a 1934 y organiza lo que fue en realidad el primer Programa Nacional de Alimentación. "Un año después, en 1935, es nombrado miembro de la Comisión de Estudios de la Presidencia de la República, donde se encarga de reorganizar el servicio médico de los Ferrocarriles Nacionales, cargo le permite recorrer el país y percatarse de sus graves necesidades asistenciales. Pero su obra adquiere verdadera proyección en el periodo del general Lázaro Cárdenas, quien, según él mismo nos relata, le encomendó en 1937 la creación de un organismo que diera adecuada atención a la niñez, sumando a todas las instituciones de atención a la infancia. Con gran dedicación nos cuenta el maestro: `estudié el problema hasta formular en todos los detalles el organismo que había ideado el señor presidente. Sentado en una banca en los jardines de Los Pinos, donde yo tenía derecho de picaporte, le expuse el programa, el cual fue de su agrado y conformidad. Terminada la presentación, le pedí que me cumpliera la oferta que me había hecho de permitirme ir a Europa a estudiar la seguridad social y, después de escucharme, me dijo: ¡No. No se va usted, porque se va a hacer cargo de ese departamento!A eso se dedica entre 1937 y 1938, al departamento de Asistencia Infantil que tenía jurisdicción federal, según el decreto que adiciona la Ley de Secretarías y Departamentos de Estado y que dio lugar a su creación, tal y como lo registra la prensa de 1937. El Departamento dedicará sus esfuerzos a procurar por todos los medios a su alcance, el bienestar y la protección de la infancia, especialmente en el campo y en nuestras costas, continuando la atención de los servicios existentes que recibirán desde luego un aumento e iniciando otros como los que se propone llevar a cabo en zonas indígenas. Y así ocurre, destacando el impulso que el maestro da, desde este departamento, al Programa de Desayunos Escolares.
"El interés del presidente Lázaro Cárdenas en que las actividades del departamento se extendieran a toda la población da lugar a la creación de la Secretaría de Asistencia Pública, en donde la participación del doctor Zubirán también fue determinante. La iniciativa de ley, anexa al decreto presidencial correspondiente, presentada ante la Cámara de Senadores el 13 de diciembre de 1937, sustituye formalmente el viejo concepto de beneficencia por el de asistencia pública. Consecuentemente, a la Secretaría de Asistencia Pública se integran la Beneficencia Pública, el Departamento de Asistencia Infantil y otros servicios de carácter asistencial que se impartían en el resto del país. "El presidente Lázaro Cárdenas nombró secretario al doctor Enrique Hernández Salas, y al maestro Zubirán subsecretario; sin embargo, el maestro asume pronto la titularidad del despacho hasta 1940, cuando inicia su largo viaje de estudios por Estados Unidos y Europa, comisionado por el gobierno de México y representando a la Universidad Nacional y la Academia Nacional de Medicina. Los periódicos de la época dan cuenta clara de las actividades del maestro durante esa etapa en el servicio público; uno de ellos decía lo siguiente: al frente de los organismos oficiales mexicanos de asistencia pública, su actuación marcó las siguientes reformas: dio una orientación técnica moderna a los servicios al crear el fondo de restitución, estableciendo hogares sustitutos con la tendencia de acabar con la internación colectiva de niños en edad preescolar e implantando en ellos los servicios de atención médica que no tenían; creó brigadas ambulantes para las zonas indígenas y nuevos centros de asistencia, jardines de niños, maternidades y servicios de desayunos escolares en numerosas poblaciones en el país; dio auxilio a hospitales foráneos y estableció convenios de coordinación con los gobiernos de diferentes entidades federativas, logrando la cooperación privada para servicios de asistencia, especialmente de asistencia infantil a través de la creación de comités voluntarios que con tanto éxito han venido trabajando. "En 1940, al tomar posesión como presidente, el general Manuel Avila Camacho, su amigo que había sido director de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad, el doctor Gustavo Baz, fue designado secretario de Asistencia Pública e invitó como subsecretario al doctor Zubirán, quien integró un equipo formidable, entre los que figuraban Bernardo Sepúlveda, Norberto Treviño Zapata, Clemente Robles, Mario Salazar Mayén, Pedro Daniel Martínez y el arquitecto José Villagrán García, entre otros. "Resulta imposible, en tan breve tiempo, enumerar las actividades y programas impulsados por Salvador Zubirán durante casi tres años al frente de la subsecretaría de Asistencia. Fue la suya una época fecunda y progresista y, aunque no concluyó algunos proyectos por falta de tiempo o de recursos, realmente en ese periodo se crea el sistema hospitalario de nuestro país. Al respecto, otro gran amigo de él, el insigne maestro, Ignacio Chávez decía: ahí aprendió Salvador Zubirán a concebir en conjunto, al mismo tiempo que entrar en los detalles de la construcción y, por supuesto, del funcionamiento de los hospitales; esa fue una de las razones de su éxito, porque hay que mirar con desconfianza a esos que confunden la importancia de partir de ideas generales con el artificio retórico de refugiarse en generalidades. Constructor es el que no sólo concibe sino también planea y además realiza, no el que nada más ambiciona y sueña. "Particularmente fructífera fue su asociación con el arquitecto José Villagrán, juntos analizaron los problemas del Hospital General y se dan a la tarea de reestructurarlo; pero es justamente ahí donde surge la idea, como ya se ha dicho, de crear un gran centro médico nacional, integrando a un conjunto de hospitales para fortalecer la asistencia pública. Por razones fundamentalmente políticas, el proyecto del centro médico nacional no concluye conforme al concepto original, aunque finalmente se termina. "En el terreno de la educación médica, Zubirán impulsa la formación de egresados de la Facultad de Medicina a través, sobre todo, del internado en el Hospital General; y a los mejores los beca para realizar estudios de perfeccionamiento en universidades y hospitales estadounidenses. Se fortalece así la enseñanza de posgrado y los nuevos científicos y especialistas médicos regresarían a formar nuevas generaciones de médicos mexicanos cada vez mejor preparadas, pero ya en nuestras propias instituciones". El titular de la SSA destacó también la preocupación de Salvador Zubirán porque el pueblo mexicano se alimentara mejor, por lo que propuso la organización y construcción de comedores nacionales, de los cuales expresó: `el concepto de comedores nacionales no se trata que sea una limosna que el gobierno reparte entre los desvalidos, se trata de un servicio que el Estado presta a las familias que honradamente luchan por ocupar su puesto en la sociedad, pero que a pesar de sus esfuerzos no logran dar a sus hijos la alimentación sana y suficiente, capaz de reparar sus fuerzas gastadas en el trabajo y de conservar su organismo en estado óptimo'.
"Así, el 15 de noviembre de 1941 se inaugura el Comedor Nacional número 1 bajo el nombre de Unión Nacional, localizado en el barrio del Carmen. Tenía capacidad para atender a un promedio de mil 200 personas diariamente, a quienes se les proporcionaba desayunos, comidas o meriendas y yo sospecho, dijo Juan Ramón de la Fuente, que algunos de ellos ofrecían las tres comidas. El Comedor Nacional número 2, ubicado en Santa Julia, inició actividades un poco después, y se tenía ya en proyecto varios más que no fue posible consumar. "En mi opinión, dijo el doctor De la Fuente, el binomio Baz-Zubirán constituyó el verdadero parteaguas de la asistencia hospitalaria entre el México del pasado y el México moderno. "Al respecto, el propio maestro Zubirán afirmaba, en 1942, que la necesidad de la construcción de hospitales modernos en el país es obvia, pues quien haya tenido oportunidad de visitar un hospital de algún lugar de la República ha podido mirar lo que es el dolor humano y lo poco de lo que se dispone para aliviar. "Ante tales necesidades, impulsó decididamente no sólo su construcción, sino las reformas a los procedimientos hospitalarios y desarrolló el concepto del hospital como institución, la cual debería cumplir tres funciones: dar atención adecuada y eficiente a los enfermos de pocos recursos económicos hasta restaurar su salud; constituir un centro de enseñanza para el personal a su servicio y para estudiantes de medicina y enfermería; y asumirse como centro de investigación que en forma natural debería de hacerse en los propios enfermos. "Para 1942 se encontraban en remodelación o concluidos casi 17 hospitales, destacando el Hospital Infantil de México y el Instituto Nacional de Cardiología; y entre 1943 y 44 cerca de 40 hospitales, policlínicas y centros maternos-infantiles se concluían en el territorio nacional. La idea de la asistencia social la resume el maestro Zubirán al decir: `el concepto de asistencia social como servicio público es deber ineludible del Estado. Vuelvo a decirlo, pero no podrá convertirse en realidad si no va aparejado de otro concepto fundamental: el deber de la sociedad es cooperar con el Estado en la resolución de los problemas asistenciales. Los problemas de asistencia no podrán nunca resolverse sin recursos económicos; y así como se piensa que la sociedad tiene en un momento dado derecho a reclamar estos servicios asistenciales, también debe obligársele a proveer al Estado de los ingresos necesarios, como ya sucede en algunas partes de la República; y no ayudar solamente, como ya lo ha dicho el doctor Baz, sólo con buenas intenciones o tomando como base las aportaciones de personal altruistas, sino fundamentalmente mediante una legislación que establezca en forma definida y justa, un sistema obligatorio de cooperación'. "En septiembre de 1943, el maestro deja la subsecretaría y su lugar lo ocupa otro ilustrísimo médico y universitario, el doctor Manuel Martínez Baez; las aportaciones del maestro Zubirán como funcionario público se mantienen y se consolidan al paso del tiempo. El Comedor Nacional número 1 sigue funcionando y en 1997 el DIF, del cual depende, a través de cocinas populares y unidades de servicio integrales, distribuyó diariamente poco más de 3 millones de raciones alimenticias". El doctor Juan Ramón de la Fuente agregó que en los institutos nacionales de salud, así como en los 146 hospitales de especialidades del país, el concepto del doctor Zubirán continúa sobre la base de atender a las poblaciones marginadas y a las comunidades indígenas. Para concluir, el titular de la SSA expresó: "es claro que la obra del maestro Zubirán no concluye con su gestión pública en 1943. En el curso de los años se proyecta cada vez con más fuerza. Maestro Zubirán, puede usted tener la más absoluta certeza que su paso por el sector público sigue siendo hoy fuente de inspiración y compromiso para quienes tenemos la delicada tarea de servir a México. Desde ahí, procurando hacerlo como usted nos ha enseñado", concluyó.
Salvador Zubirán, el homenajeado
Para finalizar la ceremonia, el homenajeado, doctor Salvador Zubirán Anchondo, visiblemente emocionado, expresó: "es para mí motivo de grata satisfacción y un honor muy grande haber recibido de sus manos, señor rector, la bella medalla con mi efigie, que eterniza mi nombre y mi vida para siempre con la Universidad. Es verdaderamente satisfactorio, honroso y bello guardar dentro de mi corazón esa imagen al mismo tiempo que conservarla con cariño. "Ha sido para mí, esta reunión, motivo de gratitud para con todos; quiero mencionar ahora gratitud para mis amigos, mis queridos amigos, Juan Ramón de la Fuente, Donato Alarcón y Memo Soberón, gente a quien yo quiero con toda el alma.
"Soy universitario desde hace 85 años, entré a la preparatoria en 1913 y, al transponer la puerta de ese precioso edificio, me encontré con un patio hermosísimo, con corredores hermosos que tenían un ambiente de paz y de tranquilidad a pesar de que afuera estaba la agitación de la Revolución, pues se podían oír los cañonazos y los tiroteos de la ametralladora. En ese ambiente, me encontré con compañeros que después fueron grandes figuras, como Ramón Beteta, Javier Oliva, Javier Raúl Béjar y Jaime Torres Bodet, entre otros compañeros que después han figurado mucho en la vida. Ahí tuve maestros como Antonio Caso, José Vasconcelos y Ezequiel Chávez, figuras relevantes en el mundo social mexicano; ahí también me encontré a tres amigos muy queridos, con los que luché en la escuela, en la vida y en el trabajo, Angel Quevedo, Manuel Ortega y Manuel Guevara, uno por uno fueron cayendo en la sombra, hasta quedar yo solo, sin ellos. "Terminada la preparatoria, después de haber recibido las lecciones de esos maestros y vivido esa época tan hermosa dentro de la preparatoria Gabino Barreda y Justo Sierra, verdaderos ejemplos de educación, pasé gustoso a la Escuela de Medicina, en ese bello edificio de Santo Domingo. En ese recinto me encontré con profesores muy valiosos como el solemne don Fernando Ocaranza o como Quiroz y otros de ese tipo, verdaderos maestros dedicados enteramente a la enseñanza; también Ernesto Cervera fue mi maestro, muy buen maestro. Después de haber pasado por esa etapa, llegué a la ambicionada práctica profesional en el Hospital General, donde tuve maestros muy valiosos, verdaderos tutores, como Gastón Mello, Ricardo Mannuel y don Manuel Aveleyra; en fin, esa fue una época brillante de mi existencia y yo fui un buen alumno, al grado de haber recibido el premio que el presidente de la República otorgaba cada año; tengo el premio de cada año de mi carrera firmado por Venustiano Carranza, Alvaro Obregón y por el rector José Vasconcelos, fue una etapa brillantísima y extensa que terminó. Yo, con el título bajo el brazo, salí a la calle a la lucha para cumplir con la misión que yo ambicionaba, la de servir; a servir, porque la carrera de Medicina no es otra cosa que servicio, entrega a los demás y ayuda al enfermo. Salí así, con ese espíritu de ambición, de lucha y de alegría. Así estuve por algún tiempo, pero pronto me llamó el director de la Escuela de Medicina para proponerme que fuera maestro: que felicidad; fui primero profesor de terapéutica, después de propedéutica y, estando de titular de esta materia, lo cual quiere decir que fui un buen maestro, mis alumnos fueron a pedirle al director de la Escuela que me nombrara para el siguiente año como profesor de patología médica, a lo que accedió el director; así que tuve a ese mismo grupo otro año más. Después de un tiempo de trabajar como maestro con pasión, porque dos pasiones habían sido en vida, la medicina y la enseñanza, me encontré que aquellos alumnos que habían pasado por mi aula estaban convertidos en grandes figuras, grandes médicos, directores de instituciones y con gran prestigio profesional dentro de la medicina, ellos habían sido mis alumnos. Creo que fui un buen profesor, porque después de algún tiempo me nombraron profesor emérito y eso quería decir que había sido un buen profesor. Más tarde, pasados los años, un día se presentaron en mi oficina tres personas, grandes señores: Ignacio Chávez, Silva Herzog y Alfonso Reyes, quien tomó la palabra: venimos en nombre de la Junta de Gobierno a ofrecerle a usted la rectoría de la Universidad; y yo, ¿qué cosa? ¿Cómo es posible que se piense en mí para este puesto? Yo creo que ustedes están equivocados, la Junta de Gobierno ha de estar equivocada, ¿cómo voy a ser yo?, si para ser rector de la Universidad se necesita un hombre sabio, de profundos conocimientos de la juventud. Me dice Alfonso: Espérese, no venimos a ofrecerle la Sorbona, venimos a ofrecerle la Universidad de México; y ya con eso acepté con una total y absoluta entrega. Me dediqué a la Universidad de la que ha hablado mi entrañable amigo Guillermo Soberón, me entregué a ella de veras con toda el alma, a cumplir con una función. Van ustedes a pensar que soy muy vanidoso, pues sí soy. Creo que fui un buen rector. "Después, la Universidad me concede el galardón más grande que se otorga a un universitario, el de doctor honoris causa. En fin, después de este relato, en donde ven ustedes que hay tantas cosas, cómo no van a pensar que estoy agobiado por el sentimiento y por el dolor; no dolor, de ánimo, de sentir el peso de esta ceremonia que es para mí tan significativa. Tener el sentimiento de gratitud tan grande para con los señores de la mesa de honor, así como para con todos los presentes. Sentir el orgullo de que ustedes estén aquí para mostrarme cariño y simpatía. No quiero seguir hablando más, porque las lágrimas están comenzando a salir y no quiero que me vean llorar. Por eso ya no digo más, muchas gracias". |