Directores de institutos El doctor Fause Attié y el Instituto Nacional de Cardiología, el primero en su género a nivel mundial “El Instituto brinda servicios cardiológicos a la población las 24 horas del día, los 365 días del año, por médicos especialistas, no residentes, y ello es gracias a la mística, el cariño y el amor por la casa que tienen nuestros médicos, pues no ganan más que la satisfacción de atender y eso ningún otro Instituto lo tiene; además, porque fue el primero en su género en el mundo”, comentó el doctor Fause Attié Cury, actual titular del Instituto Nacional de Cardiología. Oriundo de Brasil y nacionalizado mexicano desde hace varios años, el doctor Attié estudió medicina en su país natal y cursó su especialidad en el Instituto Nacional de Cardiología. Después de realizar una subespecialidad en Estados Unidos volvió a México y, desde entonces, ingresó a la larga lista de médicos que dan renombre al Instituto.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición; obtuvo el Premio Nacional de Obras Médicas; ha publicado cinco libros y 15 capítulos en otros; además, se desempeñó como profesor de pregrado -1969 a 1990- en la Facultad de Medicina. Con más de 50 años de existencia, el Instituto Nacional de Cardiología fue el primero en su género que se formó en el mundo, después fueron apareciendo otros similares; pero la principal característica de éste es el ser polifacético aunado a una visión integral del problema cardiológico, por lo que fue y sigue siendo un centro hospitalario para la atención del enfermo, un gran laboratorio de investigación básica y clínica aplicada; una gran escuela para enseñar cardiología a la profesión médica y formar cardiólogos especializados; un centro de rehabilitación de enfermos cardiacos, y un centro de estudios de prevención de los padecimientos cardiovasculares, así como una agencia de ayuda social y humana para los cardiacos. “El Instituto Nacional de Cardiología fue fundado en 1944, gracias a la unión de un grupo de cardiólogos que tenían al frente al maestro Ignacio Chávez, quien conjuntó una serie de factores que permitieron su fundación, y las primeras instalaciones del Instituto se abrieron en Avenida Cuauhtémoc. Un grupo de médicos mexicanos prominentes del Hospital General se reunieron para formar el Instituto, algunos incluso salieron del país a prepararse en determinadas áreas y con el tiempo se incorporaron ellos y otras personas que le dieron mucha presencia, como los maestros Isaac Costero y Luis Méndez, entre otros más. El Instituto Nacional de Cardiología tiene una característica muy especial, está dedicado a atender personas sin derecho a otra institución de salud, sin embargo está abierto para cualquiera que necesite ayuda, aunque la meta de su creación es atender a una población sin derechos a otros servicios de salud. Tiene tres funciones sustantivas que son: la investigación, la asistencia y la enseñanza. El área de investigación está conformada por siete departamentos: investigación básica, anatomía patológica, farmacología, embriología, biología molecular, bioquímica y fisiología. Las divisiones encargadas de la investigación científica son dos, una básica y otra clínica. La clínica coordina y dirige la investigación que se realiza sobre los seres humanos y sus productos biológicos en sus aspectos clínicos, epidemiológicos y sociomédicos. Su quehacer se localiza en los servicios asistenciales y se apoya con frecuencia en la labor de los departamentos de investigación fundamental. En este campo es común que el Instituto participe en estudios internacionales multicéntricos.
La investigación básica fundamental no depende de seres humanos, aunque en ocasiones se realiza en tejidos o células humanas. Estudia mecanismos vitales normales o alterados por muy diferentes causas. Ambas divisiones son encabezadas por médicos del mejor nivel. Cabe mencionar que 55 por ciento de la plantilla de investigadores del Instituto pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores. En lo que respecta al financiamiento de este campo se obtiene por medio de los concursos en diferentes agencias promotoras nacionales y extranjeras. El área de asistencia comprende la parte grande del Instituto, se cuenta con ocho pisos de internamiento, en el sexto hay una unidad de urgencias coronarias con 22 camas; el quinto piso es de cirugía y cuenta con 24 camas de terapia intensiva posquirúrgica; se trabaja en seis quirófanos, con un promedio de seis pacientes al día. Esta función social del Instituto ocurre todo el día y todos los días del año, las 24 horas, por médicos especialistas, no residentes; si una persona sin recursos asiste el domingo a las 10 de la noche y necesita cirugía, se le hace. En el área de enseñanza se forman cardiólogos clínicos, cirujanos cardia-cos, anestesiólogos cardiacos, ecocardiografistas, hemodinamistas, neurólogos y reumatólogos, todos con reconocimiento universitario, y los laboratorios participan activamente en la docencia de los residentes de Cardiología y de sus propios becarios y estudiantes graduados. La cifra total de médicos y becarios entre 1944 y 1999 fue de 2 mil 279, de los cuales mil 145 han sido mexicanos (50.2 por ciento) y mil 134 extranjeros (49.8 por ciento). De estos últimos, 905 provienen de naciones americanas, 211 de Europa y 18 de otros continentes. Un total de mil 696 se ha adiestrado en cardiología, 120 en cirugía cardiovascular, 81 en nefrología, 57 en cardiopediatría y 56 en reumatología. Los países de procedencia de los médicos han sido Alemania, Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Canadá, Checoslovaquia, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Egipto, El Salvador, España, Estados Unidos de América, Filipinas, Francia, Grecia, Guatemala, Haití, Holanda, Honduras, Hungría, India, Israel, Italia, Japón, Nicaragua, Nigeria, Panamá, Pakistán, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Puerto Rico, República Dominicana, Rumania, Siria, Suiza, Uruguay, Venezuela, Vietnam y Yugoslavia. La planta física del Instituto refleja su organización y se ajusta a las múltiples funciones de éste. Fruto de largos estudios y de la experiencia acumulada en sus primeros años, el nuevo Instituto fue planeado para satisfacer las demandas actuales del trabajo y para permitir las que se anunciaban. La planta general comprende varios edificios, estrechamente conectados entre sí, como lo están sus funciones. El edificio central corresponde a la sección de hospital y se divide en dos cuerpos: el de ocho pisos que aloja a los enfermos internados en los servicios clínicos, y otro de cinco pisos destinado a los gabinetes de exploración, laboratorios clínicos y quirófanos. Para consulta externa y preconsulta se dotó de un edificio más para evitar que los enfermos y familiares que concurren a diario, invadan aquél y perturben su marcha. Al lado del hospital y los laboratorios se levanta un edificio de ocho pisos destinado a la investigación de ciencias fundamentales, con su anexo obligado y bioterio; al lado tres edificios más, uno de aulas, biblioteca y servicios audiovisuales; otro, el del auditorio para conferencias, sesiones científicas generales y congresos, y un último que es la Escuela de Enfermería del Instituto. En ésta el Instituto forma a sus propias enfermeras, las capacita para la atención especial que requieren los enfermos cardiovasculares y su éxito se debe a que las solicitantes de ingreso son seleccionadas en razón de su preparación; los grupos son reducidos, el profesorado selecto, constituido en gran parte por médicos del Instituto, y los estudios incorporados a la Universidad Nacional, institución que en 1995 le otorgó a esta Escuela el nivel de licenciatura. De esta manera, el requisito de ingreso es el certificado de bachillerato, lo que facilita posteriormente la especialización o el ingreso a algún programa de maestría o doctorado. Al fondo del jardín e independientes de los anteriores, están los edificios de habitaciones: de médicos residentes, de jefes de departamento de investigación, del subdirector administrativo y de enfermeras. El perfil epidemiológico de los pacientes atendidos en el Instituto muestra un predominio de enfermedades cronicodegenerativas, como la cardiopatía isquémica y la reumática, siguiendo en proporción las cardiopatías congénitas. La mitad de los enfermos proviene del Distrito Federal y el resto del Estado de México y entidades como Michoacán, Guanajuato, Hidalgo, Puebla y Morelos. La hipertensión arterial es una de las patologías más frecuentes de la población, sin embargo, demanda poca hospitalización, ya que ésta sólo ocurre en la medida en que la hipertensión se complica o se asocia a otras enfermedades. Otro tanto ocurre con los padecimientos cardiopulmonares y nefrológicos. Por lo que respecta a la edad de los pacientes que se atienden en el Instituto, los adultos mayores representan 33 por ciento, 49 por ciento es de personas de entre 20 y 59 años y el resto corresponde a menores de 20 años. Todos los servicios están reservados a pacientes económicamente necesitados o no protegidos por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) o el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), que cuentan con sus propios hospitales. Las cuotas de recuperación que cubren los enfermos están ajustadas a su situación económica y la mayoría de las veces se trata de cuotas simbólicas, cuando no nulas; el número de este tipo de enfermos es superior a 80 por ciento y el resto cubre cuotas mayores, aunque menores a las de sanatorios particulares. - ¿Desde cuándo es director? - ¿Usted se formó aquí? “Llegué a México en octubre de 1968, al concluir la residencia me incorporé al Instituto, cuando esto era un semillero de médicos en el sentido más humano”. - ¿Cómo fue que se inclinó por la cardiología? “Comencé en el Instituto de Cardiología como especialista; después, el maestro Ignacio Chávez me nombró subjefe de Cardiología Pediátrica, y posteriormente jefe del mismo servicio, luego fui director de Enseñanza con el doctor Chávez Rivera -hijo del doctor Chávez-, él me nombró director de Enseñanza Médica y, finalmente la Junta de Gobierno me nombró director, después de 35 años de trabajar en el Instituto. - ¿Aquí se casó? - ¿Hay más médicos en su familia? Antecedentes del Instituto El Instituto Nacional de Cardiología fue inaugurado el 18 de abril de 1944, por el entonces presidente de la República, don Manuel Avila Camacho y el secretario de Salubridad y Asistencia, el ilustre cirujano doctor Gustavo Baz Prada, en solemne ceremonia donde al reunirse científicos de todo el continente se conformó el Primer Congreso Interamericano de Cardiología. Los cambios fundamentales de mentalidad como consecuencia de la Revolución Mexicana se reflejaron en la vida médica, la Universidad y sus hospitales. En el año de 1924, teniendo como sede el Hospital General de la ciudad de México, se inició una reforma médica y el desmembramiento de la medicina general para dar paso a las especialidades, donde la primera en nacer fue la cardiología, la cual consignada al doctor Ignacio Chávez, quien dio las bases de crecimiento y desarrollo que le permitieron alcanzar una madurez, proyectarse y dicotomizarse hasta que se inauguró el Instituto Nacional de Cardiología en 1944. Junto al doctor Chávez aparecen desde el Hospital General como fundadores los doctores Teófilo Ortiz Ramírez, Manuel Vaquero, Salvador Aceves, Rafael Carral y de Teresa, Armando Cuéllar Padilla, Alfonso de Gortari, Luis Méndez y José Manuel Rivero Carvallo. El Instituto nació con plena madurez y cabal productividad, lo que permitió dar aportaciones científicas desde sus primeros años. El mundo, y en particular Europa, emergía apenas de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Los distintos campos de trabajo del Instituto y de sus hombres se delineaban ya con nitidez, creciendo y floreciendo en la década de los cincuenta. La clínica clásica, apoyada en la moderna tecnología de esos años, se depuró, y con elegante finura se difundió a través de un amplio grupo de maestros donde destacaban los nombres de los fundadores. Floreció el cateterismo intracardiaco y con él los estudios pioneros hemodinámicos y electrofisiológicos, con Limón, Rubio y Soní, apoyados por decenas de brillantes jóvenes colaboradores mexicanos y extranjeros. Por primera vez en el mundo, se pasó un catéter a través de un canal arterial persistente y se realizaron valvuloplastias, utilizando la técnica del doctor Celis, que modificó el método original de Castellanos a través de la inyección directa de substancia opaca dentro del propio corazón en el sitio que se desea explorar. En 1947, los suecos perfeccionaron el método y lo llamaron angiocardiografía selectiva, misma que hoy se practica en todo el mundo. En electrocardiografía, Demetrio Sodi Pallares, Enrique Cabrera y decenas de colaboradores mexicanos y extranjeros dieron renombre internacional a una escuela de electrocardiografía de gran difusión. Años después, en el campo de la fonomecanocardiografía, Bernardo Fishleder destacó con brillantez y pronto el Instituto se incorporó a la cirugía cardiovascular, con la figura de don Clemente Robles. En el campo de la anatomía patológica destacó Isaac Costero, y en fisiología, Arturo Rosenblueth; los dos formaron escuela. Como resultado de la mente visionaria del maestro Chávez se fundó en el mismo año la Sociedad Interamericana de Cardiología; entre sus objetivos estaba el agrupar a las sociedades de cardiología de todos los países de América y propiciar un intercambio de información con la sociedad internacional y sociedades regionales y nacionales de cardiología. Para la inauguración del Instituto, el doctor Chávez invitó al acto a distinguidos cardiólogos del norte, centro y sur del continente. Después de dos días de intercambio, el doctor George R. Hermann, de Galveston pidió que dicho Congreso se reconociera como tal. Los asistentes así lo acordaron y decidieron crear la sociedad, le delegaron la responsabilidad de redactar los estatutos de la misma al doctor Chávez y lo eligieron presidente. Durante el Segundo Congreso Interamericano de Cardiología, que se realizó igualmente en el Instituto, 16 cardiólogos de Europa y América fir-maron, el 11 de octubre de 1946, un documento en el cual se constituía el Consejo Internacional de Cardiología. Ellos fueron Luis Decourt y F. Laranga, de Brasil; Gastón Giraud y Charles Laubry, de Francia; Pierre W. Duchosal e Ivan Mahaim, de Suiza; R. Pérez de los Reyes, de Cuba; Vittorio Puddu, de Italia; H. Snellen y C. L. C. van Nieuwenhuizen, de Holanda; Teófilo Ortiz Ramírez, de México; Jean Lequime, de Bélgica; Gustav Nylin, de Suecia; Alberto C. Taquini, de Argentina; H. West, de Estados Unidos, y Eric Warburg, de Dinamarca. El 5 de noviembre de 1951, también en el Instituto, se creó la Sociedad de Internos y Becarios del Instituto, con la idea de conformar una nueva institución y de que los miembros de esta sociedad mantuvieran vivo su contacto espiritual y científico, con el deseo de propiciar que nunca olvidaran los conceptos de la filosofía de la vida que aquí se les inculcaron: la responsabilidad en la adquisición del mejor conocimiento científico, así como el mantenimiento de su educación continua; para el clínico, la importancia de caminar por la vida proporcionando la atención científica de mayor calidad, pero impregnada de sentido ético, calidad humana y proyección social, y finalmente, enfatizar la necesidad de su afinamiento cultural. Posteriormente, se planteó la necesidad de un cambio de sede, donde se dispusieran edificios amplios y funcionales que permitieran incorporar los nuevos avances médicos. En 1970 se tomó la decisión y se logró el apoyo oficial, el gobierno cedió el terreno necesario -62 mil metros cuadrados-; la Fundación Mary Street Jenkins, presidida por don Manuel Espinosa Yglesias, contribuyó con 130 millones de pesos para la construcción. Fuentes privadas donaron 100 millones más y el gobierno aportó 50 para terminar la obra y 60 para la renovación de equipo. El nuevo Instituto fue inaugurado el 17 de octubre de 1976 por el licenciado Luis Echeverría. Las oficinas de la dirección y la administración del Instituto se alojan en un edificio propio, deliberadamente separado del núcleo hospitalario, para evitar que el público invada el área de atención a enfermos. En él se alojan las oficinas del Patronato y el Cuerpo Consultivo Técnico; las del director y las de los subdirectores. Del lado contrario, se localizan las oficinas administrativas. En la planta baja, se ubican la Jefatura de la División de Administración y Desarrollo de Personal, la División de Recursos Materiales y la Jefatura del Departamento de Enfermería. La ubicación de este edificio permite que los trámites previos al internamiento, las adquisiciones de material y los pagos al personal y a proveedores, se realicen fuera del ámbito del hospital sin perturbar el trabajo médico. Los servicios clínicos de hospitalización se distribuyen en ocho pisos y cuentan con 240 camas, de las cuales 210 son censables, independientemente de las 30 de terapia postoperatoria para adultos y niños. Los servicios clínicos son los siguientes: En el segundo piso, Urgencias Cardiovasculares y la Unidad Coronaria con 22 cubículos. En el tercer piso, Cardiología de Adultos con 38 camas. En el cuarto piso, Cardiología con 10 camas y Nefrología con 17. En el quinto piso, Terapia Intensiva con 30 camas. En el sexto piso Cardiología de Niños con 27 camas y 19 cunas. En el séptimo piso, Cardiología de Adultos con 38 camas. En el octavo piso se encuentran los enfermos pensionistas y semipensionistas, con 22 camas, y en el noveno piso, pensionistas con 17 camas. Los laboratorios de investigación científica, en su aspecto básico, están ubicados en un edificio de ocho niveles, donde se ha instalado una red informática que los vincula con el resto del Instituto y los centros de in-vestigación nacionales y extranjeros. Cuenta con su propio bioterio anexo, amplio y apropiado para mantener especies mayores y menores dentro de estándares internacionales, que cubren las necesidades de la experimentación en animales. Desde sus primeros años, el Instituto Nacional de Cardiología cuenta con una escuela donde forma a sus propias enfermeras y las capacita para la atención especial que requieren los enfermos cardiovasculares. A su fundación contribuyeron de manera importante el grupo de las Hermanas Religiosas del Verbo Encarnado, siendo su primera directora sor María de Alacoque Cerisola. El edificio está constituido por tres plantas que albergan cinco aulas y tres laboratorios bioquímicos, clínicos y dietéticos, biblioteca, sala de descanso, oficinas, vestidores y baños. En las nuevas instalaciones se pensó que un instituto dedicado en esencia a la investigación y a la enseñanza, necesitaba conocer la historia de su doctrina y aceptar que sin la aportación de los hombres de ayer nada quedaría hoy, nada que no fuera la voluntad ciega y la razón perdida en la ignorancia, por lo que para lograr mantener el pasado presente, con su gran lección de humildad, se pensó en la realización de un fresco que mostrara la historia de las doctrinas cardiológicas. Se eligió el fresco porque consideraron que era la técnica pictórica adecuada para expresar los grandes mensajes y porque en México ha tenido tradición. Diego Rivera realizó los dos frescos con que cuenta el Instituto y los cuales muestran los momentos culminantes de la creación de la ciencia, los descubrimientos más fecundos y los hombres más destacados. En el primer mural, agrupó a los anatomistas, los fisiólogos y los clínicos que trabajaban las técnicas clásicas de exploración y a los hombres de la anatomía patológica. En el segundo, están agrupados los hombres que no conformes con explorar con las manos, ojos y oídos, comenzaron a recurrir a los instrumentos buscando inscribir los fenómenos biológicos. Al centro de este conjunto se ubicó a los semiólogos y clínicos, que influenciados por otras disciplinas, trabajaron en favor de los enfermos. Estas y más tareas, que a la fecha continúan, dan fama y renombre al Instituto. “Así, esta casa ha sabido cumplir una de sus labores sustantivas y, con ello, una de las funciones más nobles, activas y fecundas, la cual es motivo de honda satisfacción”, palabras del doctor Ignacio Chávez Rivera -durante los festejos del 55 aniversario- que sintetizan el sentir de los miembros del Instituto Nacional de Cardiología. |